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Perú: comunidades indígenas del Parque Nacional Alto Purús muestran que es posible aprovechar el huasaí sin acabar con la especie

  • La Asociación de Productores Agropecuarios de la Biodiversidad de San Martín del Medio Purús (APAB) puso en marcha una planta piloto de procesamiento del huasaí, fruto de la palmera Euterpe precatoria, en Puerto Esperanza, Perú.
  • En el pasado la palmera era cortada por completo para cosechar sus frutos y aprovechar todas sus partes. Hoy se practican nuevas técnicas para su manejo sostenible, que incluyen escalar el tronco para no depredar la planta.
  • Estas actividades han traído beneficio económico para 12 comunidades indígenas Cashinahua que participan en el proyecto de aprovechamiento del huasaí. Con esta palma se elaboran desde yogures, helados y hasta mermeladas.

La palmera del huasaí (Euterpe precatoria) es una planta medicinal importante para los abuelos del pueblo Cashinahua. Desde la antigüedad, hervían sus raíces para preparar una bebida caliente utilizada para calmar los males del riñón y del estómago. En la actualidad, sus nietos se han encargado de revolucionar sus usos. Recolectan sus frutos que, hoy también se sabe, tienen un alto valor nutritivo y energizante; por lo que con ellos se preparan bebidas y productos novedosos como batidos, yogures, helados, mermeladas, refrescos y néctares.

“Mi abuelo me contaba que, si tomas bastante huasaí, te da energía; hoy sirve para jóvenes deportistas y para los niños, también para los que tienen anemia o diabetes, para todo lo que es enfermedad”, dice Tolentino Aladino, presidente de la Asociación de Productores Agropecuarios de la Biodiversidad de San Martín del Medio Purús (APAB), una organización integrada por más de 30 socios y creada en 2008 para ofrecer alternativas económicas a las familias indígenas, inicialmente con el comercio de carne de monte y pesca, así como otros productos derivados de la agrobiodiversidad, como maní y maíz suave.

El Parque Nacional Alto Purús se encuentra entre los departamentos de Madre de Dios y Ucayali, en Perú. En su bosque de más de 2.5 millones de hectáreas —que la convierten en la segunda área natural protegida más grande del país— habitan 176 comunidades nativas. En 12 de ellas, pertenecientes al pueblo indígena Cashinahua, han logrado fortalecer una cadena productiva para el procesamiento de la pulpa del fruto de las palmas de huasaí. Esto ha beneficiado a cerca de mil personas.

Racimo de huasaí (Euterpe precatoria). Foto: Sernanp.

“El huasaí es una palmera pequeña y nosotros subimos, cortamos los racimos y los bajamos. Antiguamente —explica Tolentino Aladino— no sabían escalar (la palmera) y la cortaban para cosechar; ahora estamos haciendo las cosas diferente”.

Así, del anterior corte total de las palmas para cosechar y desgranar manualmente los pequeños frutos redondos y de color violeta oscuro, los productores ahora cuentan con sus primeras maquinarias y nuevas técnicas para procesar el huasaí sin poner en riesgo el futuro de esta especie amazónica.

Productores cashinahua preparándose para escalar las palmeras del huasaí. Foto: Sernanp.

El huasaí, un fruto de alto valor en la Amazonía peruana

La especie Euterpe precatoria es una palmera distribuida en la región neotropical, en los bosques amazónicos inundados estacionalmente y en bosques de tierra firme. La altura de los individuos oscila entre los 10 y 20 metros, dependiendo de su ubicación. En uno solo de ellos pueden cosecharse más de 6000 frutos por racimo, lo que equivale a más de 9 kilos de peso.

Sus frutos son clave para la alimentación no solo de animales frugívoros —como los primates, roedores y cerdos salvajes—, sino también para los pueblos indígenas que los han consumido ancestralmente, además de utilizarlos en la medicina tradicional.

Las hojas, por ejemplo, son utilizadas para prensar la yuca en la elaboración de fariña —un tipo de harina tradicional en la Amazonía—; y sus frutos son usados como alimento, generalmente consumido en bebidas nutritivas, pues se les ha considerado “súper frutasdebido a su alto contenido en aceites, polifenoles y vitaminas, así como por su alta actividad antioxidante. Las raíces tienen uso medicinal en el tratamiento de enfermedades del riñón, estómago y hepatitis, mientras que el tronco se utiliza en el cercado de las paredes de las casas, de acuerdo con el estudio de diagnóstico sobre la palmera en los territorios de las comunidades del sector Purús, elaborado en 2018 por el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp) y dirigido por el ingeniero forestal Franco Rojas Grández.

