- En el estado mexicano de Sonora, Mario Luna Romero enfrenta amenazas constantes por luchar para proteger los derechos de su comunidad sobre su agua en la región.
- En el territorio del pueblo yaqui quedan vestigios del río Yaqui, que es sagrado para la tribu indígena y ha sido drenado tras décadas de sobreexplotación, distribución desigual de agua y sequías.
- Luna fue detenido en 2014 y pasó un año y 11 días en una cárcel de máxima seguridad; mientras tanto, otros de sus colegas sufrieron acoso a manos de funcionarios del gobierno o fueron asesinados por delincuentes.
El 11 de septiembre de 2014, Mario Luna Romero fue detenido por la policía judicial estatal en Obregón, una ciudad en la periferia del territorio de su tribu en Sonora, y transportado a una cárcel de máxima seguridad. Lo acusaron de estar involucrado en el secuestro de un hombre vinculado al gobierno estatal y de robo de vehículos. A pesar de presentar pocas pruebas que respaldaran esas acusaciones, lo mantuvieron en una celda aislada durante un año y 11 días.
Unos meses antes de su detención, Luna había liderado una feroz campaña en contra de la construcción del Acueducto Independencia, una obra impulsada por el gobierno estatal y que disminuiría drásticamente la llegada de las aguas del río Yaqui hasta las tierras de su tribu, conocidas como el territorio yaqui.
El acueducto de 172 kilómetros fue aprobado por el gobierno mexicano para satisfacer las necesidades de agua de Hermosillo, la capital y ciudad más grande del estado. Esto se hizo sin el consentimiento (o el consentimiento libre, previo e informado) de la tribu yaqui afectada, como confirmó posteriormente un fallo de la Corte Suprema. Los yaquis, junto con otros grupos afectados, organizaron protestas y acciones legales para detener su construcción.
Casi diez años después de la detención, Mongabay se encontró con Luna afuera de su casa de ladrillos pintada de blanco. El defensor vestía una camisa azul marino de manga larga y un sombrero blanco de ala ancha. En el estado de Sonora, en el noroeste de México, estaba ocurriendo una de las primeras olas de calor mortales de la temporada. Era el final de la tarde, el sol había llegado a su punto máximo y nos reunimos alrededor de la mesa de su cocina.
“Los primeros días [en la cárcel] lo que menos me preocupaba era mi salud y mi situación”, explicó. “Me preocupaba más la impotencia de mis hijos e hijas, porque yo no estaba preparado económicamente para que sobrevivieran sin mí”.
Días después de su detención, Amnistía Internacional lanzó una Campaña de Acción Urgente que pedía la seguridad de Luna durante su custodia e instaba a las autoridades a “garantizar su derecho a un juicio justo”. Esto incluía la imparcialidad de la investigación penal y la necesidad de garantizar que no sería sometido a cargos penales por motivos políticos.
Además de Luna, según informes de Amnistía Internacional, otros tres integrantes de la comunidad del territorio yaqui fueron detenidos y otros fueron acosados por funcionarios del gobierno o asesinados por delincuentes. Luna enfrentó mucho estrés psicológico durante este tiempo. Dijo que, mientras estaba en la cárcel, unos funcionarios del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas lanzaron una campaña de difamación contra la tribu en las redes sociales para hacerles creer a otras personas que querían privar a los habitantes de Hermosillo del agua que necesitaban.
“Hubo un momento en el que no podíamos salir”, dijo. “Sabían que eras yaqui y te gritaban cosas. Nuestros niños y niñas tenían miedo de decir que eran del territorio yaqui, porque temían que la gente les hiciera algo cuando iban a la escuela”.
Para Luna, la cárcel fue una prueba de su resistencia ideológica y física. “Los yaquis estamos dispuestos a sacrificarnos por nuestro territorio, pero esta vez enfrenté la verdadera prueba”, dijo. Mientras estaba encerrado, el gobierno continuó la construcción del acueducto, una batalla que todavía se libra hoy, especialmente ahora que México presenta una grave escasez de agua.
Un año y 11 días después de su arresto, Luna salió de prisión después de que un juez del décimo distrito ordenara la revisión de su caso. Según el entonces fiscal general de justicia del estado, Rodolfo Montes de Oca Mena, luego de revisar los registros se comprobó que “no se había cometido ningún delito”.
