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¿Cómo están protegiendo los bosques del Chocó ecuatoriano? Tres iniciativas de conservación

  • ¿Cuántas especies habitan en el Chocó?
  • ¿Cómo se está intentando preservar a especies endémicas que habitan en el Chocó ecuatoriano?

Al noroccidente del país, entre la provincia de Esmeraldas, las estribaciones occidentales de Carchi, Imbabura y una parte de Pichincha, se sitúa el Chocó ecuatoriano. Esta es una región que integra el hotspot Tumbes-Chocó-Magdalena, un área de prioridad de conservación mundial de 274 597 km² que se extiende desde el sur de Panamá, pasa por las partes occidentales de Colombia y Ecuador y llega hasta el norte de Perú.

La región biogeográfica Chocó se distingue entre el Chocó colombiano y el Chocó ecuatoriano, y es conocida como una de las zonas de mayor diversidad biológica del planeta, con 9000 especies de plantas (25 % endémicas), 830 de aves (10,2 % endémicas), 235 de mamíferos (25,5 % endémicos) y 350 de anfibios (60 % endémicos).

Más de 800 especies de aves habitan en esta región biogeográfica. Foto de José María Loaiza, cortesía Conservación Internacional Ecuador

La parte ecuatoriana de la región del Chocó es la que se encuentra en mayor peligro, según el Perfil del Ecosistema que del Tumbes-Chocó-Magdalena (que se denominó hotspot Chocó-Darién-Ecuador Occidental hasta que lo ampliaron hacia el valle del río Magdalena, en Colombia) publicó en 2001 el Fondo de Alianzas para Ecosistemas Críticos (CEPF), una iniciativa conjunta de Conservación Internacional (CI), Global Environment Facility, el Gobierno de Japón, la Fundación MacArthur y el Banco Mundial.

En ese estudio —que se actualizó en el 2005— el CEPF advertía que solo queda aproximadamente un 2 % de la cobertura forestal original del Chocó ecuatoriano, es decir, de los bosques húmedos de la Costa del país. Son los mismos datos que maneja y en los que se basa Felipe Alfonso Cortes al afirmar que “se degradó el 98 % del hábitat original” del área ecuatoriana de la ecorregión Tumbes-Chocó-Magdalena.  Felipe Alfonso Cortes es miembro fundador de Proyecto Washu, un programa mediante el cual un grupo de biólogos y primatólogos trabaja por la conservación de los remanentes de estos bosques.

La integridad de los ecosistemas de la zona del noroccidente ecuatoriano se encuentra principalmente amenazada por la expansión de madereras, la ampliación de la frontera agrícola y la conversión de bosque natural a plantaciones de palma africana, se explica en el Plan de Manejo de la Reserva Cotachi-Cayapas (RECC), que con 243 638 hectáreas se localiza entre Esmeraldas e Imbabura y es una de las tres áreas protegidas nacionales que resguardan la biodiversidad del Chocó ecuatoriano.

Luis Suárez, vicepresidente y director ejecutivo de Conservación Internacional Ecuador, manifestó a Mongabay Latam que “el noroccidente es una de las zonas con mayor deforestación en el país. Los procesos de ampliación de la frontera agrícola y ganadera, así como la explotación maderera indiscriminada y la minería ilegal siguen avanzando en Esmeraldas y en las estribaciones de los Andes”.

En tanto, Domingo Cabrera, director de la Fundación para la Conservación de los Andes Tropicales (FCAT), indicó a Mongabay Latam que, a consecuencia de estas amenazas, lo que queda es “menos de 4 % de bosque del Chocó en Ecuador” y aunque la diferencia sea mínima entre sus datos y los de Felipe Alfonso Cortes, este último asegura que se trata de uno de los ecosistemas más amenazados del Ecuador.

Al hablar de la pérdida de la cobertura original que ha existido en el Chocó ecuatoriano, los expertos se refieren únicamente a la de sus bosques primarios, y dan sus estimados basándose en imágenes satelitales que permiten cuantificar las áreas de bosques que existieron en décadas pasadas y cuántas permanecen actualmente.

