- Entre 1995 y 2025 se registraron 85 varamientos de manatíes, una especie en peligro de extinción, y solo cuatro han sido rescatados, rehabilitados y devueltos al mar.
- Mongabay Latam acompañó una expedición científica para monitorear a Lupita, liberada en 2021, y continuar con el censo iniciado en 2022, que busca saber el tamaño de la población.
- Hasta el momento, el número censado es de 45 manatíes aunque se estima que la población podría rondar los 100 individuos.
- Aunque los científicos han podido observar crías, advierten que es necesario realizar más monitoreos para saber si se producen más nacimientos que muertes.
Una malla separaba del mar abierto a tres manatíes del Gran Caribe. Los animales que la ciencia llama Trichechus manatus manatus habían sido apodados Juana, Pepe y Lupita por los investigadores que los rescataron. Durante años nadaron en 600 metros cuadrados de corral construido en Bayahíbe, en una bahía artificial conectada al mar en República Dominicana, hasta que el 27 de junio de 2021 fueron liberados.
El rescate de Pepe y Juanita fue en 2005, a pocas semanas de haber nacido. Pepe apareció malherido en la costa de Haina, un municipio industrial al oeste de Santo Domingo, mientras que Juanita fue encontrada en Bayahíbe, en el sureste del país, tras haber sido apuñalada por un pescador. En 2018 llegó Lupita, una cría huérfana hallada en Luperón, Puerto Plata, en la costa norte del país. Los tres manatíes fueron exhibidos al público durante años en condiciones precarias, con la promesa de que un día serían liberados.
La promesa tardó más de una década en llegar. Ese día, bajo el sol del Caribe, los técnicos de la Fundación Dominicana de Estudios Marinos (Fundemar), el Ministerio de Medio Ambiente y el Acuario Nacional cortaron las sogas del corral y abrieron la red. Desde entonces, la historia de estos tres manatíes ha marcado el rumbo de la conservación de esta especie en República Dominicana. Se trata del único mamífero marino del país en Estado Crítico según la Lista Roja de Especies en Peligro de Extinción de La República Dominicana y considerada En Peligro por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN)
De acuerdo al Acuario Nacional de Santo Domingo, entre 1995 y 2025 se registraron cerca de 85 varamientos de manatíes, pero hasta ahora solo cuatro han podido ser rescatados, rehabilitados y devueltos al mar. Crías como Jean Pedro, rescatado en 2023, siguen este camino y están programadas para regresar al mar en 2026.
En julio de 2025, Mongabay Latam acompañó a Fundemar en una expedición para conocer los esfuerzos de conservación de la especie y monitorear a Lupita, la única manatí que aún vive de los tres que fueron liberados en 2021.

Durante varios días, un equipo periodístico acompañó a Rita Sellares, directora ejecutiva de Fundemar, la encargada de megafauna Rachel Plekaniec y los técnicos Michael del Rosario y Rayner Rodríguez. La expedición, que combinó búsqueda, monitoreo, fotoidentificación en Bayahíbe y Samaná, confirmó el buen estado de salud de Lupita y logró monitorear y fotografiar manatíes en El Portillo, al noreste de la isla, que son parte de una importante población residente de esta zona costera amenazada por el inminente desarrollo inmobiliario de los últimos años.
Bayahíbe: navegando con Lupita
El reloj marcaba las ocho de la mañana cuando el equipo se embarcó en Bayahíbe, a unos 120 kilómetros al este de Santo Domingo, a bordo de la embarcación Calypso. El objetivo era localizar a Lupita, la manatí más famosa de República Dominicana.
En los últimos años, a Lupita se le ha visto entre la costa de Boca de Yuma, pero en los meses recientes se ha mantenido frente al pueblo de Bayahíbe y las zonas aledañas donde convive con otros manatíes silvestres, algunos identificados por Fundemar como Romeo, Sireni, Rosita y Remi, con su cría, Esperanza. Pero Lupita muestra un comportamiento diferente a los demás: se acerca a las embarcaciones, interactúa con los capitanes y come en zonas someras. Esto, advierte Rita Sellares, es un efecto de su largo cautiverio que la acostumbró a los humanos.
Así que luego de un tiempo tratando de ubicar a Lupita, los científicos supieron que era ella cuando vieron a un manatí cerca de los turistas. Su comportamiento la delató. A diferencia de los manatíes silvestres, que pueden llegar a mostrar cierta curiosidad por los humanos, Lupita busca interacciones más cercanas y prolongadas.
“Ahí está”, dijo Rachel Plekaniec, señalando un bulto oscuro moviéndose lentamente bajo la superficie. El equipo se lanzó al agua sin hacer ruido. Desde abajo, la silueta de Lupita se recortaba contra el fondo arenoso. Tiene la piel oscura, con cicatrices en la espalda y su cuerpo roza los tres metros. Arrancaba con su hocico las algas en las cuerdas y boyas que marcan el límite seguro para los bañistas, pero al notar la presencia de los científicos, giró y nadó tranquilamente hacia las aguas abiertas en dirección a Bayahíbe.

