- Los ríos voladores son un fenómeno natural del transporte y reciclaje de agua que se traslada desde el océano Atlántico hacia el oeste.
- Un estudio del Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP) explica que la deforestación causada en la Amazonía está alterando el tránsito de los ríos voladores.
- Según la investigación, las zonas más propensas al punto de inflexión —cuando la Amazonía se convierte en sabana— son el sudeste de la Amazonía peruana y el norte de la Amazonía boliviana.
- El Parque Nacional del Manu, en Perú, figura entre los lugares con mayor vulnerabilidad en la Amazonía de ese país.
La selva amazónica entre Perú y Bolivia es la más vulnerable a un posible punto de inflexión o punto de no retorno, es decir, a la posibilidad de dejar de ser selva tropical y convertirse en ecosistemas de sabana más secos. Este riesgo se debe a la alteración que están sufriendo los denominados ríos voladores, un fenómeno natural del transporte y reciclaje de humedad aérea que se traslada desde el océano Atlántico hacia el oeste y en ese camino deja caer el agua sobre los bosques amazónicos.
Así lo explica un reciente análisis elaborado por el Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP por sus siglas en inglés) —un programa de la organización Amazon Conservation—, en el que se detalla cómo actúan los denominados ríos voladores o ríos aéreos. Este transporte del agua del Atlántico a través de la Amazonía, donde cae para luego ser reciclada a través de la transpiración de los bosques, se está viendo afectada por la deforestación y degradación de la Amazonía brasileña. Esto está alterando el ciclo hídrico en los bosques.

Para Perú y Bolivia el agua de lluvia que reciben sus bosques provienen de los ríos voladores. “Los bosques en la Amazonía peruana reciben el 100 % de la lluvia del océano Atlántico y de esa cantidad, el 50 % depende del reciclaje de esta lluvia en el bosque”, explica Matt Finer, investigador senior y director científico del Programa MAAP, durante su presentación en el AmazonTEC 2025 que se realizó en Lima, Perú.
Finer se refiere al punto de no retorno —tipping point— que según los científicos Thomas Lovejoy y Carlos Nobre se alcanzará cuando la Amazonia pierda entre el 20 y 25 % de su cobertura forestal. Sin embargo, en el análisis publicado por MAAP se explica que “hay pocas pruebas de que exista un único punto de inflexión en todo el sistema; en cambio, algunas zonas específicas de la Amazonía pueden ser más vulnerables”.
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Los riesgos en Perú y en el Parque Nacional del Manu
“Los ríos voladores mueven el agua en la Amazonia, hacen llegar la lluvia, levantan agua de la evapotranspiración de los árboles y lo reciclan en su camino del este al oeste de la cuenca amazónica. Ese movimiento de agua es fundamental para estabilizar el clima en la Amazonía y contribuye a la estabilidad climática global”, explica Corine Vriesendorp, directora de Ciencia en Conservación Amazónica (ACCA), para destacar por qué son importantes los ríos voladores.
Vriesendorp también explica que se trata de un sistema interconectado. “El punto de inflexión es un proceso a nivel de la cuenca, o sea, tenemos que detener la deforestación en toda la Amazonía para evitar el punto de inflexión, cuando la selva húmeda amazónica se seca y se comienza a convertir en sabana”, aclara.

El informe de MAAP también explica que los ríos aéreos son las vías preferenciales a largo plazo y a gran escala de los flujos de humedad que impulsan la gigantesca bomba biótica de humedad que comienza con el líquido transportado desde el océano Atlántico tropical y ayuda a empujarla hacia el oeste.
El estudio también señala que este fenómeno tiene “implicaciones transfronterizas, ya que las acciones que se llevan a cabo en el país del este pueden tener un impacto en el país del oeste situado a favor del viento de la cascada de humedad”. Por ejemplo, refiere el estudio que “la deforestación en el este de Brasil puede afectar negativamente al flujo de humedad que se dirige a Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, incluidas las montañas tropicales andinas”.
Además, considerando que “el reciclaje de la humedad también continúa más allá de las fronteras de la Amazonía, también puede haber repercusiones en las zonas agrícolas del sur de Brasil, Paraguay, norte de Argentina y norte de Colombia”.
Finer reafirma este hallazgo y asegura que el suroeste de la Amazonía, es decir, el sur de Perú y el norte de Bolivia, es la parte más vulnerable. “Esta es la parte de la Amazonia que está más lejos del océano y depende más de este sistema de reciclaje. Y el Parque Nacional del Manu está en el centro de esta zona más sensible”.
“Perú puede tener el Parque Nacional del Manu muy bonito, bien conservado, pero en 10, 20, 50 o 100 años se puede perder el Manu porque no va a tener suficiente agua. Es una nueva forma de pensar la conservación. Se necesita cuidar los bosques, pero también coordinar con Brasil para asegurar que la fuente de agua no se rompa”, asegura Finer.

