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La guía de campo que busca sacar de la oscuridad a las polillas | ENTREVISTA

Automeris jucunda, polilla de la familia Saturniidae observada en la Reserva Natural Guadualito en Quindío, Colombia. Foto: Rodrigo Bernal.

  • Rodrigo Bernal es el principal investigador de palmas en Colombia, pero en los últimos quince años también comenzó a estudiar a las polillas. De allí nació Polillas de Colombia - Guía de campo, un estudio que hizo en coautoría con Blanca Martínez para que las personas conozcan sobre estos animales y se interesen por descubrirlos.
  • Las polillas forman parte del grupo de los lepidópteros junto a las mariposas y, aunque las primeras representan casi el 90 % de este orden, son menos estudiadas. La guía de campo que comienza a sacar estos insectos de la oscuridad, recoge 2 065 especies.

Las noches en la Reserva Natural Guadualito, en el departamento del Quindío, en Colombia, se llenan de luces y sombras gracias al teatro que Rodrigo Bernal ideó para observar a las polillas. Una tela cuadrada y blanca de dos por dos metros, sostenida por una guadua a cada lado, es el centro de este escenario que recibe luz blanca y luz ultravioleta que desde atrás destacan los colores de las alas escamadas de las protagonistas.

Cada velada en la que se encienden las luces, las polillas (Lepidoptera) empiezan poco a poco a revolotear alrededor de ellas y luego se quedan quietas en la tela. De esta manera, los espectadores se pueden acercar para observarlas con una lámpara o una cámara con flash que les permiten apreciar sus diseños. Ejemplares pequeños, medianos, grandes y de diversos colores se aproximan a este teatro y llenan la tela como si de una noche estrellada se tratara: a cada intento de contarlas, más aparecen y cada vez que se mira hacia algún espacio, hay una diferente.

Polillada en el departamento de Antioquia, en Colombia. Foto: Rodrigo Bernal.

“En una reserva natural en Ecuador tienen algo parecido, ellos le llaman el televisor, yo le puse un nombre un poco más poético, el teatro de polillas, pero uno se puede sentar perfectamente a conversar y tomarse algo mientras van llegando. Es un grupo de fácil observación”, explica Bernal.

Este botánico colombiano, de 64 años, es el principal investigador de palmas (Arecaceae) del país. Desde 1982 enfocó su carrera en este tipo de plantas y al lado de su esposa y compañera de trabajo, Gloria Galeano, ha descrito 37 especies de plantas y publicado cientos de artículos científicos y dos guías de campo sobre palmas que hicieron de esta familia una de las más conocidas del país.

Bernal también fotografía otras plantas y animales, pero desde hace 20 años las polillas lo cautivaron por esa belleza que resalta ante las luces y los lentes. La actividad que solo era un pasatiempo en sus salidas de campo, se convirtió en una pasión hasta que sus conocimientos científicos lo llevaron a sumergirse en el tema. Este año, al lado de Blanca Martínez, publicó Polillas de Colombia – Guía de Campo, la primera obra de este tipo para un país latinoamericano y en la que recopila 2065 especies.

La guía de campo es un libro ideado para ayudar a cualquier persona a identificar la vida silvestre de un entorno. En este caso, se presenta información como el tamaño, distribución, abundancia o rareza de las polillas, listado de lugares donde se pueden observar y fotografías de cada especie para su reconocimiento.

El botánico Rodrigo Bernal es el principal investigador de palmas en Colombia. Foto: Blanca Martínez.

“La idea de producir guías es llenar el vacío que hay entre los científicos y la sociedad. Yo he tenido eso muy claro y mi obsesión siempre ha sido llenarlo. Una guía de campo le sirve tanto a los científicos como a la sociedad. Queremos llegar con conocimiento y que se motiven a vincularse a todos los programas de conservación”, dice el científico, con quien conversó Mongabay Latam sobre su nueva obra, las polillas, su importancia y la necesidad de que este grupo sea más conocido.

—Su trabajo está respaldado por centenas de artículos científicos y 37 de especies de palmas descubiertas ¿cuál considera hoy que es su más grande legado?

—Mi más grande legado es haber sacado a las palmas del desconocimiento, de ser una de las familias menos conocidas de Colombia, a ser la familia mejor conocida de plantas en el país. Ahora tenemos muy claro no solo la taxonomía, sino también cuáles son las especies y qué distribución tienen. Hemos trabajado con las comunidades para que se cosechen las especies de maneras que no sean destructivas, hemos aprendido sobre su polinización y hemos estudiado los nombres indígenas de las plantas para conocer más sobre ellas en otras culturas, algo que no se encuentra en otra familia. Curiosamente es algo parecido a lo que está pasando con las polillas.

