Desde 2013, un proyecto que involucra a autoridades ambientales y a una organización de conservación está logrando mejorar la relación entre félidos y ganaderos en Costa Rica.
A través del uso de tecnología avanzada, capacitaciones y políticas de mejoramiento productivo en las fincas se ha reducido considerablemente la depredación del ganado y la cacería ilegal de jaguares y pumas.
Un mayor equilibrio
En la década de 1970, Juan Ramón Durán llegó a Guácimo con hacha en mano, dispuesto a convertir un trozo de selva en una finca de 50 hectáreas. Sin embargo, hace unos 20 años, cautivado por un nuevo espíritu de conservación, comenzó a reforestar las áreas junto a las quebradas y abandonó la caza. Aunque falleció hace cinco años, este espíritu conservacionista permeó en su hijo Wagner, quien heredó su finca, pero también esa capacidad de adaptarse y transformarse. Esta apertura al cambio facilitó su papel como pionero en la colaboración con Panthera dentro de su comunidad desde el 2017.
La productividad de los pastizales en la comunidad de Lomas Azules mejoró, y los finqueros recibieron capacitación en temas de ganadería en colaboración con la UACFel. El punto más “caliente” por depredación dejó de sufrir pérdidas económicas por esta causa.
Los buenos resultados que se empezaron a apreciar en las fincas permitieron que la comunidad Lomas Azules aceptara paulatinamente otras medidas de conservación. Se formó un comité de voluntarios para la vigilancia de los recursos naturales, para enfrentarse a retos como la cacería ilegal. “Cuando empezamos, teníamos identificados a 27 cazadores, y en este momento solo quedan cuatro, que son los que nos están dando guerra”, relata Wagner Durán.La disminución de conflictos con jaguar, el gran félido que mayor presencia tiene en esta zona del nororiente de Costa Rica,ha sido notable. En parte porque la recuperación de poblaciones de animales silvestres como tepezcuintles (Cuniculus paca) y cerdos de monte (Tayassu pecari) en los bosques aledaños, ha reducido la necesidad de los félidos de aventurarse en las fincas.
El Parque Nacional Tortuguero es conocido por la gran arribada de tortugas verdes (Chelonia mydas), que también sirven como una fuente de alimento para los jaguares. Sin embargo, fuera de la temporada de anidación de estos reptiles, los jaguares incursionan mucho más en los pastizales cercanos en busca de presas. Durán explica que las hembras, al buscar alimento para sus cachorros, son las más propensas a hacer estos ataques. A lo largo de su vida, ha conocido de al menos 40 jaguares cazados en su comunidad, y estima que nueve de cada diez eran hembras.
Probablemente, fue una hembra la que visitó su finca hace cuatro meses para sacar un ternero. Su predio tiene hoy 15 divisiones, tiene cercas eléctricas y hace un año adoptó búfalos de agua. ¿Por qué ocurrió este ataque si su ganado parece contar con todas las medidas de protección?
Durán cuenta que “los astros se alinearon” a favor de su visitante nocturno. Era febrero, una época en la que todavía no había tortugas en el parque, lo que aumentó la vulnerabilidad de su finca. Una de sus cercas principales se había roto y él olvidó revisarla. Además, había separado a los búfalos del resto del ganado y no los volvió a reunir. Durán es tajante al soltar una sentencia sin rencor: “Pasaron siete años, y solo tuve ese incidente con un jaguar; la culpa fue mía”.
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Imagen principal: Jaguar que fue reintroducido en 2021. Foto: Andrea Reyes/Jaguares en la Selva