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Sobreexplotada y mal gestionada: ¿puede Indonesia cambiar su pesca? (Parte III)

(Este artículo se publicó en Mongabay.org bajo el programa de reportaje especial Reporting Initiatives (SRI) program y puede ser publicado en su página web, revista, boletín o diario con las con las siguientes condiciones)


A tale of two fish: deep challenges ahead for Indonesia’s fishery managers

Part I – Cyanide fishing and foreign bosses off Sulawesi’s coast

Part II – Boom but mostly bust: fighting over sardines in Indonesia’s Bali Strait

Part IV – Seafood apartments and other experiments in fixing Indonesia’s fisheries



Si lo comparamos con los ministerios marítimos del resto del mundo, el Ministerio de Asuntos Marítimos y Pesca de Indonesia (MMAF por sus siglas en inglés) es un novato adolescente.




Este órgano rector se creó hace tan solo 13 años –algo sorprendente para un país formado por dos tercios de agua y donde muchos de los 250 millones de habitantes dependen de la pesca para su alimentación y sus ingresos.




¿Por qué ha hecho falta tanto tiempo para que los indonesios que se dedican a la pesca tengan su propio ministerio? Durante los 35 años de mandato del destituido dictador Suharto, todo el poder y el estatus se concentraron en la élite urbana y militar de Java. Las islas del exterior y los pueblos costeros, donde viven la mayoría de los marineros, permanecieron olvidados. En la actualidad, uno de cada dos indonesios vive con menos de dos dólares al día, según los cálculos del Banco Asiático de Desarrollo, y los más pobres viven en las regiones de los arrecifes de Maluku y Papúa.


Sin embargo, desde que la ola de descentralización se estableciera en la Indonesia post- Suharto, el recién estrenado MMAF ha intentado recuperar el tiempo perdido.




“Un
Un trabajador del ministerio de pesca del puerto de Muncar sostiene muestras de sardinas lemuru demasiado pequeñas en una visita a un cerquero que acaba de llegar a puerto. Copyright de la foto © 2014 Melati Kaye.

Hasta ahora, esta “descentralización” aplicada a la pesca se ha traducido en medidas como la de aumentar las patrullas del gobierno, que están abrumadas, con trabajadores contratados localmente; construir arrecifes artificiales en las zonas eliminadas; repoblar de almejas gigantes el fondo del mar; y ofrecer créditos a los pescadores para que construyan barcos más grandes y equipados con GPS que les permitan adentrarse en el Océano Índico y perseguir bancos de peces más grandes.




Todo es admirable, afirma la bióloga marina de la Universidad de Hong Kong, Yvonne Sadovy. Sin embargo, no es ni de cerca suficiente para llegar a la raíz de la crisis: la explotación de las especies y las prácticas medioambientalmente destructivas.


Sadovy, experta en los peces del arrecife del sureste asiático, está cansada de oír a los gobiernos de la región dar cualquier solución excepto la de una mejor gestión, afirmando que “la maricultura va a solucionar el problema. Las zonas marítimas protegidas van a solucionar el problema. Los corales artificiales y la repoblación van a solucionar el problema. Cualquier cosa menos una gestión sólida y de base”.



Aún así, Sadovy y otros expertos están convencidos de que solo un enfoque de gestión holístico y basado en el ecosistema podría restablecer la pesca de Indonesia para que fuera sostenible. El Ministerio está empezando a captar el mensaje, como se ha visto en una serie de iniciativas recientes de gran alcance que han emprendido con la colaboración de una ONG internacional.




Para atajar el problema de forma sistemática hace falta un proceso de tres pasos. Primero, el gobierno tiene que medir el alcance de la sobrepesca y la destrucción de hábitats con estadísticas de referencia fiables. A continuación, debería situar esas cifras en contexto con una comprensión más matizada de las diferentes interacciones entre especies en la red general de la vida oceánica. Por último, los directores deben diseñar límites de pesca prudentes y regulados de forma efectiva, además de zonas sin pesca.



Unos cerqueros emparejados arrastran las redes durante la noche en el Estrecho de Bali con ayuda de un barco atado a su lado. Los oficiales regionales del ministerio de pesca afirman que están intentando acabar con la práctica de unir distintas embarcaciones con una sola licencia. Copyright de la foto © 2014 Melati Kaye.
Unos cerqueros emparejados arrastran las redes durante la noche en el Estrecho de Bali con ayuda de un barco atado a su lado. Los oficiales regionales del ministerio de pesca afirman que están intentando acabar con la práctica de unir distintas embarcaciones con una sola licencia. Copyright de la foto © 2014 Melati Kaye.


