- Este Parque Nacional colombiano se fundó en 2002 y protege no únicamente a un importante ecosistema, sino la vida del pueblo indígena Yurí-Passe, que sobrevive en aislamiento voluntario a graves amenazas como la minería ilegal.
- Su gran biodiversidad incluye 36 especies de mamíferos, reptiles, aves y peces enlistados en al menos una categoría de amenaza.
El Parque Nacional Natural Río Puré se creó con el objetivo de proteger no solo un ecosistema, sino el territorio que habita un pueblo indígena en aislamiento. Fue declarado en el año 2002 y se ubica en el departamento del Amazonas, en el interfluvio de los ríos Caquetá y Putumayo, en Colombia. Sus 999 880 hectáreas están compuestas por planicies estructurales amazónicas, terrazas sedimentarias, vegetación de bosques húmedos tropicales y bosques inundables.
Es el hogar de por lo menos 1583 especies de plantas vasculares, 275 especies de aves, seis familias de mariposas, 20 especies de mamíferos y cinco de reptiles, cuenta con 24 registros sobre peces y se reporta la existencia de especies como delfines, nutrias y perros de agua. Además, cuenta con 36 especies enlistadas en al menos una categoría de amenaza.
Sin embargo, la importancia de esta área protegida va más allá de conservar la biodiversidad: el pueblo Yurí-Passé —que hasta la actualidad ha decidido vivir en aislamiento voluntario— cuenta con asentamientos en plena naturaleza. La permanencia de esta enorme selva a lo largo de los años le ha permitido al pueblo subsistir, pues allí se encuentran sus sitios de caza o recolección para atender sus necesidades domésticas y culturales.
“Es importante que la población en general conozca la existencia de los pueblos en aislamiento voluntario y que entienda que hay que respetar esa decisión de no contacto, porque es importante no promover actividades —desde la sociedad civil como desde el Estado colombiano— que los pongan en riesgo”, explica Eliana Martínez, jefa del Parque Nacional Natural Río Puré, zootecnista y gestora ambiental con más de 30 años de trabajo en la región amazónica.
Además, toda esta área es parte de un corredor biológico que conecta las zonas protegidas existentes en el noroeste amazónico de Colombia, Brasil y Venezuela.
Este es un recorrido por su asombrosa biodiversidad.
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Primera parada: la fauna
La instalación de cámaras trampa al interior del parque trajo agradables sorpresas. Gracias a ellas se descubrió la presencia del extraño Atelocynus microtis —comúnmente conocido como perro de monte o zorro de orejas cortas— y la identificación de cuatro especies de paujil, como el Nothocrax urumutum, con un canto que solo se escucha de noche.
“Aunque no hay un endemismo, sí se encuentran las especies más importantes o representativas de la región amazónica”, dice Martínez. “Con las imágenes del fototrampeo se ha visto la danta, el jaguar y, uno de los más curiosos, ha sido el perro de monte, que se consideraba extinto para algunas zonas de la región amazónica. Esos animales han aparecido en las imágenes de las cámaras trampa y han permitido corroborar que efectivamente esas poblaciones existen”.
Dentro de las 36 especies representativas del parque bajo alguna categoría de amenaza, según la lista Roja de la IUCN y en el CITES, se encuentran la danta (Tapirus terrestres), la nutria (Pteronura brasiliensis), el manatí (Trichechus inunguis) y el mono churuco (Lagothrix lagotricha).
Respecto a las aves, se han realizado inventarios en cinco lugares del parque —que incluyen quebradas y caños— con lo que se logró identificar 275 especies pertenecientes a 51 familias y 22 órdenes. Entre ellas también se encuentran el tucán (Ramphastos tucanus) y el loro (Amazona farinosa), enlistadas como especies vulnerables.
Por supuesto, al tratarse de un sitio con importantes fuentes hídricas, la variedad de peces es importante. Hasta la fecha, los diversos muestreos han reportado 24 especies. Además, también habitan dos especies amenazadas: la arawana plateada (Osteoglossum bicirrhosum) y el pirarucú (Arapaima Gigas), ambos bajo la categoría de Vulnerable.
“Dado que tiene esa red hidrográfica tan grande, el tema de la riqueza íctica también es muy fuerte; seguramente hay especies que no se han reportado para la zona”, agrega Martínez.
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Segunda parada: el paisaje del río
La región del Río Puré es un gran reservorio de agua dulce. Está conformada por una cantidad innumerable de caños y quebradas que vierten sus aguas a los ríos Puré, Caquetá y Putumayo, así como por un número importante de lagos.
Un ejemplo de la importancia de estos afluentes es el Río Caquetá. En el tramo Araracuara-La Pedrera, el complejo de lagos es el más extenso de la región y alberga la mayoría de las tortugas charapa (Podocnemis expansa), una especie críticamente amenazada. Este quelonio acuático migra en épocas de aguas bajas hacia las playas del Río Caquetá, las únicas aptas para su anidación.