Sellares y Plekaniec la siguieron hasta aguas más claras para evaluar su estado. En pleno nado, Lupita se detuvo un momento entre las dos científicas que tuvieron el tiempo de confirmar que la manatí está en aparente buen estado de salud y sin cicatrices recientes. Luego, Lupita se dirigió frente al pueblo donde acostumbra estar tranquila entre las embarcaciones y las personas que, frecuentemente, le arrojan comida, le dan de beber agua dulce y la acarician. Esta escena —una manatí desplazándose tranquilamente entre la gente— es a la vez una esperanza y una amenaza: demuestra que la reintroducción funciona, pero también que los animales siguen asociando a las embarcaciones y personas con alimento y protección, explican las especialistas.
Esa cercanía acabó con la vida de Pepe. El manatí que fue liberado en 2021 junto con Lupita falleció en septiembre de 2023 en el río Cumayasa, en La Romana, luego de ser impactado por una embarcación que le provocó fracturas en las costillas y la perforación de un pulmón. Juanita, la tercera manatí liberada, murió en 2022 en el río Ozama por causas naturales. La necropsia reveló que sufrió un infarto y un bloqueo en la arteria pulmonar, aunque también detectó la presencia de plásticos en su sistema digestivo.
“Pepe falleció atropellado porque estaba muy cerca de una embarcación. Eso demuestra que la humanización es peligrosa”, dice Sellares. De hecho, Lupita también exhibe marcas de accidentes.
Dar de comer o beber a un manatí, especialmente si ha estado en rehabilitación, puede ser muy perjudicial para su supervivencia, explica la experta. Estos animales necesitan mantener comportamientos naturales de búsqueda y consumo de alimento en el medio silvestre. Al asociar a las personas con una fuente fácil de agua o comida, desarrollan dependencia y pierden habilidades críticas de subsistencia. Además, esta interacción aumenta el riesgo de que se acerquen demasiado a embarcaciones o zonas pobladas, exponiéndose a choques con lanchas, redes de pesca o incluso actos de violencia.
Durante la navegación, las científicas pudieron comprobar que si bien una resolución de 2021 limita la velocidad de las embarcaciones en áreas de buceo, muchas lanchas de excursión van a toda velocidad. La falta de cumplimiento de esta norma es una de las principales amenazas para la especie, advierten.

En 2024, Fundemar participó en un proyecto para grabar llamadas de manatíes con hidrófonos. El análisis permitirá identificar patrones de comunicación y evaluar si los animales reaccionan a motores de embarcaciones.
Samaná: rastreando sombras en aguas esmeralda
Después de Bayahíbe, la expedición se trasladó por carretera a la costa norte de la península de Samaná, uno de los hotspots de manatíes identificados en el censo nacional de 2022. Aquí, el objetivo fue monitorear y continuar con la fotoidentificación de los manatíes que se desplazan en las praderas marinas, los manglares y las aguas tranquilas entre El Portillo y playa El Limón, unos seis kilómetros de costa con poco desarrollo y presencia humana.
Desde El Portillo, el drone recorrió la costa a unos 120 metros de altura. La claridad del agua permitió observar varios parches de coral y de pradera marina. A 2.5 kilómetros del punto de despegue, el dron detectó cinco manatíes, entre ellos, una cría realizando un comportamiento poco documentado: tres de ellos, incluido el pequeño, comían algas a muy poca profundidad, sobre formaciones coralinas degradadas.
La presencia de crías confirma la reproducción en libertad, un indicador alentador para Sellares: “Vemos crías, tenemos más avistamientos. Eso nos da esperanza de que la población aumente”. Pero advierte que los nacimientos deben superar las muertes para revertir el estado crítico de la especie.
Samaná también muestra la importancia de la conexión genética entre poblaciones. Los hallazgos preliminares de una investigación apuntan a que algunos manatíes se desplazan desde Jamaica o el continente, pasando por República Dominicana y Haití, en busca de intercambio genético. El proyecto es desarrollado por ClearWater Marine Aquarium Research Institute (CMARI), una organización estadounidense dedicada a la investigación, rehabilitación y conservación de mamíferos marinos, incluidos los manatíes, y que tiene proyectos en el Caribe para entender la ecología, movimientos y amenazas de estos animales. Muestras genéticas obtenidas de animales liberados y cadáveres fueron enviadas a laboratorios internacionales para estudiar la conectividad con poblaciones de Florida y México.

