- La ballena de aleta pasará a conformar la lista de cetáceos que Japón pesca con fines comerciales dentro de su territorio marítimo.
- El anuncio levantó las alarmas de científicos y conservacionistas del mundo entero.
- Según expertos, existen indicios para suponer que la decisión es parte de una estrategia mayor del país Nipón para reanudar la caza de ballenas por fuera de su territorio marítimo.
Hoy se celebra el día mundial de los océanos, una iniciativa creada por las Naciones Unidas con el objetivo de informar sobre su rol crucial en el planeta, el impacto de los humanos sobre ellos y concientizar a la población sobre la necesidad de gestionar de manera sostenible sus recursos. Dado que las ballenas son cruciales en la salud de los océanos y del planeta entero, hablar hoy de ellas es más pertinente que nunca.
Estos enormes animales fertilizan los mares permitiendo que florezca el fitoplancton, que es la base de la cadena alimenticia y que permite la existencia de toda la vida marina. Además, en sus cuerpos almacenan gigantescas cantidades de CO2, siendo actores clave en la lucha contra la crisis climática.
A pesar de todo, y aún cuando la humanidad se ha concertado para protegerlas de la cacería que antaño las llevó al borde de la extinción, esta actividad sigue siendo una preocupación para los expertos. Sobre todo luego del último anuncio de Japón.
El portavoz gubernamental japonés, Yoshimasa Hayashi, informó en días pasados que el país nipón añadirá la ballena de aleta (Balaenoptera physalus) a su lista de cetáceos que pesca con fines comerciales dentro de su territorio marítimo. Se trata de la segunda especie de ballena más grande del mundo después de la azul y según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) está en estado Vulnerable.
Hasta ahora, Japón permitía la caza de tres tipos de ballenas: la ballena Bryde (Balaenoptera brydei), la Minke (Rorcual Minke) y la ballena Sei (Balaenoptera borealis).
Conservacionistas del mundo entero han alzado la voz ante este anuncio que, aseguran, no solo pone en mayor peligro a una especie que ya está amenazada, sino que contradice todos los esfuerzos internacionales en la lucha contra el cambio climático y la pérdida de biodiversidad.
Además, advierten que la decisión de Japón posiblemente sea parte de una estrategia para volver a cazar ballenas fuera de sus aguas jurisdiccionales, específicamente en el océano Austral, donde el país cesó sus actividades luego de abandonar la Comisión Ballenera Internacional (CBI) en 2019.
“Es una decisión que nos parece grave y preocupante”, dice Elsa Cabrera, Directora Ejecutiva del Centro de Conservación Cetácea y observadora acreditada en las reuniones de la CBI.
La posible estrategia de Japón
La ballena de aleta o fin, que puede alcanzar unos 27 metros de largo y un peso de 70 toneladas, fue llevada al borde de la extinción en la época de la ballenería comercial. Aunque sus poblaciones se han ido recuperando, la especie continúa en riesgo. Por lo mismo, expertos aseguran que el anuncio de Japón atenta contra su recuperación en tiempos en los que el planeta sufre una profunda crisis de pérdida de biodiversidad.
Pero eso no es todo. Además de la amenaza puntual que se cierne ahora sobre las ballenas fin que nadan en las aguas japonesas, a los expertos les preocupa que la decisión de Japón sea parte de una estrategia que apunte a reanudar la caza más allá de sus aguas jurisdiccionales.
Desde 1986, cuando se implementó la moratoria que prohíbe la caza de ballenas con fines comerciales, la CBI solo permite cazar ballenas con fines científicos. Para ello, tiene asignada una cuota de caza acotada.