Uso y aprovechamiento de la palmera. Imagen: Diagnóstico del potencial productivo del huasaí en 12 comunidades en el ámbito del Parque Nacional Alto Purús y Reserva Comunal Purús.

Del tejido o corazón de la palmera también se obtiene la chonta o palmito, un alimento que se puede consumir en ensaladas o como aperitivo. El crecimiento de la industria para obtener ese producto ha provocado que se talen muchas de estas palmeras, por lo que, desde 2020, la especie ha sido enlistada como de Preocupación Menor y con poblaciones en descenso por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). “Por ejemplo, en la cuenca del río Chambira —afluente del río Marañón, distrito de Urarinas— los indígenas hacían trueques con los comerciantes […] y una palmera arborescente de huasaí que podría tener más de 45 años costaba menos de un sol [unos 25 centavos de dólar]”, afirma el documento.

“Fue en el proyecto de envasado de productos de palmito apoyado por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid) —entre 1990 y el año 2000— en el ámbito de la Reserva Nacional Pacaya Samiria y la cuencas bajas del río Marañón y Ucayali; cientos de miles de trozos de chonta fueron extraídos de diferentes cuencas de los ríos de Loreto por pobladores rurales e indígenas para ser vendidos al proyecto, en su mayor parte, sin considerar regulaciones ambientales o de manejo sostenible”, afirma Arsenio Calle, jefe del Parque Nacional Alto Purús.

Ante este alarmante panorama, el Sernanp comenzó un proyecto para encaminar el aprovechamiento sostenible del huasaí. El objetivo fue que se utilizara el fruto y no el palmito; además, que los beneficiados directos fueran los pobladores de las comunidades indígenas ubicadas en la zona de amortiguamiento del Parque Nacional Alto Purús. Los territorios comunales de esa área tienen poblaciones naturales de huasaí, por lo que se consideró como una oportunidad para hacer un manejo sustentable de la especie bajo una organización comunal que genere economía social y amigable ecológicamente.

“Cuando ellos ven que está trayéndoles un beneficio de carácter económico, ya no la cortan como tradicionalmente lo venían haciendo”, dice Calle. “Las comunidades —asegura— se van a comprometer mucho más en la conservación de esta especie y, con el tema de la revalorización, se está planteando que empiecen a sembrarla también. Se busca hacer un sistema de agrobiodiversidad y un enfoque de sistemas agroforestales en sus tierras, para que en cinco años estas palmeras estén en producción”.

Tolentino Aladino escalando una palmera de huasaí. Foto: Cortesía Tolentino Aladino.

Eso ya se logró en Sepahua, otro sector del parque, donde ya se cuenta con un vivero permanente para la producción de huasaí, aguaje y otras especies de palmeras nativas para reforestación. Este mismo modelo piensa replicarse en otras comunidades.

“Queremos reforestar huasaí, aguaje y otras especies, porque no hay muchas frutas, solo huasaí y poco aguaje”, agrega Tolentino Aladino. Este año, tienen planes de hacer reforestación. Además, con el apoyo del Gobierno Regional construirán un vivero.

De la palmera a los productos finales

Para llegar hasta donde están las palmeras, los productores viajan en bote de motor a las diversas comunidades cashinahua con poblaciones naturales de huasaí. “Nosotros, para cosechar huasaí, tenemos que conversar con las comunidades, no vamos directo a cosechar sin pedir permiso y, cuando llegamos, también nos acompañan los comuneros”, explica Tolentino Aladino sobre el proceso previo.

La primera temporada para la cosecha abarca los meses de marzo a junio, donde hay huasaí en las zonas bajas. La segunda, es de julio a agosto, en las alturas. Para trabajar, los productores se colocan una pretina en la cintura para asegurarse al escalar las palmeras, utilizando la técnica que aprendieron de los productores de Brasil. “Vamos en grupo: mujeres, varones y también las comunidades, para que nos puedan ayudar a desgranar”, detalla el líder indígena. Cuando se ha desgranado el racimo por completo, los productores llenan los costales y los cargan de regreso al bote rumbo a Puerto Esperanza, capital de la provincia de Purús, donde han instalado el piloto de su planta procesadora.

