Un taladro resuena a través de estrechos túneles en lo profundo de la montaña, donde el minero Hugo Flores perfora la roca en busca de uno de los elementos más tóxicos de la Tierra.
Enterrado en franjas rojas de minerales, iluminadas por la linterna que lleva en su casco, se encuentra el mercurio.
Aquí, en las montañas cubiertas de pinos conocidas como la Sierra Gorda, una de las áreas con mayor biodiversidad de México, tiene lugar un “bum del mercurio”.
Los precios internacionales del oro están al alza, lo que ha impulsado el precio del mercurio, un metal tóxico clave en la minería ilegal de oro, hasta alcanzar máximos históricos.
Aunque la demanda desencadena una fiebre minera en el centro de México, que da sustento a miles de mineros y sus familias, también los expone a ellos y al frágil medio ambiente al envenenamiento por mercurio. Al mismo tiempo, este metal mexicano alimenta la minería ilegal de oro en Amazonía, contaminando grandes áreas y perjudicando a las personas y al medio ambiente.
Los esfuerzos globales para prohibir la minería de mercurio solo han hecho que el mineral de estas centenarias minas artesanales sea aún más buscado.
Imagen principal: mina Los Santos, al margen del río Estorax, actualmente en operación, una de las minas de mercurio que más contamina en la zona de Bucareli, Pinal de Amoles, Querétaro. Foto: cortesía Alejandro Saldivar / EIA
-Este artículo fue publicado por Megan Janetsky y Teresa de Miguel, en Associated Press