Además, las dinámicas hidrobiológicas de los Río Caquetá y Putumayo, sus afluentes y sistemas lagunares son determinantes para la viabilidad de las poblaciones de los grandes bagres y especies de menor tamaño que, además de tener un valor intrínseco, forman parte importante de la dieta de las comunidades indígenas locales.
Pero el Río Puré impresiona por su belleza. Los cursos de agua, incluso los principales, son de origen amazónico. Incluyen aguas barrosas —como las del propio río Puré— caracterizadas por una alta carga de sedimentos producto de la erosión en sus márgenes, lo que provoca la transformación del curso del agua y un alto aporte de nutrientes a los bosques inundables circundantes. Las 68 pequeñas cuencas hidrográficas del Parque Nacional juegan un papel determinante en la regulación hídrica regional dados los innumerables riachuelos y quebradones que drenan las selvas circundantes.
Sin embargo, hay actividades que han puesto en riesgo la vida de este sitio. A pesar de la difícil ubicación geográfica del área protegida, según Parques Nacionales Naturales de Colombia, la extracción ilegal de recursos naturales en la Amazonía, liderada por distintos actores sociales y sectores económicos, ha sido un fenómeno históricamente recurrente. Dentro de estas actividades se destacan la pesca y la caza, la explotación de madera y rutas para el desarrollo del narcotráfico, pero ha sido la minería ilegal la que ha afectado principalmente al componente hidrológico, como el estado de la calidad físico química del agua.
La autoridad afirma que esta problemática se ha venido incrementando en la última década sobre las cuencas del río Caquetá, Putumayo y Puré, “generando graves afectaciones para los cuerpos de agua, fauna y flora asociada, ya que estas prácticas ilegales de extracción se obtienen utilizando mercurio que cae sobre las fuentes hídricas y entra a la cadena alimentaria afectando a las poblaciones humanas que dependen de estos recursos”, cita el Plan de Manejo del Parque Nacional.
Además, esta explotación ilegal de oro de aluvión —al igual que la pesca— tiende a concentrarse en la planicie amazónica en sitios considerados sagrados por la población indígena. Estos lugares están siendo diezmados, por lo que las afectaciones no solo son de tipo ecosistémico, sino que ponen en peligro la supervivencia del pueblo indígena en aislamiento voluntario Yurí-Passé.
Respecto a las acciones para frenar las amenazas que rodean al parque, a la par de los operativos del Estado y actividades de organizaciones no gubernamentales, se han promovido estrategias de conservación que involucran a las comunidades ubicadas en la zona de influencia, como Manacaro, el Resguardo Indígena Curare Los Ingleses y habitantes en La Pedrera y Tarapacá.
“Se tiene un trabajo desde el inicio de la creación del parque, con procesos como la educación ambiental —a partir del fortalecimiento del sentido de pertenencia al territorio de las etnias— para generar conciencia y estrategias en las comunidades”, explica Martínez. “Así, desde lo local y desde su conocimiento, monitorean esas presiones con recorridos de control y vigilancia, con los que hacen observaciones sobre la presencia de actores ilegales”.
Tercera parada: la vegetación
Las casi un millón de hectáreas del Parque Nacional conforman una matriz boscosa uniforme que se caracteriza por sus bajos niveles de intervención humana y el buen estado de sus ecosistemas. De acuerdo con la autoridad ambiental, la importancia de esta área protegida —además de su inmensa biodiversidad— está representada en los servicios ambientales que provee, como la fijación de carbono.
Al sur del Río Pure se encuentra la zona de varillal que cuenta con la vegetación más alta entre los tres varillales que se han visitado. Aquí se observa, por ejemplo, una planta lianescente que pertenece a la familia Ericaceae, muy difícil de observar en la selva. También hay predominancia de plantas epífitas de la familia de los anturios y se encuentran muchas bromelias y musgos. También hay abundantes palmas de asai (Euterpe precatoria) y aguajillo (Mauritiella aculeata), mientras que los arbolitos dominantes pertenecen a una clase de algodón (F. Bombacaceae).
Los cananguchales, que son comunidades gregarias de palma canangucha (Maurita flexuosa), son bosques especiales de pantanos. Estos lugares son de importancia en la obtención de alimento, fibras y utensilios, además de ser refugio y nicho de gran cantidad de fauna, los convierte en un ecosistema clave para la supervivencia de los pueblos indígenas en aislamiento.
“Los cananguchales son enormes y también tienen una importancia para los pueblos en aislamiento voluntario, porque una de las dinámicas que se identifican es que ellos construyen malocas temporales en sus cercanías; además, tienen un importante significado porque esos lugares tienen una connotación sagrada”, explica Martínez. “No solo Río Puré, sino las áreas protegidas que están en la región amazónica tienen un importantísimo rol en la regulación climática, de ahí la importancia de protegerlos”.
*Imagen principal: El Río Puré visto desde Puerto Franco. Foto: Equipo PNN Río Puré.
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