- En entrevista con Mongabay Latam, Jon Paul Rodríguez, presidente de la Comisión de Supervivencia de Especies (CSE) de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), señala que la sexta extinción es una realidad que enfrenta el planeta, sin embargo, es posible actuar y revertir sus efectos.
- Actualmente, Latinoamérica se acerca a las 3 000 especies enlistadas bajo alguna categoría de amenaza. Ante este panorama, la UICN y su red de expertos trabajan para revertir la pérdida de biodiversidad en la región y en el mundo.
La supervivencia de la humanidad está vinculada, indiscutiblemente, a la naturaleza y a la biodiversidad. Jon Paul Rodríguez, biólogo venezolano, lo enlista de forma sencilla: el agua que tomamos, el aire que respiramos, la comida que comemos, la medicina que utilizamos, el hierro con que se fabrican los vehículos y el petróleo que sale desde el fondo de la tierra, extraído de los depósitos fósiles. Todo lo tomamos de la naturaleza.
“Simplemente, no tenemos ninguna alternativa para sobrevivir, más que proteger a las especies con las que coexistimos en el planeta”, dice el venezolano, doctor en ecología y biología evolutiva que, desde 2016, es presidente de la Comisión de Supervivencia de Especies (CSE), de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), grupo de expertos encargados de estudiar a los animales, plantas y hongos del mundo, para determinar su estado de conservación y grado de amenaza. Eso lo comunican a través de la Lista Roja, un enorme banco de datos que contiene información sobre casi 160 000 especies.
Rodríguez ha estado inmerso en la naturaleza desde que tiene memoria. Sus viajes familiares eran al campo y a sitios de pesca en la costa caribe venezolana. Ahí viajaba con su padre, emigrante de origen vasco que escapó de la Guerra Civil española y quien, aunque estudió economía, era un naturalista por afición.
“Recuerdo que a los nueve o diez años andaba con un machete en una mano y un carrete de pesca en la otra”, cuenta Rodríguez. Años más tarde, estudió biología. No pasó mucho tiempo cuando ya se había involucrado en grupos conservacionistas y de divulgación científica. En 1987 fundó Provita, una organización no gubernamental dedicada a la conservación de especies amenazadas de Venezuela.
Rodríguez siempre bromea que ese camino lo ha llevado a usar tres sombreros distintos: el de científico e investigador, el de fundador de una organización y el de presidente de un organismo internacional. “Antes de que me diera cuenta, tenía tres trabajos y los tres están muy conectados entre sí”, afirma.
Mongabay Latam conversó con Jon Paul Rodríguez sobre la acelerada pérdida de biodiversidad, una de las grandes crisis que hoy enfrenta la humanidad, pero también sobre el trabajo que realizan desde la UICN para evitar la extinción de especies.
—¿Cuál es la función de la Comisión para la Supervivencia de las Especies (CES), que usted preside desde 2016?
—Es una red de unos 8600 científicos de prácticamente todos los países del mundo. Yo siempre digo un chiste: nos faltan como 10 o 12 para conquistar el mundo entero. El trabajo que hacemos en la Comisión es generar la información y el conocimiento necesario para el apoyo a políticas públicas en conservación, porque creemos en las políticas basadas en evidencia.
Estos expertos son voluntarios, gente que dedica su tiempo a las especies amenazadas y su investigación. Con ellos, conformamos 168 grupos y cada uno está enfocado en un segmento de plantas, animales u hongos. Tenemos el grupo de elefantes asiáticos, el grupo de cetáceos, el grupo de hongos, el grupo de árboles, etcétera. Hay muchísimos grupos distintos y todos ellos agrupan a los expertos más destacados, la gente con las credenciales más sólidas. Son ellos los responsables de generar el conocimiento que sustenta la Lista Roja de especies amenazadas de la UICN.
El trabajo de la comisión implica todo un ciclo: evaluar, planear y actuar. Evaluar es generar la Lista Roja de especies; lo siguiente es transformar esa información en planes de acción para las especies, para después implementar todos esos planes de acción y revertir la tendencia en la disminución de especies. Lo que nosotros esperamos que ocurra, es que una vez que hemos actuado, la próxima vez que hagamos una evaluación, el estatus de las especies esté mejor.
