- Un estudio halló que 17 especies de peces comerciales del mercado del Coca exceden los límites recomendados para arsénico, mercurio y plomo.
- Los grandes depredadores acumularon más arsénico y mercurio, y ejemplares de una especie pequeña del río Payamino –afectado por la minería ilegal– tuvieron mayor concentración total de metales traza.
- El riesgo de desarrollar enfermedades no cancerígenas es de moderado a alto en todos los casos.
- Los científicos no indagaron en las fuentes de la contaminación, pero en la zona hay minería ilegal y derrames de petróleo constantes.
En la Amazonía ecuatoriana, científicos encontraron que 17 especies de peces vendidos en el mercado principal del Coca excedían los umbrales recomendados para arsénico, mercurio y plomo, mientras que una especie superó los límites de aluminio. El estudio Trace Metal Contamination in Commercial Fish from the Ecuadorian Amazon, publicado en agosto de 2025 en la revista Fishes, también contempló simulaciones que sugieren un riesgo general de enfermedad para los humanos que los consumen.
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“Los peces que forman parte de la pesca comercial tienen presencia de metales traza por encima de las recomendaciones de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés)”, dice sobre el hallazgo central Gabriela Echevarría, autora principal del estudio.
La docente investigadora de la Universidad de la Américas (UDLA) señala que es común encontrar estos resultados en depredadores, por el efecto de la biomagnificación, es decir, por el aumento progresivo de los contaminantes a medida que se avanza en la cadena alimentaria. Los organismos pequeños, como las algas y el zooplancton, absorben los metales pesados depositados en los sedimentos. Después, los peces pequeños comen gran cantidad de estos organismos, acumulando los metales. Finalmente, los depredadores, al comer muchas presas contaminadas, heredan toda la carga potencialmente tóxica.

Si bien el estudio confirmó que las especies más grandes, en este caso de bagres, acumulan más arsénico y mercurio, también encontró estos elementos en el Pimelodus jivaro, un bagre mediano y omnívoro. “Combinando todos los metales pesados que medimos, tenían las cantidades más altas”, asegura. Esto quiere decir “que la contaminación, particularmente con arsénico y mercurio, está en niveles que pueden considerarse potencialmente inseguros para la salud de las personas”.
El estudio no indagó en las fuentes de la contaminación, pero los autores infieren que pueden venir de distintos factores, como las aguas servidas de las ciudades, los pesticidas con los que se fumigan los extensos cultivos de palma de la zona, la histórica actividad petrolera en el norte de la Amazonía ecuatoriana y la reciente pero intensa minería ilegal.
Blanca Ríos-Touma, coautora y ecóloga de ríos, explica que los constantes derrames de petróleo en el país –se han contabilizado 12 mensuales, en promedio– pueden resultar en que el crudo pesado se deposite en zonas de deposición natural de los ríos y que se removilice cuando el nivel de agua aumenta, poniéndolo a disposición de la cadena trófica. Mientras tanto, la minería ilegal aluvial ocasiona dos fuentes de contaminación. La primera se da al remover los suelos y, en consecuencia, liberar los metales pesados que guarda. La segunda sucede cuando después de usar elementos como el mercurio para extraer oro, estos se descargan en los ecosistemas acuáticos, contaminándolos.
“Nuestra intención no es generar alarma, pero sí tenemos que considerar estrategias para que la gente pueda consumir pescado sin que eso implique un riesgo”, advierte Echevarría.
Falta gestión de las cuencas amazónicas

El artículo forma parte del proyecto “Evaluación de contaminación de ecosistemas acuáticos y peces” que lleva a cabo la UDLA y WWF Ecuador, con colaboración del Instituto Nacional de Biodiversidad (INABIO). El proyecto tiene varios ejes, incluyendo el análisis de la presencia de metales pesados en pesquerías, sedimentos, agua y seres humanos. En un estudio anterior, el equipo liderado por Echevarría encontró que 15 especies de peces –que forman parte de la pesca de subsistencia de comunidades indígenas asentadas en los ríos Napo, Aguarico y Pastaza– exhibieron concentraciones de metales pesados por sobre los estándares recomendados por la OMS.
“El proyecto surgió por el interés de las comunidades, por la preocupación que tienen por su salud, sobre todo por los derrames constantes”, cuenta la científica de la UDLA. Las comunidades kichwas Limoncocha y Pañacocha, asentadas en el río Napo, y la comunidad siona Sototsiaya, la comunidad a’i kofán Sábalo y la comunidad kichwa Zancudo Cocha, asentadas en el río Aguarico, forman parte del proyecto.
Para Ríos-Touma, el artículo más reciente muestra que no solo las comunidades ribereñas que dependen del agua de los ríos y que basan su alimentación en la pesca están expuestas a la ingesta de metales pesados, sino que los consumidores en las ciudades también lo están. “La forma de gestionar eso y los riesgos a la salud es tomarse en serio la gestión de las cuencas amazónicas”, dice.

