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“De la biodiversidad y los ecosistemas depende el que sigamos vivos o podamos asegurar la vida en el mediano plazo”: Yolanda Kakabadse | ENTREVISTA

Tortuga marina en Galápagos, Ecuador. Foto: José María León.

  • La ambientalista ecuatoriana muestra preocupación porque la atención de los líderes mundiales se ha enfocado en la crisis climática, pero no la han vinculado con la pérdida de los ecosistemas del planeta.
  • Kakabadse plantea que las prioridades ambientales del Ecuador tienen que ver con lograr la transición energética y la sustentabilidad en la producción agrícola, así como el manejo racional de las áreas protegidas, de los bosques del país y del agua dulce, además de la urgente protección de los océanos.

Para Yolanda Kakabadse, el interés ambiental “es un virus” que, una vez que entra a la corriente sanguínea, no te abandona nunca más. “Es un tema apasionante porque tiene que ver con la vida misma”, afirma la conservacionista. La curiosidad inicia —dice— desde que uno descubre que los alimentos pueden provocar daños a la salud si tienen, por ejemplo, muchos químicos, o si se respira aire contaminado. También se empieza al enterarse de las especies silvestres que se encuentran amenazadas o que ya se han extinguido. “Todos esos temas se vuelven apasionantes porque implican un deterioro o una mejora de la calidad de vida de toda sociedad; así que por ahí empecé”, dice sobre sus inicios en la conservación del medio ambiente. Su interés, ahora con más de 40 años de trayectoria, radica en la construcción de una ciudadanía cada vez más consciente de los impactos de la pérdida de la biodiversidad del planeta. 

La ambientalista Yolanda Kakabadse tiene una trayectoria de más de 40 años en Ecuador y en el ámbito internacional. Foto: Archivo Mongabay Latam.

Kakabadse tiene un amplio recorrido como conservacionista, desde el ámbito nacional, en Ecuador, hasta el internacional. Inició en 1979 con la creación de la Fundación Natura en Quito y, a partir de entonces, ha impulsado a muchas más organizaciones medioambientales para lograr, por ejemplo, su enlace con la Organización de las Naciones Unidas (ONU). De 1998 al año 2000 incursionó en la política y fue ministra del Medio Ambiente en Ecuador. También ha estado al frente de importantes organizaciones globales como la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y, desde octubre de 2022, es presidenta de la Fundación Charles Darwin en las islas Galápagos.

Mongabay Latam conversó con Yolanda Kakabadse para conocer el panorama del Ecuador en materia medioambiental y de degradación de los ecosistemas, así como las causas de la actual pérdida de biodiversidad en el país y en el planeta relacionada con la falta de conciencia sobre su importancia, así como con fuertes amenazas como la pesca y la minería ilegales.

Entre 2001 y 2019, Ecuador perdió 822 mil hectáreas de bosques. Foto: Fuerzas Armadas del Ecuador. Foto: Armando Prado.

—Cuando inició su trayectoria en la conservación del medio ambiente, ¿cuál era el panorama que enfrentaba el Ecuador?

—Cuando empecé en 1979 a dirigir la Fundación Natura en el Ecuador, lo primero que hicimos fue un informe sobre la situación ambiental del país. Eso me permitió contratar más o menos a 25 expertos en bosques, en agua, en suelo, en océanos, en biodiversidad, en áreas protegidas y en agricultura. Es decir, en todos aquellos temas más importantes para conocer a nuestro país y el estado en que se encontraban los ecosistemas. Tener esa información en la punta de los dedos le permite a uno priorizar por dónde empezar, qué hacer, cuáles son los temas más importantes y desde dónde se les puede enfocar: desde la ley, desde la política, desde la gestión y qué instituciones eran las más relevantes.

A principios de los 80, los temas más importantes eran: deforestación, químicos en alimentos y contaminación urbana e industrial en los ríos.

