- En los departamentos de Putumayo, Caquetá y Guainía la expansión de las actividades económicas, legales e ilegales, tiene sitiados a los pueblos indígenas que luchan por sobrevivir.
- Mantener la forma de vida y la cultura se ha convertido en un desafío para estas comunidades, en donde las condiciones económicas son precarias pese a su gran biodiversidad. Tienen tierras ricas en minerales donde el Estado ya dio concesiones y permisos de explotación, y eso los pone en riesgo.
En Colombia, 64 de los 115 pueblos indígenas viven en la Amazonía, repartidos territorialmente en 162 resguardos. El área que hoy habitan no es la misma que ocuparon ancestralmente y, a medida que se reduce su espacio, se amplían las zonas que ocupan la ganadería extensiva, la agricultura, los cultivos ilegales y los proyectos mineros o de extracción de hidrocarburos.
La mayoría de la población indígena del país vive, bajo total autonomía, en resguardos: entidades territoriales reconocidas por el Gobierno nacional, bajo la gobernanza de los cabildos que representan legalmente a la comunidad y de las autoridades tradicionales que son quienes mantienen los usos y costumbres. Sin embargo, la Amazonía vive una intensa e inédita avalancha de proyectos económicos, legales e ilegales, que avanzan por estos territorios.
La alianza periodística de Agenda Propia, Vorágine, Zona Franca y Mongabay Latam viajó a cuatro resguardos —en Caquetá, Putumayo y Guainía— para documentar los riesgos que enfrentan las comunidades indígenas por mantener su autonomía, su cultura y su vida.
Te explicamos los cuatro casos que investigamos.
Condagua, el resguardo indígena que se resiste a perder sus montañas sagradas
En el departamento del Putumayo, en Colombia, el pueblo Inga —descendiente de los Incas— hace todo lo posible por evitar que multinacionales concreten sus planes de extraer cobre y molibdeno de sus montañas sagradas ubicadas en la cuenca alta del río Mocoa, lugar en donde también hay una reserva forestal protectora nacional.
Por las afectaciones ambientales que causaría la minería, varias decisiones judiciales y administrativas les han dado la razón a las comunidades indígenas y campesinas, en su larga lucha de poco más de dos décadas en contra de un proyecto minero que ahora busca realizar una empresa canadiense.
La construcción de paneles solares y generadores de energía eólica requiere de metales, como el cobre, que existen en las tierras de los Inga de Condagua. Con ese pretexto, las mineras han justificado la necesidad de explotar la zona. Hasta hoy, las autoridades indígenas, con ayuda de líderes campesinos y funcionarios elegidos popularmente, han logrado frenar el avance de los proyectos mineros, pero el peligro sigue latente.
Una montaña de oro: los títulos mineros que amenazan las tierras de los indígenas del Guainía
La fiebre del oro acecha las inmediaciones del cerro Mavicure y de la Estrella Fluvial de Inírida, dos portentos ecosistémicos en Colombia. Las autoridades mineras aprobaron 13 propuestas de contrato de concesión minera para extraer oro y sus concentrados.
Las comunidades indígenas que rodean la Estrella del Inírida hoy viven la incertidumbre por las ofertas de un mejor futuro basado en la minería. Hay desconocimiento, pero también ilusión por conseguir un empleo.
Aún no comienzan las actividades en la zona y en el resguardo Remanso Chorrobocón ya hay división por este tema. Algunos lo ven con buenos ojos, pero también hay denuncias de que los títulos mineros se están gestionando a nombre de los indígenas cuando a ellos ni siquiera se les ha consultado.
Resguardo Buenavista: las luchas de los siona para proteger su territorio
La Corte Constitucional declaró que la subsistencia del pueblo Siona está seriamente amenazada y podrían desaparecer. Llevan 13 años luchando contra un proyecto petrolero que aseguran afecta a su territorio. En el resguardo Buenavista, en donde está ubicado el bloque Platanillo, los habitantes señalan que varias quebradas se están secando por las actividades de extracción de hidrocarburos.
Esta comunidad ve al agua como sagrada y proveedora de alimentos, pero los ríos viven las amenazas kilómetro a kilómetro. Los cultivos de coca, la ganadería extensiva, la tala ilegal, las minas antipersonales y las disidencias de la guerrilla de las FARC rodean el territorio indígena ubicado a la orilla del río Putumayo, en la frontera que comparten Ecuador y Colombia.
Desde hace más de cinco años, el resguardo siona tiene un proceso para recuperar una porción de territorio que décadas atrás le perteneció a sus ancestros. Actualmente el resguardo cuenta con 4500 hectáreas, pero con la reclamación quedaría con más de 50 000 hectáreas.
Resguardo indígena coreguaje: acorralado en su propio territorio
En la región amazónica del Caquetá, en Colombia, las tierras del resguardo indígena coreguaje de Maticurú, de 577 hectáreas, han sido invadidas por colonos, ganaderos y madereros. Su cultura y forma de vida están amenazadas. Su territorio es cada vez más pequeño, escasean los animales para la caza y están rodeados por bandas criminales.
Respaldados por los grupos armados ilegales, los invasores han tumbado la selva para la ganadería extensiva y la siembra ilícita del cultivo de coca. A su paso, han acabado con las especies de fauna y flora más preciadas para los indígenas.
Hoy los coreguajes —también conocidos como Korebaju— le piden al Gobierno una ampliación de 4000 hectáreas de predios cercanos al resguardo en los que haya bosques, frutas y animales para la cacería.
Lee el reportaje completo aquí.
*Imagen principal: En los resguardos, las comunidades se defienden con el bastón de mando y la palabra. Los guardias indígenas son los llamados a preservar el orden. Foto: Edilma Prada.
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