- Ubicado entre las montañas de los Andes y la selva amazónica, Belén de los Andaquíes, uno de los municipios más pequeños de Caquetá, ha logrado resistir a la deforestación durante más de 20 años gracias al arduo compromiso de la sociedad civil con la conservación.
- A través de la creación de reservas municipales, la educación ambiental y la investigación científica, esta región de uno de los departamentos más deforestados de Colombia ha demostrado que es posible proteger el medioambiente, incluso en las condiciones más adversas.
En 2017, el Parque Municipal Natural Andakí, en Belén de los Andaquíes (Caquetá), un pequeño pueblo ubicado entre la cordillera Oriental y la Amazonía, se convirtió en noticia nacional. Las expediciones de Colombia Bio, una iniciativa que buscaba explorar ecosistemas con vacíos de información biológica a nivel nacional, descubrió 47 nuevas especies para la ciencia y registró 190 que hasta ahora no tenían registro en Colombia.
Este hito científico puso en la lupa pública a este pequeño municipio y a la Fundación Tierra Viva, un grupo de belemitas que en la década de los noventa empezaron recogiendo basura de los ríos y que terminaron declarando más de 40 000 hectáreas protegidas a nivel municipal.
La inmensa biodiversidad de Belén de los Andaquíes se debe a su variedad de ecosistemas, que van desde los 214 hasta los 2200 metros sobre el nivel del mar, contemplando espacios de cordillera, piedemonte y selva amazónica. Esta diversidad de entornos naturales convierte a la región en hogar de una gran cantidad de plantas y animales emblemáticos como osos de anteojos (Tremarctos ornatus), jaguares (Panthera Onca) y pumas (Puma concolor).
Esta es la historia de cómo un pequeño municipio de Caquetá ha logrado proteger su territorio, a pesar de estar rodeado de las zonas más deforestadas de Colombia.
Lee más | #Expediciones científicas | ¿Qué se está haciendo para proteger al oso andino en Perú?
Políticas que ayudan a conservar
Belén de los Andaquíes contrasta con otros municipios caqueteños, como Cartagena del Chairá o San Vicente del Caguán que desde 2017 encabezan los listados de municipios más deforestados en Colombia. Para ese año, aportaban un 22 % del total de la pérdida de bosques a nivel nacional. Belén tan solo sumaba 0.08 %.
Aunque resiste, el municipio no es ajeno a estos peligros. La presión por el incremento de la frontera agrícola y la invasión de colonos en áreas protegidas, así como la extracción ilegal de madera, solicitudes de proyectos de exploración minera y cultivos de uso ilícito, son parte del día a día de este municipio declarado por la Asamblea Departamental como “municipio verde y protector del agua” desde el 2013.
Aquí el tema ambiental se convirtió en una prioridad para los gobiernos municipales debido a las crecientes exigencias de la sociedad civil, que desde inicios de los noventa influyeron en las decisiones de la Asamblea Departamental para crear acuerdos de conservación, en los que organizaciones como la Fundación Tierra Viva han tenido un papel central.
“En algunos concejos municipales del Caquetá no existe el suficiente conocimiento sobre las temáticas de gestión ambiental, el tema no se prioriza y se invierten pocos recursos. En el caso de Belén, hace más de 20 años hemos profundizado en el amor al territorio y entendimos que existen leyes suficientes para declarar áreas de conservación y administrarlas. Hemos hecho el ejercicio de una coadministración (de los nueve Parques Municipales Naturales) entre la municipalidad y nuestra organización”, afirma Yunner González, un biólogo belemita de 30 años, representante jurídico de la Fundación Tierra Viva, que ha invertido su vida en los procesos de conservación en la región.
Una de las principales razones de ser de la Fundación Tierra Viva es la creación y administración de áreas protegidas. Se han marcado el objetivo de ampliar y conectar los corredores de biodiversidad en el territorio, con el fin de acceder a servicios ambientales de alta calidad y combatir la deforestación. En la actualidad, la fundación administra los nueve Parques Municipales Naturales y esperan establecer uno nuevo este año.
“La fundación, desde 1993, ha participado en todos los escenarios públicos para generar conciencia en los habitantes y parte de eso ha permitido la gestión de áreas de conservación. Se ha avanzado bastante en los últimos 30 años, los procesos de conservación han permitido contar con áreas de protección a la biodiversidad y áreas de importancia en recursos, como el agua. Ese es el caso del Parque Municipal Natural La Resaca, que actualmente da agua potable al casco urbano y a la parte plana del municipio”, afirma González.
