- Claudia Flores, originaria del pueblo indígena huitoto, lidera los esfuerzos de conservación de la tortuga taricaya (Podocnemis unifilis) en Tres Esquinas, pequeña comunidad de apenas 10 familias en la Amazonía peruana.
- En cinco años de trabajo han logrado liberar alrededor de 5500 crías de tortuga taricaya en el río Putumayo.
Cuando la temporada de anidación se acerca, Claudia Flores se encarga de explicar el proceso a los niños: ir al río muy de mañana, buscar los nidos de tortuga, encontrar y sacar sus huevos. El reto es ganarle a los depredadores. Poner la colecta en una bandeja y separar aquellos que tienen oportunidad de eclosionar. Llevarlos a la playa artificial y sembrarlos en la tarde, siempre con la luz del sol. Ponerles un letrero de identificación y esperar unos 70 días. Reunir crías, alimentarlas por dos semanas y liberarlas en el río. Todo es cíclico. Los pequeños la escuchan con atención.
Proteger los huevos de las tortugas taricaya (Podocnemis unifilis) de los depredadores —naturales y, sobre todo, humanos— se volvió su trabajo desde el año 2017. Esto ocurre en la comunidad de Tres Esquinas, ubicada en la cuenca del río Putumayo, en la región de Loreto, en la frontera de Perú con Colombia. Es un poblado integrado por diez familias —poco más de 40 personas— que habitan un territorio afectado por la pesca ilegal.
En esta región amazónica, la taricaya es una especie que por décadas ha sido presionada por un consumo excesivo —tanto de sus huevos como de su carne— que afectó gravemente a sus poblaciones y que la orilló prácticamente a la extinción en algunos lugares en donde era común observarlas.
¿Qué han hecho Claudia Flores y su equipo para evitar que desaparezcan? Te lo explicamos en tres claves.
¿Cómo es la taricaya?
La taricaya es una tortuga o quelonio acuático que, desde 1996, es considerado Vulnerable por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). También está protegida por el Estado peruano por decreto supremo y en 2009 se incluyó en el Apéndice II de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES).
Es una especie que habita los grandes ríos amazónicos. El Sistema Nacional de Información Ambiental (SINIA) la describe como un quelonio de tamaño mediano. La hembra adulta es más grande, de hasta 48 centímetros, y el macho, de un máximo de 37 centímetros. Las hembras son más pesadas, con hasta 12 kilos, y el macho ronda los cuatro kilos. Sus caparazones son arqueados y de forma ovalada, de colores negruzcos. Sin embargo, tiene una característica que destaca a la especie y la vuelve peculiar: su rostro adornado con manchas de color amarillo encendido.
La lucha por salvarlas
“Nosotros ya hemos liberado un promedio de 5500 charitos (crías de taricaya) en estos cinco años, porque hay temporadas en las que no suben muchas taricayas y sembramos poco”, dice Claudia Flores sobre los esfuerzos de su equipo de trabajo: cinco mujeres y cinco hombres de su comunidad que asumieron la difícil tarea de repoblar con tortugas el río.
A partir de agosto de 2022, lograron acumular cerca de 600 crías de taricaya más para liberarlas. La esperanza de Claudia Flores radica, en gran medida, en que las crías liberadas alcanzan su edad reproductiva a los seis años, por lo que confía en que la población aumente en el mediano y largo plazo.
Su proyecto, además de asegurar la supervivencia de las tortugas, busca aprovechar sus huevos no viables o no fecundados, que ya se han convertido en parte de la alimentación de las familias y para los que, en un futuro, pretenden encontrar un mercado en donde puedan venderlos y complementar sus ingresos económicos a través de una actividad sostenible.
La esperanza
Las playas artificiales que Claudia Flores y su equipo han construido se convirtieron también en un espacio de aprendizaje. Esas cajas hechas de largos tablones de madera y rellenas de arena de playa, son aulas para toda la comunidad. Su mensaje es reiterar el valor del cuidado y la conservación de las especies que son parte del territorio.
“Es importante que los niños vean cómo se hace este manejo para que tengan esas ganas de seguir sacando adelante esta especie que ya va terminando”, sostiene Flores. “Ellos están aprendiendo que también son seres vivos que necesitan cuidados y reproducirse; yo les digo a mis hijos que a las taricayitas, cuando salen de sus huevos, nadie les protege, están solitas. Siempre les digo, desde pequeños, que vivimos de la naturaleza y que por eso hay que cuidarla”.
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Imagen principal: Tortuga taricaya (Podocnemis unifilis), especie vulnerable de la Amazonía. Foto: Pete Oxford / ILCP.
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