- Estas son las historias protagonizadas por mujeres más leídas del 2024 en Mongabay Latam. Desde sus territorios o áreas de investigación y trabajo, estas lideresas impulsan acciones clave para la conservación de ecosistemas y especies, demostrando con su dedicación y compromiso el papel fundamental que juegan en la protección de la naturaleza y el medio ambiente.
Frente a la violencia que golpea sus vidas e impacta gravemente sus territorios, las mujeres indígenas se han unido y fortalecido juntas. En comunidad, han creado espacios de resistencia y esperanza, en los que se han capacitado para liderar y ganar batallas legales que protegen lo que les pertenece. A la par, han tejido redes de autocuidado para ellas, sus familias y sus compañeras, asumiendo el reto de preparar a las nuevas generaciones que continuarán su lucha.
También ha sido clave el trabajo de las mujeres científicas e investigadoras. Este 2024, su presencia y participación ha sido crucial en los trabajos de conservación y defensa de la naturaleza, en donde sus hallazgos han sido claves para garantizar la supervivencia de las especies amenazadas y sus ecosistemas. En las comunidades costeras y locales, son las pescadoras, campesinas y amas de casa las que han tomado la batuta para la protección de sus medios de vida, la conservación de las fuentes hídricas y la restauración de los suelos, basadas en sus conocimientos y la ciencia ciudadana que ellas mismas generan.
En Mongabay Latam hemos reunido una lista con las 10 historias sobre mujeres más leídas del 2024, cuyos esfuerzos representan actos de resistencia que refuerzan la conexión vital entre las mujeres y la naturaleza.
10. Parque Revillagigedo en México: un refugio para las mantas gigantes durante el fenómeno de El Niño | ENTREVISTA
Nadar con mantas gigantes se siente como una danza bajo el agua. Sus movimientos lentos y rítmicos asombran a Madalena Pereira Cabral, quien describe así sus inmersiones junto a esta especie —cuyo nombre científico es Mobula birostris— a la que ella considera como uno de los animales más gentiles, gráciles e inteligentes que habitan los océanos.
La bióloga marina se ha dedicado desde hace más de cuatro años a investigar y entender los movimientos de las mantas gigantes en el Parque Nacional Revillagigedo, en el Pacífico Mexicano. Con marcas satelitales, la experta busca descubrir sus rutas y las razones por las que, casi todos los ejemplares que han sido objeto de estudio, salen del Área Marina Protegida, en donde existe presión pesquera, una actividad que las ha puesto en riesgo.
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9. Celestún: el refugio pesquero que busca frenar la pesca furtiva en Yucatán
En el 2019, la comunidad pesquera de Celestún, en Yucatán, logró el establecimiento de una Zona de Refugio Pesquero con 324 kilómetros cuadrados, la más grande del Golfo de México. Este espacio nació luego de una serie de conflictos sociales derivados de la sobreexplotación y pesca furtiva del pepino de mar, especie que se agotó y que entró en veda permanente.
Los pescadores locales se han capacitado para la vigilancia de su refugio, no sólo para cuidar la recuperación de esa especie, sino también otras de interés comercial, como el pulpo y la langosta. La participación de las mujeres ha sido clave en el proceso, pues son ellas quienes lideran los trabajos de monitoreo comunitario y científico en la zona: tres mujeres de Celestún están certificadas como buzas monitoras, mientras que otras trabajan en la captura de datos.
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8. Un santuario para salvar a las plantas medicinales: la hazaña del pueblo cofán en Colombia
Los curacas o sabedores de la medicina tradicional cofán, en el piedemonte andino-amazónico de Colombia, decidieron luchar por un espacio para proteger sus plantas sagradas y medicinales, amenazadas por presiones como la ampliación de la frontera agropecuaria y la deforestación, en los departamentos de Putumayo y Nariño.
El 16 de junio del 2008 lograron la declaratoria del Santuario de Flora Plantas Medicinales Orito Ingi – Ande, un área destinada a proteger las plantas relacionadas con la cultura del yagé, su sistema tradicional y medicinal, así como la conexión ecológica entre los Andes y la Amazonía.
Para las abuelas y abuelos, la selva “es la farmacia de la naturaleza”, pues allí se encuentra toda la medicina que necesitan. Bajo esta premisa, durante el 2012, se empezó a profundizar en el conocimiento y fortalecimiento de la nasipa sehepa, la huerta de plantas medicinales cofán. Todo surgió con el diálogo entre las abuelas y las mujeres más jóvenes.