Al tercer día de expedición el escenario cambió. El equipo se dirigió a playa El Astillero, un lugar que hace dos años fue noticia tras denuncias por supuesta tala ilegal de manglar y del uso de herbicidas, hechos que están siendo investigados por el Ministerio Público. Cuando las científicas y los técnicos llegaron al lugar, el agua estaba turbia y revuelta por sedimentos, afirman. Además, la pradera marina no solo estaba fragmentada sino que había perdido su verdor. “Aunque aún no se ha identificado la causa, el deterioro evidente merece atención urgente”, advierte Sellares.
Si bien la visibilidad era limitada debido a la turbidez del agua, la silueta gris de un manatí adulto se deslizaba lentamente y desaparecía en lo que alguna vez fue un exuberante arrecife.
Los datos recolectados –imágenes aéreas, fotografías subacuáticas y notas de campo– serán analizados en Fundemar para actualizar el registro de individuos y cuantificar la población de manatíes.
La difícil tarea de censar manatíes
Tras la liberación de Juana, Pepe y Lupita, los científicos se dieron a la tarea de actualizar el censo nacional de manatíes que se había realizado por última vez en 1977, cuando se estimó una población de 44 individuos.
En 2022 los técnicos recorrieron gran parte de los 1500 kilómetros de costa que tiene el país, utilizando drones y un avión. Detectaron al menos 45 individuos. En mayo de 2023, el avión volvió a volar 1150 kilómetros de litoral y registró 41 manatíes.
Ese año, los científicos también comenzaron a fotografiar con drones los dorsos, colas y rostros de los manatíes para crear un catálogo que permita distinguir individuos por sus cicatrices y marcas únicas. La iniciativa es participativa: invita a pilotos y aficionados a enviar imágenes para ampliar la base de datos. Sellares reconoce que identificar manatíes no es tan sencillo como identificar ballenas o delfines. “No tienen una aleta con muescas [marcas]; buscamos cortes o manchas puntuales en la piel que nos permitan diferenciarlos”.
En 2024, a partir de 180 horas de vuelo con drones, el proyecto logró consolidar un catálogo con 45 individuos reconocidos en distintas zonas costeras del país. Pero los científicos saben que muchos más manatíes pueden haber pasado desapercibidos. Por eso aplicaron un modelo estándar en estudios de fauna marina, que pondera factores como la extensión de praderas marinas —el principal alimento del manatí—, la claridad del agua y la cobertura de pradera observada durante el recorrido.

Con la metodología aplicada —registro de avistamientos aéreos y modelo estadístico que incorpora variables ambientales (manglar, pastos, profundidad, distancia a costa y a agua dulce)— se obtuvo una estimación puntual de 110 manatíes para todo el país. Esa cifra viene acompañada de un intervalo de 47 y 331 individuos, con 95 % de confianza. Esto indica el rango dentro del cual, con los datos disponibles, es más probable que se encuentre el tamaño real de la población si repitieran el muestreo muchas veces.
El rango tan amplio se debe a que los manatíes son difíciles de ver, viven en bajas densidades y los conteos desde el aire pueden fallar según el oleaje o la visibilidad. Por eso, 110 es la mejor estimación basada en el modelo, no un número exacto, advierten las expertas.
Sellares explica que aunque el número censado hasta ahora [45 manatíes] es modesto, “mantener la misma cantidad de animales desde la década de 1970 da esperanza. Pero necesitamos más censos para saber si hay más nacimientos que muertes”.
El censo del 2022-2023 también identificó al menos ocho hotspots distribuidos en la isla. Las imágenes de drones y vuelos mostraron que los animales se concentran en Estero Hondo, Samaná, Puerto Plata, Montecristi, Punta Cana, San Cristóbal, Azua, Pedernales y Barahona. Además, el uso de rastreadores GPS en los manatíes liberados permitió conocer patrones de movimiento: Juanita recorrió más de 100 kilómetros y exploró ríos urbanos; Lupita se desplaza entre Bahía de Bayahíbe y Boca de Yuma; Pepe pasó 10 meses en el río Chavón antes de integrarse a la costa. Estos datos orientan dónde enfocar acciones de protección y muestran que la especie utiliza tanto estuarios como arrecifes.