Bosque de palma de cera en Chaguaní, Cundinamarca. Foto: Nicolás Téllez.

—Usted lleva más de 40 años estudiando palmas, ¿por qué se interesó en las polillas?

—La pregunta debería ser al contrario ¿por qué uno no se interesó antes? Alguien que haya estado en el campo se habrá dado cuenta de esas nubes de polillas que hay alrededor de un bombillo. Yo me acuerdo que me paraba a mirar las que llegaban y me admiraba de ver la diversidad, pero no tenía ningún propósito.

Luego en la Reserva Natural Guadualito empecé a fotografiarlas y poco a poco me fui dando cuenta que eran un universo inagotable. En mis viajes de campo como botánico seguí haciéndolo y cuando menos pensé tenía una colección enorme de fotos. En 2007 empecé a tratar de identificarlas y resultó que algunas se podían identificar. Blanca Martínez quien empezó a trabajar en 2017 conmigo en la palma de cera, también se fascinó y un día dijimos: tenemos mucha información, hagamos un libro de polillas.

—¿Cómo las identificó?

—Empecé a hacerlo con una página que hay en Estados Unidos que se llama Moth Photographers Group, [un grupo de fotógrafos del Museo Entomológico de Misisipi]. Sin embargo, ellos tienen énfasis en Norteamérica y muchas especies nuestras son compartidas, pero otras no. Así que como herramienta de identificación servía, pero era limitada. Después descubrí otros sitios de distinto calibre. También con literatura científica comenzamos a hacer lo mismo que había hecho con las palmas: ir a las fuentes primarias. Para esta guía consultamos las obras clásicas de polillas de los siglos XVIII, XIX, XX y obras en alemán, francés, inglés, hasta nos tocó traducir artículos del sueco y del holandés.

Polilla del género Disphragis manethusa. Foto: Rodrigo Bernal.

—Parece mucho trabajo, pero usted seguía con las palmas, ¿el trabajo de polillas se fue dando de manera paulatina?

—Sí, yo he seguido con las palmas todos estos años. En este momento tengo otros proyectos con palmas y el trabajo con las polillas es un trabajo más de aficionado. Yo no soy un entomólogo de profesión. Mi trabajo es como el de los observadores de aves, pero con mi formación científica no es un camino muy distinto porque uno tiene los conceptos básicos de la formación, es cuestión de cambiar de grupo.

—Usted lleva 15 años observándolas e investigándolas, ¿qué es lo que más le sorprende de ellas?

—Un tema que siempre se discute ¿por qué vienen a la luz? Cada que sale un artículo de esos no quedo convencido porque en ellos se trata de explicar por qué las polillas revolotean alrededor de las luces, pero las polillas lo que menos hacen es revolotear. Las polillas llegan alrededor de la luz, revolotean y se paran en la superficie más cercana y ahí se quedan todo el resto de la noche, ¿por qué se quedaron ahí? ¿qué están encontrando ahí?

A mi me gustó mucho la explicación que dio Blanca Martínez, me pareció de una simpleza total: porque les gusta. Hay animales a los que les gusta estar en una fuente de luz que nunca habían visto. La lámpara que yo prendo en la selva es una luz que no habían visto en su vida. La prueban y les gusta. Ninguno de los artículos que he leído sobre esto me ha convencido. Para mí sigue siendo un enigma.

El científico Rodrigo Bernal observa las polillas en la Reserva Natural Guadualito. Foto: Rodrigo Bernal.

—¿Cuál es la importancia ecológica de las polillas?

—Ellas tienen una cantidad impresionante de funciones ecológicas. Piense que todo el mundo habla de la importancia ecológica de las mariposas y las polillas son mariposas nocturnas. Aunque en realidad es al contrario, las mariposas son polillas diurnas. El árbol evolutivo de los lepidópteros [orden de insectos que se caracteriza por tener las alas escamadas] antiguamente se pensaba que era un árbol con dos ramas, la rama de las mariposas y la rama de las polillas. Los estudios modernos muestran que en realidad es un árbol lleno de muchas ramas y una ramita pérdida de esas, que comprende apenas el 12 % de las especies son las mariposas. De ese tamaño es el desconocimiento que tenemos que hasta el nombre está al revés.

Las funciones que tienen las mariposas también las tienen ellas con la diferencia de que son 7.4 veces más diversas. Entonces como herbívoros se comen las plantas, son el alimento de murciélagos, pájaros, ranas, lagartos y muchos otros animales. Hace poco salió un estudio en Reino Unido que dice que son más importantes como polinizadoras que las abejas, pero como son nocturnas es muy difícil estudiarlas y a su vez son poco estudiadas, apenas ahora nos estamos dando cuenta que son más importantes que las abejas.

La palma de cera vista en el amanecer, en Chaguaní, Cundinamarca. Foto: Nicolás Téllez.

—La Reserva Natural ha sido esencial en este trabajo ¿qué papel le atribuye usted?

—En la Guía de campo, muchas de las fotos son tomadas en Guadualito.Tenemos casi 800 especies identificadas y otro tanto sin identificar. Aquí es el sitio donde me hice polillero. La reserva es el lugar donde he podido conocerlas más de cerca, porque las puedo fotografiar casi todos los días. Yo aquí mantengo una tela con una luz ultravioleta y una luz blanca que prendo muchas noches y fotografío lo que llega. La otra (tela) que llamamos el teatro de las polillas, es para los visitantes.

—¿Por qué se utiliza una luz blanca y una ultravioleta para la observación?

—El espectro de percepción de la luz en las polillas es distinto al de los humanos y está corrido hacia la franja del violeta y el ultravioleta. Luces amarillas o rojas poco las atraen. De hecho, en algunos sitios ponen luces amarillas para evitar tener muchos insectos donde no se quiere.

Teatro de las polillas durante el día ubicado en la Reserva Natural Guadualito. Foto: Rodrigo Bernal.

—Las polillas de manera general despiertan mucho miedo o incluso las llaman mariposas feas. ¿Cómo las describiría usted?

—Imagínese que ahora yo prendo la luz de mi mesa de noche y llegan a revolotear. Años atrás no lo habría aguantando, ahora es un placer. Es cuestión de cambiar el chip con las polillas porque para casi todas las culturas está mal configurado. El nombre mismo de las polillas, mejor dicho no tienen nombre. Polillas son diez o quince especies que se comen la ropa, de las 140 000 que hay en el mundo, y por esas diez estamos llamándolas a todas así. Esa es la definición de la Real Academia de la Lengua Española, una mariposa pequeña que se come la ropa. Y encima de que no tienen nombre son percibidas con un montón de supersticiones. Entonces nadie se acerca a mirarlas. La idea es resignificar la palabra y que en unos años la RAE también las defina como mariposas nocturnas, porque en este momento no lo hace.

La polilla Apela divisa, de la familia Notodontidae Hemiceratinae fue captada en Chocó, Quibdó. Su coloración y forma asemeja una hoja para camuflarse ante los depredadores. Foto: Rodrigo Bernal.

—Hay una parte muy atractiva que es su capacidad para camuflarse. ¿ Le sorprende a usted eso?

—Eso del camuflaje es una cosa maravillosa. Las polillas, como son nocturnas, tienen enemigos durante la noche como los murciélagos. Y en el día están durmiendo escondidas y deben protegerse de los pájaros, serpientes o ranas. Al tener tantos enemigos, ellas fueron desarrollando a lo largo de su historia evolutiva ese esquema de camuflaje y es fascinante. Tienen algo que yo no conozco en ningún otro grupo de organismos, que es el camuflaje en 3D, es decir, crean estructuras tridimensionales que no existen con cavidades, promontorios, un montón de cosas que son solamente un juego de sombras y luces. La superficie es completamente plana, pero con aspecto tridimensional. Hay algunos grupos de la familia Notodontidae que lo dejan a uno deslumbrado. Las notodontidae son las reinas del camuflaje. Se camuflan como troncos podridos, ramitas, excrementos de ave, etc. […] Lo logran mediante juego de colores de las escamas, que imitan luces y sombras.

Polillas de la familia notodintadae. Izquierda: Nycterotis densissima, con camuflaje tridimensional, sus alas son planas. Derecha: Bardaxima furcifera, similar a una rama seca. Fotos: Rodrigo Bernal.

— ¿Cuál es la importancia de esta publicación para Latinoamérica o incluso el mundo?

—Para decirle la importancia le voy a hacer un paralelo con las aves. Hasta 1986 no existía una guía de aves de Colombia, es decir, el que quisiera identificar qué pájaro era ese que estaba viendo en el patio de su casa, no tenía cómo hacerlo. Yo me empecé a dedicar a observar aves, desde que era estudiante en el año 78, o sea que en esos ocho años, hasta el 86, no tuve un libro de aves de Colombia. Yo iba al campo con la guía de aves de Panamá y la guía de aves de Venezuela. Es muy difícil que un campo se desarrolle cuando no hay ninguna herramienta.

Yo pienso que esta guía va a marcar un antes y un después. La guía no es la última palabra, incluye apenas 2065 especies y en Colombia calculamos 29 000. Yo creo que para muchos países latinoamericanos va a ser así. Saldrán otras guías cada vez mejores porque de eso se trata el conocimiento. Nuestro sueño con esta guía es poner las polillas al orden del día y que en unos años estemos viendo ecoturismo centrado en ellas, por utópico que parezca en este momento.

Los colore y tamaños de las polillas identificadas son tan diferentes como las regiones del país. Éstas fueron captadas en Mitú, Vaupés. Foto: Rodrigo Bernal.

—En la guía se incluyen 2 065 especies y se describe el tamaño, distribución global, abundancia y lugares donde se puede observar cada una ¿cuáles fueron los principales desafíos en esa recopilación?

—La identificación de las especies. El asunto de las polillas no es de conocimiento, sino de paciencia. Desde las seis de la mañana hasta las ocho de la noche identificando y había días en los que solo podíamos sacar una. La identificación es un proceso muy difícil por la falta de herramientas y por el pobre conocimiento del grupo. Muchas especies todavía son nuevas, muchas de las que vuelan por aquí son especies que todavía no tienen un nombre científico y no entraron en la guía.

—En la página de agradecimientos se menciona que casi cien personas participaron con sus fotografías ¿cómo fue esa logística?

—Algunas personas supieron que nosotros éramos fanáticos de las polillas y empezaron a enviarnos sus fotos. Por otro lado, nos pusimos a barrer la plataforma de iNaturalist y si veíamos una especie que era interesante, que no la teníamos y fuera que estuviera identificada o fuera que nosotros la identificábamos, solicitábamos el permiso para publicarla. Por eso hay tanto colaborador, realmente la parte que más me gusta es la página de los agradecimientos, mostrar que hay cien personas que con sus fotos contribuyeron a enriquecer la obra.

Portada de Polillas de Colombia – Guía de campo que se publicó en marzo de este año. Foto: Rodrigo Bernal.

—El trabajo en comunidad es muy importante en la ciencia, en especial cuando se trata de insectos. Por ejemplo, ¿cuál cree que es el aporte de la National Moth Week, que es un proyecto internacional de ciencia ciudadana y busca que personas de todo el mundo compartan sus observaciones de polillas?

—Hay que ofrecer herramientas a la gente. Este evento está movilizando a las personas alrededor del mundo. Yo estoy participando desde hace cinco o seis años y he visto cómo aumenta la participación, no solo en Colombia sino en todo el mundo. El papel es abrirle los ojos a la sociedad sobre un grupo de organismos muy importante y maravilloso que está ahí y que lo hemos ignorado toda la vida.

— Existen actividades de observación de polillas que realizan aficionados y expertos: las polilladas. ¿Cuál es la idea con ello? ¿convertirlo en algo más turístico o también algo más científico?

—La idea por ahora es que la gente venga a descubrir un mundo que no conocía. Yo recuerdo que la primera pareja que vino fue una señora que cumplió 80 años con su esposo también mayor. Ellos vinieron porque en un grupo del que ella hacía parte yo subí una foto de una polilla con la silueta de una campana. Ellos no lo creían y vinieron fascinados. Se sentaron por la noche a descubrir ese universo. Este turismo que estamos haciendo es para que la gente venga a descubrir.

Por ejemplo, hace un par de años, me escribió una profesora de la Universidad Javeriana de Cali que quería hacer un estudio con un estudiante para trabajar con código de barras de ADN —secuencias en el ADN de los organismos que permiten diferenciar una especie de otra—. De allí salieron dos grandes cosas, se registró una polilla que estaba en América, pero solo se conocía en Rusia y se identificó una especie que es cafecita, sin ningún rasgo. Nosotros estamos abiertos a todo tipo de actividad desde lo meramente lúdico hasta lo totalmente científico. Lo importante es sacar al grupo de la oscuridad.

Lo que comenzó como una afición, tomar fotografías de polillas, terminó convertido en la primera guía de polillas de Colombia. Foto: Blanca Martínez.

—A las personas que deseen polillar desde su casa o desde su finca ¿qué recomendaciones les daría para empezar?

—En su finca puede pintar una pared de blanco o poner una tela blanca entre dos columnas. Ponga una luz blanca y una luz ultravioleta, las mejores son las de vapor de mercurio, las led no funcionan tan bien, pero ayuda. Ubique estos elementos siempre cerca de algún lugar con vegetación para que las polillas puedan ver la luz. Busque su cámara y dedíquese a disfrutar porque empiezan a llegar y a llegar y usted empieza a descubrir un universo.

* Imagen principal:  Automeris jucunda, polilla de la familia Saturniidae observada en la Reserva Natural Guadualito en Quindío, Colombia. Foto: Rodrigo Bernal. 

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