Los expertos me decían: “Yo sé cómo hacer la Lista Roja, yo sé cómo evaluar el impacto en una especie amenazada, pero lo que yo más quiero es ser reconocido por salvar a la especie, por ser la persona o el grupo que salvó a las especies en nuestro ámbito”. Para mí, ese fue un mensaje que caló profundo. Tenemos que enfocarnos en la acción, en tomar la información de este nivel altísimo de conocimiento de las comunidades científicas del mundo y ver cómo hacemos para que ellos sean los actores que salven a las especies. Así hemos llegado a acuerdos con donantes, hemos movilizado fondos, hemos enfatizado el tema de acción. Hoy en día, nuestros grupos de especialistas trabajan más o menos en partes iguales entre evaluación, planeación y acción.
—¿Cuál es el valor de la información que reúne la Lista Roja?
—El nombre formal es Lista Roja de especies amenazadas de la UICN. Pero no es una lista, ni tampoco es sobre especies amenazadas. Es realmente una base de datos con conocimientos sobre casi 160 000 especies distintas de plantas, animales y hongos. Esa información incluye no solamente sus nombres comunes y científicos, su distribución geográfica y su abundancia; también tenemos una categoría de riesgo de extinción, que es un aspecto único con el que contribuye la UICN.
Por ejemplo, una especie en Peligro Crítico está más amenazada que una especie En Peligro, y está más amenazada que una especie Vulnerable. La designación de esas categorías se hace con base en la información de la Lista Roja, con los datos de la distribución, de la abundancia, de sus tendencias en el tiempo —si está disminuyendo—, si quedan pocos individuos reproductivos, si están muy aislados. Ese tipo de criterios nos permiten definir a cuál categoría pertenece una especie y cada categoría refleja el riesgo.
Luego, los gobiernos y la gente que trabaja en organizaciones no gubernamentales, comunidades indígenas y otros, utilizan estos datos para planear y definir prioridades de acción. Es un instrumento que nos permite, por una parte, resumir todo lo que se sabe de una especie y, por otra, motivar la acción a favor de su conservación.
—¿Qué criterios se consideran para evaluar e incluir a una especie en la Lista Roja?
—Hay cinco criterios de la Lista Roja. Están los que tienen que ver con cambios en la abundancia. Por ejemplo, para una especie de pez, que es pescada comercialmente, utilizamos los datos sobre su captura por año y cómo cambia en el tiempo. Eso nos permite evaluar si el esfuerzo de captura está aumentando y si la captura aumenta en paralelo; es decir, si no está aumentando la captura, quiere decir que estamos haciendo un esfuerzo cada vez mayor, para capturar menos.
También hay un criterio que tiene que ver con la distribución geográfica: por ejemplo, una especie que tiene una distribución geográfica muy pequeña y sabemos que existe una amenaza inminente sobre esa población, entonces el riesgo de extinción es alto. Una especie con 100 individuos, distribuidos en poblaciones de dos o tres individuos sobre un área muy extensa, también tiene un riesgo de extinción alto. Una población en la que hay solamente machos, por supuesto que está prácticamente extinta.
Es muy común en árboles que uno encuentre ejemplares muy viejos en los bosques, pero no árboles jóvenes. Eso puede ocurrir cuando introducen a un herbívoro que no es nativo de la zona y que se come a todos los retoños, a todos los árboles jóvenes. Una población solamente de árboles viejos también está en riesgo de extinción.
Lo que hacen los expertos es recopilar la información de ese tipo. Lo que sepamos de la abundancia y sus cambios en el tiempo, lo que sepamos de la distribución geográfica y todos esos datos, son los que se utilizan para incluir a una especie en el sistema de clasificación de riesgos de extinción, que luego genera la categoría correspondiente.
—¿Cómo llevar a la acción todos esos datos y “Revertir el Rojo”?