La principal amenaza para los manatíes
Entre junio de 2022 y septiembre de 2023 murieron nueve manatíes —seis adultos y tres crías—, lo que constituye un golpe para una población tan reducida.
De las 71 muertes registradas entre 1995 y 2023, el 65.7 % fue por causas indeterminadas. Según Fundemar, esto refleja las limitaciones para atender muchos varamientos —por falta de personal y recursos— y para realizar a tiempo las necropsias necesarias para establecer la causa de muerte.
Sin embargo, de los casos que han podido ser esclarecidos, la caza representa un 9 %, la pesca incidental otro 9 %, y las colisiones con embarcaciones un 4.5 %, según datos del Acuario Nacional y Fundemar. A esto se suman un 10.4 % de muertes naturales y un 1.5% atribuido a enfermedades. En conjunto, estas cifras muestran que, aunque la falta de información impide precisar la totalidad del panorama, las actividades humanas siguen siendo la mayor amenaza para la especie en el país.
Otra amenaza es la contaminación. En los últimos años, los científicos han documentado manatíes bebiendo agua dulce en la desembocadura de ríos muy contaminados, por lo que no se descarta que algunas muertes estén relacionadas con la exposición a químicos y metales pesados.
La falta de financiamiento sostenido también pesa. “El estudio de mamíferos marinos es costoso. Uno de los principales retos es conseguir recursos para mantener los programas de forma permanente”, explica Sellares. Aunque la organización cuenta con apoyo financiero privado y público ligado a programas internacionales de conservación, la directora advierte que para proteger una especie en estado crítico se requiere “un proyecto permanente en el tiempo, no algo puntual”, y que la conciencia social es clave para reducir incidentes de pesca ilegal y turismo irresponsable.
Es por eso que la educación ambiental y la sensibilización es fundamental en el trabajo que realizan los científicos impartiendo talleres a guardaparques, pescadores y capitanes de embarcaciones para que distingan a la especie y adopten medidas de protección.

En la actualidad, aunque la especie está contemplada dentro de las iniciativas de conservación de fauna marina que impulsa el Ministerio de Medio Ambiente, no existe un programa estatal exclusivo para la conservación del manatí, aseguraron desde el Acuario Nacional. Sin embargo, eso estaría por cambiar puesto que ya se cuenta con un borrador del Plan Nacional de Conservación del Manatí, elaborado con el acompañamiento de The Nature Conservancy (TNC) y el Ministerio de Medio Ambiente, junto con el Acuario Nacional, la Autoridad Nacional de Asuntos Marinos.
De acuerdo con Sellares, el proyecto de reintroducción a la naturaleza de Juana, Pepe y Lupita creó una conciencia nacional.
Después vendrían historias más alentadoras, como la de Cieneguilla, una cría de manatí encontrada por pescadores en el suroeste. Gracias a la capacitación comunitaria se activó de inmediato un protocolo de rescate y un dron fue desplegado para rastrear al animal. El aparato permitió localizar a la madre y guiar a los técnicos para lograr la reunificación en menos de 48 horas. Este caso se convirtió en un hito al demostrar cómo la tecnología y la participación local pueden marcar la diferencia en la conservación del manatí del Gran Caribe.
El programa de rescate y rehabilitación de Fundemar también incluye un protocolo de evaluación para determinar si un animal está vivo o muerto, darle atención inmediata y, si es que logra sobrevivir, trasladarlo al Acuario Nacional hasta su reintroducción.
Personal del Acuario explicó a Mongabay Latam que dispone de la infraestructura y un equipo técnico capacitado para responder a casos de varamientos. “A pesar de las limitaciones, hemos mejorado el tiempo de respuesta”, aseguran.
Además, indicaron que se está incrementando la inversión en recursos logísticos, transporte y equipos especializados de monitoreo. También aseguraron que están ampliando la participación comunitaria y regional para fortalecer los sistemas de alerta temprana y garantizar respuestas más rápidas y efectivas.
Fundemar y el Acuario Nacional han capacitado a comunidades costeras con las informaciones básicas de la especie y el protocolo de atención a manatíes varados. Para ello se han distribuido kits de emergencia que contienen guantes, sogas, cintas de señalización, mantas húmedas y guías impresas con los pasos básicos de intervención. Estos insumos permiten que pescadores, líderes comunitarios y autoridades locales actúen de inmediato mientras llega el personal técnico especializado, aumentando las posibilidades de supervivencia de los individuos vivos y asegurando que las maniobras se realicen de forma estandarizada.
Imagen Principal: Lupita fue liberada en 2021 tras años de cautiverio. Foto: Marvin del Cid