- Un cóndor andino con heridas de perdigones fue hallado en el sur de Ecuador: los primeros días fueron críticos, pero ahora los especialistas preparan una cirugía.
- La especie está En Peligro, de acuerdo con la Lista Roja de las Aves del Ecuador y en el último censo, de 2018, se contaron 150 individuos.
- Entre 1979 y 2021, 90 cóndores fueron envenenados. Algunos cebos con veneno estaban dirigidos a perros abandonados en los ecosistemas altoandinos.
- Los especialistas reclaman que el gobierno central ha hecho poco para evitar la desaparición del cóndor andino, a pesar de que existen grupos de trabajo y planes nacionales para protegerlo.
El 14 de febrero, en una zona rural de Cuenca, Ecuador, los habitantes notaron algo inusual. Un cóndor andino (Vultur gryphus) caminaba entre potreros y calles, incapaz de alzar el vuelo. Este comportamiento en una especie que puede llegar a volar sobre los 8000 metros de altura alertó a la comunidad, que dio aviso al 911. Sin embargo, antes de que llegara la ayuda, el ave desapareció entre la vegetación.
Durante una hora, un equipo conformado por miembros de la Policía Ambiental, el Ministerio de Ambiente, organizaciones de la sociedad civil y habitantes recorrieron la zona hasta encontrarlo. El cóndor estaba refugiado en un matorral, a orillas del río Yanuncay.

“Estaba escondido, descansando, pero con riesgo de caerse al río correntoso”, relata Ernesto Arbeláez, biólogo con experiencia en el manejo de esta especie. Con cautela, el grupo rodeó al ave para evitar su huida, mientras otras personas aguardaban en el río por si caía al agua.
Lograron atraparlo y descubrieron que estaba helado al tacto, hipotérmico. Le dieron primeros auxilios en el lugar y después lo llevaron al hospital del Bioparque Amaru, fundación que preside Arbeláez.
Los pobladores de la zona lo bautizaron Valentino, en honor al Día de San Valentín, la fecha en la que lo rescataron.

En estado de alerta y pronóstico reservado
Los primeros días fueron críticos. Tenía un cuadro de deshidratación que reflejaba que pudo haber estado varios días herido, sin poder volar ni alimentarse. Exámenes de sangre y radiografías revelaron la causa. Tiene seis perdigones incrustados en el cuello y en la cabeza, uno de ellos está alojado a menos de un centímetro de la médula.
Los veterinarios le administraron medicamentos para reducir la inflamación y prevenir infecciones. “Mejoró en cuanto a su comportamiento y a su fuerza. ¡Fue fabuloso!”, dice el biólogo.

El siguiente paso fue realizarle exámenes para determinar si el plomo de los perdigones había contaminado su sangre. Si los niveles eran altos, su recuperación se complicaría. Después de algunos días de tensión, el equipo multidisciplinario de veterinarios y biólogos que cuida de Valentino recibió el resultado: está libre de plomo.
Los especialistas examinaron al cóndor mediante tomografías. Encontraron que los perdigones están alojados en zonas muy delicadas, tres de ellos en la zona cervical. “Eso dificulta tomar una decisión clara sobre si es operable o no”, dice Arbeláez. Al operar se corre el riesgo de perder conectividad con nervios vitales. Por eso, el pronóstico para la extracción de perdigones es todavía incierto. Mientras tanto, se están realizando consultas a expertos de diferentes países para tomar la mejor decisión.
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La cacería se cobra la vida de los cóndores
El cóndor andino está En Peligro, de acuerdo con la Lista Roja de las Aves del Ecuador. “Creemos que debería estar clasificada En Peligro Crítico”, dice Sebastián Kohn, investigador de la Fundación Cóndor Andino, que trabaja en la conservación de la especie.
El último censo nacional del ave se realizó en 2018 y determinó que había unos 150 individuos. Desde esa fecha, la Fundación ha tenido registro de la muerte de al menos 20 ejemplares. Esto representa el 13 % de la población de cóndores de Ecuador. “Es sumamente grave”, afirma Kohn. Esto es como si casi toda la población humana de Quito (2.6 millones de habitantes) desapareciera de Ecuador (16.9 millones).
La cacería es una de las principales amenazas que enfrenta la especie. Entre 1979 y 2021, 18 individuos fueron hallados con heridas de bala en el país, de acuerdo con el estudio Amenazas antropogénicas para el vulnerable cóndor andino en el norte de América del Sur, en el que participaron varios miembros de la Fundación Cóndor Andino.