Asimismo, continúan trabajando en la restauración de los ecosistemas andino-amazónicos a través de un programa de reforestación técnica y estratégica, en el que siembran especies nativas en las áreas degradadas, como el costillo y el canelo de los Andaquíes, permitiendo que los animales que una vez habitaron el lugar, vuelvan a aparecer.
Municipio que alberga nueve parques naturales
En 2014, mediante sistemas geográficos de información, la Fundación Tierra Viva identificó 70 000 hectáreas de bosque primario en Belén de los Andaquíes, es decir, un 59 % del territorio municipal. De esas hectáreas, 17 693 pertenecen al Parque Nacional Natural Alto Fragua Indi Wasi, 28 767 hacen parte de los Parques Municipales Naturales y 23 540 son predios privados y sin escriturar.
Los bosques en conservación son el soporte para el mantenimiento de servicios ecosistémicos como el agua potable, el aire y la biodiversidad en el municipio. Por ejemplo, el Parque Municipal La Resaca provee de agua a Belén y debido a su importancia fue declarado como el primer Parque Municipal Natural, el 3 de marzo de 1995.
La cuenca de la quebrada La Resaca se resentía por causa de los asentamientos humanos, la praderización y la deforestación. Sumado a esto, había una fuerte división entre partidarios y detractores de reestructurar el sistema de acueducto municipal. Fue cuestión de tiempo para que el agua potable del municipio empezara a sufrir por la contaminación.
Para esa época, el equipo de Tierra Viva se preparó para enfrentar un debate político crucial sobre la necesidad de mejorar el acceso al agua potable en el municipio. A través de una exhaustiva investigación de la legislación ambiental de la época, los jóvenes que integraban la fundación aprovecharon las garantías normativas sobre el medioambiente, establecidas en la reciente Constitución Política de 1991, y lograron convencer al Concejo Municipal para que declarara como Parque Municipal Natural a las 399 hectáreas de la microcuenca de La Resaca.
La Resaca fue el primero de los nueve Parques Municipales Naturales en los que la Fundación Tierra Viva jugaría un papel central. Sería su primer reto, pero no el último. Durante 20 años se enfrentaron a la complejidad de crear áreas protegidas en un departamento con tradición colonizadora y en medio de un conflicto armado que se agudizaba cada vez más.
El Parque Municipal Natural Las Lajas, de 54 hectáreas, se encuentra a solo dos kilómetros del casco urbano y, creado en 1997, fue testigo de los combates entre la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el ejército colombiano. En 2001, los enfrentamientos se agravaron y, según los pobladores de Belén de los Andaquíes, el ejército ocupó el parque para defender sus posiciones frente a la guerrilla. Para lograrlo, cortó cientos de árboles que la Fundación Tierra Viva había reforestado años atrás. Los reemplazó por cambuches y áreas libres para sus entrenamientos y operaciones. El objetivo era crear allí el Batallón de Infantería Juanambú que comandaría las operaciones militares del sur del Caquetá.
La Fundación Tierra Viva se jugó su existencia defendiendo la necesidad del Parque Municipal Natural Las Lajas frente al ejército, el Ministerio de Defensa y una población dividida por la guerra. Al final lograron que se privilegiara el medioambiente y el ejército se retiró del parque. Donde se construyeron trincheras, hoy se encuentra un mirador ecoturístico desde el cual se divisa “la bisagra” que convierte a los Andes en Amazonía. Este episodio marcó tanto a la población que fue narrado en el libro ¡Agua! Un triunfo en medio de la guerra, escrito por Erasmo González, fundador de Tierra Viva.
El caso del Parque Municipal Natural Andakí también es destacable. Esta área protegida cuenta con una extensión de 26 859 hectáreas y abarca ecosistemas desde los 510 hasta los 2 889 metros sobre el nivel del mar. Después de haber sido afectada por asentamientos humanos y ganadería extensiva que pusieron en peligro las fuentes de agua, este parque ha sido reconocido como uno de los más diversos de Colombia en la categoría municipal.