El jaguar (Panthera onca) ha sido registrado en los paisajes del Chocó. Foto de Haroldo Castro, cortesía Conservación Internacional Ecuador

“Es posible que no pudiéramos conocer nunca todo lo que alguna vez albergó el Chocó ecuatoriano”, lamenta Felipe Alfonso Cortes. Este biólogo colombiano añade que se ha registrado la disminución de los rangos de distribución histórica de mamíferos grandes como el jaguar (Panthera onca), el puma (Puma concolor) o el pecarí de labio blanco (Tayassu pecari), especies que “han desaparecido o se han extinto de forma ‘local’ en varios puntos de la Costa ecuatoriana, mientras que las poblaciones sobrevivientes se encuentran refugiadas en las reservas de bosque privadas o estatales aisladas entre sí”.

Para contar con los datos oficiales sobre el estado de los remanentes de los bosques del Chocó ecuatoriano y de su biodiversidad y amenazas, el pasado 9 de marzo Mongabay Latam envió un cuestionario solicitando información al Ministerio del Ambiente de Ecuador (MAE). La institución respondió que este pedido sería atendido, pero hasta el cierre de este reportaje no se ha recibido comunicación.

En el Quinto Informe Nacional para el Convenio sobre la Diversidad Biológica  del MAE, reporte que el país presentó en 2015 ante el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente por ser miembro del Convenio sobre la Diversidad Biológica, no constan estadísticas que den cuenta del estado de conservación del área del Chocó en Ecuador. Lo que se destaca es que con la declaratoria de las microcuencas de los ríos Mashpi, Guaycuyacu y Sahuangal como la primera área protegida del Distrito Metropolitano de Quito no solo se conservan 17 156 hectáreas de bosque nublado en la estribación occidental de los Andes, sino que se “protege un importante remanente de bosque del hotspot Tumbes-Chocó-Magdalena y su biodiversidad asociada”.

En el Cuarto Informe Nacional para el Convenio sobre la Diversidad Biológica (2010) se señala que el país ha sufrido una de las tasas de deforestación más altas del Neotrópico durante las últimas tres décadas y se indica que el bosque húmedo de la Costa o Chocó ecuatoriano es una de las tres regiones donde este fenómeno “ha sido particularmente agudo”.

Ingresando a la pestaña Sistema Nacional de Monitoreo del Patrimonio Natural del Mapa Interactivo Ambiental del MAE se pueden ver los mapas de cobertura y uso de la tierra de los años 1990, 2000, 2008 y 2014 (último año disponible) y cómo la pérdida de bosques ha afectado más al Occidente —donde se extiende el Chocó— que al Oriente ecuatoriano.

En Ecuador, la tasa de deforestación en el periodo 1900-2000 se ubicó en 92 742 hectáreas por año (ha/año), para el periodo 2000-2008 fue de 77 748 ha/año y en el de 2008-2014 se registró en 47 497 ha/año, de acuerdo a la serie histórica del Sistema Único de Información Ambiental (SUIA).

Estas cifras oficiales indican que la deforestación se ha reducido en los últimos 30 años de forma paulatina. De acuerdo a las definiciones de la política ambiental ecuatoriana, la medición que se realiza en el país para analizar el cambio anual de la cobertura boscosa debido a las actividades antrópicas no considera como deforestación a las zonas de plantaciones forestales removidas como resultado de cosecha o tala, “donde se espera que el bosque se regenere naturalmente o con la ayuda de prácticas silviculturales”, solo lo que corresponde a “un proceso de conversión antrópica del bosque en otra cobertura y uso de la tierra; bajo los umbrales de altura, cobertura del dosel o área establecida en la definición de bosque”.

Áreas protegidas: claves para el Chocó

De las regiones biogeográficas que el MAE determina que albergan al Chocó ecuatoriano —la Costa y parte de los Andes— la más afectada por pérdida de bosque ha sido la Costa.

En el informe Línea Base de Deforestación del Ecuador Continental presentado por este Ministerio en 2012 se indica que la región donde hay una menor remanencia de vegetación natural es la Costa con un 28 % (68 415 km2 de área). En la Estrategia Nacional de Biodiversidad 2015-2030, publicado también por el MAE a fines de 2016, consta que la cobertura vegetal natural “es de apenas el 13 % del total de superficie”.

El río Cayapas, en Esmeraldas, uno de los espacios naturales de la biodiversidad del Chocó biogeográfico. Foto de Haroldo Castro, cortesía Conservación Internacional Ecuador

En esta publicación se explica también que en la región costera, “la provincia de Esmeraldas evidencia un paisaje muy dinámico en el área del Chocó, dentro y alrededor de las Reservas Ecológicas Manglares Cayapas-Mataje y Mache-Chindul, que se extiende hacia la zona de transición en las estribaciones de la cordillera occidental. Esta zona, además de una alta tasa de cambio de cobertura y uso de suelo 1990-2008 […] destaca por un incremento de la densidad poblacional mayor al 25,22 % entre 2001-2010 que todavía evidencia un alto grado de dependencia a actividades primarias y los recursos naturales”.

El biólogo Diego Tirira, investigador de la Fundación Mamíferos y Conservación, contó a Mongabay Latam que hasta aproximadamente el año 1950 la Costa de Ecuador “mantenía como más del 80 % del bosque nativo, no estaba explotada” y que “hasta mediados del siglo pasado, los impactos del ser humano eran en sitios muy específicos”.

¿Cuándo y por qué cambió?

A partir del año 50, con la Reforma Agraria y las carreteras que se empiezan a construir, se empieza a colonizar y a invadir la Costa. Entonces, en un periodo de 30 o 40 años, se comió la gente el gran porcentaje de lo que es (el bosque de) la Costa del Ecuador. Ahora nos quedan los pequeños fragmentos aquí en Cotacachi-Cayapas, que es el más grande. Mache-Chindul, por ejemplo, es una reserva que está muy afectada… el impacto es serio, no sabría en cifras, en porcentaje, cuánto tenemos, pero es algo que efectivamente no es sencillo para las especies habitan en la Costa”, sostuvo Tirira.

Mache-Chindul, que tiene 119 172 hectáreas y se localiza entre Esmeraldas y Manabí; y Manglares Cayapas-Mataje, con 51 300 hectáreas en Esmeraldas, son las otras dos áreas que junto a la Cotacachi-Cayapas son claves para la conservación del Chocó ecuatoriano.

Paisaje de fragmentos de bosque en la provincia de Manabí, donde se encontró una nueva población del mono araña de cabeza café. Foto de Proyecto Washu

En el Plan de Manejo de esta última reserva, publicado en 2007, se indica que la provincia de Esmeraldas es una región de atención especial debido a la fragilidad del ecosistema de bosque húmedo tropical, que se encuentra amenazado principalmente por actividades extractivas no sostenibles como la minería o la explotación de recursos no renovables.   Por ese motivo, una de las políticas establecidas en este plan de manejo es “conservar la microrregión del Chocó, con el fin de proteger la biodiversidad del bosque húmedo tropical”.

En Esmeraldas las cifras oficiales de deforestación neta anual promedio también dan cuenta de una disminución al fijar que esta pasó de 14 610 ha/año en el periodo 1990-2000 a 13 197 ha/año en el periodo 2000-2008 y luego a 5476 ha/año en el periodo 2008-2014, el último dato disponible.

Si bien se muestra un descenso, quienes trabajan para proteger los bosques de Esmeraldas afirmaron a Mongabay Latam que la deforestación sigue siendo una amenaza.

Abanderar especies, eje de proyectos

Pese a que en relación a la deforestación la versión oficial dista de la conservacionista, ambos actores coinciden al incluirse en la misma lucha: evitar la desaparición de la riqueza biológica que todavía se mantiene en el Chocó ecuatoriano.

Para proteger esa diversidad, en el 2002 Conservación Internacional comenzó las acciones de creación y consolidación del Corredor de Conservación Chocó-Ecuatoriano, una iniciativa  regional transfronteriza que permite articular la conservación de la biodiversidad y el desarrollo socioeconómico sostenible.

Los corredores de conservación buscan la conectividad de fragmentos de bosque natural a través del paisaje. El Corredor de Conservación Chocó-Ecuatoriano forma parte del hotspot Tumbes-Chocó Magdalena y también incluye las estribaciones occidentales de los Andes que integran otro hotspot, el Andes Tropicales.

Luis Suárez explicó que el corredor cubre una superficie aproximada de 200 000 km2 y comprende los bosques húmedos de la región del Pacífico en Colombia y el noroccidente de Ecuador, así como los bosques secos de Manabí.

Mujer chachi. En el Corredor de Conservación Chocó-Ecuatoriano habitan cerca de 3 700 000 personas incluyendo varias nacionalidades indígenas, comunidades afrodescendientes y mestizos. Foto de Haroldo Castro, cortesía Conservación Internacional Ecuador

Contó que además del proyecto del corredor, parte de la estrategia de CI en el Chocó ecuatoriano ha sido establecer acuerdos de conservación e implementar incentivos económicos que contribuyan a la protección de los bosques y al bienestar de las comunidades. Al respecto, Suárez destacó que con este objetivo la organización contribuyó a la gestión de los territorios colectivos de las nacionalidades indígenas Awá y Chachi, y que actualmente están ejecutando un proyecto para el fortalecimiento de las herramientas, capacidades y mecanismos de planificación territorial que promuevan el uso sostenible y la conservación de los recursos naturales en la cuenca alta del río Mira, entre Carchi e Imbabura.

Como sus proyectos en el Chocó ecuatoriano se han orientado a la conservación de especies amenazadas y protección de áreas claves para la biodiversidad, CI, dice Suárez, contribuyó a fortalecer las áreas protegidas del Patrimonio de Áreas Naturales del Estado mediante la formulación e implementación de los planes de manejo Cotacachi-Cayapas y Manglares Cayapas-Mataje.

Esa es la línea de trabajo por la que también han apostado otras organizaciones para proteger la parte ecuatoriana del Chocó. En Mache-Chindul, la Fundación para la Conservación de los Andes Tropicales promueve la preservación de la biodiversidad mediante la investigación científica, la educación ambiental, el desarrollo comunitario y la formación de líderes.

Domingo Cabrera dice que aunque han trabajado más en programas educativos enfocados en el pájaro paraguas longuipendulo (Cephalopterus penduliger), un ave nativa de Ecuador y Colombia que tiene a la fragmentación del bosque debido a la deforestación como una de sus principales amenazas y que se encuentra en la categoría Vulnerable de la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), también promueven la conservación otras especies.

Se refiere al pájaro cuco hormiguero franjeado (Neomorphus radiolosus), En Peligro según la UICN; al mono capuchino (Cebus aequatorialis), En Peligro Crítico; y a aves migratorias como el mosquero verdoso (Empidonax virescens) o la Piranga rubra, ambas incluidas en la categoría Preocupación Menor.

También se han enfocado en la reforestación. En 2014 recibieron del Whitley Fund for Nature (WFN) un premio de casi 60 000 dólares. El dinero, contó Cabrera, permitió entregar más de 30 000 árboles a finqueros con fines de reforestación e iniciar proyectos de investigación científica dentro de pequeños fragmentos de bosque.

Felipe Alfonso Cortes cuenta, por su parte, que desde hace cinco años Proyecto Washu mantiene una misma meta: proteger al Ateles fusciceps fusciceps, una subespecie del mono araña de cabeza negra (Ateles fusciceps) que habita en Ecuador conocida como mono araña de cabeza marrón o café, mono araña de la Costa, o washu para los indígenas chachis.

Hembra adulta del mono araña de cabeza café, especie de primate al que los indígenas kichwas llaman “washu”. Foto de Proyecto Washu

Es una especie que está en una categoría de amenaza muy alta, En Peligro Crítico de extinción. Si no se hace nada en las próximas décadas con esta especie de primate, es muy posible que se pueda extinguir. Su hábitat son precisamente las zonas húmedas tropicales del Chocó, o sea, los bosques de Esmeraldas. Originalmente la especie estaba distribuida en otras zonas. Hay estudios que dicen que estuvo en Manabí, incluso en Guayas. ¿Qué fue lo que pasó con este primate? Lo mismo que pasó con el Chocó, que se fue degradando y destruyendo y por eso quedó aislado en ciertas zonas del país”, apunta.

Matriz productiva de conservación comunitaria en Tesoro Escondido, provincia de Esmeraldas, Ecuador. Foto de Proyecto Washu

Proyecto Washu trabaja en Tesoro Escondido, una pequeña cooperativa en la parroquia Santo Domingo de Onzole del cantón Eloy Alfaro, Esmeraldas, en la parte baja de la Cotacahi-Cayapas. Y trabaja en esta zona porque aquí es donde existiría la mayor concentración de estos primates en Ecuador, según una serie de investigaciones que datan de la década anterior y en las que participó Diego Tirira.

Tirira explicó que en ese tiempo se pensaba que existían unos 100 individuos, pero que nuevos estudios indican que habría muchos más de estos monos. Adelantó que aproximadamente en un mes se conocerían cifras más exactas del estado de su población silvestre.

¿Por qué hay una mayor concentración de washus en Tesoro Escondido? Tirira sostuvo que aparentemente ya no tienen más lugares a los que puedan ir. “Lo que yo estoy sospechando es que como todo el bosque ya ha desaparecido, esa zona está llena de palmicultores, de zonas deforestadas, entonces los monos cada vez se siguen encerrando a sí mismos, se siguen concentrando en pequeños bosques que van quedando”.

Junto con la Universidad de Sussex (Reino Unido), los integrantes de Proyecto Washu identificaron que los agricultores de Tesoro Escondido son en su mayoría cacaoteros, por lo que optaron por capacitarlos para mejorar su productividad a cambio de que se comprometan a cuidar el bosque y no expandir sus hectáreas de cultivos. “Si un agricultor tiene 10 hectáreas en su propiedad y cuatro son de cacao, esas hectáreas de agricultura se mantienen y las seis restantes de bosque se protegen”, explicó Felipe Alfonso Cortes y añadió: “Ellos son dueños de bosques donde todavía está el mono araña. ¿Qué es lo que más impide a los campesinos mejorar sus condiciones de vida? Que les pagan poco por el cacao. ¿Qué es lo que más afecta los bosques de Esmeraldas y en general? Que la frontera agrícola siempre va avanzando. ¿Por qué razón pasa eso? Porque no tienen muchos ingresos y lo primero que hacen es querer tener más hectáreas de agricultura y ahí se va destruyendo el hábitat progresivamente”.

Proyecto Washu capacita a los agricultores de cacao de la cooperativa Tesoro Escondido, en Esmeraldas. Ellos ahora venden su cacao a mejor precio y mejoraron su producción a cambio de proteger el bosque y hábitat del mono araña. Foto de Proyecto Washu

La organización también vio una oportunidad en ese cacao, por lo que creó Washu Chocolate, un producto cuyas ventas actualmente los ayuda a mantener a un grupo de 26 monos araña que viven en cautiverio tras ser víctimas de la cacería ilegal.

Las organizaciones consultadas por Mongabay Latam coinciden en que apostar por la línea del trabajo comunitario es fundamental en esta región del país, dado que son los pobladores los que pueden incidir en la conservación de los ecosistemas y en el mantenimiento de sus servicios ambientales.

Aunque para Domingo Cabrera la labor de educación ambiental “ha dado sus frutos” considerando que según la organización a la que pertenece “la tala ha disminuido considerablemente en un 70 %, al igual la caza”, la ayuda que reciben de las instituciones gubernamentales no es suficiente: “En la zona tenemos la presencia de los guardaparques del MAE, (pero) es poca la ayuda porque muchos de ellos solo cuidan su puesto de trabajo y no velan por el buen estado del bosque”.

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