Hoy, los temores de los yaquis se han hecho realidad. El tramo del río Yaqui que se extiende a lo largo de su territorio se ha secado debido a la distribución desigual de los recursos hídricos aguas arriba, la sequía y su sobreexplotación. Mientras tanto, la poca agua que queda está contaminada debido al abuso de agroquímicos, los desechos mineros y la mala gestión de los desechos.
El agua que corría, hoy represada
Mientras se conduce por la autopista Panamericana, que pasa por el territorio yaqui, queda claro por qué la gente ha luchado por el agua en estas tierras durante tanto tiempo. Gran parte del valle del Yaqui es semidesértico, cubierto de matorrales, mezquites y cactus, como el cactus gigante sahuaro o saguaro (Carnegiea gigantea). Sin embargo, la zona es considerada uno de los graneros más productivos del país.
Para los yaquis, el río representa mucho más que producción y ganancias. No sólo se trata de un recurso necesario durante una época de sequía, sino que es sagrado. “Siempre ha habido una conexión con lo espiritual”, le dijo Luna a Mongabay. “El agua, por su capacidad de evaporarse, podría entonces ser un conducto para comunicarse con los dioses o con los seres queridos fallecidos”.
La tribu yaqui ha luchado durante mucho tiempo para conservar el río. Antes de la llegada de los españoles en el siglo XVI, el afluente era navegable la mayor parte del año. Corría desde la Sierra Madre Occidental en un flujo ininterrumpido a lo largo de 320 kilómetros, por el valle del Yaqui hasta el golfo de California, donde desemboca. En aquella época, los yaquis podían nadar en sus arroyos y pescar en sus orillas.
Cuatrocientos años después, el gobierno mexicano comenzó a tomar un mayor control del río Yaqui, mediante la construcción de un extenso sistema de imponentes represas de hormigón que detuvieron este flujo, compuesto por las represas Lázaro Cárdenas (La Angostura), Plutarco Elías Calles (El Novillo) y Álvaro Obregón (El Oviáchic) en el alto río Yaqui. Para intentar calmar los ánimos, el presidente Lázaro Cárdenas promulgó en 1940 un decreto por el que se restituía a los yaquis parte del territorio que les había sido arrebatado y se les concedía el derecho al 50 % del agua de la presa de La Angostura. Sin embargo, hasta el día de hoy este derecho no se ha respetado.
“Ninguna de las represas que se construyeron se hizo con el consentimiento de la tribu”, dijo Luna con seria intensidad. Bajó la ventanilla de la camioneta y dejó entrar una ráfaga de viento. El calor era agobiante. “Llegó un momento en que el agua ya no empezaba a correr por el río y sólo empezaba a correr en épocas de lluvia o cuando la represa estaba demasiado llena”.
Sobre las represas se anunciaron posteriormente dos acueductos: el Acueducto Río Yaqui-Guaymas, que funciona hace más de 20 años, y el Acueducto Independencia, que se encuentra en construcción desde 2010. El Acueducto Independencia fue uno de varios proyectos aprobados por el gobierno ese año, conocido como proyecto Sonora Sistema Integral (Sonora Sí), para abastecer de agua a varias ciudades del estado. Su objetivo era transferir alrededor de 60 millones de metros cúbicos de agua desde la represa El Novillo, en la cuenca del río Yaqui, hasta la cuenca del río Sonora, para la ciudad de Hermosillo.
“Comenzamos a investigar y nos dimos cuenta de que [Hermosillo] sería un usuario muy superior a nosotros, con derechos muy superiores a los de nosotros, tanto de los yaquis como de los pobladores de aquí abajo”, dijo Luna. “¿Por qué? Porque estarían más cerca de la fuente de agua. El agua les llega primero”.
En 2011, algunos yaquis hicieron un pacto con otros pobladores afectados para evitar que se construyera el acueducto. Exigieron una evaluación de impacto ambiental completa y un proceso de consulta legítimo para obtener el consentimiento libre, previo e informado de la comunidad. Los grupos formaron un movimiento y organizaron bloqueos de carreteras para detener el tráfico en la autopista que atraviesa su territorio, una importante ruta de transporte para quienes desean trasladar mercancías de México a Estados Unidos.
Ante la transgresión de su derecho a dar consentimiento, decidieron interponer un reclamo de protección y recibieron un fallo favorable en mayo de 2012 del juez del cuarto distrito. Un año más tarde, después de un largo período de litigio, la Corte Suprema determinó que la construcción del acueducto constituía de hecho una transgresión de los derechos de la tribu. No obstante, el tribunal no ordenó la suspensión inmediata del proyecto. En cambio, dictaminó que se detendría si había pruebas de que causaría daños irreparables a la comunidad.