—A 40 años de distancia, ¿qué ha cambiado? ¿Aquellos temas mejoraron o se agravaron? ¿Qué novedades encontramos, en los últimos años, en cuanto a pérdida de biodiversidad y ecosistemas?

—A 40 años hay mucha más conciencia de los problemas ambientales. Sigue siendo un inconveniente que la mayoría de los políticos de turno prefieran invertir en obras que se ven —puentes, caminos, parques— en lugar de obras de infraestructura como canalización, agua potable y protección de ríos. La creación de áreas protegidas ha sido muy útil para conservar nuestra biodiversidad; lamentablemente, los presupuestos necesarios para guardaparques, investigación y control, no están ahí.

Deforestación de bosque primario en territorio Waorani. Foto: Armando Prado.

¿En qué se ve reflejada esa mayor conciencia de los temas ambientales a la que hace referencia?

—En los últimos 20 años, la educación ambiental se ha insertado en todos los sistemas de educación, desde las universidades hasta los niños chiquitos. Las nuevas generaciones de ciudadanos tienen mucha más conciencia sobre los temas que nos deben preocupar en los procesos de desarrollo: que sean sostenibles, que realmente midan el impacto y reduzcan el impacto sobre la sociedad, en el presente y en el futuro.

—Sin embargo, estamos frente a una crisis de pérdida de biodiversidad, ¿en dónde se está fallando?

—Yo diría que la razón más importante es la poca atención que se da en la discusión mundial sobre lo que es la biodiversidad y lo que son los ecosistemas. Me preocupa que la mayor parte de la atención de los grandes líderes mundiales haya ido hacia la crisis climática, pero que a esa crisis no se la vincule con la pérdida de ecosistemas. La pandemia, las inundaciones y sequías se dan porque los ecosistemas están degradados. Estamos viendo que los grandes líderes están asumiendo la importancia del vínculo entre biodiversidad y cambio climático, pero falta hacer mucho más. Uno de los temas donde más falta trabajo es en océanos.

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La comunidad de Sarayaku se inundó el 2 de abril de 2020. Foto: Nina Gualinga.

—¿Cómo está el mar ecuatoriano en cuanto a protección de ecosistemas y amenazas? 

—Bastante bien. Por un lado, la Ley de Galápagos ha sido trabajada por todos los sectores sociales de las islas y del país para que tratemos de reducir al máximo la pesca ilegal. El problema es que en el océano no podemos construir muros y las especies no tienen idea de dónde están esos límites del área marina ecuatoriana, sino que se mueven hacia espacios del océano donde sí hay una tremenda agresión de sobrepesca.

Hay una pesca tremendamente agresiva y destructiva en los mares que no pertenecen a nadie. La flota china, una vez al año, viene tres, cuatro, cinco meses a pescar frente a nuestras costas. Se mantiene fuera de las áreas exclusivas de pesca del Ecuador, pero los peces no saben dónde están esos límites así es que todavía nos toca trabajar muchísimo a nivel global.

—¿Cómo ha avanzado el acuerdo para regular la presencia de las flotas chinas?

—Se han construido alianzas con organizaciones internacionales para reforzar la vigilancia satelital. Lamentablemente, el área marina protegida es tan amplia que su vigilancia no es fácil. Nuevamente, los recursos financieros son escasos y no nos permiten tener varias embarcaciones dedicadas exclusivamente al control.

En abril de 2020, en Hong Kong se decomisaron 26 toneladas de aletas de tiburón provenientes de Ecuador. Foto: www.scmp.com.

—Hace poco usted comenzó a dirigir la Fundación Charles Darwin en Galápagos, ¿cuáles son sus principales intereses y compromisos ahora que está al frente de la organización? 