Esto fue posible gracias a la Expedición Colombia Bío: Andakí, camino de vida. En esta iniciativa, 60 exploradores recorrieron el antiguo sendero indígena precolombino del camino Andakí durante 20 días para registrar las especies de fauna y flora presentes en el sector. Los resultados de la expedición incluyeron el descubrimiento de 47 nuevas especies para la ciencia, 190 registros nuevos de varias especies en Colombia, así como la identificación de 23 con alguna categoría de amenaza y 41 endémicas. Esta campaña de exploración de la biodiversidad puso a Belén de los Andaquíes en la agenda de los medios nacionales y de instituciones ambientales a nivel mundial.
Vulnerabilidad de las áreas protegidas
Pese al trabajo realizado por la fundación, Yunner González, asegura que existen falencias en la figura de protección de los Parques Municipales Naturales. El Decreto 2 372 de 2010 —que establece la estructura y funcionamiento del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (Sinap) y fija las reglas para la creación y gestión de áreas protegidas— no incluye a los Parques Municipales Naturales, por lo que no están protegidas dentro del esquema de blindaje del Sinap, dejando vulnerable a los nueve parques de Belén de los Andaquíes ante cualquier cambio de uso del suelo.
“Recientemente tuvimos el debate a nivel nacional sobre por qué el Sinap no contempla dentro de su estructura las áreas de figura municipal como espacios protegidos. Hay muchos intereses de por medio, además, las figuras municipales tienen una complejidad bastante alta, pues tienen denominaciones, objetivos y administraciones diferentes, dependiendo de cada municipio. Creemos que deberían ser parte del Sinap para blindar nuestras áreas protegidas”, dice González, mientras recorre los senderos del Parque Municipal Natural Las Lajas.
Para combatir este vacío, en los Parques Municipales se ha implementado la figura de Otras Medidas Efectivas de Conservación (Omec), avalada por el Ministerio de Ambiente y que se refiere a un área geográficamente definida que, aunque no es un área protegida, es gobernada y gestionada de manera que se logran resultados positivos y sostenidos a largo plazo para la conservación de la biodiversidad.
“Las Omec permiten una visibilización de las áreas que están creadas, pero que se inscriben a nivel internacional en la base de datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Permiten que haya una mejor gestión, así como hacer parte de procesos de financiación”, comenta González.
Esto ha permitido que el Parque Municipal Andakí, que ya forma parte de las Omec, blinde su biodiversidad gracias al monitoreo de entidades nacionales e internacionales sin cambiar la administración del parque. Una hazaña que la Fundación Tierra Viva pretende extender a todos los Parques Municipales Naturales de Belén de los Andaquíes.
Lee más | México: la misión de salvar a los lobos marinos de las artes de pesca abandonadas
Reservas naturales de la sociedad civil
Otro factor clave en la preservación de los ecosistemas andino-amazónicos en Belén de los Andaquíes ha sido la creación de reservas de la sociedad civil. Estos espacios de conservación y restauración, de iniciativa privada, han permitido la consolidación de corredores biológicos entre los Parques Municipales Naturales, así como la creación de zonas de amortiguación que protegen a los parques de cazadores, quemas y talas.
Los ejercicios de conservación privados tienen una larga historia dentro del territorio, pero su consolidación se dinamizó gracias a los talleres sobre restauración, creación y gestión de reservas que algunas organizaciones no gubernamentales —como Amazon Conservation Team y entidades gubernamentales como Corpoamazonía— dictaron en el municipio desde 2017 y hasta 2021. Estos talleres proporcionaron apoyo técnico y financiero para la implementación de proyectos agroforestales productivos, lo que permitió a los campesinos —cuyas opciones para sobrevivir se reducían a talar bosque para obtener madera o sembrar pastos y coca— elegir la protección y la restauración de la selva y las fuentes de agua como forma de vida.
“Uno no miraba bonito un potrero si no era limpio, los árboles hacían estorbo. Cuando llegaron estas organizaciones, nos concientizaron. La finca de nosotros era potrero, pero con esto que se hizo, eso ya es un bosque completo. Antes, los animales estaban desplazados y ahora les dimos la posibilidad de que transiten por ese corredor con libertad. Entre los animales y nosotros estamos restaurando”, cuenta con una sonrisa Yolanda Castro, líder comunitaria y ama de casa, que pasó de ampliar la frontera ganadera a conservar voluntariamente la totalidad de su finca de 42 hectáreas, en la parte alta de la vereda Aletones, de Belén de los Andaquíes.