—Lo que queremos hacer con Revertir el Rojo es cambiar la narrativa: que sea optimista y positiva. No se trata de lamentarnos por todas las especies que están disminuyendo, sino de unir esfuerzos y recuperarlas. Lo primero que tenemos que hacer para Revertir el Rojo es estar al tanto. Conocer cuáles son las amenazas y cuál es la información sobre la especie. Para las especies que es más fácil revertir el rojo, es para aquellas que están muy cerca del valor umbral. O sea, cada categoría tiene un valor que lo define: cien, mil o dos mil individuos —los que sean—. Si estás muy cerca de ese valor umbral y estás en Peligro Crítico, entonces, un pequeño aumento en la población de la especie puede generar su paso a En Peligro, es decir, reducir el riesgo de extinción con la categoría.
Lo que buscamos con Revertir el Rojo es que, justamente, cuando uno tiene el diagnóstico de todas las especies amenazadas, cuáles son las categorías, cuáles son sus principales amenazas y sus parámetros, pensamos cuánto hay que invertir para transformar a esta especie de una categoría en otra. ¿Cuánto hay que aumentar su abundancia? ¿Cuánto hay que expandir su distribución geográfica? Por supuesto, al principio nos enfocamos en lo que llamamos los “mangos bajitos”, es decir, aquellas especies que requieren poco esfuerzo para hacer el cambio. Pero, al final, para cualquier especie que uno mejore sus condiciones, se mejora el hábitat y, seguramente, repercute sobre otras especies. Lo que buscamos es ir identificando aquellos casos que podemos resolver, revertir la tendencia y luego movernos a las próximas especies un poco más difíciles.
—¿Qué observamos en la Lista Roja respecto a las especies amenazadas en Latinoamérica y el Caribe? Actualmente, en la región, se acercan a las 3000 enlistadas bajo alguna categoría de amenaza.
—Lo que estamos viendo es que es una oportunidad que tenemos para movilizar a los actores principales en esos países. Ahora que tenemos todos estos datos, podemos acercarnos a los gobiernos y decirles: miren, aquí están sus especies más amenazadas, estas son sus categorías, estas son las amenazas; pensemos en cómo movilizar sus recursos, movilizar a sus agencias gubernamentales, a las comunidades locales y los donantes internacionales. Planear un portafolio de actividades que nos permitan reducir los riesgos de extinción y revertir el rojo.
No hay una solución única, nunca, pero estos datos son un paso. Es muy importante ver hacia adelante, en el sentido de identificar las prioridades y ponerlas en práctica.
—¿Qué sucede cuando hay especies ubicadas en sitios donde no hay recursos para protegerlas?
—A eso le llamamos “la paradoja de la biodiversidad”. Significa, precisamente, que las especies del mundo están ubicadas en sitios donde no hay recursos financieros ni humanos para abordar el tema. Y son casi todas. Es un caso común para casi todos los sitios del mundo. De hecho son excepcionales los lugares que tienen recursos; no solamente dinero, sino recursos humanos, personal calificado. Lo que nosotros hacemos, por una parte, es formar alianzas: nos interesa mucho aliarnos con gente que tenga la experiencia, el conocimiento, la pericia y los recursos.
Hemos trabajado mucho con zoológicos, acuarios y jardines botánicos en el mundo, que son instituciones relativamente sólidas, estables y solventes económicamente. Típicamente cobran la entrada al público o tienen un subsidio firme de sus gobiernos y son instituciones que, muchas veces, están dispuestas e interesadas en aliarse con nuestros grupos de especialistas. Tenemos algunas que identifican grupos de plantas y animales que nos interesan, o que les interesa una región en particular. Ellos nos ayudan a movilizar recursos y pericia profesional. Es una actividad constante identificar instituciones que tengan la disposición de trabajar con nosotros o que nos ayuden a levantar fondos con posibles donantes.
También hemos empezado a trabajar en grupos de especialistas a nivel nacional, buscando la forma de que los expertos en esas regiones del mundo que tienen menos apoyo financiero y recursos humanos, se consoliden, aprovechando la fortaleza de la red. Colombia, Venezuela, Brasil y Argentina, son los primeros en la región, pero ya hay interés en otros países para irse sumando.