—Trabajar en lo regional. El Pacífico Tropical Oriental es un área muy rica en biodiversidad y el trabajo conjunto de Ecuador, Colombia, Panamá y Costa Rica es esencial. Por otro lado, contribuir para que la población de Galápagos sea la principal beneficiaria y también el  principal apoyo para lograr los objetivos de conservación del Archipiélago. La intención es que la población tenga una calidad de vida más sostenible en el mediano y largo plazo, con energía sostenible sin contaminación de petróleo, salud sostenible, agua pura, manejo de desechos, educación y turismo, entre otros.

—¿En qué posición está Ecuador en los foros internacionales? ¿En qué situación se encuentran sus compromisos hechos en las cumbres como la de biodiversidad o de cambio climático? 

—Ecuador está en una muy buena posición en este momento porque tenemos un estupendo ministro del Ambiente. Ha sabido llevar la agenda ecuatoriana y las preocupaciones e intereses del Ecuador a estos foros mundiales para armar alianzas con otros países. El acuerdo que firmamos con Costa Rica, Panamá y Colombia para proteger al Pacífico Tropical, las islas Galápagos, Cocos, Coiba y Malpelo (Corredor Marino del Pacífico Este Tropical), es un acuerdo que —yo diría— es la primera vez que estos países se alían para trabajar juntos en un tema tan importante como la diversidad marina. Entre los cuatro países hay una voluntad fuerte de poder cumplir con este compromiso y proteger las especies del océano en este sector del Pacífico Tropical.

En 2017, la Armada ecuatoriana intervino al carguero chino Fun Yuan Yu Leng 999, que había incursionado en la reserva marina de Galápagos y tenía en su bodega 6223 tiburones. Foto: Archivo Mongabay Latam.

—Usted ha fundado y dirigido varias organizaciones medioambientales, pero también ha incursionado en la política con su paso por el Ministerio del Medio Ambiente, ¿qué es lo que encontró en ambos sectores?

—Cada una de esas dos experiencias y también una tercera, de haber trabajado para un organismo intergubernamental global como las Naciones Unidas, han traído lecciones y oportunidades de trabajo maravillosas. La lección más importante es que todos se necesitan entre sí y que la importancia de trabajar juntos, con objetivos comunes a través de las capacidades de cada uno de los sectores, es absolutamente innegable y se debe de reforzar. Es decir, la sociedad civil no debería estar en contra de los gobiernos y los gobiernos deberían estar haciendo lo que les corresponde, alimentándose mutuamente. Pero el trabajar en política pública desde el gobierno fue un espacio maravilloso para tratar temas que el país necesitaba en su momento, más de 20 años atrás. El trabajo con organizaciones no gubernamentales nacionales, regionales e internacionales ha sido también fabuloso y, desde los organismos intergubernamentales como la construcción de la Cumbre de Río, fue también una gran oportunidad para involucrar a casi 200 gobiernos en temas que, en ese momento, eran totalmente desconocidos.

—¿Qué sucede a nivel de impactos de proyectos energéticos o hidrocarburíferos? Por ejemplo, ahora mismo hay afectaciones en el río Coca —que han impactado carreteras, puentes y oleoductos— relacionadas con la hidroeléctrica Coca Codo Sinclair.

—La explotación petrolera ha sido tremendamente destructiva, tal vez en la última década o un poco más. Aunque vemos mayores limitaciones por parte de las grandes empresas petroleras para ser más respetuosas con el ambiente, pero el daño que se ha causado en los últimos 50 años es enorme. Los ductos que trasladan el petróleo desde la Amazonía hacia la costa, por más seguros que hayan sido los criterios o las condiciones de construcción, están en territorios que están permanentemente amenazados por la deforestación, por la erosión.

Lo que estamos viendo en Coca Codo Sinclair es el impacto de no haber tomado en cuenta estos factores de debilidad de ecosistemas y construir por encima de los criterios técnicos. Hay muchos profesionales del Ecuador que aseguran que sí informaron sobre los riesgos cuando se iba a construir la planta y que no fueron tomados en cuenta. Eso vemos alrededor de todo el mundo: que la ambición rompe el saco. Por construir grandes obras de infraestructura, como en este caso la hidroeléctrica, y desconocer las posibles amenazas, se hicieron trabajos a un costo tremendo.