Familias cashinahua participando en el proceso de desgrane del huasaí. Foto: Sernanp.

De acuerdo con Sernanp, el emprendimiento de la APAB tuvo despegue en el año 2020 luego de participar en la convocatoria de “Emprendedores por Naturaleza” en coordinación con el Fondo Nacional para Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Profonanpe), y con lo que pudieron poner en marcha sus instalaciones.

En un inicio, antes de contar con ese espacio, los productores se vieron en dificultades por no tener agua y electricidad las 24 horas en la comunidad de San Martín. Allí trabajaban en un local alquilado a las artesanas, hasta que se descompuso la bomba de agua. Por eso es que debieron mudar sus instalaciones cuando consiguieron un espacio por tres años a través de la Gerencia Territorial de Purús, del Gobierno Regional de Ucayali.

Proceso de lavado del huasaí. Foto: Sernanp.

En la nueva planta cuentan con una despulpadora y congeladoras para guardar el producto. “Cuando llegamos a la planta procesadora, tenemos que seleccionar las frutas maduras y separar las verdes, luego las lavamos y desinfectamos muy bien”, dice Tolentino Aladino.

Los productos derivados del huasaí como la pulpa, mermelada, yogurt y refrescos son elaborados y envasados en la planta piloto por cinco integrantes de la APAB que fueron capacitados en industrias alimentarias. Su venta al público general se realiza en el mercado local de Puerto Esperanza.

Hasta ahora la producción es pequeña, insiste Aladino, pues de un racimo pueden obtener alrededor de 500 gramos de pulpa y solo tienen una máquina para hacer el proceso, pero ya han participado en diversas ferias amazónicas para mostrar sus resultados y sus productos, con lo que buscan atraer mayor apoyo para alcanzar sus metas.

Las mujeres cashinahua lideran los procesos de elaboración de diversos productos derivados del huasaí. Foto: Sernanp.

“Ya tenemos pedidos en Pucallpa, Lima y Cusco, pero con una sola máquina no podemos avanzar en los productos”, dice Tolentino Aladino. Por ejemplo, los hermanos brasileros tienen cinco o siete máquinas; si a nosotros nos piden una o dos toneladas, no podemos abastecer”.

La pulpa se transporta en cajas y por vía aérea a Pucallpa, donde cuenta con un agente distribuidor que vende a 25 soles (unos seis dólares) el kilo de pulpa. La intención de Sernanp es facilitar el acceso directo de los diversos productos a mercados locales y nacionales, por lo que busca apoyar a los productores con la mejora de sus capacidades de acopio y almacenamiento del huasaí en Pucallpa.

“Al huasaí ya no se le va a cortar, va a estar ahí siempre y la gente lo va cosechar. En el futuro, la idea es que se cree un programa de bionegocios, en coordinación con el Sernanp y otros agentes interesados en el mercado, para hacer un proyecto que no termine, que tenga un enfoque de diversificación de productos y que a la vez tenga un beneficio directo”, agrega Arsenio Calle.

Mujeres indígenas cashinahua trabajan en el desgrane de los racimos del huasaí. Foto: Sernanp.

La APAB y Sernanp tienen como objetivo que las comunidades productoras obtengan los beneficios de manera directa y no ocurra como en otros casos donde los intermediarios se quedan con la mayor parte. “A nosotros nos gustaría empoderar a las comunidades para que ellas mismas hagan su negocio directo y tengan el beneficio que merecen por sacar este producto al mercado”, concluye el jefe del Parque Nacional Alto Purús.

“Todavía no tenemos un mercado seguro —dice Tolentino Aladino—, pero ya tenemos todos los documentos para el registro sanitario, que ya está en proceso, para poder trabajar con otras empresas. Por eso estamos impulsando, porque queremos trabajar y dar un paso adelante, tanto en el emprendimiento, como en la conservación de la especie”.

Imagen principal: Mujeres indígenas cashinahua trabajan en el desgrane de los racimos del huasaí. Foto: Sernanp.

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