“Estamos en una bomba de tiempo”, es lo que dicen los habitantes de Negritos. Este lugar es la capital del distrito con más pasivos ambientales del Perú y el que tiene la mayor cantidad de desechos catalogados de alto riesgo. Encontramos que las casas y colegios están construidos sobre pozos petroleros mal abandonados. Lo más preocupante es que aún no empieza la remediación y el Estado no ha establecido quiénes son los responsables.
Vivir en una caldera
Desde su ventana, Félix Atoche advierte que la temperatura en su casa es insufrible y pide palpar las paredes del frontis a manera de experiencia inicial. Como al contacto con un revestimiento que ha sido atacado por el fuego, las manos arden al instante. El sol cae a plomo sobre Negritos, tanto que ni siquiera hay sombras en las calles. Atoche viste apenas shorts de tela y está descalzo. En la construcción de concreto donde vive hace tres años, el aire es tan espeso que el olor a gas parece haber quedado suspendido, detenido entre los muros que hierven. El techo de Eternit absorbe el calor, que luego cruza como flama hasta el piso de baldosas cuarteadas e infladas. Estamos en una bomba de tiempo. Es el mantra que repiten los vecinos de Villa Hermosa esta mañana de febrero.
Y Félix Atoche es uno de los que mejor lo entiende. Cuarenta y cinco años de trabajo en producción y perforación de pozos petroleros con fondos de 8 y 10 mil pies, como los que subyacen al territorio de Negritos, le inyectaron conocimiento en detalle.
“Abajo, la presión del gas se acumula y rompe el pavimento. Después el gas emana y viene el afloramiento de petróleo.Aquí todavía no han aparecido rastros de crudo, pero la fuerza que proviene desde el suelo con este calor hasta puede causar una explosión”, explica con una voz agitada que por momentos se desvanece.
Llevamos 40 minutos dentro. El calor taladra el cuerpo y obliga a huir hacia la calzada cada cuarto de hora. Hay que acoger los golpes de brisa y pasar de nuevo por el tiempo que se pueda resistir. Para las familias de Villa Hermosa es un efecto natural: nadie sin la costumbre en esta combustión que surge de lo profundo y que irrumpe desde el techo podría desarrollar una rutina doméstica con normalidad.
El lote situado a la izquierda pertenece a Miguel Quiroga y, más que un escenario repetido de sofocación y rajaduras, encierra lo que sería uno de los núcleos de origen para la calamidad creciente en Negritos. En una inspección, a fines de 2023, la empresa Sapet y el Organismo Supervisor de la Inversión en Energía y Minería (Osinergmin) detectaron un pozo mal abandonado a miles de pies debajo de su vivienda. La casa de la enfermera Milagros Ipanaqué está al frente de la de Quiroga, lo mismo que la de doña Isabel Curay, donde los pisos destrozados o con prominencias por la presión subterránea han tornado inhabitable la mitad del espacio. Al costado derecho, María Rojas y su esposo, Miguel Aguirre, también conviven entre las brechas que han dividido sus paredes. Todos, detrimentos propios de una zona que -resalta el antropólogo Mario Zúñiga- está inmersa en una seria crisis ambiental. Miguel Quiroga precisa que las grietas en los suelos de las casas vecinas son ramificaciones producidas por la fuerza del gas que brota del pozo hallado abajo de la suya.
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