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Aprovechar lo hipotético: el incierto mundo del cálculo de los créditos de carbono

  • Las críticas al comercio voluntario de carbono y a las estrategias de conservación forestal como REDD+ se han centrado, en gran medida, en los métodos de contabilidad del carbono utilizados para calcular los créditos.
  • Se supone que cada crédito comercializado en los mercados voluntarios representa la reducción, evitación o eliminación de una tonelada métrica de dióxido de carbono de la atmósfera.
  • Sin embargo, la ciencia reciente ha planteado dudas sobre cómo REDD+ y otros tipos de proyectos calculan el número de toneladas de emisiones ahorradas.
  • El proceso se basa en el establecimiento de una tasa de referencia de deforestación con la que se mide el éxito de un proyecto en la reducción o eliminación de emisiones. No obstante, los críticos afirman que el proceso puede ser defectuoso y que los conflictos de intereses de las partes involucradas en el establecimiento de la referencia no se han abordado hasta hace poco.

Este es el cuarto artículo de nuestra serie de cinco partes sobre los créditos de carbono forestal y el mercado voluntario. Lee la primera, la segunda y la tercera parte.

SEN MONOROM, Camboya.- En el este de Camboya, la oficina de la Wildlife Conservation Society (WCS) está tranquila un viernes por la mañana a principios de abril. El lugar, que suele ser un hervidero de actividad, se ha cerrado para preparar el Año Nuevo jemer.

Olly Griffin, el entonces responsable de carbono forestal de WCS Camboya, se quedó en Sen Monorom para hablarme del proyecto REDD+ relacionado con el cercano Santuario de Vida Silvestre Keo Seima, que WCS facilita y donde pasé una semana visitando las comunidades de la zona apoyadas por esa iniciativa.

REDD+ es la abreviatura de reducción de emisiones derivadas de la deforestación y la degradación forestal. Los promotores de proyectos REDD+ pueden entonces vender esos ahorros “adicionales” de carbono a particulares y empresas interesadas en mitigar su propio impacto sobre el clima. Se supone que los ingresos de estas ventas de créditos de carbono —al menos parte de ellos— se destinan a financiar la conservación de los bosques vinculada al desarrollo comunitario.

Para realizar el cálculo es fundamental averiguar cuánta deforestación se habría producido sin el proyecto. Para responder a esta pregunta, los científicos suelen crear lo que denominan un “escenario hipotético” para establecer esa referencia. Luego, se comparan las tasas de pérdida de bosques reales con ese escenario hipotético y la diferencia de emisiones entre ambos casos arroja la cantidad de emisiones reducidas. Ciertamente es una cifra difícil de precisar.

“La cuestión fundamental con todas estas cosas es que no hay una realidad que se pueda medir para confirmar esa base de referencia alternativa”, comentó Griffin. “Es una línea temporal diferente en el universo”.

Por difícil que sea establecer una base de referencia sólida, también es fundamental para determinar si los proyectos REDD+ como Keo Seima aportan en realidad beneficios climáticos. El proceso ha estimulado un ajuste de cuentas en el comercio de créditos de carbono en torno a otra cuestión clave: ¿hasta qué punto los proyectos REDD+ realmente benefician al clima y hacen frente a las amenazas que causan la deforestación y la degradación?

El esfuerzo por encontrar respuestas concretas ha llevado a que casi todos los rincones del comercio de carbono estén últimamente envueltos en la polémica. Todo el mundo ha sido afectado, desde los compradores, que suelen ser empresas multinacionales multimillonarias, hasta los proyectos sobre el terreno, como los de la provincia camboyana de Mondulkiri, cuyo objetivo aparente es mantener el bosque en pie.

En el centro de gran parte del debate se encuentra la organización sin fines de lucro Verra, con base en Estados Unidos, que certifica alrededor de dos tercios de los créditos comercializados en los mercados voluntarios de carbono, incluidos los procedentes de REDD+, así como de energías renovables y otros tipos de proyectos destinados a reducir las emisiones. Muchas de las preguntas sobre cuánto ahorro adicional de carbono pueden reclamar los proyectos, sobre la permanencia de sus actividades y el impacto en las comunidades y bosques circundantes, remiten a Verra y sus requisitos a través de su Estándar de Carbono Verificado (VCS, por sus siglas en inglés).

