- La creación de dos corredores biológicos que unan parques nacionales son la punta de lanza para sostener el futuro del puma en el norte del Chaco paraguayo.
- La llegada del asfalto, la fragmentación del hábitat por la expansión de la frontera agropecuaria, la caza furtiva y los conflictos generados por la depredación al ganado son las principales amenazas del llamado león americano.
- Aplicar las normas que obligan a mantener en pie más del 25 % del bosque nativo en cada campo productivo y las altas multas por incumplirlas, son algunos de los intentos para lograr un desarrollo sostenible de la región.
El león y el tigre conviven en el norte del Chaco paraguayo, aunque no siempre de la mejor manera. En ese territorio del centro de Sudamérica, al jaguar o yaguareté (Panthera onca) los lugareños lo llaman tigre y triplica en tamaño al puma (Puma concolor), ese felino de pelaje ocre y uniforme que en Paraguay recibe el nombre de león. Semejante diferencia hace que, según las circunstancias, al león le convenga evitar el encuentro, dado el riesgo de sucumbir en un enfrentamiento. Aunque, por otro lado, coincidir en los mismos espacios también le brinda algunos beneficios.
“Son dos grandes felinos, tienen las mismas problemáticas y las mismas posibles soluciones para la disminución de conflictos. Por su situación poblacional, el jaguar concentra la mayoría de los esfuerzos de conservación, pero todo lo que se esté trabajando para uno, sirve para el otro”, explica Laura Villalba, bióloga y coordinadora del Programa Jaguares que lleva adelante la filial paraguaya de Wildlife Conservation Society (WCS).
“Son dos especies que en el Paraguay se hallan en los extremos de la escala de valoración en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), una está catalogada como Preocupación Menor y la otra, como En Peligro Crítico”, señala Jeffrey Thompson, doctor en Silvicultura y Recursos Naturales, y co-coordinador del Programa Yaguareté de la organización Guyra Paraguay, donde es investigador asociado.

Los vestigios más septentrionales del Gran Chaco, el segundo bosque más grande del continente después de la Amazonía, ocupan la franja norte del país guaraní, en su límite con Bolivia. Es allí donde se suceden parques nacionales, reservas, monumentos naturales públicos y privados, y reservas de la biosfera que permiten planificar la creación de corredores biológicos para facilitar la movilidad de la fauna silvestre.
“Desde el 2005, en Paraguay se viene hablando de la importancia de los corredores de conectividad y, a partir de 2017, los esfuerzos se acentuaron bajo la convicción de que la vida silvestre tendría una oportunidad real de conservación si se lograse una conectividad entre las áreas protegidas y las que la ley exige conservar dentro de los ambientes productivos”, dice Villalba. Ella cree que los esfuerzos están enfocados ahora a los corredores para que las zonas núcleo de conservación se conecten. “De esa manera, se puede ayudar a la supervivencia de la vida silvestre. Pero a la vez tienen que estar acompañados con un esfuerzo alto para la disminución de los conflictos con los ganaderos”, agrega. “Ponemos muchas fichas en estos corredores para que las zonas núcleos de conservación puedan estar conectadas”.
Defensores del Chaco, vértice clave de los corredores
Dos tramos de estos posibles pasillos boscosos —uno en pleno proceso de formación y el otro, por ahora, sólo una idea para el futuro cercano— tienen su origen en el Parque Nacional Defensores del Chaco, y con solo mirar el mapa se aprecia que su concreción desembocaría en la creación de un amplio y continuo corredor que permitiría unir otras áreas protegidas paraguayas, e incluso una en Bolivia.