“Nos impusieron la carga de demostrar que nos afecta”, dijo Luna. “Decidimos que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) hiciera un peritaje para ver si el funcionamiento del acueducto afectaba de algún modo a la tribu”.
En 2015, los antropólogos concluyeron que “la extracción masiva de agua del río Yaqui y el secado de gran parte de su cauce histórico afectará aspectos importantes de la tradición, la ritualidad y la vida cotidiana”. El estudio, al que Mongabay tuvo acceso, recomendaba la “eliminación, cancelación o cierre del acueducto” y en su lugar “[buscar] otras opciones para abordar las necesidades de agua”.
José Luis Moctezuma, uno de los antropólogos que participó en el estudio, le dijo a Mongabay que, cuando presentaron el estudio a las autoridades federales, entre ellas la Comisión Nacional del Agua (Conagua), lo ignoraron.
La falta de agua “es evidente para todos nosotros”, afirmó. “Pero según los datos que tenía [Conagua], el río Yaqui sí corría. Incluso, cuando hay cuestiones a favor de los pueblos indígenas, existen mecanismos para invalidarlas”.
Durante horas, al transitar por el paisaje accidentado, Luna señaló zonas donde el río antes corría abundantemente. En Vícam Pueblo, hay un puente que alguna vez cruzó una gran masa de agua que históricamente se consideraba sagrada para la tribu. Se reunían alrededor de ella para celebrar la festividad de San Juan Bautista, y se llevaba a cabo una ceremonia especial con agua del río. Hoy está completamente seco y muchas personas han dejado de reunirse para la festividad, dijo Luna.
Moctezuma le dijo a Mongabay que en los últimos años, algunos yaquis han redirigido agua de un canal de riego cercano sólo para poder llevar a cabo la ceremonia en junio, cuando se celebra la festividad de San Juan Bautista. Pero Luna dijo que ya no tiene el mismo carácter sagrado que antes porque los agroquímicos que los agricultores rocían en los campos agrícolas contaminan el agua, y los yaquis saben que está sucia.
Poca agua limpia durante una ola de calor
La bahía de Guásimas es el lugar en donde alguna vez el río Yaqui desembocó en el Golfo de California. Luna dijo que las granjas camaroneras que hay en la zona se han convertido en un problema porque liberan contaminación en la bahía. En el pasado, los yaquis podían pescar y recolectar almejas y ponerlas directamente en un plato. Ahora, las valvas salen sucias por toda la contaminación.
En el trayecto a Potam Pueblo, uno de los ocho pueblos yaquis, Luna explicó que muchos de los caminos del territorio solían estar bordeados de álamos (Ficus continifolia). La especie es importante para los yaquis, ya que la madera se utiliza para construir estructuras tradicionales en sus pueblos. Uno de sus primeros trabajos fue talar árboles de álamo en este mismo camino, pero ahora ya no queda ninguno.
“Solía ser un paraíso”, dijo, pero la pérdida de agua ha provocado una disminución del álamo en todo el territorio, lo que es una gran pérdida para la cultura yaqui. La sequía de los ríos y la contaminación también han afectado su relación con el agua.
“Empiezas a perder el amor por tu territorio y la lucha”, dijo. “¿Cómo puedes luchar, amar y defender algo que no se ve? Los niños y las niñas no conocen el río; no pueden verlo. Creen que esto es normal”.
La grave sequía y las temperaturas extremadamente altas también han ejercido una presión adicional sobre el territorio, que ya está desprovisto de agua. Los niveles de agua en cada una de las tres represas se encuentran en su nivel más bajo histórico. Según datos del Distrito de Riego del Río Yaqui, el sistema de represas del río Yaqui se encuentra al 10.9 % de su capacidad total, con 1950 millones de metros cúbicos menos de agua que hace un año. Además, en junio, el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) de la Conagua informó que el estado de Sonora alcanzó los 52° Celsius, lo que rompió el récord de calor de todos los tiempos de México. El récord anterior fue de 51 °C en 1993.
“La sequía no ha dejado de empeorar”, afirmó Luna. “Lamentablemente las últimas reservas de agua existen en territorios indígenas. El resto del país ya está sin agua, ha sido completamente saqueado. Los dueños del dinero están desesperados por quedarse con lo que queda. Ellos también saben que esto va a terminar”.