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7. Guardianas del Marañón: la lucha de las mujeres kukama para que se reconozcan los derechos de un río peruano
Para Mari Luz Canaquiri Murayari, su tío ha muerto dos veces. La primera fue en el mundo terrenal, hace muchos años atrás. La segunda, cuando ya era un Karuara, palabra que para el pueblo kukama kukamiria significa “gente de río”. “Para nosotros el río tiene madre y tenemos familiares que viven debajo del agua. Mi tío que vivía ahí se enfermó con el petróleo que contaminó el río Marañón y murió, eso han contado los karuara a los chamanes que se comunican con ellos”, explica la mujer kukama.
La naturalidad con la que Mari Luz Canaquiri cuenta sobre la vida que existe debajo del río Marañón es parte de la cosmovisión del pueblo kukama kukamiria. Para ellos, el río es sagrado porque les da vida a todos, a vivos y muertos. Por eso, consideran como un gran triunfo que a principios de marzo del 2024 y después de dos años de lucha, una sentencia del Poder Judicial les haya dado la razón en lo importante, significativo y valioso que es el río Marañón.
Una sentencia, en primera instancia, del Juzgado de Nauta ha reconocido que el río Marañón tiene derecho a estar protegido y estar libre de contaminación. Las mujeres fueron clave en la batalla legal.
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6. “Queremos que las mujeres se apropien del ejercicio de los derechos colectivos”: Wilma Mendoza, lideresa indígena | ENTREVISTA
Cuando Wilma Mendoza era niña se prometió a sí misma que nunca sería como su padre Gregorio Mendoza. Vio y vivió de cerca cómo la labor de defender su territorio le quitaba a este reconocido líder indígena del Alto Beni, en Bolivia, el tiempo que su familia merecía recibir y a la larga no le generaba más que frustraciones. La promesa duró muy poco.
En la universidad, Wilma Mendoza ocupó sus primeros cargos de liderazgo femenino y poco después, siguiendo la voz de la herencia, fue designada dirigente de la Tierra Comunitaria de Origen (TCO) Mosetén. Tenía 27 años. Desde entonces, su trabajo ha estado enfocado en generar espacios de liderazgo para las mujeres, combatir el machismo que hay dentro de los pueblos indígenas y cuidar las conquistas de sus antepasados.
En esta entrevista con Mongabay Latam, Wilma Mendoza cuenta los desafíos que enfrenta en la formación de nuevos liderazgos y el reto de preparar a otras mujeres para que continúen la lucha indígena.
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5. Más de 200 mujeres afrocolombianas unidas por la soberanía alimentaria y la defensa de su territorio en medio del conflicto armado
En el siglo XVII, al fugarse de los sitios de esclavización, las mujeres negras llevaban consigo semillas ocultas entre las trenzas hechas en sus cabellos. Así lograron sembrar sus huertos en nuevas tierras para alimentar a los suyos. En sus peinados cargaban un pedacito de resiliencia, narra Johana Bastidas sobre sus ancestras, pues las plantas que harían crecer garantizarían la sostenibilidad y la soberanía alimentaria de ellas y de sus familias en aquellos tiempos difíciles.
“Por eso para nosotras la tierra, el territorio y los recursos significan la vida”, dice Bastidas, integrante del consejo técnico y del equipo de Desarrollo Sostenible de la Asociación de Mujeres Afrodescendientes del Norte del Cauca (ASOM), quienes luchan por garantizar el reconocimiento y la tenencia de las tierras para las mujeres.
Hoy en día, Bastidas es una de las 230 mujeres afrocolombianas que, a través de distintas actividades ligadas a la producción agropecuaria, la conservación de suelos y de fuentes hídricas, no sólo han creado alternativas alimentarias y económicas comunitarias, sino que replican y conservan las prácticas ancestrales que aprendieron de aquellas mujeres para que no se pierdan con el tiempo.
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4. Iniciativa comunitaria indígena: mujeres en Perú conservan felinos de los Andes
La pérdida de hábitat debida a la deforestación de los bosques de Polylepis está aumentando la incidencia de conflictos entre las comunidades y las especies felinas amenazadas, como el gato andino (Leopardus jacobita), el puma (Puma concolor) y el gato de las pampas o gato del desierto peruano (Leopardus garleppi) en los Andes centrales del Perú.
Un nuevo proyecto pionero de conservación científica ciudadana dirigido por mujeres indígenas en la región de Ayacucho tiene como objetivo obtener datos de referencia sobre los gatos salvajes y mitigar el conflicto entre los seres humanos y la fauna silvestre.