—¿Cómo lograr el interés de la sociedad sobre la actual pérdida de biodiversidad? ¿Cómo sumarnos en Latinoamérica?
—Lo más importante de todo es entender que hay muchos ejemplos de conservación exitosos en el mundo. Sabemos hacer conservación, tenemos la experiencia, el conocimiento y los ejemplos. El primer paso es comunicarle eso a la ciudadanía. Es decir, es verdad que enfrentamos la sexta extinción, es verdad que las amenazas son grandes y hay muchas, no hay ninguna duda de que eso es cierto. Pero, lo más importante, es que es posible revertirlo, es posible actuar y es posible mejorar la situación de las especies.
Tenemos los datos, tenemos la información, tenemos el conocimiento, tenemos las experiencias. Vamos para adelante.
—¿Cuáles podrían ser algunos de esos casos que te han impresionado por sus resultados?
—Tenemos el caso de nuestra cotorra margariteña, como uno de esos ejemplos. La Fundación Loro Parque, en Canarias, tiene como dos especies que ellos han demostrado que están en mejor estado, gracias a sus intervenciones financieras. En la Isla Mauricio, que está en el Océano Índico, hay como tres o cuatro ejemplos de aves que estaban muy cerca de la extinción y hoy en día están recuperadas.
En el sitio web de Revertir el Rojo, hay casos de estudio de especies que se han recuperado. Uno de los casos más llamativos para mí, es el de un insecto palo que vivía en una isla de Nueva Zelanda. A principios de 1900, llegaron unos barcos que chocaron contra un islote donde vivía esa especie y las ratas que estaban en el barco colonizaron la isla. Estos animales se comieron a todos los insectos palo. En 1918, la especie fue declarada extinta. Unos años después, encontraron unos pocos ejemplares en otro islote cercano. Hoy en día hay entre 13 000 y 15 000 ejemplares de la especie en tres zoológicos en Australia y Estados Unidos, esperando encontrar el sitio para reproducirlos y recuperar la especie.
Cuando uno piensa que ya no hay esperanza y que se acaban todas las oportunidades para casos así de dramáticos, hay respuestas positivas. Pienso que es mucho más importante enfocarnos en esos ejemplos de éxito, que enfocarnos exclusivamente en las señales de que estamos perdiendo la batalla. Las dos cosas son importantes: tenemos que estar al tanto de la realidad y de lo que estamos haciendo, pero, por otra parte, también demostrar a la ciudadanía, a los donantes y a los gobiernos que es verdad que estamos mal, pero que podríamos estar mucho mejor si nos ponemos las pilas.
—¿Qué espera usted para el futuro de las especies amenazadas del planeta?
—Siempre que acudimos a los foros internacionales de conservación, a la Convención sobre Diversidad Biológica, a la Convención sobre Especies Migratorias, la Convención sobre el Comercio Ilegal de Especies Amenazadas, es muy común que haya compromisos de los gobiernos para desarrollar fondos ambientales. Siempre hay buenas intenciones, pero esos recursos nunca aparecen en la magnitud que son necesarios. Creo que hace falta que tengamos un poquito más de cultura global acerca del tema. Que los países del mundo que tienen más recursos estén dispuestos a cumplir los compromisos que ya han hecho. Tenemos que reconocer un poco más que esto lo vamos a hacer todos juntos, que no hay un país ni una institución que tenga la clave. Es una acción que debemos, definitivamente, realizar de forma combinada y transferir los recursos de los sitios con mayor abundancia a los sitios con menor abundancia.
Sabemos hacer conservación, pero tenemos que hacerlo más. Ese es el mensaje principal. No se trata solamente de resaltar la tragedia y el impacto feroz que tiene la humanidad sobre la naturaleza, sino también recordar que está en nuestras manos cambiarlo. Somos nosotros mismos los que tenemos el poder. La naturaleza tiene fuerza propia, si le damos espacio y le damos chance, ella se recupera.
* Imagen principal: Armadillo de seis bandas (Euphractus sexcinctus). Foto: Fernando Faciole.
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