Inseguridad constante
Hace varios años, la comunidad eligió a Luna como portavoz oficial de los derechos hídricos de la tribu yaqui. Originalmente, el cargo lo compartía con Tomás Rojo Valencia, exgobernador de Vícam y amigo de Luna, antes de que desapareciera el 27 de mayo de 2021. Un vecino encontró su cuerpo casi cuatro semanas después, el 17 de junio, medio enterrado en una fosa a 12 kilómetros de Vícam.
En su casa, Luna nos mostró las cámaras que instaló el gobierno como “medida de protección” y el rastreador GPS de su auto. Sin embargo, cree que también los pusieron allí para vigilarlo. Le dieron una alarma de emergencia para que la llevara consigo en caso de que alguna vez se viera amenazado. Él pensó que esto era gracioso: “¿Qué haría con esto si alguien me apuntara con un arma a la cabeza?”.
Los integrantes de la tribu yaqui dijeron que las desapariciones y los asesinatos se han convertido en moneda corriente. Dos días antes de la visita de Mongabay, una mujer de 23 años fue asesinada a 80 metros de la casa de Luna. Según los informes, acababa de dejar a sus dos hijos en la escuela y se dirigía a la tienda cuando unos hombres armados no identificados le dispararon. Cuando se le preguntó qué pasó, Luna dijo que no lo sabía, pero que creía que el narcotráfico, un fenómeno común en la región de Sonora, probablemente fuera responsable.
En algunas comunidades, como las más cercanas a la costa, donde el fentanilo y otras drogas se introducen de contrabando a Estados Unidos a través del Golfo de California, los narcos se han infiltrado en hogares y destrozado familias. Durante una visita a Sonora en agosto de 2021, el presidente de México Andrés Manuel López Obrador atribuyó el aumento de la violencia en la región a los enfrentamientos entre bandas del crimen organizado y al aumento del tráfico de fentanilo a través de la frontera entre Sonora y Arizona.
En ocasiones, Luna ha sufrido altos niveles de estrés y cansancio. Ha observado cómo la gente de su comunidad se enferma, tanto por el estrés como por los riesgos medioambientales de vivir cerca de la contaminación. Otras personas han desaparecido o han sido asesinadas por delincuentes.
Él se rompió los incisivos por el estrés y el rechinamiento de dientes por la noche. “Hay quienes adquirieron diabetes debido al alto nivel de estrés que vivían”. Después de salir de la cárcel, Luna notó que mucha gente estaba asustada. “Vieron el verdadero rostro del gobierno”, dijo.
Hoy, Luna dedica mucho tiempo a promover la cultura y la identidad yaqui entre los niños y adolescentes de la comunidad. Se le ilumina el rostro cuando habla de sus alumnos y sus alumnas en la escuela tradicional yaqui. Para él es importante asegurar la transferencia de conocimientos y tradiciones yaquis, como la danza. También es director y presentador de Namakasia Radio, una estación de radio independiente creada para compartir noticias e información sobre asuntos yaquis en la lengua de la tribu.
“No podemos abandonar la lucha”, dijo Luna. “Debemos seguir defendiendo nuestro derecho primordial al uso y disfrute del agua del río Yaqui. El agua no es nuestra. También pertenece a las montañas, al aire, al bosque y a los animales. Tiene que abastecernos y alimentarnos. Y eso es más valioso para nosotros que las ganancias por las que luchan”.
* Imagen principal: La bahía de Guásimas ha sido contaminada por agroquímicos y desechos que se liberan de las granjas camaroneras no lejos de la costa. Foto: Abimael Ochoa Hernández para Mongabay.
Referencias:
Padilla Ramos, R., & Moctezuma Zamarrón, J. L. (2017). The Yaquis, a historical struggle for water. Water Hist, 9:29-43. doi:10.1007/s12685-017-0194-1
National Institute of Anthropology and History, I. (2015). Anthropological expertise regarding the social and cultural impact of the operation of the Independence aqueduct. Country Routes, (8), 8–56. Recovered from https://revistas.inah.gob.mx/index.php/rutasdecampo/article/view/7440
Velázquez García, M. A. (2012). La construcción de espacios libres para la participación en las decisiones de política. El caso del acueducto Independencia en Sonora. Región y Sociedad, 3, 117-153. Recovered from http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=10223024004
* Lea la historia original publicada en inglés aquí el 9 de julio de 2024 por el equipo de Mongabay Global.
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