Estos pasos son fáciles de enumerar, pero cada uno supone un desafío en sí mismo. Por ejemplo, pensemos en los datos de referencia sobre la importante pesca de sardinas en Indonesia que se centran en el puerto cerquero de Muncar, al este de Java. Para poder comprender realmente la población de sardinas, los investigadores tendrían que sondear el mar con localizadores y redes de muestra para los peces. Aún así, hasta ahora, investigaciones de campo como estas por parte del gobierno son más escasas en Muncar que el fenómeno de El Niño, que sucede como mucho una vez cada diez años.



Entre estos estudios tan intermitentes, los cálculos oficiales de la captura de sardinas dependen de los informes de los propios pescadores y de las porciones de pescado que los oficiales del puerto sacan de las cestas de sardinas dirigidas a las conserveras locales. De modo que si no pasa ningún taxista en bicicleta transportando pescado cerca de la oficina del puerto, nunca se llega a recontar el pescado.




Tampoco se recuentan los lábridos ni los meros que se pescan vivos y pasan rápidamente de los arrecifes de Sulawesi a los banquetes de Hong Kong. Según afirma Sadovy, a menudo se etiquetan como “pescado de roca” para evitar las restricciones en las importaciones.




Estas omisiones tienen importancia más allá de lo meramente económico. Sus amplios efectos en el conjunto de la compleja red de vida oceánica son igual de importantes: el segundo elemento del camino de tres pasos para conseguir una gestión sostenible de la pesca. Recortando la población de pescado morralla, como las sardinas, en la base de la cadena alimenticia, o de los “depredadores de la cima”, como el mero, los pescadores se arriesgan a desatar efectos en cadena en todo el ecosistema.




Unos 55 hombres tripulan las parejas de cerqueros en el estrecho de Bali. Después de que cada uno de ellos reciba una bolsa de plástico con su porción de la captura, se vende lo que queda a las conserveras. Copyright de la foto © 2014 Melati Kaye.
Unos 55 hombres tripulan las parejas de cerqueros en el estrecho de Bali. Después de que cada uno de ellos reciba una bolsa de plástico con su porción de la captura, se vende lo que queda a las conserveras. Copyright de la foto © 2014 Melati Kaye.


Por no mencionar los “daños colaterales” que sufre el medioambiente. El cianuro que se emplea para adormecer a los peces de los arrecifes y capturarlos con vida (por un precio más caro), también hace que las algas simbióticas que viven en el coral abandonen a sus huéspedes pólipos con caparazón.


Frenar estas técnicas de pesca tan destructivas en los ocho millones de quilómetros cuadrados de la zona exclusiva económica (ZEE) de Indonesia no es una tarea fácil y nadie lo sabe mejor que Johnny Banjarnahor. Es el líder de 27 patrullas marítimas contra la pesca ilegal del MMAF, componente clave para el cumplimiento de la ley como es la fase culminante del plan de tres pasos para la pesca sostenible.



“No tenemos suficientes barcas y las que tenemos son demasiado pequeñas”, suspira Banjarnahor. “Cuando el oleaje está tranquilo, vigilamos las aguas más allá de la ZEE en busca de traineras y palangreros extranjeros ilegales. Cuando el tiempo está revuelto, nos quedamos cerca de las islas, buscando a los que lanzan cianuro y bombardean el arrecife. No tenemos nada para combatir los barcos extranjeros más grandes que pueden adentrarse en el mar cuando el oleaje está revuelto, y los pescadores furtivos nacionales, que ya conocen nuestras barcas, desaparecen cuando nos acercamos”.



De manera que la propuesta contradictoria de dar a los pescadores nacionales barcos más grandes y de mayor alcance para que compitan con los intrusos internacionales es contraproducente según Jeremy Prince, jefe de científicos de la Nature Conservancy sobre evaluación en el recuento de peces.




En lugar de intentar “aumentar la producción de pescado construyendo más barcos”, afirma Prince, el único camino para Indonesia en estos momentos para mantener la captura a largo plazo es, paradójicamente, “si la cantidad de pesca se reduce y se permite que las poblaciones se recuperen”—el equivalente marítimo a los recortes de “austeridad” económica.


