- ¿Por qué la gente tala el bosque? Sea para ampliar terrenos agrícolas, dar paso a industrias extractivas o construir vías de acceso, la esencia es la misma: se deforesta para el sustento de los habitantes de la región.
- Killeen revela cómo las demandas mundiales por alimentos y por materias primas minerales no son las únicas amenazas a la Amazonía. A ella se suman los megaproyectos de infraestructura, así como políticas públicas que generan especulación de tierras, sin olvidar el factor acelerador de la corrupción.
- Este complejo entramado de factores en la Panamazonía exige un enfoque que integre el concepto de cambio incremental y la participación de las partes con intereses legítimos.
¿Por qué la gente tala el bosque? Para cualquiera que haya vivido en zonas de explotación forestal la respuesta es tan simple como obvia: deforestar es esencial para el sustento de los habitantes de la región. En algunos casos, puede ser para cultivar alimentos y alimentar a la familia, pero, con mayor frecuencia, las personas deforestan para generar riqueza vendiendo madera, practicando agricultura o criando ganado. El flujo de bienes entre las sociedades rurales y urbanas es tan antiguo como la civilización misma, pero en la economía global actual, la conexión entre el productor y el consumidor está mediada por una cadena de suministro que es compleja y no particularmente transparente.
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Durante las últimas décadas, los aumentos en la demanda de alimentos se han cubierto mediante la expansión de las cadenas de suministro agrícola en detrimento de los bosques tropicales. Los productores agropecuarios que operan en estas zonas se encuentran respondiendo a la demanda global de los bienes que producen, actúan por su propio interés para crear riqueza para sus familias y puestos de trabajo para sus comunidades. Muchos son plenamente conscientes de que la deforestación es un problema mundial, pero sostienen que no deberían asumir el costo de conservar la biodiversidad o combatir el calentamiento global, especialmente cuando las naciones ricas han sacrificado sus propios bosques y contaminado la atmósfera en pos de su crecimiento económico. Una idea común, expresada en todos los espectros económicos, es que las naciones ricas deben asumir el costo de la conservación de los bosques.
Muchos consumidores de países ricos están preocupados por la deforestación en las zonas tropicales, y algunos expresan su disposición a pagar por medidas de conservación. Sin embargo, muchos desconocen que los alimentos que ingieren o el champú que utilizan han sido elaborados con productos que provienen de zonas recientemente deforestadas. Los consumidores están aislados de los productores por una serie de intermediarios, fabricantes y minoristas, que se benefician y contribuyen a las fuerzas comerciales que impulsan la deforestación. De manera similar, el consumo de materias primas minerales, como el hierro, el aluminio y el petróleo, ha contribuido a la degradación de los bosques y las aguas del Amazonas. Las industrias extractivas impactan en el bosque directamente al operar minas y campos petroleros e indirectamente cuando esas instalaciones crean un acceso que abre la puerta para la migración y la expansión de la frontera agrícola. Las instituciones financieras y los inversores individuales que prestan dinero, o que poseen acciones en empresas mineras, petroleras o de agronegocios, también comparten la responsabilidad de la degradación ambiental.
Igualmente, la deforestación está enormemente influenciada por la dinámica de los mercados inmobiliarios rurales. El bosque primario tiene valor porque su madera puede aprovecharse para obtener ingresos en efectivo, pero, una vez talada, se infiere que la tierra es “improductiva” o que tiene “potencial productivo”. Por el contrario, los pastos, las plantaciones y las tierras de cultivo extensivos se consideran “tierras productivas” porque generan ingresos. Esto puede parecer perverso para un ecologista que comprende el potencial productivo a largo plazo de un bosque, pero la tala de los bosques genera flujo de efectivo a corto plazo y agrega valor a los activos inmobiliarios a mediano y largo plazo.
Las políticas públicas de los estados también fomentan la deforestación. La mayoría de los países amazónicos cuentan con mecanismos legales para transferir tierras públicas a particulares que explícitamente permiten, o incluso exigen, la deforestación. De igual forma, la deforestación a pequeña escala y el uso del fuego está permitida o abiertamente tolerada en casi todas las jurisdicciones amazónicas. Los gobiernos locales y regionales, con el apoyo de agencias multilaterales de desarrollo, construyen carreteras en zonas vírgenes donde se entiende implícitamente que la especulación de la tierra conducirá invariablemente a la deforestación. Estas políticas se mantienen porque cuentan con el apoyo de los intereses económicos de las empresas constructoras, terratenientes y agroindustrias, así como del poder electoral de los campesinos sin tierra que buscan una salida a la pobreza. La retórica que apoya la conservación de los bosques es muy común, pero actuar para reducir la deforestación es políticamente peligroso. El potencial de un movimiento político para impulsar la deforestación se ejemplifica con la elección de Jair Bolsonaro, quien hizo campaña con la promesa de revertir las políticas de conservación de las tres décadas anteriores.