Mientras Japón fue miembro de la CBI, sus capturas obedecían, supuestamente, a ese objetivo. Sin embargo, científicos y conservacionistas aseguran que esas capturas nunca tuvieron realmente objetivos científicos. “Era una farsa para cazar ballenas, de manera encubierta, con fines comerciales”, dice Rodrigo García, coordinador de Latinoamérica de World Cetacean Alliance, una ONG dedicada a la conservación de ballenas. “Lo que cazaban para investigación superaba muchísimo lo necesario para una investigación científica”, precisa García y, de hecho, así quedó demostrado en 2014 cuando la Corte Internacional de Justicia falló en contra de Japón en una demanda interpuesta por Australia y Nueva Zelanda.
Tras las presiones, Japón abandonó la Comisión en 2019. Al hacerlo, dejó de cazar ballenas por fuera de sus aguas jurisdiccionales y reanudó la caza comercial al interior de su territorio. No obstante, expertos sostienen que existen indicios para creer que el país asiático tendría intenciones de volver a la CBI con una reserva que le permita cazar más allá de sus límites marítimos, incluido el océano Austral.
¿Cuáles son esos indicios?
El ingreso de la ballena fin como objetivo de caza para la industria ballenera japonesa viene de la mano con el anuncio de la puesta en marcha del Kangei Maru. Se trata de una nueva nave que Japón construyó y que es más grande y más rápida que su predecesora, el buque ballenero Nisshin Maru, que realizaba caza de ballenas en el océano Austral y que dejó de operar en 2020.
“Este nuevo barco tiene una capacidad mayor y tiene también mecánicamente la capacidad de ir a aguas distantes, incluso hasta la Antártica”, asegura Cabrera.
Las potentes características del buque sugieren que Japón está poniendo su mira en las ballenas mucho más allá de sus aguas nacionales. “Tal vez esta ballena (la fin) se suma como una excusa para explicar la magnitud de esta embarcación y lo que nos preocupa es que Japón esté detrás de una estrategia que sea volver a cazar ballenas en el océano Austral, porque esta embarcación está sobredimensionada para capturar ballenas es sus aguas jurisdiccionales”, dice Roxana Schteinbarg, cofundadora y coordinadora de programas de conservación del Instituto de Conservación de Ballenas, una ONG dedicada a la investigación científica y conservación de ballenas en Argentina.
Además, según Cabrera, “una nave de esa envergadura tiene que entregar retornos económicos a quienes hayan puesto dinero y con la cantidad de ballenas que Japón está cazando ahora o con las que tiene acceso en sus aguas nacionales, difícilmente eso se podría lograr”.
Sumado a eso, los expertos no olvidan el boicot que Japón realizó en 2022 a la creación del Santuario del Atlántico Sur. Durante la reunión de la CBI en octubre de ese año, el bloque ballenero —formado por 17 países— se retiró de la reunión al momento de la votación para crear dicho santuario y el presidente de la comisión decidió suspender la votación por falta de quórum.
Representantes de las comisiones de los países latinoamericanos y organizaciones no gubernamentales de la región acusaron a Japón de sabotear el proceso. “Japón ya no es miembro (de la CBI) pero sigue moviendo los temas ahí”, explicó en ese momento José Truda, coordinador de desarrollo institucional del Instituto Baleia Jubarte, en Brasil.
Según Truda y otros expertos consultados en 2022, de los 17 países del bloque ballenero que abandonaron la sala al momento de la votación del Santuario, la mayoría participa en la CBI llevados por Japón para que voten por sus intereses a cambio de programas de financiamiento pesquero.
¿Por qué Japón seguía interesado en influir en las decisiones de la Comisión e impedir la creación del santuario si ya no era miembro de la CBI? A dos años de la controvertida reunión, expertos ven cómo las piezas comienzan a encajar. “Hay una estrategia. Nuestra organización cree que lo que está buscando Japón es readherirse a la Comisión Ballenera Internacional con una reserva a la moratoria”, dice Cabrera. Dicha reserva, precisa Schteinbarg, podría permitirle cazar con fines comerciales al interior de su mar territorial al mismo tiempo que caza con fines supuestamente científicos en el océano Austral. Lo que preocupa a los especialistas, además, es que ya existe un antecedente que Japón podría utilizar para lograr su cometido.