Así se ve la fuerte erosión del río Marker, la cual es consecuencia de la erosión que comenzó en el río Coca. Foto: Petroecuador.
Así se ve la fuerte erosión del río Marker, la cual es consecuencia de la erosión que comenzó en el río Coca. Foto: Petroecuador.

—La minería ilegal también es un tema en el Ecuador. La vemos en parques nacionales como el Podocarpus o en territorios indígenas como el Shuar arutam.

—Creo que el mayor daño es el vínculo de la minería ilegal con el tráfico de drogas. El narcotráfico, que es la empresa más grande que tenemos en la zona, en América Latina, a lo que nos ha llevado es a un financiamiento de minería ilegal para destruir unos ecosistemas que deberían estar íntegros. Lo grave de esta incursión de la minería ilegal es la incapacidad que tiene nuestro gobierno y los otros gobiernos de la región para vigilar el territorio. Si uno saca a un grupo de mineros ilegales, diez días más tarde ya están en otro lugar y no se moverán de ahí hasta que alguien los encuentre. Esa falta de capacidad de vigilancia del territorio hace que muchísimos de estos procesos avancen sin que el Estado tenga conocimiento de ello, hasta que ya es muy tarde y se hayan destruido ríos y bosques que están afectados por estas actividades.

(Skysat): Caso 3. Frente minero “La Aida”, Parque Nacional Podocarpus, Ecuador. Datos: Planet, EcoCiencia.
Frente minero “La Aida”, en el Parque Nacional Podocarpus, Ecuador. Datos: Planet, EcoCiencia.

—¿Existe la transición ecológica en el Ecuador o se está quedando como un discurso político?

—La transición no es un proceso fácil, sobre todo para países que estamos construyendo modelos de desarrollo, porque toda transición implica costos bastante altos. La ventaja que tiene Ecuador es que tiene todas las condiciones para que la transición energética sea un modelo que pueda sembrarse en la región. Tenemos toda la luz solar que necesitamos, tenemos los ecosistemas donde la energía eólica puede ser instalada o ha sido ya instalada, y tenemos geotermia que no todos los países del mundo la tienen. El potencial es enorme, pero los procesos son dificultosos porque implica cambiar leyes, cambiar normas y, sobre todo, cambiar la mentalidad de una burocracia grande que no logra visualizar los beneficios en el corto, mediano y largo plazo.

—Recientemente, el gobierno ha declarado nuevas áreas protegidas, ¿qué piensa de esas declaratorias cuando el presupuesto y el personal para custodiarlas resulta insuficiente? ¿Sería mejor optar por otras formas de conservación?

—Estoy de acuerdo. Hay una contradicción o una debilidad entre la ambición de crear más áreas protegidas y la responsabilidad que implica invertir y que no se conviertan en parques de papel. Esa es una debilidad que tomará algunos años solucionarla. Muchos de nuestros países pecan por tener políticas de gobierno y no políticas de Estado; cambia un gobierno y cambian las prioridades y se dan de baja unas cosas y aparecen nuevas. Esa es la situación actual de nuestras áreas protegidas, no solamente de las nuevas, sino de las ya existentes. Nuestra debilidad está en presupuestar, preparar y capacitar personal para hacerse cargo de las áreas, lo que también implica lograr que la población que vive circundante a estas áreas protegidas, cuiden estos espacios. Ahí tenemos mucho recorrido todavía que caminar.

Laguna Cormorán, en el Parque Nacional Sangay, Ecuador. Foto: Jorge Brito.

—Los bosques secos tropicales están casi al borde de la extinción en Ecuador. ¿Qué impactos tiene esta pérdida y qué hacer para recuperarlos?