Al principio, la iniciativa las dejó perplejas. No obstante, poco a poco las mujeres comenzaron a incorporarla a sus vidas y la encontraron divertida. Se convirtió en un espacio comunitario, uno que no estaba dirigido por los hombres que típicamente dominan los asuntos sociales ni por el gobierno peruano. Se trataba de un proyecto de mujeres, una labor quechua y un encuentro significativo.
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3. “Las mujeres indígenas en la Amazonía deben fortalecerse, deben tomar las decisiones y no quedarse calladas” | ENTREVISTA
Nemonte, con sus cortos seis años de edad, entendía que había dos mundos. El primero, donde existía su oko —la gran casa donde vivía en la selva— iluminada por el fuego y en donde su familia la llamaba por su nombre, ese que significa “muchas estrellas”. Y el otro mundo, donde los hombres blancos observaban a los Waorani desde el cielo, a bordo de grandes aviones, poseían una empresa petrolera que amenazaba su territorio y donde los misioneros evangélicos la llamaban “Inés”.
“Seremos Jaguares” es el nuevo libro donde la lideresa indígena Nemonte Nenquimo, una de las voces más contundentes en el activismo contra el cambio climático, narra sus memorias y su lucha contra las petroleras en territorio Waorani, en Ecuador, con el objetivo de conservar miles de hectáreas de selva y su biodiversidad.
“Nuestro Dios que nos da visión es el jaguar y, cuando tú mueres, te conviertes en uno”, explica la activista indígena. “Al morir, vamos a seguir vivos espiritualmente, vamos a seguir protegiendo nuestro territorio, en la tierra y con la naturaleza. Con eso me siento muy feliz, porque si un día muero, voy a seguir estando viva, recorriendo y cuidando la tierra”, dice sobre el título de su libro.
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2. Sirenas de Natividad: las mujeres que exploran y defienden el mar en México
Esmeralda Albañez solía temer al mar. De sólo pensarlo aparecían en su mente imágenes de oscuridad y de lo profundo y desconocido que le resultaba. Por venir de una familia de pescadores y haber crecido en la Isla Natividad, en Baja California Sur, México, era claro que existía una conexión entre ella y los ecosistemas marinos, pero algo la alejaba del agua. Desde pequeña le fue inculcado que el mar no era un sitio para las mujeres.
De lejos, Albañez observaba cómo otras mujeres, principalmente biólogas, hacían inmersiones para bucear en la isla. En el fondo, deseaba apartarse —aunque sea un momento— de sus actividades domésticas, y ser una de ellas. Por eso le bastó con recibir una sola invitación para vencer sus temores. Incentivada por una amiga suya se inscribió a una clase de buceo y ahora, cada vez que se enfunda en su traje de neopreno, el mundo le parece distinto.
En el 2011 se capacitó en buceo y, en el 2013, se certificó como monitora de refugios pesqueros. Hoy Albañez ya no bucea sola en las aguas de Isla Natividad, sino que la acompañan otras cuatro mujeres —todas amas de casa— que contribuyen a informar sobre el estado de conservación de las reservas marinas y áreas de pesca de su comunidad. Desde el 2019, son conocidas como las Sirenas de Natividad, mujeres dedicadas al buceo científico y comunitario.
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1. Mujeres que resisten: el arduo camino para defender el ambiente y el territorio en la Amazonía de Colombia
La magnitud de las cifras e informes que documentan la violencia en Latinoamérica no reflejan lo que viven día a día las personas defensoras del ambiente y el territorio. Hay datos que diluyen lo que representa ser mujer y crecer en una región en donde la vida se moldea con el sonido de los ríos y de la selva. A veces, los números tampoco ayudan a dimensionar los desafíos que enfrentan quienes deciden dedicar parte de su cotidianidad a defender aquello que forjó su propia personalidad.
¿Qué es lo que lleva a una mujer a ser defensora del ambiente? ¿Qué actividades amenazan la vida en sus territorios? ¿Con qué obstáculos debe lidiar? ¿Qué violencias ha recibido y cómo las ha enfrentado? ¿Cómo afecta eso su vida familiar y comunitaria?
Mongabay Latam buscó responder estas preguntas al documentar la vida y la labor que han realizado cuatro defensoras del ambiente y el territorio. Las cuatro tienen algo en común: crecieron en la Amazonía colombiana, un territorio lleno de vida que se ha ido transformando conforme avanzan actividades como la minería, la deforestación o los cultivos ilícitos.
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*Imagen principal: Esmeralda Albañez durante un monitoreo biológico en Isla Natividad. Foto: Jennifer Adler