- En esta sección, Killeen relata las posturas respecto al ESG y los criterios de tipo medioambiental, social y de gobernanza que lo componen.
- Si bien actualmente existen muy pocas corporaciones globales que nieguen el cambio climático, dice el especialista, persisten las posturas críticas que nos ayudan a entender mejor el futuro de las empresas que se instalan en la Panamazonía.
- Luego de casi 30 años, dichas compañías de la industria extractiva han tenido que incorporar tales factores, pese a que las críticas califiquen esta nueva conciencia como lavado verde: acciones de responsabilidad. Los más recalcitrantes incluso señalan que los sistemas ESG no sirven pues son una mezcla de buenas intenciones sin beneficios económicos demostrables.
Actualmente existen muy pocas corporaciones globales que nieguen el cambio climático. Los altos ejecutivos finalmente se han dado cuenta de que su futuro como empresas con fines de lucro depende de su capacidad para ganar dinero en un planeta radicalmente distinto al que conocieron cuando eran niños. Su tardía toma de conciencia es el resultado de tres décadas de campañas educativas llevadas a cabo por la sociedad civil, el mundo académico y las organizaciones multilaterales. Esas campañas obligaron a estos gigantes corporativos a actuar en la segunda mitad de la década de 2010, cuando los inversores (que proporcionan a las empresas el capital financiero necesario para hacer crecer sus imperios) exigieron cambios. También quedó claro que una estrategia exitosa debe ser integral, lo que llevó al consenso de que la solución debía incorporar criterios resumidos en tres palabras: medioambiental, social y de gobernanza (ESG en inglés).
En anteriores versiones de los programas de sostenibilidad, las empresas buscaban gestionar los impactos medioambientales y sociales de sus operaciones para limitar cualquier posible responsabilidad legal o financiera. El objetivo era múltiple: desde proteger la imagen corporativa y evitar indisponer a los consumidores hasta provocar a las partes interesadas clave (es decir, las comunidades locales). Según este nuevo paradigma, las estrategias ESG apoyan de forma proactiva el planeta y el bienestar de la sociedad para maximizar los beneficios a corto y largo plazo. Su propópsito es alinear las estrategias y operaciones de una empresa con la creciente demanda de producción sostenible de bienes y servicios. Casualmente, un comportamiento empresarial reformado apoyará la transición energética y salvará el planeta.
Teniendo en cuenta que las directrices ESG son establecidas por una junta directiva en los planes de desarrollo estratégico de manera instantánea, los grupos de trabajo revisan las iniciativas de sostenibilidad existentes y reelaboran sus componentes medioambientales y sociales de acuerdo con la nueva (ligeramente diferente) nomenclatura de inversión ESG. La idea es que, a la par, estas se vinculen con un conjunto ampliado y preexistente de normas concebidas para garantizar un comportamiento ético por parte de los directivos de las empresas. Los cambios son sutiles pero significativos, como de igual forma controvertidos.
La crítica tilda a la inversión ESG de lavado verde, argumentando que las empresas la asumen como un modelo de relaciones públicas en vez de una reforma profunda del modelo de negocio. Dicho escepticismo se basa en la participación de empresas con un historial de negación del cambio climático y en la capacidad de las corporaciones de inundar las plataformas ESG con un sinfín de datos que restan importancia a las mediciones más fundamentales del desempeño medioambiental.
Por otra parte, sus partidarios sostienen que los sistemas ESG emergentes son diferentes tanto en alcance como en escala de iniciativas de sostenibilidad anteriores, donde el poder de los consumidores se dispersaba a través de complejas cadenas de suministro y procesos políticos. Por el contrario, los inversores utilizarán las calificaciones ESG para limitar (o mejorar) la provisión de capital financiero, que es esencial para el crecimiento empresarial.
A ellos se suman críticos que sostienen que los criterios ESG desvían la atención del propósito fundamental de una empresa: crear riqueza para los accionistas, al tiempo que argumentan que los sistemas de evaluación ESG son una mezcla de buenas intenciones sin beneficios económicos demostrables. Sus partidarios, incluidos los directores ejecutivos de las empresas de servicios financieros más grandes del mundo, responden observando que las empresas exitosas siempre han invertido en la capacidad de sus empleados, proveedores y clientes. En cualquier caso, la Comisión de Seguridad e Intercambio (SEC) de la Bolsa y Valores de Estados Unidos ha propuesto reglas para obligar a las empresas que cotizan en bolsa a comunicar información relacionada con el clima, exigiendo esencialmente la inclusión de estadísticas ESG en los informes corporativos.