Vriesendorp también menciona el riesgo que significa para el Parque Nacional del Manu, y para todo el sureste de Perú y el norte de Bolivia, una reducción drástica en la cantidad de lluvia. “Los hábitats que vemos actualmente en el Manu —incluyendo selva húmeda y bosques de nubes— evolucionaron con las precipitaciones más altas en la cuenca amazónica. Una reducción en las lluvias podría ocasionar cambios grandes en esos hábitats y las especies asociadas a ellos. Es clave tener un monitoreo en tiempo real de la precipitación y el ciclo de agua en el Parque Nacional del Manu y sus alrededores para entender qué tan rápido vienen estos cambios”, agrega.
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Los problemas para Bolivia
Marlene Quintanilla, directora de Investigación y Gestión de conocimiento de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN) de Bolivia, menciona que sin el proceso de los ríos voladores las regiones y países, como Bolivia, alejados de las costas y del mar, serían mucho más áridos y dependerían únicamente de la humedad costera. “Gracias a la acción de los árboles amazónicos, que bombean y liberan agua constantemente, se mantiene el equilibrio hídrico y climático de gran parte de Sudamérica, sosteniendo ríos, ecosistemas y actividades humanas a lo largo del continente”.
Quintanilla también explica que cada árbol en la Amazonía puede bombear hasta mil litros de agua por día hacia la atmósfera. Por ello, la pérdida de cobertura forestal debido a la deforestación reduce significativamente la cantidad de humedad disponible en el aire, afectando el ciclo del agua en toda la región.

Según Quintanilla las regiones más afectadas en Bolivia en términos de disponibilidad de agua y que podrían acercarse a un punto de inflexión son los Andes, los Valles y la Chiquitanía. “La reducción de la humedad atmosférica —provocada por la deforestación, las quemas y los incendios en la Amazonía— ha disminuido la cantidad y regularidad de las lluvias. Sumado al incremento de la temperatura promedio —alrededor de 1° C en los últimos 20 años— está generando un estrés hídrico sin precedentes”.
En la zona andina, este fenómeno se evidencia en la reducción de los glaciares y la disminución de cuerpos de agua que abastecen a poblaciones y ecosistemas, agrega la experta de FAN, mientras que en la Chiquitanía, además de la pérdida de fuentes de agua, la falta de lluvias ha provocado sequías severas, con pérdidas económicas en la producción agropecuaria y escasez de agua para el consumo humano. Asimismo, la reducción de lluvias en la Amazonía boliviana está afectando los ciclos fenológicos de especies como la castaña, el asaí y otros frutos silvestres, impactando directamente en la seguridad alimentaria y económica de cientos de comunidades locales.
“Cuando disminuye la humedad generada por los bosques amazónicos de Brasil —que se combina con la humedad proveniente del Atlántico—, las lluvias en países como Bolivia y Perú se debilitan. Esto rompe el equilibrio natural del ciclo hídrico, ya que los flujos de vapor que normalmente se desplazan hacia el oeste y alimentan la Amazonía sur peruana y boliviana se ven interrumpidos”, explica la experta de FAN. “La pérdida de árboles en el este del continente impacta directamente los procesos de lluvia y disponibilidad de agua en el oeste”, reafirma Quintanilla.
En el estudio también se especifica cómo la deforestación en ciertos sectores de la Amazonía afecta a otras zonas, además de cómo funcionan los flujos de humedad tanto en la temporada húmeda como en la temporada seca.
Durante la temporada húmeda —enero y febrero— gran parte del flujo de humedad atraviesa el bosque primario continuo del norte de la Amazonía, se explica en el estudio. “La humedad atraviesa predominantemente zonas no deforestadas del norte de Brasil, Guayana Francesa, Surinam, Guyana, Venezuela, el sureste de Colombia y el norte de Perú”.

Sin embargo, durante la estación seca —julio y agosto— y en la estación de transición —septiembre y octubre— los ríos voladores atraviesan varios frentes importantes de deforestación en la Amazonía central.
El informe también señala que durante la estación de transición de seca a húmeda, el sur de la Amazonía presenta valores generales de evapotranspiración más bajos. En esta temporada, además, el transporte de humedad hacia el suroeste de la Amazonía pasa por grandes áreas deforestadas, por tanto, y según estudios recientes, “los principales patrones de flujo de humedad pueden verse alterados a escala continental debido a la deforestación”. El resultado podría ser una reducción del transporte de humedad desde el Atlántico hacia el continente y “retrasos en el inicio de la temporada húmeda debido a la deforestación en la Amazonía y al cambio climático”.
“Imagina miles de kilómetros desde el Atlántico hasta la cordillera de los Andes donde se generan muchas lluvias” por los ríos voladores, pero “cuando quitas el bosque en Brasil, se detiene ese motor. Eso es lo que está pasando y es la gran preocupación”, agrega María Elena Gutiérrez, directora ejecutiva en Conservación Amazónica (ACCA).
Matt Finer agrega que es importante cuidar los bosques, pero también coordinar con Brasil para asegurar que el flujo de agua no se detenga. “Este flujo tiene que cruzar cuatro o cinco frentes de deforestación en Brasil y también frentes de fuego causado por los incendios forestales”.
Imagen principal: vista aérea de la deforestación en el Bosque Nacional Jamanxim, en Pará, Brasil. Foto: cortesía PARALAXIS / Shutterstock.com