- ¿Quiénes son los actores que actúan sobre la Panamazonía y en qué contexto cultural se mueven? Esta es la pregunta que Killeen resolverá en este nuevo capítulo de "Una tormenta perfecta en la Amazonía".
- La dinámica que se desarrolla en estos países amazónicos lleva siglos gestándose y resulta de suma importancia recapitular aquellos sucesos históricos que han configurado el estado actual de estos bosques en Sudamérica.
- Entre los principales eventos a destacar, Killeen menciona la explotación colonial y republicana de recursos naturales, sino también la resistencia cultural de los pueblos indígenas y sus saberes ancestrales. Sin duda, el gran actor del siglo XX han sido las políticas de desarrollo diseñadas para "poblar" extensos territorios agrestes.
Las inversiones en infraestructura, los sistemas de producción agrícola, la especulación de tierras y la explotación de recursos minerales han sido identificados como impulsores de la deforestación y la degradación hidrológica en la Panamazonía. Estas fuerzas no actúan de forma aislada, sino que son consecuencia de personas que operan dentro de espacios culturales definidos por la historia y las circunstancias. Los agricultores, ganaderos, mineros, las élites urbanas y la fuerza laboral son individuos que persiguen sus intereses económicos. Los políticos responden a las demandas de los ciudadanos por crecimiento económico, creación de empleo y un mejor nivel de vida, mientras que los empresarios buscan obtener ganancias y aumentar el patrimonio neto de sus accionistas. Por necesidad o diseño, los individuos toman decisiones con horizontes extremadamente cortos y generalmente se ven obligados a elegir entre un número limitado de opciones determinadas por las políticas públicas y las exigencias del mercado.
El estado actual de la Panamazonía es producto de una dinámica compleja que ha evolucionado a lo largo de los siglos. Lo más importante es la resiliencia cultural de sus pueblos indígenas, quienes han resistido el embate de la explotación colonial y republicana, en particular durante el auge del caucho (1879-1912) y las políticas de desarrollo nacionalistas de la última mitad del siglo XX, cuando distintos gobiernos adoptaron políticas específicamente diseñadas para poblar y transformar sus provincias amazónicas.
La migración ha transformado radicalmente la Amazonia, creando una población que depende en gran medida de la economía convencional y de los mercados mundiales de productos básicos. Aunque las políticas de desarrollo que transformaron la región después de los años 70 se centraron principalmente en estrategias de producción rural, la migración interna ha generado una concentración de personas y talentos en los centros urbanos de rápido crecimiento de la región.
Las políticas económicas y de desarrollo se originan en las capitales gobernadas por élites políticas y financieras que responden a fenómenos demográficos y macroeconómicos que, en su mayoría, escapan a su control. La política interna suele ser más reactiva que estratégica y, cuando se adopta un enfoque estratégico, generalmente se basa en formas de pensar convencionales o se encuentra fuertemente influenciada por intereses creados. Las instituciones internacionales influyen en estas políticas a través de asistencia para el desarrollo, financiamiento de inversiones y asesoramiento brindado por legiones de expertos en desarrollo. A menudo, esta experiencia está matizada por prejuicios culturales y perspectivas económicas derivadas de una interpretación siempre cambiante de los acontecimientos históricos y de la teoría económica.
En el último medio siglo, las corrientes ideológicas de los gobiernos han oscilado en todo el espectro político, desde regímenes autoritarios que abrazan el nacionalismo económico hasta democracias liberales que buscan integrar las economías nacionales en los mercados globales. América Latina parece estar siempre al borde de un avance del desarrollo, pero este nunca se materializa realmente. El fracaso en aprovechar las ventajas inherentes del capital natural y humano de la región se ha atribuido a la mala gestión económica, la corrupción endémica, la desigualdad arraigada, la inseguridad jurídica y los ciclos del mercado que socavan los intentos periódicos de reforma.
La estrategia económica original de las potencias coloniales europeas se basó en la explotación de los recursos naturales del Amazonas. Este modelo extractivo fue heredado por los nuevos países que lo complementaron con un énfasis en la soberanía nacional. La importancia de la soberanía se acentuó durante el primer auge del caucho, cuando la competencia del mercado alteró las fronteras y reforzó la desconfianza hacia las potencias extranjeras. El miedo al dominio extranjero es un legado de un pasado colonial compartido y de dudosos planes de inversión ideados por grandes corporaciones internacionales que se aprovechan de las necesidades de los Estados soberanos.
Es probable que la desconfianza se viera reforzada por la presencia del ejército estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial, cuando instaló un sistema logístico independiente para garantizar el suministro de caucho. Esta desconfianza se fortaleció durante la Guerra Fría, cuando Estados Unidos se entrometió en los asuntos internos de los países latinoamericanos. Finalmente, se manifestó en Brasil como una paranoica teoría de conspiración, según la cual todo el Amazonas sería declarado parque internacional bajo la dirección de las Naciones Unidas. El temor al neocolonialismo se extiende a las corporaciones multinacionales, que son miradas con recelo, y se refleja en un tratado internacional que prohíbe, de hecho, la investigación de las compañías farmacéuticas dirigidas a la biodiversidad del Amazonas.
Cada país tiene una historia única. Brasil y Bolivia han expandido agresivamente sus fronteras agrícolas, motivados por culturas que ensalzan a los pioneros y políticas que apoyan la iniciativa privada. Colombia y Perú han experimentado disturbios civiles y violencia extrema que han inhibido su capacidad de desarrollar sus zonas amazónicas, donde el proceso de paz, aunque imperfecto, ha aumentado la migración y los asentamientos. Venezuela ha invertido en exceso en la producción de petróleo, lo que ha suprimido inadvertidamente opciones de desarrollo que podrían haber traído cambios a la Amazonía.
En contraste, Ecuador, ha estimulado tanto la migración como el desarrollo agrícola a través de la inversión en petróleo. Surinam y Guyana han ignorado su interior forestal, optando por centrarse en la explotación de sus recursos minerales. La Guyana Francesa, como apéndice de su antiguo colonizador, tiene poca motivación para desarrollar sus recursos forestales.
Imagen destacada: Las comunidades de Ribeirinho, en el curso principal de los ríos Amazonas y Solimões, entre Iquitos y Belém, remontan su historia demográfica a grupos étnicos. Crédito: © Thiago Orsi Laranjeiras, Shutterstock.
“Una tormenta perfecta en la Amazonía” es un libro de Timothy Killeen que contiene los puntos de vista y análisis del autor. La segunda edición estuvo a cargo de la editorial británica The White Horse en el año 2021, bajo los términos de una licencia Creative Commons -licencia CC BY 4.0).