Otro dato que muestra el oscuro panorama que enfrenta la especie es que entre el 80 % y 90 % de la población de cóndores en cautiverio en Ecuador ha sido víctima de disparos, según información recabada por Fabricio Narváez, biólogo y director ejecutivo de la Fundación.
Desde 2013, la organización ha marcado a 21 individuos con rastreadores satelitales y bandas alares. “Este proyecto ha generado la mayor cantidad de conocimiento respecto al cóndor andino en Ecuador”, asegura.
El caso del cóndor Iguiñaro permitió a los especialistas fortalecer los protocolos clínico-veterinarios. En pleno confinamiento por el Covid-19, un cóndor herido con perdigones fue rescatado a las afueras de Quito. Tras cuatro meses de atención clínica y rehabilitación, fue liberado en agosto de 2020 con un rastreador satelital y la banda alar número 16.

A diferencia de los cóndores que han vivido más de dos décadas en cautiverio con los perdigones encapsulados por sus propios cuerpos, Iguiñaro murió poco después. “Confiados por estas experiencias, se lo retornó a la vida silvestre sin extraer por completo todos los perdigones. Y esto en algún punto pudo influenciar en su muerte”, dice Narváez.
El especialista explica que después de su liberación, Iguiñaro desarrolló una infección bacteriana. El perdigón, a pesar de estar encapsulado, pudo facilitar la acumulación de bacterias en el tejido circundante.
Esto dejó un aprendizaje: en el futuro hay que tratar de retirar todos los perdigones a través de tomografías y cirugía con métodos de precisión, reforzar los análisis de plomo y ampliar los exámenes genéticos.

Los perros son la mayor amenaza
El mismo estudio encontró que entre 1979 y 2021 se registró el envenenamiento de 90 ejemplares en Ecuador. La cóndor Ami, marcada con la banda alar número siete, murió en diciembre de 2018 por esta causa. Pero no fue la única. Entre 2018 y 2019, un total de 20 individuos sufrieron el mismo destino.
Después de realizar trabajo de campo, los especialistas encontraron el origen del problema. Poblaciones altoandinas envenenaban carroñas dirigidas a perros que deambulan sin supervisión y que atacan a animales domésticos. “El envenenamiento es una fuerza potencial para la extinción del cóndor andino”, asegura Narváez.

Los perros abandonados o asilvestrados además ocasionan otro inconveniente, pues compiten con los cóndores por las carroñas. El estudio Impactos de perros en libertad sobre la comunidad de vertebrados carroñeros en el ecosistema altoandino, publicado en 2023, encontró que la presencia de perros tiene una relación negativa con el tiempo de permanencia de las especies carroñeras autóctonas. Además, el artículo concluye que esto puede provocar “importantes consecuencias en la conservación del cóndor andino”.
Aunque no es la mayor amenaza, también hay registros de perros atacando a cóndores, según Kohn.
La Fundación, junto a diferentes instituciones, ha realizado campañas de esterilización en áreas prioritarias para la conservación del ave. Narváez dice que la mayoría de organizaciones que se han unido son privadas. “Tristemente no tenemos ese mismo efecto con las instituciones públicas”, señala.
Para Kohn, la presencia de perros ferales o sin tutor en los ecosistemas altoandinos es un problema de salud pública que debe ser abordado por los gobiernos de todos los niveles, desde los locales al central. Mongabay Latam solicitó al Ministerio de Ambiente, Agua y Transición Ecológica información sobre las acciones para proteger a esta emblemática especie, pero no recibió respuesta.

