- Las sequías en el Amazonas, cada vez más intensas y prolongadas, representan una amenaza mortal para el manatí amazónico, ya que producen la bajada del nivel de los ríos, lo que expone a estos gigantes mamíferos acuáticos a los cazadores furtivos.
- Los conservacionistas advierten que sequías más frecuentes intensificarán la caza furtiva de manatíes, prohibida en 1967 (aunque la carne de manatí sigue siendo muy consumida en toda la Amazonía), y que todavía es una gran amenaza para la ya vulnerable población.
- Los expertos instan a reforzar la aplicación de la ley para frenar la venta y el consumo de carne de manatí, mientras que los esfuerzos de conservación se centran en educar a las comunidades sobre la importancia del mamífero para el bioma.
- A pesar de la persistencia de la caza furtiva, las medidas de conservación y aplicación de la ley parecen haber ayudado a revertir el declive de la población de manatíes, aunque no se dispone de estimaciones exhaustivas de la población.
Los manatíes amazónicos son una especie escurridiza que habita en las oscuras profundidades de los ríos y lagos de la selva amazónica. Fueron capaces de soportar las altas temperaturas de la histórica sequía de 2023 que acabó con la vida de cientos de delfines de río, pero el bajo nivel del agua supone un peligro diferente. Con menos agua para esconderse, estos mamíferos, que pueden pesar hasta media tonelada, quedan expuestos a los cazadores furtivos, quienes aumentan la caza durante la estación seca y matan manatíes por su carne y amenazan aún más a la ya vulnerable población.
“La sequía representa un aumento de las oportunidades que tienen los cazadores”, dijo a Mongabay Anselmo d’Affonseca, veterinario del Laboratorio de Mamíferos Acuáticos (LMA) del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonía (INPA, por sus siglas en portugués) de Brasil. “La caza es y siempre ha sido un factor muy preocupante con un gran impacto en los manatíes”.
La caza del manatí amazónico (Trichechus inunguis) se prohibió hace casi 60 años, debido a la importante reducción de la población causada por la matanza anual de entre 4000 y 7000 individuos entre 1934 y 1954. Aunque las generaciones más jóvenes de las comunidades ribereñas van perdiendo progresivamente los lazos culturales con la carne de manatí —lo que ha reducido la demanda—, la caza sigue siendo una gran amenaza que se ve agravada por las sequías, dijo a Mongabay Mariana Paschoalini Frias, analista de conservación de WWF-Brasil y coordinadora de la Iniciativa de Delfines de Río en Sudamérica.
La carne de manatí es “muy apreciada” en algunas partes de la selva amazónica, de acuerdo con d’Affonseca, y su caza representa una oportunidad para ganar dinero; un manatí típico rinde dos tercios de su peso en carne. La aplicación de la ley ha disminuido en gran medida el comercio abierto en las grandes ciudades, pero la carne de manatí sigue siendo muy consumida en pueblos más pequeños y aislados, donde la vigilancia es laxa debido a las limitadas autoridades legales y al estigma social de denunciar a los vecinos en comunidades muy unidas.
Se desconocen las cifras exactas del número de manatíes cazados durante las sequías. Sin embargo, los expertos afirman que es probable que alrededor de 300 manatíes fueran cazados en la reserva de Piagaçu-Purus, en el estado brasileño de Amazonas, durante el período seco del año pasado, lo que representa solo una pequeña porción de selva. Sin embargo, no existen datos oficiales que lo confirmen ni hay estadísticas disponibles sobre cuántos manatíes amazónicos quedan.
“Es casi imposible calcular la población de manatíes en el Amazonas porque los ríos son muy grandes y las aguas muy oscuras. No tenemos forma de contarlos”, dijo d’Affonseca, aunque agregó que sospecha que la población se está recuperando, dado el creciente número de crías de manatí rescatadas en las últimas dos o tres décadas.
Los cazadores suelen cazar manatíes capturando primero a la cría para atraer a la madre. Durante los dos primeros años de vida, la cría depende completamente de la mamá para mamar y aprender a salir a la superficie en busca de aire, forjando un fuerte vínculo madre-cría. Cuando la mamá intenta rescatar a su cría capturada, los cazadores la matan y dejan de lado a la cría.
“Si se deja solas a las crías, tienen muy pocas posibilidades de sobrevivir”, dijo a Mongabay Renata Emin, bióloga y presidenta de Bicho D’Água, una ONG que rescata y rehabilita manatíes. Con frecuencia, son los miembros de la comunidad quienes llaman a las agencias ambientales que colaboran con las organizaciones de rescate para salvar a las crías.
El rescate de las crías huérfanas es fundamental no solo para proteger a la población de manatíes, sino también para salvaguardar los ecosistemas que habitan.
Salvar con rescate y educación
“[El manatí amazónico] es una especie centinela porque es extremadamente vulnerable a cualquier cambio, perturbación o cambio ambiental que pueda ocurrir en la región”, comentó Frías. “Cuando una especie icónica de la fauna amazónica se ve afectada, no solo está comunicando un colapso mucho mayor que el de la propia especie, sino el de un ecosistema que está sufriendo una fuerte presión externa”.
