- La última ola de migración hacia los países amazónicos estuvo sostenida por un nuevo proceso de colonización, cuyas políticas y acontecimientos particulares hicieron que los efectos fueran diferentes en países como Brasil, Perú, Bolivia, Colombia y Ecuador.
- En esta sección, Killeen explica dicho proceso en Brasil, donde las iniciativas gubernamentales para colonizar la Amazonía empezaron en los años 60 y continuaron en las siguientes décadas.
- A pesar de proponerse mejorar la calidad de vida de los agricultores y sacarlos de la pobreza, lo cierto es que no hubo suficiente financiamiento para lograrlo y, por otra parte, generó un severo impacto en la deforestación y en la integridad de las comunidades indígenas.
La ola migratoria más reciente, más grande y probablemente última hacia el Amazonas comenzó en la década de 1960 con proyectos de infraestructura y programas de distribución de tierras en Brasil, Bolivia, Colombia, Perú y Ecuador. Cada país adoptó su propia versión de estas políticas, pero el objetivo común era claro: la colonización. Se utilizaba este término, tanto en los nombres de instituciones clave como en la autoidentificación de los migrantes, llamados ‘colonos’. Como en épocas anteriores, las políticas y acontecimientos variaron regionalmente, reflejando el origen de los inmigrantes y las tradiciones culturales que llevaron al Amazonas.
Brasil
Las iniciativas para desarrollar la Amazonía en Brasil fueron organizadas por varias agencias gubernamentales, lo que refleja un enfoque integral del gobierno militar que gobernó el país entre 1964 y 1985. Este enfoque fue una extensión lógica de las políticas iniciadas por gobiernos civiles anteriores, en particular el programa Marcha para o Oeste y la decisión de trasladar la capital a Brasilia.
En 1966, el gobierno militar lanzó la Operação Amazônia, cuyo lema era: “Llevar gente sin tierra a una tierra sin gente”. Esta política de migración y asentamiento también buscaba ocupar las zonas fronterizas con las áreas vecinas. Los incentivos incluían concesiones de tierras, exenciones fiscales y un impuesto territorial progresivo que fomentaba la conversión de bosques en tierras de cultivo o pastos. También se estableció el concepto de Amazonía Legal, que designaba los estados elegibles para dichos incentivos fiscales.
En 1972, el gobierno federal lanzó otro programa llamado POLAMAZÔNIA, que designó 15 áreas prioritarias denominadas “polos de desarrollo, para la expansión de la producción mineral, ganadera y agroindustrial”. El desarrollo fue gestionado por el Programa de Integração Nacional (PIN), que dependía de la construcción de carreteras troncales y la distribución de tierras a lo largo de esas vías. El Instituto Nacional de Reforma Agraria y Colonización (INCRA) gestionó la distribución de parcelas de 100 hectáreas a través de los Projetos Integrados de Colonização (PIC). Miles de campesinos sin tierra migraron a la Amazonía brasileña, pero el INCRA no contaba con los recursos financieros ni la capacidad técnica para apoyar adecuadamente el proyecto, lo que resultó en problemas logísticos y quejas masivas.
En 1981, en respuesta a los desafíos de la región, el Gobierno de Brasil y el Banco Mundial lanzaron el proyecto POLONOROESTE, un plan de desarrollo fronterizo que abarcaba infraestructura, extensión agrícola, regularización de títulos de propiedad de tierras y atención médica. Este proyecto impulsó una nueva ola de migración masiva en busca de tierra y fomentó el crecimiento de una de las zonas de pequeños agricultores más dinámicas de Brasil. Pese a su intención de mejorar las condiciones de vida de los campesinos y sacarlos de la pobreza, POLONOROESTE fue duramente criticado por su impacto en la deforestación y el perjuicio causado a las comunidades indígenas.
El Banco Mundial financió un proyecto de seguimiento, PLANOFLORO, enfocado en la sostenibilidad, la demarcación de tierras indígenas, la creación de áreas protegidas y la mejora de programas educativos y de crédito rural. A pesar de estos esfuerzos correctivos, los proyectos POLAMAZÔNIA y POLONOROESTE son considerados fracasos en términos de desarrollo. Un ejemplo de ello es que la Transamazónica nunca cumplió su función como corredor de transporte, y las regiones colonizadas en Acre y Roraima siguen subdesarrolladas. No obstante, los líderes políticos locales mantienen su determinación de establecer algún tipo de actividad productiva convencional.
La inversión en infraestructura disminuyó entre 1985 y 1995 debido a problemas económicos y alta inflación, pero volvió a aumentar tras las reformas fiscales de 1997. Las iniciativas de desarrollo continuaron siendo una prioridad bajo diversas administraciones. Durante la gestión de Fernando Henrique Cardoso se implementaron programas como Brasil em Ação (1996-1999) y Avança Brasil (2000-2003). Bajo la presidencia de Luiz Inácio Lula da Silva se lanzaron el Plano Brasil de Todos (2004-2007) y el Programa de Aceleração do Crescimento (PAC 1, 2007-2010). Dilma Rousseff continuó con el PAC 2 (2011-2014).
La inversión en infraestructura también decreció después de 2015, en parte debido al colapso de los mercados internacionales de productos básicos y al escándalo de corrupción Lava Jato, que reveló la malversación de grandes sumas de dinero en estos proyectos.
Imagen destacada: Imagen satelital de la región brasileña de Sao Joao da Baliza en Roraima del año 2021. Crédito: NASA Landsat.
“Una tormenta perfecta en la Amazonía” es un libro de Timothy Killeen que contiene los puntos de vista y análisis del autor. La segunda edición estuvo a cargo de la editorial británica The White Horse en el año 2021, bajo los términos de una licencia Creative Commons -licencia CC BY 4.0).