- Un nuevo estudio reconstruyó la historia evolutiva de Weinmannia, un género con más de 90 especies de árboles emblemáticos que se distribuyen desde Chile y Argentina hasta Venezuela y el Caribe.
- Análisis genéticos demostraron que estas especies migraron desde el sur hacia los Andes tropicales, siguiendo un corredor ecológico formado por cambios ambientales durante el levantamiento de la cordillera.
- La investigación advierte que estas especies conservan sus nichos ecológicos, lo que las hace especialmente sensibles al cambio climático.
- El rastreo del género involucró el trabajo colaborativo de una red de científicos de países andinos.
Una nueva investigación logró reconstruir la historia evolutiva detrás de la asombrosa diversidad biológica que habita los Andes tropicales. La clave fue el género Weinmannia, que agrupa a más de 90 especies de imponentes árboles emblemáticos, presentes desde los bosques montanos del norte de Argentina y Chile hasta Venezuela, incluyendo las zonas altas del Caribe. A través de sofisticados análisis filogenéticos, el estudio reveló que estos árboles migraron desde regiones del sur hacia los trópicos, aprovechando los nuevos ecosistemas generados por el levantamiento de los Andes.
“El género Weinmannia es súper interesante porque siempre ha sido concebido como un género indicador de los bosques extratropicales del hemisferio sur y también es parte de la diversidad andina”, explica Ricardo Segovia, biogeógrafo y botánico chileno, coordinador de la línea BIODATA del Instituto de Ecología y Biodiversidad de Chile (IEB). “Sabíamos que probablemente sería un ejemplo de una ruta migratoria bastante novedosa”.

La investigación publicada en la revista Molecular Phylogenetics and Evolution —en coautoría con Eduardo Aguirre-Mazzi, estudiante boliviano de doctorado en Washington University— demostró que las especies del género Weinmannia han seguido un corredor andino creado por las condiciones ambientales y climáticas. Esto refleja un fenómeno conocido como conservación de nicho, que advierte sobre la vulnerabilidad de estos grupos ante el cambio climático, pues se trata de especies que tienden a mantenerse dentro de rangos ambientales similares a lo largo del tiempo.
En Mongabay Latam conversamos con Segovia sobre los hallazgos de esta investigación colaborativa que activó una red internacional de científicos de los países de la Sudamérica andina y que describe la conexión entre los bosques chilenos y la biodiversidad tropical.

—¿Cómo son los árboles del género Weinmannia?
—Son árboles bastante grandes. Hacer una descripción desde Chile no es muy fácil porque tienen una diversidad morfológica muy, muy grande. Por ejemplo, a nivel de las hojas, las especies se parecen muy poco. Incluso especies que habitan muy cercanas unas de otras. En Colombia hay una gran diversidad en la morfología de las hojas.
Sus flores son muy bonitas. Son árboles pioneros, grandes y en todas las regiones donde están tienen nombres comunes. En los Andes tropicales se llaman encenillos, en Bolivia le llaman el huichulo (Weinmannia boliviensis) y en Chile le llamamos el tineo (Weinmannia trichosperma).

—El equipo encontró evidencia de migración de estas especies. ¿Qué técnicas genéticas, metodológicas y de muestreo utilizaron para reconstruir esta historia evolutiva?
—Utilizamos herramientas genéticas modernas. Una de ellas se llama 2bRAD —parte de la familia de las secuenciaciones RAD—, que nos permitió obtener una alta resolución en las relaciones filogenéticas dentro del género, asociada a la metodología técnica de la genotipificación de las especies, con lo que hicimos un muestreo que nunca antes se había hecho: especies a través de todos los Andes tropicales de América.
El muestreo funcionó con una red de colaboración con un foco importante en América Latina. Pudimos ponernos en contacto con gente —que nos conocíamos previamente, porque siempre nos encontramos en los congresos, en las reuniones científicas— y activamos una red de colaboradores capaces de muestrear en distintos países, porque no es tan fácil viajar a un país a muestrear y después mover las muestras. También implica aspectos como la legislación propia de los países. Entonces activamos una red de colaboradores vinculados por preguntas similares.
Por ejemplo, en Ecuador, nuestra colaboradora Nora Oleas armó un equipo de muestreo que recorrió el país buscando muestras de todas las plantas. En Perú, nuestro colaborador William Farfán administra una estación de estudios de largo plazo en el Parque Nacional del Manu, que monitorea sus parcelas frecuentemente. En uno de esos monitoreos hicieron el muestreo del género Weinmannia, reunieron las muestras y las enviaron para análisis genético.
En particular, mis colectas de Weinmannia fueron súper lindas, en la región de Los Lagos, en Chile. Tuve la oportunidad de conocer bosques muy bonitos que no conocía hasta ese momento. Tuve la oportunidad de conocer también un jardín botánico en esa región. Fueron días de primavera que, en el hemisferio sur, estaban llenos de flores. El bosque estuvo maravilloso esos días que anduve de colecta, en la primavera de 2022.