En términos generales, hacen falta estudios que establezcan líneas base en temáticas como diversidad, poblaciones por especies, ciclos biológicos y comportamiento. Con esta información, explica la ecóloga de ríos, se pueden establecer regulaciones a la pesca, para no afectar a las poblaciones, y medidas de manejo para la conservación.
“La actividad pesquera comercial no es muy intensa en la Amazonía ecuatoriana, pero existe, por eso hay que generar incidencia para regularla”, concuerda Pedro Jiménez, biólogo de la conservación y especialista en biodiversidad de peces. Jiménez adelanta que a través de distintas organizaciones no gubernamentales, expertos están convocando desde la Amazonía al Instituto Público de Investigación de Acuicultura y Pesca, que hasta ahora ha concentrado sus operaciones en la costa ecuatoriana.
Jiménez señala que también hacen falta estudios de la presencia de metales pesados de manera natural en los ecosistemas para conocer a ciencia cierta cuál es el aporte artificial, es decir, de actividades como la hidrocarburífera o la minera. No obstante, no descarta que sea cual sea la fuente, si es que las concentraciones exceden los umbrales recomendados, es aconsejable disminuir el consumo, principalmente, de grandes depredadores.
Nuevos resultados

El estudio encontró que las especies de bagres grandes mostraron mayores concentraciones de arsénico y mercurio. Los bagres de tamaño mediano acumularon mayores concentraciones de cadmio, níquel, aluminio y plomo. Los bagres pequeños tuvieron mayores concentraciones de hierro, cromo, cobre y manganeso.
Los científicos encuestaron a los vendedores y a los pescadores del mercado del Coca para conocer el río de origen de los pescados y encontraron que los ejemplares de las 17 especies recolectados provenían del Putumayo, Payamino, Aguarico y Napo.
Los peces del río Payamino tuvieron mayor concentración total de metales traza. Esto podría estar vinculado a la minería ilegal río arriba en el Punino, un afluente del Payamino, donde 1422 hectáreas fueron devastadas hasta junio de 2024. “El tamaño menor del río Payamino puede contribuir a la mayor bioacumulación observada de elementos traza en pescado, específicamente de hierro, cadmio, cobre, cromo y manganeso”, escribieron los investigadores. En comparación, señalaron, los grandes canales de los ríos Napo y Aguarico diluyen los elementos, favoreciendo las concentraciones bajas observadas en estos ríos.

A los autores les asombró que todos los ejemplares recolectados del río Payamino eran de la especie Pimelodus jivaro, la más pequeña observada en el estudio. “Esto significa que los peces pequeños pueden bioacumular y magnificar elementos traza potencialmente peligrosos”, señalaron en la publicación.
El estudio solo recolectó datos durante la estación húmeda, en marzo y agosto, pero, advierten los autores, la concentración de metales traza podría ser más alta durante la estación seca. Además, para algunas especies, el tamaño de la muestra fue muy limitado, por lo que es necesario realizar estudios adicionales con muestras más grandes y a lo largo del tiempo.
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El riesgo de consumir estos peces
El artículo también incluyó una evaluación de riesgos para determinar la probabilidad de desarrollar enfermedades, tanto las que causan cáncer como las que no, debido a la exposición a corto y largo plazo de metales traza. “El mercurio afecta al sistema nervioso, el cadmio y el cromo pueden afectar al sistema digestivo”, dice Echevarría.

Usaron dos estándares de dosis de referencia oral o límites a la exposición oral diaria en la población humana para cada elemento. El primero, más laxo, incluye las recomendaciones de organismos como la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) y la OMS. El segundo estándar, más estricto, se basa en las dosis de referencia de la EPA. Por ejemplo, el primer estándar recomienda un consumo de hasta 0.3 mg diarios de plomo, mientras que la EPA no ha establecido una dosis de referencia, ya que considera que ninguna concentración de plomo es segura.
Los resultados señalaron que todas las especies de pescado analizadas excedieron los límites recomendados para arsénico, mercurio y plomo, tanto para la exposición a corto como a largo plazo, según ambos estándares. El plomo también superó la dosis de referencia para todas las especies, según el estándar dos. Una especie, Pimelodina flavipinnis, también superó los límites de aluminio en ciertos escenarios.
Al comparar la ingesta estimada con los umbrales de seguridad, se encontró que las concentraciones de arsénico y mercurio representan un riesgo potencial para la salud no cancerígeno. Al medir el Índice de peligro, que indica la necesidad de tomar medidas para reducir el riesgo de efectos no cancerígenos, se encontró que los grandes bagres del género Brachyplatystoma y la especie Pinirampus pirinampu tuvieron el riesgo más alto en todos los escenarios. Las simulaciones de Monte Carlo indicaron que el riesgo de desarrollar enfermedades no cancerígenas es de moderado a alto con todas las especies.

La evaluación del riesgo de cáncer asociado a un solo carcinógeno encontró que, individualmente, el arsénico y el cromo representan un riesgo potencial de desarrollar enfermedades carcinógenas. Mientras tanto, la evaluación de riesgo de cáncer asociado a la exposición a múltiples sustancias halló que el arsénico fue el elemento que más contribuyó al riesgo.
Por el momento, el grupo de científicos está desarrollando un nuevo estudio que analiza los patrones de acumulación en distintas especies, con el fin de conocer qué pescados pueden representar un mayor riesgo para la salud de las personas. También se están realizando análisis detallados por grupos de edades en humanos, para corroborar quienes son más vulnerables a la exposición de metales pesados. No obstante, la especialista adelanta que a menor peso, la afectación puede ser mayor, por eso la niñez es el grupo de mayor preocupación.
“Es triste y sobre todo preocupante, pero tenemos la responsabilidad de dar información a las comunidades participantes para que puedan tomar decisiones informadas –dice Echevarría– Ese es uno de los principales motivos para continuar con el proceso”.
REFERENCIA
Echevarría Díaz, G.E., Sánchez Orellana, F.R., Yunda Vega, R.E., Valdiviezo-Rivera, J.S., & Ríos-Touma, B.P. (2025). Trace Metal Contamination in Commercial Fish from the Ecuadorian Amazon: Preliminary Health Risk Assessment in a Local Market. Fishes.
Foto principal: los científicos compraron pescado de 17 especies diferentes para su análisis. Foto: cortesía Analía Torres / WWF Ecuador