La creación del sistema de evaluación e informes ESG es un proceso continuo con esquemas superpuestos que se componen por una desconcertante variedad de cifras estadísticas, directrices, criterios, estándares, marcos, puntuaciones y puntos de referencia. A nivel corporativo, en la escala pertinente para evaluar inversiones en las industrias extractivas en la PanAmazonia, diez agencias de calificación financiera han lanzado esquemas que combinan la información corporativa con datos independientes que, supuestamente, brindan una medida objetiva del desempeño ESG. Los esquemas que compiten entre sí suelen proporcionar puntuaciones radicalmente diferentes para la misma empresa, dependiendo de los parámetros que se recopilen y las ponderaciones aplicadas a diferentes algoritmos que agrupan cientos de mediciones separadas en una única puntuación resumida. Estas puntuaciones se obtienen a partir de miles de puntos de datos, organizados en subcategorías jerárquicas, que se compilan en subpuntuaciones para el medioambiente, los social y la gobernanza. La complejidad del sistema hace que las puntuaciones ESG estén poco correlacionadas, donde una empresa puede obtener buenos resultados en un esquema, pero estar clasificada. como mediocre en otro.
ESG en la Panamazonía
Las evaluaciones se recolectan a escala global y abarcan muchos atributos corporativos que no son relevantes para las instalaciones y operaciones específicas ubicadas en la Amazonía. Una empresa muy grande puede tener una buena evaluación en general, pero puede tener un proyecto mal concebido en la Panamazonía. Además, las corporaciones globales que participan en iniciativas ESG no son representativas entre las docenas de empresas mineras nacionales que operan en la Panamazonia. Con pocas excepciones, las empresas nacionales no participan en sistemas de puntuación ESG, y las que sí lo hacen suelen ser altamente dependientes del capital o de los mercados extranjeros para comercializar su producción.
Existen al menos 250 empresas que operan o desarrollan activamente una mina, un campo de petróleo o gas, o una instalación logística (oleoducto, puerto, fabricación) con presencia en Brasil, Ecuador, Guayana Francesa, Guyana, Perú y Surinam. De ellas, apenas una fracción (aproximadamente 8%) se pueden encontrar en las bases de datos compiladas por S&P-ESG (47), Refinitiv (46) o Sustainalytics (44).
Las empresas con las mejores puntuaciones son todas gigantes mundiales de la minería o el petróleo cuyas calificaciones se deben, en parte, a su capacidad para crear programas integrales de seguimiento que recopilan volúmenes masivos de datos ESG. Las empresas bien gestionadas utilizan los datos para identificar puntos de presión y cuellos de botella, que pueden modificarse a un costo razonable para mejorar la eficiencia y la rentabilidad, como también les permite inundar los sistemas de calificación con datos “positivos”, al tiempo que obtienen puntos adicionales por la transparencia de información. Las empresas que participan a medias son penalizadas con campos de datos en blanco.
Entre las corporaciones con puntajes más altos se encuentran los gigantes mineros Vale, Alcoa y Norsk Hydro, que explotan enormes minas a cielo abierto cerca del río Amazonas, así como Glencore, BHP y Rio Tinto, que operan enormes minas a cielo abierto ubicadas en los altos Andes de Perú. Las empresas con peor puntuación son la Compañía Nacional de Petróleo de China y Sinopec, compañías petroleras que operan en Perú y Ecuador, además de compañías mineras junior que operan en zonas fronterizas en el estado de Pará, Brasil. A continuación, se ofrece una breve descripción general de las empresas seleccionadas y sus puntuaciones ESG.
Imagen destacada: Atardecer en el Pantanal, reserva natural de Brasil. Crédito: Rhett A. Butler.
“Una tormenta perfecta en la Amazonía” es un libro de Timothy Killeen que contiene los puntos de vista y análisis del autor. La segunda edición estuvo a cargo de la editorial británica The White Horse en el año 2021, bajo los términos de una licencia Creative Commons -licencia CC BY 4.0).