El pescado capturado con el uso de dinamita llega al puerto en Makassar, al sur de Sulawesi. La sabiduría local dice que hay claros signos del uso de dinamita como estómagos desgarrados y el color rojo en los ojos de los peces. Los pescadores que trabajan con bombas pueden capturar más pescado en mucho menos tiempo que los pescadores que trabajan con redes tradicionales o anzuelo y sedal. Copyright de la foto © 2014 Melati Kaye.
El pescado capturado con el uso de dinamita llega al puerto en Makassar, al sur de Sulawesi. La sabiduría local dice que hay claros signos del uso de dinamita como estómagos desgarrados y el color rojo en los ojos de los peces. Los pescadores que trabajan con bombas pueden capturar más pescado en mucho menos tiempo que los pescadores que trabajan con redes tradicionales o anzuelo y sedal. Copyright de la foto © 2014 Melati Kaye.



Prince admite que, al igual que sucede con la extendida austeridad económica, los recortes marítimos se conseguirían más fácilmente en épocas de bonanza que en tiempos de escasez.



“Es mucho más fácil de hacer cuando los pescadores son ricos y pueden sobrevivir un tiempo sin pescar o pescando menos, o cuando hay un sistema de bienestar fuerte”, apunta. “Pero no hay ningún gobierno democrático que pueda pedir a la gente que se muera de hambre para que haya más pescado en el futuro”.



Sin embargo, esta fue la propuesta principal que recibió el Centro de Investigación para la Gestión de la Pesca y la Conservación de Recursos del gobierno de Indonesia en su primera evaluación regional basada en el ecosistema, llevada a cabo el año pasado para el Estrecho de Bali en Muncar.



Purwanto, investigador veterano en el equipo de vigilancia del gobierno, no esconde el primer requisito del sector de la pesca de sardinas: “controlar el trabajo de pesca y desarrollar fuentes alternativas de ingresos durante los años de escasez”.



Este informe está guardado en la biblioteca del MMAF de Yakarta, donde proporcionará amplios puntos de discusión en las próximas negociaciones anuales sobre pesca entre las dos provincias que flanquean el estrecho donde están las sardinas, Java y Bali.



Todavía no se han filtrado los descubrimientos a los trabajadores de base como Pujo Hartanto, que lidera la división de pesca en Banyuwangi, justo sobre Muncar. Sin embargo, su instinto y su larga experiencia le dicen que debe diversificar la producción y prepararse tanto para años de bonanza como de escasez.



“La producción de pescado fluctúa, no podemos contralarla”, concede. “Pero si los pescadores no van al mar, por lo menos pueden criar gambas en operaciones de acuicultura”. Espera que, a nivel local, se limiten el uso de focos y refugios temporales para atraer a los peces, mientras adapta acuarios de gambas locales para alquilárselos a pescadores que quieran una fuente de ingresos alternativa.




Los pescadores descargan la captura de la semana en un puerto en Makassar. Copyright de la foto © 2014 Melati Kaye.Los pescadores descargan la captura de la semana en un puerto en Makassar. Copyright de la foto © 2014 Melati Kaye.




Sus homólogos balineses tienen que recurrir a una solución aún más “holística” en Jembrana, al otro lado del estrecho: han replantado acuarios de gambas abandonados con mangles para impulsar la restauración de la diversidad de especies. Con el mismo objetivo, los habitantes de Pemuteran, en la costa del norte de Bali, han construido (con ayuda técnica alemana y estadounidense) uno de los sistemas de arrecifes artificiales más grandes del mundo.



En la protección del arrecife de la Bahía de Permuteran se encuentran algunas de las patrullas con el aspecto más ecléctico del mundo. Navegan en embarcaciones de fibra de vidrio con las gafas de sol que parecen universales para todos los policías, pero las combinan con las cintas bermellón para la cabeza y los sarong a cuadros tradicionales en los pecalang, balineses, o guardianes del templo.



Son parte de una iniciativa del MMAF para complementar la capacidad limitada de las patrullas con nuevos empleados irregulares locales. Grupos similares de agentes auxiliares llenan las costas de las Malukus y las Lombok y se planea que haya más por todo el archipiélago.



Los primeros indicadores muestran que los pecalang de Pemuteran deben de estar haciendo algo bien. Los delfines, que habían abandonado la bahía después del arranque de los bombardeos al coral, han vuelto en grupos en los últimos cinco años.


(Este artículo se publicó en Mongabay.org bajo el programa de reportaje especial Reporting Initiatives (SRI) program y puede ser publicado en su página web, revista, boletín o diario con las con las siguientes condiciones)



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