Forest clearance for farming in eastern Cambodia
Tala de bosques para la agricultura en el este de Camboya, cerca de la frontera con el Santuario de Vida Silvestre Keo Seima. Foto: John Cannon/Mongabay.

Keo Seima, en una encrucijada

Las casi 300 000 hectáreas del Santuario de Vida Silvestre Keo Seima albergan más de 1000 especies. En estos bosques tropicales viven más plantas, animales y otras formas de vida documentadas que en cualquier otra área protegida de Camboya. Aquí habitan unas 75 especies amenazadas de extinción, entre ellas el elefante asiático (Elephas maximus), el duc de canillas negras (Pygathrix nigripes) y el gibón de mejillas beige (Nomascus gabriellae). También es una de las reservas mejor estudiadas del país, en parte, respaldada por el proyecto REDD+ que abarca 167 000 hectáreas de los bosques de Keo Seima.

La participación de la WCS en REDD+ puede hacer que la oficina de Sen Monorom parezca tanto una organización de desarrollo como una fundada hace más de un siglo para la conservación de las especies. Sin embargo, hacer esa distinción en la misión es ilógico, me dicen casi todos los involucrados: las comunidades son la clave para proteger las especies y su hábitat forestal, más que nada en un lugar como este, y eso hace que el tiempo y el dinero invertidos en educación, formación ocupacional para medios de vida alternativos y proyectos como la mejora del saneamiento sean buenas inversiones para salvaguardar la biodiversidad, según afirman los miembros del personal.

Las propias comunidades se encuentran también en una especie de encrucijada literal y figurada. Las 20 comunidades que forman parte del proyecto en Keo Seima y sus alrededores son en su mayoría bunong, un pueblo indígena con una relación de varias generaciones con el bosque. También se enfrentan a elevados niveles de endeudamiento. Emiel de Lange, asesor técnico sobre el impacto en la conservación de WCS Camboya, dijo que más de la mitad de los hogares del proyecto deben dinero.

“Creemos que hay más de un millón de dólares en préstamos garantizados con tierras”, comentó.

En la cercana Sen Monorom, la capital provincial, se han establecido muchos microprestamistas.

Esa deuda puede ser un motor subrepticio de la deforestación, afirmó de Lange. Para una familia, el hecho de deber dinero puede aumentar la presión para talar más tierras para cultivarlas y mantenerse al día con los pagos. Algunos pueden, incluso, vender sus tierras cuando necesitan dinero para algo inesperado, como una urgencia médica, sobre todo debido a que se han mudado al lugar más forasteros, gracias a los precios relativamente asequibles de las tierras y a una carretera asfaltada que ahora conecta Mondulkiri con Nom Pen, la capital de Camboya. Estas fuerzas externas pueden alterar el equilibrio existente entre la población y los bosques.

Ante este complicado conjunto de factores, la pregunta que el proyecto REDD+ de Keo Seima debe responder es: ¿cuánta deforestación se produciría si el proyecto no estuviera ahí para intervenir?

Desde la perspectiva de Griffin, la presión potencial sobre Keo Seima no puede ser más grave. Para los bosques del santuario de vida silvestre y sus alrededores, “es difícil sobrevalorar el riesgo de deforestación”.

The headquarters of Keo Seima Wildlife Sanctuary in Cambodia.
Sede del Santuario de Vida Silvestre Keo Seima, en Camboya. Foto: John Cannon/Mongabay.
A forest in northeastern Cambodia.
Bosque en el noreste de Camboya. Foto: Mark mediante Flickr (CC BY-NC 2.0).

Cuestión de métodos

A principios de 2023, artículos del periódico británico The Guardian, el semanario alemán Die Zeit y la organización periodística sin fines de lucro SourceMaterial sugirieron que los cálculos de las bases de referencia de una serie de proyectos de REDD+ considerados exitosos, entre ellos Keo Seima, eran erróneos. Como resultado, más del 90 % de los créditos producidos no tuvieron el impacto climático declarado.

Las críticas de que los promotores de proyectos REDD+ inflan las bases de referencia no son nuevas, pero, en este caso, los periodistas basaron los análisis en estudios recientes que intentaban poner cifras al problema. El más destacado de ellos es el dirigido por Thales West, profesor adjunto de Geografía Ambiental en la Universidad Libre de Ámsterdam (Países Bajos). (En enero de 2023, el artículo de West aún no había sido revisado por otros expertos. Al final sí pasó la revisión de los pares y se publicó en Science, una de las principales revistas del mundo, en agosto, aunque algunos científicos han discrepado sobre los métodos del equipo dirigido por West).