—¿Qué implicancias tiene el concepto de «conservación de nicho» en el contexto del cambio climático actual y futuro? ¿De qué manera estos hallazgos alertan sobre la vulnerabilidad climática de ciertas especies?
—Este es un concepto que se usa para describir que las especies y los linajes —el trayecto evolutivo de las especies— son conservadores en sus relaciones con el ambiente. Cambian poco ambientalmente porque les cuesta cambiar. Eso es un patrón dentro de la evolución.
Por un lado, explica que una vez que se levantó la cordillera de los Andes, especies con relaciones climáticas, relaciones ambientales ligadas a condiciones del extratrópico, pudieron moverse hacia latitudes bajas una vez que estas condiciones se encontraron en las altas elevaciones de los Andes. Nos sirve para justificar ese tránsito.
En el contexto del cambio climático también es interesante porque, hacia el futuro, probablemente encontraremos condiciones no análogas, es decir, condiciones climáticas que no existen en la actualidad. Por ejemplo, la temperatura global está aumentando y hay regiones que tienen las máximas temperaturas del planeta. Si las temperaturas aumentan, esas regiones van a encontrarse con temperaturas nunca antes vistas. No sabemos si las especies que están adaptadas a esas altas temperaturas van a estar adaptadas también para tolerar dos grados más —que lo que se podría proyectar hacia el futuro—, y por lo tanto, podría haber extinciones.
Ahora, en una temperatura más soft, lo que se espera es que las zonas que no alcanzan los máximos de temperatura actualmente y las alcanzan en el futuro, podrían generar muescas de comunidades no análogas y podrían establecerse nuevos ambientes con comunidades que no se han visto antes debido al cambio climático.

—¿Por qué se considera que el levantamiento de los Andes fue el evento geológico más importante para la biodiversidad sudamericana?
—El levantamiento Andino termina funcionando como un corredor biológico. Y ese corredor biológico, a la vez que ha permitido movimiento desde el sur hacia el norte, también ha permitido movimiento desde el norte hacia el sur. Además, ha gatillado procesos evolutivos de las biotas que estaban en zonas bajas, en un continente sin cordillera de los Andes [en el pasado geológico] para ocupar estos ambientes altos. Ha generado patrones de hiperdiversidad en la región andina tropical, que la ponen entre las zonas más diversas del planeta, por ejemplo, los Andes colombianos y del norte de Ecuador.

—¿Qué significa que la biodiversidad andina es no solo taxonómica, sino también evolutiva? ¿Podría explicar esta mezcla de linajes y su importancia biológica?
—Ha habido grandes biotas evolucionando de manera independiente durante millones de años y han acumulado su propia identidad evolutiva. Como lo que llaman biota neotropical, aquella que da origen a los bosques amazónicos y que ha evolucionado durante millones de años separada de las biotas boreales, como la biota de los bosques del hemisferio norte y de las biotas australes del hemisferio sur.
Al levantarse los Andes, se generan estos corredores biológicos que funcionan como cruces de rutas. Entonces vienen del norte, vienen del sur, vienen evolucionando desde abajo y se juntan en la zona andina de bajas latitudes de América y mezclan historias evolutivas que habían estado separadas y aisladas durante mucho tiempo.

—El estudio se destaca por su enfoque colaborativo desde y entre países de Sudamérica. ¿Qué aprendizajes deja esta experiencia en términos de cómo se debe hacer ciencia en Latinoamérica?
—Nos deja un aprendizaje súper importante porque entendemos que hay problemas de la biodiversidad que no tienen que ver con las barreras políticas que existen en el continente. Son de mayor escala. Difícilmente uno podría entender cosas a nivel continental estudiando solamente Chile, Perú o Ecuador. Para poder abordar estas preguntas grandes que determinan los patrones de distribución de la biodiversidad, es necesario hacerlo a través de los países para obtener perspectivas de mayor escala.
En los países de nuestro continente, a diferencia de los grandes centros de producción científica como Europa y Estados Unidos, poder desarrollar este tipo de investigaciones requiere la colaboración. Es muy difícil con los presupuestos para investigación en ciencia que hay en cada uno de los países latinoamericanos. Por lo tanto, requiere que nos articulemos en torno a preguntas compartidas.
Afortunadamente, las preguntas las tenemos porque tenemos una perspectiva de la biodiversidad que compartimos los que vivimos en Chile, los que vivimos en Bogotá, los que vivimos en Quito. Conocemos muy bien este fenómeno que exploramos en este artículo.

—¿Cómo pueden estos hallazgos contribuir a estrategias de conservación más efectivas en Sudamérica? ¿Qué acciones urgentes recomendaría basadas en esta investigación?
—Es el siguiente paso, es cómo hacemos la articulación con la realidad de nuestros países. En términos de amenaza a la biodiversidad, compartimos mucho. ¿Cómo entendemos la biodiversidad de manera colaborativa y articulada? ¿Cómo elaboramos propuestas de conservación y restauración de la biodiversidad también de manera colaborativa y entendiendo el contexto general?
Con nuestro nuevo hallazgo, por ejemplo, entendemos que las condiciones de temperatura y las condiciones climáticas de las especies del género Weinmannia —que es súper importante en los bosques andinos— son claves. Entendemos que las amenazas que impone el cambio climático sobre ellas deben ser entendidas en su historia evolutiva.
Es un linaje que viene persiguiendo condiciones de temperaturas frías en las altas montañas andinas. Si se acaban esas condiciones de temperaturas adecuadas en esas regiones, probablemente esto nos lleve a condiciones de extinción taxonómica brutales y que desaparezca un componente evolutivo que había estado asociado a estas regiones en el último tiempo. Podemos percibir mejor la magnitud de la amenaza y por lo tanto podemos desarrollar las estrategias de conservación desde ese conocimiento.

