- Un total de 28 comunidades indígenas urarinas, achuar, kukama conviven con suelo, agua y vegetación contaminada por hidrocarburos.
- Cocha Atiliano y Cocha Negra, sitios visitados por Mongabay Latam y considerados de alto riesgo por entidades del Estado, no tienen presupuesto para su remediación.
- Por 4 años, Perupetro está cerrando el trato con la empresa Upland Oil & Gas y busca reiniciar las operaciones petroleras en el Lote 8.
Fueron incontables las veces que Wilfredo Sandi vio cómo el petróleo discurría hasta la cocha Atiliano envenenando a su paso la principal fuente de agua de la comunidad indígena de Pucacuro. Le da rabia solo acordarse cómo la contaminación afectó a las familias achuar, incluida la suya . Mientras avanza a través del bosque para mostrar cómo luce hoy la laguna, Sandi cuenta que “los peces están desapareciendo o muriendo” y que ellos en el camino se están enfermando. Aparece de pronto un espejo de agua gigante que refleja el cielo amazónico y el paso fugaz de una bandada de loros. A simple vista parece la imagen idílica de un paraíso natural, pero se trata en realidad de una cocha de alto riesgo para la salud, según las autoridades ambientales peruanas, que en sus profundidades conserva restos de petróleo adheridos a la tierra y las rocas.
“Todos los peces que consumimos vienen de esta cocha y del río, pero ambos están contaminados. Cuando se come el pescado contaminado se nota, se siente otro sabor, como amargo, no es agradable. Han venido del Ministerio, les hemos enseñado esos peces, todas las autoridades saben de este problema”, cuenta Elia Sandi, madre indígena de Pucacuro
A unos metros, los líderes achuar cavan el suelo para introducir palos —una escena que se repite cada vez que hay un derrame en la Amazonía— y de los agujeros emana un olor fuerte como a plástico quemado y azufre. El crudo sale a la superficie con facilidad. En el grupo se empiezan a sentir las molestias, dolor de cabeza, ardor en la nariz. Los dirigentes recomiendan detener la caminata y no avanzar más.
Uno de los problemas con los que tienen que lidiar cada día las familias achuar que viven en el Lote 8 es el acceso a agua limpia. Tienen que desplazarse a otras quebradas o simplemente recoger agua del Río Corrientes, donde la última alerta de derrame de petróleo fue el 2023. Las consecuencias del consumo de agua contaminada la sustentan con documentos y exámenes de salud que les hizo Censopas entre el 2017 y 2019. También muestran las alergias, heridas y demás efectos de la contaminación que los aquejan.
“Lo que pasa —explica el Apu de Pucacuro Emerson Mucushua— es que vivimos cerca de la Estación Batería 4 (dentro del Lote 8), allí están las chatarras, las tuberías abandonadas y la Cocha. No es posible vivir en estas condiciones que afectan la salud. Este año, hemos dicho al Estado que se tiene que asignar un presupuesto a la remediación, pero también un fondo social para mejorar la vida de la comunidad”. El apu es enérgico y afirma que no van a permitir que una empresa petrolera vuelva a operar sin respetar estándares ambientales.
Mongabay Latam acompañó a los dirigentes y monitores indígenas a algunos de los puntos más críticos en Trompeteros. El equipo partió del puerto de Nauta en una ruta de catorce horas por río, para luego abordar una pequeña embarcación por cuatro horas más hasta Pucacuro y Peruanito, donde OEFA identificó el 2021 al menos dos sitios de riesgo por la cantidad de metales tóxicos como mercurio, bario y arsénico.. Tal fue el nivel de contaminación, que los expedientes pasaron a formar parte de la lista de sitios priorizados para la remediación a manos de Profonanpe (Fondo de Promoción de las Áreas Naturales Protegidas del Perú), pero a la fecha no tienen presupuesto asignado, lo que significa qué nadie sabe cuándo se podrán remediar o bajar los niveles de toxicidad en el agua, el suelo y las plantas.
Pucacuro: vivir cerca a un campamento petrolero
¿Por qué los árboles de plátano crecen raquíticos y el aguaje no da más que un fruto minúsculo?, se preguntan los habitantes de Pucacuro. Debajo de esas plantas, sobresalen metales oxidados camuflados entre hojas, pastos y hormigas, también engranajes de dos metros, barriles de contenido dudoso, tubos de tres metros enterrados y piezas de todo tipo. Luce como un cementerio de máquinas y chatarra abandonadas por las empresas que operaron el Lote 8 por 50 años. Algunas vacas se mueven cerca de la rivera del río, pastan con tranquilidad entre los desechos tóxicos. Los indígenas achuar transitan a diario por este botadero porque está a solo unos metros de su puerto, por dónde salen las embarcaciones hacia Trompeteros, donde consiguen pan, agua embotellada, latas de atún y arroz.