El tema se ha convertido en un objetivo para varias de las organizaciones ambientalistas que trabajan en la región, así como para el propio gobierno paraguayo. “Junto al Instituto Forestal Nacional cuidamos que los nuevos proyectos de desarrollo ganadero o agrícola que se están poniendo en marcha conserven las áreas de reserva de bosque nativo que deben mantener y que se correspondan con nuestros corredores”, afirma Carlos Monges, quien tiene a su cargo la Dirección de Vida Silvestre, dependiente del Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible en Paraguay.
Villalba amplía aún más el concepto: “Si un vecino deja intacto su 25 % [de bosque], procuramos que coincida con el vecino de al lado, y si deben reforestar se incita que eso se haga a continuidad de la reserva del otro. De ese modo, logramos que en muchas propiedades se estén dejando el 30 y hasta el 40 % de su cobertura forestal”.
Defensores del Chaco es el área protegida con mayor superficie del país (720 723 hectáreas, 60 veces el tamaño de la ciudad de Asunción) y su masa forestal limita al occidente con el Parque Nacional Médanos del Chaco. Los corredores que se plantean lo unirían por un lado con la Reserva Natural Cerro Cabrera-Timane, situada a pocos kilómetros de distancia en dirección noroeste, la cual, a su vez, se conecta con el Parque Nacional Kaa-Iya en Bolivia. Por el otro lado, se busca la unión de Defensores del Chaco con el Parque Nacional Chovoreca, que se encuentra algo más alejado hacia al noreste. De esta manera, se cerraría un extenso circuito de comunicación para toda la fauna nativa de la región, que además del jaguar y el puma, incluye, entre otras muchas especies, osos hormigueros, yaguarundíes, tiricas, tapires, diversas especies de tatúes, charatas, boas y serpientes de cascabel.


“Ambos corredores pasan por propiedades productivas, en su mayor parte ganaderas, aunque en los últimos tiempos también está incursionando el cultivo de soya. Pero, en todos los casos, esos campos están obligados a dejar en pie el 25 % de su estructura forestal, y es algo que se cumple a rajatabla”, afirma Villalba.
En efecto, la ley 422/73 establece con exactitud las superficies a conservar, que se amplían a un 50% de un predio productivo, si este se ubica dentro de los tres sectores del país que Paraguay ha declarado Áreas de la Biosfera. Entre ellas, el área de biósfera del Chaco es, de lejos, la más grande, y ocupa 7 407 250 hectáreas. La norma legal prevé incluso la anchura de las cortinas forestales rompevientos, una sucesión de árboles plantados en fila que proveen protección contra el viento y la erosión eólica. Se las puede ver alrededor de áreas agrícolas, pastizales y otras zonas desprovistas de vegetación.
“Nosotros, desde el Ministerio, cada dos años realizamos auditorías en esas empresas para asegurarnos del cumplimiento del Plan General Ambiental que cada una debe presentar para autorizar su funcionamiento, y las multas por deforestar más de lo permitido van desde los 20 000 a los 40 000 jornales. Si se considera que en la actualidad cada jornal equivale a 110 000 guaraníes [unos 20 dólares estadounidenses], vemos que no es barato incumplir las normas”, asegura Monges.

Pumas y jaguares son, sin duda, los reyes del ecosistema chaqueño, que básicamente se define como un bosque seco tropical. Sus características tan disímiles se aprecian en la plasticidad de uno y otro, siempre más notable en los pumas. El león americano es capaz de adaptarse con rapidez a los cambios de hábitat, suele acercarse y hasta atravesar zonas urbanas, su tasa de reproducción es más alta y aunque suele ser menos cauto que el jaguar, su facilidad para camuflarse en la espesura del monte lo pone más a salvo de un eventual disparo de escopeta. Todo esto explica su amplia distribución en el Paraguay, más allá de que no existe ningún estudio concreto que permita determinar su población.
“Cualquier proyecto que pretenda censar una población de puma en un gran territorio es muy caro y complejo de abordar. Por eso es tan difícil tener datos de su densidad o abundancia”, aclara María José Bolgeri, bióloga de WCS en Argentina.
Todo lo que signifique un aumento de conectividad entre áreas protegidas favorece a ambas especies, pero en el caso concreto del puma “redundará en una mayor disponibilidad de presas sin perder la cobertura que le da el bosque y sin exponerse a la predación de los campesinos que sientan que su presencia amenaza a la cabaña de cabras, ovejas o terneros”, señala Villalba. Ella agrega un dato importante: “La mayor cantidad de quejas siempre es en relación a la actividad del león americano”.