Para proteger a la población actual frente a futuras amenazas, los conservacionistas están aplicando un enfoque múltiple, que incluye el rescate y liberación de crías abandonadas, el seguimiento de la población actual y el uso de la educación ambiental para enseñar a las comunidades sobre el cuidado y conservación de los manatíes.
En el estado de Pará, donde la caza también es un problema para los manatíes, Bicho D’Água tiene en la actualidad dos crías en rehabilitación, una de las cuales fue rescatada en marzo con una de sus aletas amputada, probablemente por la actividad humana. Se encuentra en el hospital veterinario de la Universidad Federal de Pará, tras un esfuerzo de rescate conjunto entre Bicho D’Agua y el Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables, IBAMA (por sus siglas en portugués). En todo el estado, hay 50 manatíes en rehabilitación.
“Es una cifra muy alta”, dijo Emin.
El rescate de crías de manatí es, en general, sencillo, sobre todo cuando se trata de recién nacidos, que son pequeños y fáciles de sacar del agua, comenta d’Affonseca. El verdadero desafío se plantea cuando personas bienintencionadas intentan rescatar crías que creen erróneamente abandonadas, cuando, en realidad, la madre está cerca, pero escondida. Para hacer frente a esta situación, el INPA y la Asociación de Amigos del Manatí (AMPA, por sus siglas en portugués) iniciaron una campaña y crearon carteles y un folleto para educar al público sobre cómo evitar rescates innecesarios.
Otro desafío al rescatar manatíes es prepararlos para cuando vuelvan a vivir en la naturaleza. La transición de la rehabilitación a la liberación requiere aclimatación en un corral fluvial. Cuanto más tiempo pasa un manatí en cautiverio, más difícil resulta liberarlo, ya que corre el riesgo de habituarse a los humanos y desarrollar comportamientos que dificulten su supervivencia en libertad. De momento, solo hay un recinto de aclimatación, en Santarén (Pará), pero hay planes para abrir dos más en Belén, la capital del estado, según Enim.
“Es muy importante para los manatíes que pasen por esta etapa [de aclimatación]”, comentó Enim. “Las crías necesitan entender las mareas, las corrientes y el fondo del río donde se alimentan. Los animales liberados que pasaron directamente de las piscinas [de rehabilitación] al medio natural tuvieron menos éxito en su adaptación”.
En el estado de Amazonas, la AMPA, en colaboración con la empresa de energía Eletrobras Eletronorte, el INPA y el Centro de Investigación y Preservación de Mamíferos Acuáticos y Quelonios, liberó cinco manatíes en el río Uatumã en mayo. Mediante el programa de la AMPA, ya han devuelto 44 manatíes a su hábitat natural y más de 60 están en proceso de reintroducción en asociación con la Sea World Foundation y otros colaboradores.
Una parte fundamental del éxito de la devolución de los manatíes a la naturaleza es la educación ambiental de las comunidades cercanas, llevada a cabo en los meses previos a la liberación. La AMPA visita las escuelas de Manaos, capital del estado de Amazonas, así como también las comunidades ribereñas, para promover la protección de la vida silvestre acuática y fomentar la responsabilidad comunitaria en la conservación del ambiente. Ayuda a que la gente se involucre en el cuidado de los manatíes de la región.
Bicho D’Água también trabaja estrechamente con las comunidades locales y les enseña a realizar primeros auxilios a las crías huérfanas de manatí. Dadas las enormes distancias en el Amazonas y la dependencia de las vías fluviales para el transporte, esta formación puede ser una cuestión de vida o muerte para los jóvenes manatíes antes de que lleguen los rescatadores.
“Es muy importante contar con personas, asociaciones y líderes comunitarios que puedan prestar primeros auxilios e informar a nuestros equipos para que podamos guiarlos, incluso a distancia, para garantizar un rescate exitoso”, dijo Enim. “Realmente creemos que esta movilización social y el compromiso de la comunidad pueden contribuir de manera fundamental a la conservación de la especie”.
La educación ambiental es esencial, pero debe ir acompañada de un mayor apoyo gubernamental, sostienen los conservacionistas. La AMPA, junto con la agencia de investigación INPA y su laboratorio LMA, se reunieron hace poco con los organismos ambientales del estado de Amazonas para planificar estrategias con el fin de prepararse mejor para el posible estiaje de este año. Según d’Affonseca, del LMA, también es necesario reforzar la aplicación de la ley contra la caza para disuadir a los cazadores y proteger a los manatíes que quedan.
“El hábito de consumo y comercio de carne de caza es una realidad en el Amazonas”, dijo. “La falta de aplicación de la ley alienta a la gente a matar a los manatíes para vender su carne”.
* Imagen principal: Un manatí amazónico en un zoológico. Foto: Chris Muenzer víaFlickr (CC BY 2.0).
Esta historia fue publicada originalmente por el equipo de Mongabay Global aquí el 27 de agosto de 2024.