—Tener mayor presupuesto, pero no solamente es una responsabilidad del Ministerio del Ambiente, sino de una serie de otros ministerios que están involucrados en el manejo racional de los recursos. Uno de ellos es el Ministerio de Agricultura, porque el sector agrícola tumba bosques para plantar monocultivos, dejando atrás suelos desgastados, degradados y que ya no pueden rendir más. Esa es una política que parecería ser del Ministerio de Agricultura, pero que tiene que ver con la sustentabilidad, con el desarrollo sustentable del país. Lo mismo en la protección de los ríos, que igual tiene que ver con los sistemas industriales y las regulaciones que se ponen para evitar la contaminación de aire, suelo y agua. Tiene que ver con vivienda y de cómo se maneja la nueva visión de construcciones arquitectónicas para asegurar que no utilicemos los mismos modelos de los últimos 50 años, sino que adoptemos nuevas formas de generación eléctrica, de manejo y desecho de aguas. Es decir, el Ministerio del Ambiente puede estar a la cabeza de una serie de cambios, pero no es el único responsable de la práctica de estas políticas de manejo sustentable.

—¿Hacia dónde debería estar mirando Ecuador? ¿Qué grandes pendientes debe poner en su lista de prioridades?

—Yo creo que la transición energética es una prioridad. Creo que la sustentabilidad en la producción agrícola es otra prioridad importantísima y, la tercera, es la conservación y el manejo racional de las áreas protegidas y de los bosques del país. También pondría una cuarta, de igual importancia, que es el manejo del agua dulce: los ríos siguen siendo basurales, siguen siendo los conductores de la contaminación y no pensamos en la importancia que tiene el agua dulce en las poblaciones más pequeñas o en las que están cauce abajo de los ríos. Por último, los océanos. Creo que el océano es el ecosistema más amenazado del planeta y debería ser nuestro colchón de seguridad para el futuro.

Raya águila manchada (Aetobatus narinari) nadando cerca del fondo del océano cerca de la Isla Darwin, en las Islas Galápagos. Foto: Daniel Versteeg / WWF.

—¿Cómo lograr un interés genuino en la ciudadanía respecto a la importancia de conservar la biodiversidad para el futuro?

—Necesitamos un gran programa permanente —no una campaña, porque estas implican un principio y un fin limitados— para concientizar a todas nuestras poblaciones, de todas las edades y de todas las regiones, sobre la importancia de la biodiversidad. Desgraciadamente, los ecuatorianos y latinoamericanos vemos a la biodiversidad como un elemento decorativo, pero no es decorativo, sino vital. De la biodiversidad y los ecosistemas depende el que sigamos vivos o podamos asegurar la vida en el mediano plazo. Esa conciencia hay que crearla. Si uno no ilustra a los ciudadanos, niños, jóvenes y adultos que una especie es vital en una cadena de vida y que, cuando se rompe la cadena, amenaza la vida del ser humano y de todos los otros seres, si no hay esa conciencia y no hay una comprensión de por qué eso es importante, evidentemente, el ciudadano no va a ser un aliado de la conservación. Todo ciudadano debería ser parte de procesos de buena conservación y buen desarrollo.

Tengo una pasión por el tema de alimentos. La pérdida y desperdicio de alimentos es uno de los grandes problemas de todo el planeta. Estamos votando a la basura el 40 % de los alimentos que producimos y eso es absolutamente irracional, inmoral y tiene que ver con el agua que se desperdicia, con el suelo que se degrada, con los ecosistemas que se destruyen. El tema es importante porque todos comemos, no es un tema ajeno a ningún ser humano y no es difícil entender el problema. Si todos empezamos a trabajar la conservación y el manejo de los espacios a nuestro alrededor creo que todos podemos contribuir.

Foto: Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica de Ecuador.

Imagen principal: Tortuga marina en Galápagos, Ecuador. Foto: José María León.

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