El modo de vida también juega un papel importante. Considere al agricultor pionero que logra una granja exitosa durante toda una vida de arduo trabajo y está comprensiblemente orgulloso de ese resultado. Es probable que sus hijos y nietos tengan puntos de vista similares, incluso si ahora también tienen puntos de vista que apoyan la conservación de los bosques. Las sociedades en las zonas de expansión están pobladas de individuos que creen que el desarrollo convencional es beneficioso, con una visión de vida reforzada por sus sistemas educativos y líderes religiosos.
La corrupción es otro acelerador obvio de las fuerzas que impulsan la degradación ambiental. Los escándalos como el de “Lava Jato”[1] asociados con la construcción de mega proyectos de infraestructura pública, demuestran cómo el soborno distorsionó los estudios de viabilidad económica para proyectos que podrían haber sido rechazados basándose únicamente en criterios financieros. A menudo se asume que una mejor gobernanza empoderará a los defensores del ambiente y ralentizará la deforestación, pero las iniciativas para descentralizar los procesos administrativos colocan las decisiones en manos de los políticos locales que tienden a favorecer los modelos comerciales convencionales.
Los geógrafos y economistas han creado un sistema de clasificación y un léxico para facilitar la discusión sobre los impulsores de la deforestación[i]. El término “causas próximas” se refiere a aquellos fenómenos y actores directamente responsables de la deforestación que, por lo general, se encuentran dentro o cerca del lugar afectado por el fenómeno. En muchos casos, existe un vínculo obvio: los ganaderos, por ejemplo, talan el bosque para expandir los pastos para criar ganado. En este caso, muchas veces hay una fuerte correlación, pero no un vínculo directo: una nueva carretera atraviesa una zona forestal, lo que abre el acceso a los colonos para que se dispersen y así establecer chacras y pasturas.
Por el contrario, los economistas utilizan el término “impulsores indirectos” para describir los factores que ocurren a una distancia considerable de la zona de producción, pero crean una fuerza económica que motiva el comportamiento de los individuos en dicho lugar. Estos incluyen mercados donde se comercializan productos básicos, agencias reguladoras que supervisan el uso de la tierra y políticas destinadas a promover el crecimiento económico. Dado que la influencia es tanto indirecta como distante, puede resultar difícil establecer la conexión entre causa y efecto. Por ejemplo, ciertas variedades Premium de café que se cultivan en localidades tropicales montañosas específicas se han vuelto populares en América del Norte y Europa. La demanda de estos cafés crea excedentes que se pagan a los productores de estas regiones, lo que los motiva a expandir su producción al talar una zona extra de bosque junto a su cafetal.
El uso de estos términos y la estratificación de las causas de la deforestación puede parecer un ejercicio académico con una aplicación práctica limitada, pero se ha utilizado para identificar puntos de apalancamiento que pueden hacer que las cadenas de suministro sean más transparentes y obligar a los intermediarios a modificar sus prácticas comerciales. De manera similar, una evaluación de los impulsores vinculados a los marcos regulatorios o sistemas financieros puede identificar la existencia de incentivos perversos que recompensan a las personas o corporaciones que deforestan tierras. Los gobiernos han reconocido la necesidad de mejorar las leyes, mientras que las agencias multilaterales han adoptado estándares sociales y ambientales que buscan evitar o mitigar los impactos ambientales asociados con sus inversiones.
Las interacciones entre los mercados, los sistemas regulatorios, la tecnología y la cultura son por definición complejas, por lo que ha sido tan difícil detener la deforestación. Los éxitos recientes en la reducción de la deforestación se han basado en enfoques integrados, que adoptan el concepto de cambio incremental y la necesidad de involucrar a todas las partes interesadas con intereses legítimos en las actividades que causan, ya sea directa o indirectamente, la degradación ambiental que amenaza la Panamazonía.
“Una tormenta perfecta en la Amazonía” es un libro de Timothy Killeen que contiene los puntos de vista y análisis del autor. La segunda edición estuvo a cargo de la editorial británica The White Horse en el año 2021, bajo los términos de una licencia Creative Commons (licencia CC BY 4.0).
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Imagen principal: La Amazonía es la selva tropical intacta más grande del mundo. El río Javarí en la frontera entre Perú y Brasil. Foto: Rhett A. Butler.
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Notas del autor:
Lava Jato (lavado de autos) se refiere a una serie de acciones judiciales que involucran grandes construcciones civiles que se originaron en Brasil pero eventualmente se extendieron para incriminar a líderes políticos en distintos países andinos.
Geist, H.J. y E.F. Lambin. 2001. What drives tropical deforestation. LUCC Report series, 4, p. 116.
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Videos | Los bosques que perdimos: ¿Cómo combatir la deforestación con datos incompletos?
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