A fines de la década de los ochenta, Islandia abandonó la CBI en protesta por la moratoria a la caza comercial de todas las especies de ballenas. Sin embargo, en 2002 se reintegró con una “reserva” a la moratoria que le permite cazar ballenas con fines comerciales al interior de su territorio marítimo. La decisión, que fue adoptada durante una sesión intersesional de la CBI, generó gran controversia debido a que el voto que marcó la diferencia fue justamente el de Islandia, que en ese momento no era miembro de la Comisión y no tenía derecho a votar.
“Japón va a utilizar el caso de Islandia como precedente”, dice Cabrera.
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El aporte de las ballenas al planeta
Según las afirmaciones de Yoshimasa Hayashi, “las ballenas son un gran recurso alimentario para el país nipón y se deberán usar de forma sostenible, porque es importante preservar la cultura alimentaria japonesa”.
Sin embargo, según numerosos especialistas, la demanda de este alimento es mínima y ni siquiera alcanza a cubrir la producción actual. La caza que realiza Japón en nombre del derecho alimentario de su pueblos y la subsistencia de su cultura “es una farsa”, dice García, “porque el pueblo japonés no vive gracias a las ballenas. Algunos escasos pueblos aborígenes tienen tradición de comer ballena, pero con tres al año les sobra carne. Incluso, hay encuestas hechas al pueblo japonés y un porcentaje mínimo consume carne de ballena porque además originalmente es carísimo”, dice el experto.
Incluso, asegura Cabrera, se sabe que parte de la carne de ballena que es producida por Japón “termina convertida en alimentos para perros”. Para Schteinbarg, “capturar a estos gigantes del mar para abastecer una demanda inexistente es inaceptable”.
Pero, además, cazar ballenas iría en contra de todos los esfuerzos internacionales para frenar la crisis climática y la pérdida de biodiversidad.
En efecto, se ha comprobado que las ballenas, y particularmente las de mayor tamaño, almacenan en sus cuerpos enormes cantidades de CO2 por lo que contribuyen notoriamente en la captura de gases de efecto invernadero.
Un estudio publicado en la revista Science Advance explica que “a diferencia de la mayoría de los organismos terrestres, que liberan su carbono a la atmósfera después de la muerte, los cadáveres de grandes peces marinos se hunden y capturan carbono en las profundidades del océano”. Es lo que se conoce como “carbono azul”.
De hecho, un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) precisa que “cada gran ballena secuestra 33 toneladas de CO2 en promedio”, y es por esa importante función que estos animales son considerados potentes aliados en el combate a la crisis climática.
Además, estos animales fertilizan el océano con sus fecas y su orina produciendo mayores florecimientos de fitoplancton. Este último, no solo produce el oxígeno que permite la vida en el océanos, sino que también absorbe enormes cantidades de CO2. “Alrededor de 37 mil millones de toneladas métricas, un estimado del 40 por ciento de todo el CO2 producido”, precisa el informe del FMI, lo que equivale a la cantidad de CO2 capturada por 1,70 billones de árboles, es decir, el valor de cuatro bosques amazónicos, señala el documento.
El FMI asegura que si se permitiera que las ballenas regresaran a su número anterior, es decir, de 4 a 5 millones, “podría aumentar significativamente la cantidad de fitoplancton en los océanos”. Incluso, si el aumento fuera del 1 % ello permitiría que se capturen cientos de millones de toneladas de CO 2 adicional al año, dice el informe, “equivalente a la aparición repentina de 2 mil millones de árboles maduros”, agrega.
Es por ello que apoyar los esfuerzos internacionales para restaurar las poblaciones de ballenas podría conducir a un gran avance en la lucha contra el cambio climático. Cazar a estos gigantes del océano, por el contrario, va en dirección diametralmente opuesta, aseguran los expertos.
* Imagen principal: Ballena fin en el Archipiélago de Humboldt. Foto: César Villarroel
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