El eterno conflicto entre pumas y ganaderos
La fragmentación del hábitat, la caza y especialmente los conflictos con los ganaderos son los principales obstáculos que el puma enfrenta en la zona. Hugo González es el veterinario general de la Estancia Madrejón, un establecimiento de 37 000 hectáreas ubicado en el corredor que comunica los parques Chovoreca y Defensores del Chaco. Allí pastan entre 7 000 y 8 000 cabezas de ganado vacuno, aunque hasta hace unos años la cifra estaba en 14 000: “La sequía nos obligó a deshacernos de muchas vacas. Llevamos tres años con muy poca lluvia, y aquí dependemos 100 % de ella porque el agua subterránea es demasiado salada”, dice González.
La depredación de terneros por parte de los grandes félidos ha sido desde siempre un problema para los productores del lugar, y el control letal, la herramienta más utilizada para mitigarlo. “A la gente de campo por naturaleza le gusta la cacería, no hay que negarlo, pero la política de la empresa es que hay que convivir con eso”, dice el veterinario. “Nosotros estamos cerca del Defensores del Chaco y no queremos matar a ningún animal, por eso desde hace más de un año estamos trabajando con WCS. Ellos nos están dando métodos alternativos para disminuir los ataques de pumas y yaguaretés”, añade.
“Un puma en celo, o que les está enseñando a sus crías a cazar, puede matar cuatro o cinco terneritos en una noche”, según indica Villalba. Esta característica de comportamiento, sumado a una población más numerosa, explicaría la mayor mortandad de pumas que suele registrarse en la región.

WCS colabora con una docena de grandes establecimientos para lograr que sus productos obtengan una certificación de “carne sostenible” y así vean incrementadas sus posibilidades exportadoras, lo cual a la vez implica disminuir la tasa de conflictividad con los félidos. “Un campo cultivado sin cortina rompevientos es un obstáculo mayor para un gran felino porque le interrumpe el corredor; pero otro campo dedicado a la ganadería con el corredor bien conservado y agua suficiente, atrae a las posibles presas de los felinos y aumenta el encuentro con el ganado, la depredación y el conflicto. Ahí es necesario intervenir para reducir los impactos utilizando animales -burros o búfalos-, cencerros o luces LED para alejar a los pumas de los terneros”, aclara Villalba.
La colaboración de los productores ganaderos que ocupan el corredor entre Chovoreca y Defensores del Chaco es algo que destacan muchos de los implicados en el tema. “El deseo de incrementar la actividad agropecuaria en la zona es muy fuerte, pero la gente que conforma la Asociación Agropecuaria de Agua Dulce (APAD) está muy interesada en el desarrollo sostenible, y en Guyra estamos trabajando con ellos en proyectos relacionados con la conectividad para la vida silvestre”, sostiene Jeffrey Thompson. Tanto Laura Villalba como Carlos Monges refrendan esta opinión. Según APAD, el distrito de Agua Dulce, situado en el departamento Alto Paraguay, alberga la reserva forestal más extensa de Paraguay y que mantiene más del 75 % de su superficie boscosa debido a su fuerte compromiso con la conservación.

El asfalto como factor de riesgo
Thompson destaca que el apoyo de los ganaderos, sin duda favorable para la supervivencia a largo plazo de los pumas, no está exento de contradicciones. “Son productores y su prioridad es producir. Así, por ejemplo, quieren que el asfalto llegue hasta la región”, subraya este investigador nacido en Estados Unidos, que pasó unos años en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria de Argentina, y actualmente es científico en el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de Paraguay.
“Habrá todavía más gente viviendo en Agua Dulce, un pueblo que ya ha crecido muchísimo en los últimos años, y eso pondrá en peligro la integridad ecológica de la zona. Hay que entender que, en general, el mayor problema de los felinos grandes es la gente”, añade.
Las dificultades de acceso son, por ahora, una de las grandes ventajas que juegan a favor del puma. “En los criterios de clasificación mundial, la zona de la Reserva Natural Cerro Cabrera-Timane, por ejemplo, todavía es un área puramente silvestre, y pese a las presiones que viene sufriendo en los recientes 10 o 15 años, todavía persisten allí las únicas comunidades aborígenes aisladas fuera de la Amazonía”, indica Thompson.