—El estudio menciona la relevancia de integrar dimensiones bioculturales en la conservación. ¿Cómo ve el rol de las comunidades locales en este proceso?
—Ese también es el paso siguiente en cómo nosotros como investigadores de frontera, compartiendo hallazgos hacia el mundo, podemos entender que hay elementos comunes en la amenaza a las comunidades que protegen la biodiversidad. Cómo podemos nutrir nuestro conocimiento desde ellas y cómo, al momento de entender una historia común de la biodiversidad en nuestros países, también podemos entender nuevos eventos históricos de amenazas a la biodiversidad y a quienes la protegen. Hacer ese círculo, hacer esa conexión histórica de las amenazas, me parece súper relevante para poder articular la ciencia con la realidad biocultural de nuestro continente.

—Usted ha señalado que Chile ha sido visto como un «sumidero» de biodiversidad, pero esta investigación lo posiciona como un origen importante. ¿Qué significa esto para la narrativa ambiental y científica chilena?
—Le da la importancia que en realidad tiene. En Chile, nosotros sabemos que hay un endemismo muy alto. Hay muchas especies de plantas que están solamente en Chile y no están en otro lugar del mundo, pero que conectan con la diversidad andina. Hay una conexión que se genera con el levantamiento andino, que es una conexión bastante nueva. En ese sentido, Chile aparece también como una bomba de algunos linajes, como un generador, como una fuente de diversidad evolutiva. Y por lo tanto, alcanzamos un entendimiento o una concepción más sofisticada de la importancia de conservar lo que tenemos en Chile, porque si desaparece no hay reemplazo. No habría dónde más obtenerla nuevamente.

—Cuando usted empezó a estudiar al género Weinmannia, ¿qué fue lo que más le impresionó de estas plantas?
—El género Weinmannia es muy bonito y muy llamativo. Si uno hace una encuesta de gente que conoce las plantas en Chile, el árbol que sacaría más votos sería Weinmannia. Hay un elemento que a mí me empezó a causar mucho interés en la biogeografía, que era la ruta andina hacia los trópicos, porque era contraintuitivo: siempre pensábamos que los trópicos generaban biodiversidad o que las zonas de alta riqueza generaban biodiversidad.
Pero cuando nos empezamos a dar cuenta de que por los Andes se habían movido elementos del sur y habían llegado a bajas latitudes, esto se puso súper entretenido para mí y Weinmannia parecía un modelo súper importante, porque tiene solamente una especie en los bosques de Chile: Weinmannia trichosperma —el tineo—, y tiene una diversidad brutal en los Andes tropicales, con más de 90 especies diferentes desde Venezuela hasta Argentina. Eso me llamó mucho la atención y me dieron muchas ganas de estudiarlo, porque encontré que era un modelo especialmente bueno para abordar la influencia de la cordillera de los Andes en la biogeografía del continente americano.

—En este contexto complejo que vive la biodiversidad por amenazas como el cambio climático, ¿qué es lo que a usted le trae esperanza y lo motiva a seguir trabajando?
—Me motiva que hay un interés global. Siento que no estamos solos quienes queremos conservar la biodiversidad, que hay un interés intergubernamental, hay un interés incluso de las grandes corporaciones y hay un interés muy fuerte y muy bonito en las comunidades locales por proteger las condiciones de su entorno natural.
Eso me parece muy motivante y me parece que es un proceso histórico al que yo me quiero sumar. Quiero ser parte de la conservación de la biodiversidad, quiero ser parte de la restauración de la relación entre la sociedad humana y la biodiversidad.
Me parece que entender el contexto histórico, la forma en que nos relacionamos con la biodiversidad de acuerdo con su historia y la historia que nosotros podemos pensar para ella, es súper bonito. Tenemos la oportunidad —y también es algo que me motiva mucho— de empezar a pensar el futuro de nuestra relación con la biodiversidad. Los científicos hoy día tenemos, entre muchos de nuestros deberes, el de imaginar futuros positivos para la relación entre las sociedades humanas y la biodiversidad.

REFERENCIA
Segovia, R., Aguirre-Mazzi, E., Edwards, C., Linan, A., Fuentes, A., Chaspuengal, A., Dexter, K., Fajardo-Gutiérrez, F., Farfan-Rios, W., Oleas, N., Penagos Zuluaga, J., Tello, S. (2025) Phylogeny of Weinmannia (Cunoniaceae) reveals the contribution of the southern extratropics to tropical Andean biodiversity. Molecular Phylogenetics and Evolution.
Imagen principal: bosque relicto con Weinmannia en La Paz, Bolivia. Foto: cortesía Alfredo Fuentes