El cóndor limpia los ecosistemas
Kohn dice que los cóndores, y también los buitres, cumplen con un rol fundamental en el ecosistema porque “ayudan a que las autoridades no tengan que invertir tanto en la limpieza del agua”. Explica que retiran las fuentes orgánicas que provocan enfermedades o pandemias de los páramos, donde nacen las fuentes hídricas. Sus fuertes sistemas digestivos son capaces de matar patógenos, virus o bacterias, dañinos para la salud humana y de otros animales.
La especie habita desde los Andes venezolanos hasta el extremo sur de la Patagonia. Sin embargo, el estudio de 2023 El colapso demográfico amenaza la existencia a largo plazo de los cóndores andinos en el norte de los Andes encontró que el cóndor ecuatoriano está aislado de otros países y “necesita ser conservado”, dice Kohn, uno de los autores del artículo.
El aislamiento responde, explica el especialista, a la baja población del ave y a la dificultad de cruzar las depresiones topográficas que están habitadas por humanos.

Una de las soluciones para proteger a la especie es entender su comportamiento. El marcaje que se ha realizado desde 2013 ha sido clave. Narváez cuenta que uno de los primeros datos que obtuvieron es que “el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP) no es una estrategia adecuada para la conservación de la especie”. Entre el 70 % y el 90 % de las áreas de importancia, como dormideros, zonas de forrajeo y nidos, están fuera del SNAP.
“Esto nos permitió evidenciar que la situación crítica del cóndor estaba sin atenderse y que había que realizar muchísimos esfuerzos”, dice el director ejecutivo de la Fundación Cóndor Andino. La organización realiza proyectos de sensibilización y educación ambiental en las áreas de importancia para el ave.
Además, dice Narváez, se ha logrado unir esfuerzos entre diferentes instituciones para crear reservas privadas o cantonales, como la reserva Chakana de la Fundación Jocotoco, en la provincia de Pichincha, y la reserva Cóndor Sur, entre las provincias de Azuay y Loja.

El reto de conservar al cóndor en Ecuador
Kohn adelanta que en 2025 se planea hacer un nuevo censo a cargo del Grupo Nacional de Trabajo del Cóndor Andino. Esta es una plataforma de organizaciones que trabaja en favor de la especie, encabezada por el Ministerio de Ambiente y de la que la Fundación Cóndor Andino es parte.
Sin embargo, Narváez sostiene que el rol del Ministerio ha sido “casi nulo”. Arbeláez, por su lado, cuenta que existe un Plan de Acción Nacional, “pero no hay quien lidere, que debe ser la autoridad máxima”.
Mongabay Latam le consultó al Ministerio de Ambiente sobre los avances del Plan de Acción para la Conservación del Cóndor Andino, pero no recibió respuesta.

“La población del cóndor no tiene mejoría en absoluto”, asegura Narváez. Agrega que la información recabada en los últimos 40 años muestra que hay un continuo retroceso de la población. “Las amenazas no se reducen, sino que crecen”, afirma.
La situación del cóndor es poco alentadora. Kohn señala que culturalmente todavía no se valora la función de la especie, lo que provoca que aunque hay leyes que la protegen, se realice muy poca gestión para prevenir las amenazas. “Si la tasa de mortalidad continúa, el cóndor tiene unos 20 años para estar con nosotros”, dice. “Esperemos que me equivoque”, añade.
A pesar de la difícil situación de Valentino, el cóndor puede convertirse en la esperanza para conocer mejor la población de cóndores en el sur de Ecuador. En esta zona, la población es menor que en el norte del país y solo hay una cóndor marcada que habita allí, llamada Chunka. Si el cóndor rescatado en Cuenca logra alzar el vuelo después de su rehabilitación, se convertiría en el ejemplar 22 en tener rastreador satelital y banda alar.
Foto principal: Un cóndor captado después de alimentarse en su hábitat natural. Foto: Sebastián Kohn