- La llamada Bóveda del Juicio Final, ubicada en la zona ártica de Noruega, guarda más de 1.3 millones de muestras de recursos fitogenéticos y semillas de alimentos de todo el planeta.
- El proceso para que Bolivia almacenara las semillas de maíz y frijol en la bóveda ubicada en el Ártico se inició en el año 2022.
- El pasado 22 de octubre se depositaron más de 30 000 nuevas muestras de semillas de 21 países, las cuales permanecerán en la bóveda a menos 18 grados centígrados durante los próximos 50 años.
“Para nosotros fue sumamente emocionante ver el momento en que estaban entrando las cajas. No sólo eran las 500 muestras de las semillas, sino que era la esperanza, la cultura de la gente y su historia de vida las que entraban en esas cajas”, dice Martha Serrano, directora del Instituto de Agroecología y Seguridad Alimentaria de la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca, en Bolivia. De esta forma, Serrano describe el momento en que el país depositó las 20 cajas con semillas de maíz y frijol en la Bóveda Global de Semillas de Svalbard, en Noruega.
Conocida como la Bóveda del Juicio Final, este banco genético ubicado en el Ártico guarda alrededor de 1.3 millones de muestras de recursos fitogenéticos y semillas de 6297 especies de plantas de todo el mundo y, por primera vez, Bolivia envió material genético de especies nativas de maíz y frijol.
Las semillas procedentes del país sudamericano, pero también de otras 20 naciones, ingresaron a la Bóveda Global el pasado 22 de octubre. Fueron más de 30 000 nuevas muestras de semillas, incluidos siete bancos de genes internacionales los que llegaron ese día a un depósito ubicado en el archipiélago de Svalbard, una estructura construida en medio de la nieve de la zona del ártico de Noruega, que alberga una gran diversidad de cultivos con el fin de salvaguardar esta variedad genética ante el riesgo del cambio climático, los conflictos, guerras y otras crisis que puedan ocurrir en el planeta.
Los bancos de genes internacionales son centros de investigación que se establecen en un determinado país, pero no pertenecen a una nación específica, sino que realizan investigación y albergan material genético de diferentes partes del mundo. Estos centros forman parte del Grupo Consultivo sobre Investigación Agrícola Internacional (CGIAR), una asociación global que trabaja por la seguridad alimentaria. El Centro Internacional de la Papa (CIP), establecido en Perú; y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), instalado en México son dos de ellos.
De Chuquisaca a Svalbard
El proceso para preparar las semillas que envió Bolivia al Banco Global inició en octubre del 2022 cuando estudiantes y docentes del Instituto de Agroecología y Seguridad Alimentaria (IASA), de la Facultad Ciencias Agrarias de la Universidad de Chuquisaca, empezaron a trabajar para obtener los duplicados de seguridad, es decir, las copias genéticas de las semillas de maíz y frijol que fueron seleccionadas para enviar a Svalbard.
Esta labor se realizó junto con las comunidades de agricultores y campesinos de pueblos originarios de Chuquisaca, con quienes la universidad trabaja desde hace más de 20 años. Como cuenta Serrano, la preocupación por conservar la diversidad biológica y genética de especies nativas de maíz y frijol, entre otros alimentos oriundos de la zona, surgió de los mismos agricultores que durante siglos han cultivado sus alimentos y en los últimos años han visto cómo los van perdiendo.
“Los cultivos agrícolas cada vez se veían más debilitados porque hay mucha introducción de cultivos que no son nativos. En la zona del Chaco boliviano, por ejemplo, los cultivos transgénicos de maíz están arrasando y eso es aterrador. Los mismos agricultores manifestaban que no les rendía sembrar las variedades nativas, pero que ellos mantenían sus parcelas con esas variedades que utilizan para múltiples propósitos”, explica Martha Serrano, sobre cómo fue el proceso de selección de cada semilla.
Los agricultores entregan muestras de semillas de diversas especies nativas de sus cultivos al IASA desde hace varios años, las mismas que eran conservadas en el banco de germoplasma que tiene la universidad. Sin embargo, como explica Serrano, se trata de colecciones “a corto y mediano plazo” que se deben “regenerar y refrescar” cada cierto tiempo, debido a que las capacidades técnicas de la universidad no permiten contar con un banco de germoplasma a largo plazo como el que existe en Svalbard.
Por ello, cuando llegó la convocatoria del proyecto de conservación de semillas en Noruega se dieron cuenta que era la oportunidad para contar con duplicados de seguridad de las semillas de sus plantas nativas a largo plazo. “Nuestra tarea, en esta ocasión, fue enfocarnos en estos dos cultivos, maíz y frijol, que estaban incluidos en el listado de la convocatoria”, sin embargo, comenta Serrano, Bolivia cuenta con otros cultivos relevantes como el maní y el ají, entre muchos más.