Así también lo afirma Guillermo Navarro, exganadero y excocalero de 62 años. Recuerda cómo a sus 12 años entró caminando a Belén con su familia desde el municipio de Acevedo, en el departamento de Huila. “Nosotros veníamos de una parte muy abierta, donde estaba todo despejado [talado], cuando llegamos a esa selva nos sentíamos encerrados, sin embargo, la pesca era muy abundante, le estoy hablando de hace 50 años. En ese tiempo por ahí mantenía mucho el tigre (jaguar), el armadillo, el cerrillo, la boruga, pero cuando entró la ganadería y la coca, eso se desmejoró mucho, porque ya casi no se encontraban animales”, cuenta Navarro desde su finca de seis hectáreas que colinda con el río Bodoquerito, y que en la parte alta mantiene en conservación.
Y es que el proceso de colonización del Caquetá dejó huella en la cultura campesina local. Navarro relata su protagonismo en las bonanzas ganaderas y cocaleras de la región: “Una de las fuentes de deforestación fue la ganadería, a veces por obligación, porque se tenía que talar por falta de pasto para los animales. También los cultivos al margen de la ley fueron causas de la tala del monte. Esto era pura selva, pero con el tiempo se fue deforestando y fue mucha la cantidad de bosque que se fue al suelo”.
Sin embargo, las manos de este hombre que un día cortó árboles para vivir hoy son utilizadas para trabajar en proyectos agroproductivos, como la crianza de pollo y mojarra roja. “En estos momentos se está mirando un cambio bastante bueno, hay entidades trabajando por el medioambiente y la reforestación; por ejemplo, acá arriba contamos con un parque nacional (Alto Fragua Indi Wasi) donde no se puede talar, ni cazar e incluso los animales ya bajan por las sendas de ese parque y llegan al borde de la carretera”.
Este cambio de actividades en el municipio ha suscitado el interés de foráneos como Daniel Pineda, un ecólogo bogotano que escogió a Belén de los Andaquíes para crear una reserva de la sociedad civil que retratará la biodiversidad del piedemonte amazónico. Pineda vive en la vereda Aletones, junto a su esposa e hijo y, actualmente, se dedica a sembrar árboles de cacao, almendro y asaí para restaurar los suelos de una finca que anteriormente fue ganadera.
“Belén de los Andaquíes es un municipio insignia, yo me interesé por este lugar debido a la capacidad que tuvo para generar espacio de conservación en medio de la guerra. Esa capacidad no la tiene cualquier municipio, ni cualquier comunidad”, expresa Daniel Pineda, mientras se adentra en la selva en una loma empinada.
Belén es un caso “raro” en medio de la deforestación y la indiscriminada quema de pasturas en el norte del departamento de Caquetá. Las autoridades de control ambiental y los municipios han sido criticados por no exigir a los ganaderos y finqueros prácticas adecuadas de conservación ambiental. “Este es un reto que tenemos que tejer porque, así como los bosques necesitan un proceso de sucesión para dejar de ser potrero, crear cultura ambiental requiere también un espacio de recambio sobre la forma de pensar de antes”, afirma Pineda, parado frente a una gran ceiba.
Un cambio que, aunque parecía imposible, ya se extiende por el municipio de Belén de los Andaquíes. “A las personas que están en la ciudad las invito a que vengan y conozcan Belén de los Andaquíes, municipio verde y protector del agua. Que aun con muchas dificultades que ha habido, sigue conservando. Y seguiremos conservando hasta que Dios nos lo permita, porque este es el vivir de nosotros”, dice Yolanda Castro.
*Esta historia es una alianza periodística entre Mongabay Latam y Consejo de Redacción en Colombia.
*Imagen principal: La creación de áreas protegidas municipales y privadas en Belén de los Andaquíes ha permitido tener corredores de conectividad entre bosques, lo que posibilita el tránsito de especies y el aumento de la biodiversidad. En la imagen se aprecia el Parque Municipal Natural La Resaca. Foto: Jhonattan Navarro.
———
Videos | ¿Cómo salvar de la extinción a la danta de montaña en Colombia?
Si quieres conocer más sobre la situación ambiental en Latinoamérica, puedes revisar nuestra colección de artículos aquí.
Si quieres estar al tanto de las mejores historias de Mongabay Latam, puedes suscribirte al boletín aquí o seguirnos en Facebook, Twitter, Instagram, YouTube, LinkedIn, WhatsApp, Telegram, Spotify, TikTok y Flipboard