¿Cómo se relaciona la conservación del jaguar y la paz en Colombia? En el norte del departamento del Guaviare, ganaderos, campesinos, operadores turísticos y excombatientes de las FARC acordaron crear un corredor ecológico de 109 mil hectáreas para la protección del jaguar. Vorágine y Mongabay Latam documentaron la historia de cómo se logró crear este espacio de conservación.
Las amenazas del jaguar
El jaguar (Panthera Onca) es el tercer félido más grande del planeta, después del tigre asiático y el león africano, pero su mandíbula es la más fuerte de todas: es capaz de atravesar el caparazón de una tortuga. Habita 18 de los 21 países de América, desde el sur de Estados Unidos hasta Argentina; sin embargo, la cantidad de individuos de la especie está decreciendo, razón por la cual la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) categorizó al jaguar en estado Casi Amenazado.
En El Salvador y Uruguay, de hecho, el jaguar ya se encuentra extinto y en Colombia, el área que habitan los jaguares se ha reducido en un 39 %, de acuerdo con información recopilada por la organización no gubernamental WWF. La destrucción de su hábitat y la caza son las dos principales amenazas para la permanencia del jaguar en este país.
En el Guaviare, las vacas y los cultivos son la principal fuente económica de los campesinos, y una causante importante de la deforestación. De acuerdo con Global Forest Watch, un sistema de monitoreo de bosque en el mundo, este departamento perdió 276 000 hectáreas de bosque primario húmedo entre 2002 y 2021. En extensión, el tamaño del bosque perdido sería equivalente a sumar la superficie total de Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla, las cuatro ciudades más grandes de Colombia.
Por otro lado, en el Guaviare, puerta de entrada a la Amazonía en Colombia, las personas y los jaguares comparten un mismo espacio, lo que genera conflictos que muchas veces terminan con la muerte del animal, asegura Silvia Vejarano, bióloga y especialista en conservación que desde hace 10 años trabaja en WWF Colombia. El caño por el que Alirio ayuda a cruzar a su hijo de camino a la escuela es el mismo en el que el jaguar bebe agua y se alimenta de venados, chigüiros y, cuando no tiene otra opción, del ganado de sus vecinos campesinos.
Alirio Becerra vive desde hace veinte años en Sabanas de la Fuga, una vereda que hace parte de la zona rural de San José del Guaviare, tiene una finca de 50 hectáreas, 33 cabezas de ganado y cultivos de yuca. Aunque él mismo no ha sufrido la pérdida de su ganado, cada vez es más común el relato de los vecinos que encuentran los restos de sus vacas porque se las ha comido el jaguar. Becerra cree que es cuestión de tiempo para que sea su turno. “Ahora es un delito matar al jaguar, pero si usted lo único que tiene es una vaquita que consiguió con tanto trabajo y se la come un jaguar, usted se encuentra ese animal con ira y lo mata. Tenemos que buscar una solución, porque ahora lo que hay es un problema”, explica.
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