Las secuelas del mayor derrame que se haya registrado en el mar peruano son irreparables. Viajamos a Ventanilla para hablar con Miguel Angel Núñez, uno de los miles de pescadores afectados tras la emergencia. Hasta el momento, no ha logrado un acuerdo de compensación con Repsol, la petrolera responsable del vertimiento de 11 mil barriles de crudo.
Lejanos son los días en que Miguel Angel Núñez Cuba salía rumbo al mar desde su casa en Pachacutec, Ventanilla, a las cinco de la mañana, junto a tres de sus hijos mayores. La familia apresuraba sus pasos para aprovechar mejor el día y regresar con un ingreso económico que valiera la pena. Bahía Blanca o Santa Rosa eran usualmente las playas elegidas. Mientras uno de los hijos preparaba el desayuno, los demás lanzaban sus anzuelos o sus redes, dependiendo de la temporada. La pesca artesanal es un trabajo que Núñez aprendió de un vecino, cuando se mudó a Pachacutec hace casi 15 años.
Cerca de la orilla lanzaban el cordel con los anzuelos para obtener los 25 kilos de pescado que, por lo general, conseguían tras unas horas, y que luego llevaban a vender a otras personas de la zona por encargo. La modalidad de trabajo, llamada pesca de pinta, no era la única forma de laborar. “Uno de mis hijos también llevaba su traje de buzo, se sumergía y colocaba una cámara especial para capturar algunas especies. Entre todos jalábamos la malla que funcionaba de trampa. Cuando salía el pescado era una alegría”, cuenta.Los pescados iban llenando las jabas de la familia, listos para la venta.
Miguel Angel Núñez recuerda que cuando empezó en este oficio pescaba lorna y pejerrey, peces pequeños que habitan el Pacífico. “A medida que vas conociendo poco a poco aprendes de especies, vas innovando, buscas la rentabilidad del mercado. Entonces buscaba otras especies selectas: pintadilla, chita, lenguado, pejesapo, cangrejos, corvina”. Esta pesca selecta de peces considerados de calidad le permitió obtener, en un día, ingresos equivalentes a lo que conseguía durante una semana realizando otros oficios. Antes de dedicarle su vida al mar, Miguel Angel Núñez tenía un taller de carpintería y metales. En ese entonces, no imaginó que algún día sería líder entre un grupo de pescadores.
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