Alfredo Salinas, gerente del proyecto de semillas de IASA, asegura que tanto el maíz como el frijol son parte de la cultura de los pueblos de Bolivia, porque con ellos se elaboran diferentes tipos de alimentos. “Los pueblos indígenas guaraníes, quechuas y jalcas han participado de esta donación porque ellos son guardianes de estas semillas nativas”.
Salinas cuenta que eligieron las semillas de frijol y maíz que llevaban más tiempo resguardadas en el banco genético de la universidad, así como aquellas que eran más representativas de la cultura y la gastronomía.
A partir de esa selección inició el proceso de regeneración que consiste en llevarlas al campo para sembrarlas —alrededor de 100 plantas por cada variedad— y tener un cuidadoso control ante posibles plagas. Esta siembra se realiza para obtener las copias de las semillas que luego serán almacenadas en los bancos de genes. Antes de depositar las semillas en un banco genético se debe realizar la caracterización morfológica de cada copia del cultivo, con base en protocolos internacionales. Luego las semillas se llevan a una cámara de secado natural para, posteriormente, hacer la selección y el conteo de las que serán llevadas a los depósitos. En todo este proceso, que duró un poco más de dos años, participaron más de 70 estudiantes de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Real y Pontificia San Francisco Xavier de Chuquisaca.
Fueron tres colecciones de semillas las que se obtuvieron del proceso de cultivo para obtener las copias. Una de ellas se quedó en el banco genético de la universidad; la segunda copia de seguridad se depositó en el Banco Nacional de Germoplasma de Bolivia y la tercera se trasladó hasta el Banco Global de Semillas de Svalbard. En total 500 semillas que corresponden a 35 variedades de maíz y 20 variedades de frijol se llevaron a la bóveda en el Ártico.
El banco de semillas en el Ártico
“Tenemos este Banco Global de Semillas para que los bancos genéticos cuenten con un lugar seguro para conservar copias de sus propias colecciones de recursos genéticos. Es una especie de póliza de seguro global para asegurar sus cultivos”, cuenta Asmund Asdal, coordinador de la Bóveda Global de Semillas de Svalbard.
Asdal describe cómo es la bóveda global por dentro: “Tenemos tres cámaras donde se almacenan las muestras en estantes. Parece un almacén normal y corriente, pero se encuentra en lo profundo de la montaña, a una temperatura de menos 18 grados centígrados”.
Las fotos y los videos que se encuentran en la página web de la llamada Bóveda del Juicio Final muestran, en efecto, lo que describe Asdal. Ahí se observa cómo un edificio de concreto emerge en medio de la nieve del Ártico en el archipiélago de Svalbard, Noruega. Además, hay un aeropuerto cerca que permite que las cajas de semillas, que se envían a este banco genético, lleguen fácilmente hasta la bóveda.
La temperatura de menos 18 grados centígrados permite un almacenamiento óptimo, explica Salinas. Además, el permafrost y la roca gruesa que rodean la bóveda garantiza que las muestras se mantengan a una baja temperatura, aún si se corta la electricidad.
Asdal indica que las semillas que reciben provienen directamente de los bancos genéticos de cada país y de centros internacionales que reúnen muestras de varios países. También están las colecciones de universidades, como es el caso de Bolivia, así como colecciones de organizaciones no gubernamentales.
“Las colecciones de semillas se depositan en el banco global bajo un sistema de caja negra, es decir, sólo la institución que entregó el material puede pedir su retorno”, explica Luis Salazar, representante de Crop Trust, una organización internacional dedicada a la conservación y generación de cultivos. Esta institución, junto con el Ministerio de Agricultura y Alimentación del Gobierno de Noruega y el Centro Nórdico de Recursos Genéticos (NordGen), financian la bóveda de Svalbard. Crop Trust también financió el proyecto de la universidad de Chuquisaca.
Salazar recuerda, por ejemplo, que debido a la guerra civil que atraviesa Siria se abandonó el banco genético que tenía el país. Sin embargo, sus recursos genéticos se conservaron porque Siria contaba con una copia de seguridad en Svalbard de casi el total de su colección. “El Centro Internacional de Siria solicitó el retorno del material genético que estaba protegido en Svalbard y mediante acuerdos con Marruecos y el Líbano se instaló su colección en estos países”.
Imagen principal: Momento en el que ingresan las cajas con las semillas de maíz y frijol de Bolivia a la Bóveda de Svalbard. Foto: Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca.