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Cámaras trampa muestran por qué el ocelote es el rey de la selva en Madre de Dios

  • ¿Cuántos ocelotes se encontraron en el área de estudio?
  • ¿Cuál es el rol del ocelote en el ecosistema amazónico?

Es oportunista, no se deja ver usualmente, no es presa fácil para quienes lo quieren cazar, es famoso por su apariencia y su importancia en la Amazonía es indiscutible. Es un rey. Es el ocelote (Leopardus pardalis), también conocido como tigrillo. Por su comportamiento esquivo es un felino poco conocido en Perú, sin embargo, Romina Castagnino, geógrafa, ha logrado identificar cuáles son los ecosistemas que prefiere, su alimentación, su rol en la naturaleza, así como su valor ecológico para el turismo.

Castagnino, quien además es parte del equipo de Mongabay Latam, pudo recoger esta valiosa información gracias al uso de múltiples cámaras trampa.

El estudio científico con cámaras trampa se desarrolló entre agosto de 2012 y febrero de 2013 en un área total de 11 000 hectáreas de la concesión de conservación y ecoturismo del albergue Amazon Research and Conservation Center (ARCC), ubicada en el distrito de Las Piedras, al norte de la provincia de Tambopata, en la región de Madre de Dios.

Ubicación del distrito de Las Piedras en el mapa. Fuente: Investigación citada.
Instalaciones dentro del albergue ARCC en Las Piedras, Madre de Dios. En la parte inferior está el Lago Soledad. Foto: Romina Castagnino.

La investigación logró comprobar que existen 70 ocelotes por cada 100 kilómetros cuadrados (km2) en el área de estudio. Este resultado convierte al distrito de Las Piedras en el tercer lugar del mundo con más ocelotes registrados con cámaras trampa. “El primer lugar lo ocupa la reserva de la Isla Barro Colorado en Panamá con 100 ocelotes por km2, el segundo lugar es el Parque Nacional del Manu en Perú con 80 ocelotes por km2. Sin embargo, recordemos que el albergue donde desarrollamos el estudio no es área protegida como Barro Colorado o el Manu, así que esto pone en escena mundial la importancia de su conservación”, explica Romina Castagnino.

El ocelote tiene el tamaño de un perro grande, pelaje corto y suave de color amarillo, dorado y grisáceo. Cada uno de estos individuos tiene un patrón de manchas únicas que no se repite. Los tigrillos viven en sabanas, manglares, pantanos, zonas de matorrales espinosos y bosques de coníferas, dijo la geógrafa Castagnino, y agregó que la población está distribuida en un rango geográfico que abarca desde Norteamérica (Estado de Texas), parte de Centroamérica, hasta el norte de Argentina en Sudamérica.

Fotografía nocturna de un ocelote. Imagen: Cámara trampa usada en la investigación.
Imagen: Cámara trampa usada en la investigación.

La actitud de un rey

Las 73 cámaras trampa de modelo Bushnell Trophy Cam con las que trabajaron Castagnino y el ecólogo Scott Lutz de la Universidad de Wisconsin-Madison, les permitieron identificar ocho individuos y determinar que, aunque no hay un hábitat específico para el ocelote, un requisito primordial para su subsistencia es que se encuentre a una altura menor a los 1000 m.s.n.m. como los bosques tropicales y húmedos, ecosistemas que forman parte del área de investigación.

En el caso específico del estudio del ocelote en el albergue de Las Piedras se constató que la mayoría de los felinos se movilizan por los trayectos turísticos, a través de las trochas hechas por los seres humanos porque es más fácil su tránsito, además prefieren las llanuras aluviales cercanas a las riberas de los ríos y cochas, y evitan los pantanos.

Castagnino explicó que el ocelote ocupa un lugar importante en el ecosistema amazónico porque es una especie dominante en la cadena alimenticia, específicamente en el rango de los mesodepredadores. “El ocelote se alimenta de todo: roedores, pájaros, serpientes, lagartijas y hasta pequeños mamíferos como monos. Con su presencia equilibra la población de estas especies. Por otro lado, sus depredadores son el puma, el jaguar, el águila arpía y la anaconda. Aunque estas especies no lo cazan muy a menudo porque es una especie sigilosa. Por eso abunda mucho en la selva”, precisa Castagnino.

Las investigadores colocaron de esta manera las cámaras trampa en cada punto de monitoreo. Foto: Cristina Hara.
Sitios de monitoreo con cámaras trampa a lo largo del área de estudio. Fuente: Investigación.

Debido a su abundante presencia, agrega la autora del estudio, a veces incluso afecta la alimentación de otras especies de mesodepredadores como el jaguarundí y el margay, quienes se alimentan de roedores y pequeños mamíferos. “El ocelote es muy oportunista, come lo que le es más fácil. Si se topa con más roedores se los come, aunque las demás especies también los consuman. Este efecto negativo en la alimentación de otras especies incluso tiene un nombre en honor al ocelote: efecto pardalis”, sostiene la especialista.

Una especie amenazada

Si bien el ocelote es una especie que abunda en el distrito de Las Piedras en Madre de Dios, a nivel mundial está categorizada como una especie en estado de amenaza, según la Lista Roja de especies en peligro de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Su nivel de conservación actual es de Preocupación Menor.

En el Perú, según se especifica en la investigación, entre 1960 y 1970 hubo un período de crisis en la población de ocelotes conocido como ‘el cuello de botella’. “Así se le dice porque la población se redujo drásticamente debido al comercio de pieles del ocelote. Hasta ahora incluso se comercian sus pieles y se le usa como mascota. También a veces se le mata porque ataca a la ganadería, naturalmente porque los ganaderos crían pequeños mamíferos que son su alimento”, advierte Castagnino.

Además de la caza indiscriminada del ocelote, el estudio resalta el nivel de vulnerabilidad que tiene el distrito de Las Piedras, que, aun teniendo uno de los bosques más remotos del Perú, está en riesgo de deforestación y degradación debido a la constante presión que la actividad humana genera en el ecosistema como la tala de madera. Actualmente, la principal amenaza de la población de ocelotes es la destrucción de su hábitat, se precisa en el ensayo.

Con este estudio, se realiza un avance importante para la protección del ocelote:  si se conocen sus rutas de tránsito y comportamiento, entonces es posible implementar mejores programas de conservación, concluye la investigación científica. “Uno de esos programas podrían ser el de avistamiento de animales. Los felinos son muy llamativos. Es una oportunidad increíble. Genera ganancia al albergue y conserva el ecosistema, todos ganan”, dice la investigadora.

Única foto de un ocelote en el albergue. Se tomó con una cámara digital en un momento inesperado en que las investigadores lo hallaron en una trocha. Si se observa de cerca está comiendo una serpiente. Foto: Leo Plunkett/Fauna Forever.
Otra imagen del ocelote con una cámara trampa. Foto: Investigación.

Las cámaras trampa y su uso para la investigación científica

Para ejecutar este estudio, Castagnino contó con la colaboración de Chris Kirkby, director ejecutivo de la ONG Fauna Forever, organización que trabajaba en el albergue ARCC en Las Piedras, Madre de Dios. “Fueron ocho meses de trabajo colocando las cámaras trampa en el campo. Éramos seis miembros en el mejor de los casos, porque el resto eran voluntarios. Había ocasiones, especialmente cuando eran rutas vírgenes y había lluvia, que solo íbamos mi compañera Lucy Dablin y yo a instalar las cámaras trampa, ya que la exploración era más difícil. Era toda una aventura”, recuerda Castagnino.

Como parte del proceso previo a la utilización de cámaras trampa, Castagnino también desarrolló una encuesta a los visitantes del albergue Amazon Research and Conservation Center (ARCC) para saber qué especies eran las que llamaban más la atención entre los turistas. “Los que lograban observar al ocelote en los viajes turísticos estaban asombrados; los que no, decían: ojalá los hubiera visto. A mí particularmente me gustan los felinos porque son imponentes, marcan presencia como el ocelote. Es como dicen, los reyes de la selva”, dice la geógrafa.

Modelo de cámara trampa usada durante la investigación del ocelote. Foto: Romina Castagnino.
Lucy Dablin instalando una cámara trampa. Foto: Romina Castagnino.
Investigadoras Romina Castagnino, de chaqueta turquesa, y Lucy Dublin, de chaqueta verde oscuro, cruzando un lago para continuar con la colocación de cámaras trampa. Foto: Cristina Hara.

La tecnología de las cámaras trampa es ideal para el estudio de los felinos, se describe en el estudio, ya que están equipadas con un sensor infrarrojo que se activa cuando un animal pasa por delante. En ese instante la cámara trampa se acciona y captura la imagen.

En cada punto de muestreo se colocaron dos cámaras trampa a una distancia de 20 centímetros del suelo. Las cámaras se colocaron en una posición convergente para que se pudieran tomar fotografías y grabar en el mayor espacio posible. En todo el período que duró el trabajo de campo se realizaron nueve rondas para la colocación de cámaras. En cada ronda se colocaron un promedio de ocho.

“La etapa de campo es salir a instalar las ocho cámaras y dejarlas por 8 a 9 días y después ir a recogerlas para luego pasar la información a laptops y recargar las baterías. Cuando se termina esto se vuelve a salir al campo para la siguiente ronda. Lo genial es que se puede registrar fotos y videos de día y de noche. El ocelote está más activo de día, pero sale a cazar de noche porque es más fácil para él, la noche lo ayuda a ser un cazador furtivo”, concluye Castagnino.

 

Foto de portada: Leo Plunkett/Fauna Forever

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