Sin embargo, la situación va camino de cambiar en otros lugares. Una de las rutas que será pavimentada divide en dos al Parque Nacional Defensores del Chaco, “y hay otros ramales que van a ser pavimentados en esa zona de Defensores”, informa Monges, quien agrega que esto afectaría mucho a la fauna. “Por eso estamos hablando de establecer controles de tránsito en las entradas y salidas, construir sobrepasos para los animales, limitar la velocidad con reductores y aplicar sanciones y multas fuertes por las infracciones que se puedan cometer”, dice.
Índices de deforestación que no descienden
Hacia el Parque Nacional Chovoreca, de hecho, la agricultura es el sector productivo que va ganando terreno, pese a que la extrema sequedad del ambiente pueda parecer una limitante para su extensión. Carlos Monges, director de Vida Silvestre del Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible de Paraguay, indica que los nuevos sistemas y tecnologías de producción, con pasturas que se adaptan a las condiciones climáticas, y el escaso rendimiento económico que la carne les está brindando a muchos productores, origina una lenta migración de la agricultura hacia esa zonas.
“Si se toma todo el Chaco paraguayo en su conjunto, la realidad es que la frontera agropecuaria se está expandiendo y la tasa general de deforestación se mantiene en niveles altos. Cada día se presentan más proyectos de desarrollo y varias empresas que ya poseían licencias, pero mantenían sus campos inactivos, empiezan a trabajarlos. En el futuro inmediato tendremos que redoblar las tareas de control y protección”, señala Monges.

Respecto a la caza, en Paraguay son muy pocas las especies para las que se habilita la modalidad deportiva, en su mayoría aves, como las charatas, o exóticas invasoras, como el jabalí. Sin embargo, el furtivismo sí que genera problemas. “Es bastante común encontrar gente con armas caminando por el costado de la calle o de los caminos que conducen a los parques nacionales”, comenta Monges. El veterinario agrega que alas comunidades indígenas, a veces engañadas, ingresan gente inescrupulosa a las áreas boscosas para realizar cacerías a cambio de provisión de alimentos. “Es una característica muy particular motivada por su idiosincrasia y su cosmovisión”, señala.
Comunidades de las etnias pykasu, siracua y ñu guazú ocupan diversas zonas alrededor de las áreas protegidas en el ángulo noroccidental del país, cerca del corredor biológico que se pretende implementar entre Defensores del Chaco y Cabrera-Timane. Se requiere un trabajo fuerte de educación con ellos.

Como si esto no fuera suficiente, existen además pedidos de realización de prospecciones para la búsqueda de gas y petróleo en el subsuelo. “El momento de planificar e implementar los corredores es ahora”, enfatiza Thompson. ¿Qué puede ocurrir si eso no sucede? “Ciertas actividades, como los proyectos de desarrollo de pavimentación en la zona, podrían tener un impacto muy fuerte dentro de las poblaciones de animales silvestres. No sólo de pumas y jaguares, sino de toda la cadena que cae debajo de ellos”, responde Carlos Monges.
Por el momento, el puma, el llamado león americano, sigue moviéndose en el norte del Chaco paraguayo. Pero el asfalto que se acerca y el desarrollo productivo que avanza, amenazan con plantearle nuevos desafíos. El carácter oportunista y resiliente del puma estará entonces más puesto a prueba que nunca.
*Imagen principal: Puma (Puma concolor). Ilustración de Kevin Nieto para Mongabay Latam.