La investigación de West y sus colegas analizó 26 proyectos REDD+ en tres continentes. En lugar de utilizar el método contrafactual que proyectos como Keo Seima empleaban para establecer sus bases de referencia, West y sus colegas calcularon la deforestación de referencia de los proyectos con controles “sintéticos”, básicamente, amalgamas de distintos lugares que compartían características similares con el emplazamiento del proyecto.

Elaborar una “base de referencia confiable” es fundamental para calcular un número exacto de créditos de carbono, que también es una medida clave de los beneficios de un proyecto para el clima, explicó West a Mongabay. Pero también es un proceso incierto por naturaleza. “La cuestión es que no existe una alternativa perfecta”, añadió.

Aun así, West dijo que las metodologías que ha permitido el VCS de Verra, el programa de certificación que tantos proyectos REDD+ pretenden cumplir, son “inherentemente defectuosas”.

“Ese es el verdadero núcleo del problema”, dijo.

A camera trap on a tree
Una cámara trampa que forma parte de un estudio de biodiversidad apoyado por REDD+ en el Santuario de Vida Silvestre Keo Seima. Fotografía: John Cannon/Mongabay.

Cuando el equipo de West utilizó el enfoque de control sintético, descubrieron que los proyectos tendían en gran medida a sobreestimar la deforestación hipotética captada por la base de referencia, lo que les permitía demostrar que su proyecto tenía un mayor impacto. A su vez, eso conduciría a la generación de más créditos de carbono. El equipo concluyó que más de dos tercios de los créditos generados por los proyectos analizados no estaban vinculados a reducciones significativas de la deforestación.

Parte del problema, según West, es que los proyectos que compiten por la certificación VCS solían poder elegir entre varias metodologías diferentes para calcular las bases de referencia. Para West, auditor y antiguo desarrollador de proyectos, está claro que el incentivo es que el proyecto parezca lo más eficaz posible.

“Se trata de personas con un claro conflicto de intereses”, dijo West.

Una posible solución que defiende West es la reevaluación periódica de las bases de referencia de un proyecto, incluso antes de empezar a emitir créditos.

“No es algo que los proyectos estén dispuestos a hacer porque no tienen por qué hacerlo”, comentó West. “Yo diría que ningún método es perfecto. Los datos no son perfectos, ¿verdad? Tenemos que trabajar con lo que tenemos. Por eso es tan importante tener las comprobaciones de robustez”.

Desde entonces, Verra ha actualizado su metodología REDD+ para proyectos destinados a evitar la deforestación “no planificada”, como el de Keo Seima, que dice que reducirá los conflictos de intereses y aumentará la objetividad. Como parte de los cambios, la organización se encargará ahora de establecer las bases de referencia, que se reevaluarán cada seis años.

Planting seeds for restoration at the headquarters of Keo
Plantación de semillas para la restauración en la sede del Santuario de Vida Silvestre Keo Seima. Foto: John Cannon/Mongabay.

En el proceso de certificación VCS, intervienen tres grupos distintos en los cálculos: los propios desarrolladores de los proyectos, que antes aportaban las cifras iniciales; los auditores, contratados por los desarrolladores de los proyectos, y los expertos de Verra, que realizan sus propias comprobaciones y ahora se encargan de fijar las bases de referencia. Verra considera que este proceso de comprobación y equilibrio garantiza una consideración exhaustiva de cuántos créditos de carbono se emiten.

Sin embargo, los críticos sostienen que cada uno de los grupos tiene interés en aumentar el número de créditos que un proyecto dice producir y afirman que la relación entre desarrolladores y auditores puede ser demasiado estrecha. En septiembre, el Berkeley Carbon Trading Project, un programa de investigación y divulgación con sede en California, publicó una evaluación de los proyectos REDD+, en la que colaboró Thales West.

“Los auditores del proyecto, que son contratados por los desarrolladores del proyecto y, por lo tanto, tienen incentivos para ser indulgentes con el fin de que se les vuelva a contratar, no velaron adecuadamente por el cumplimiento de las normas de Verra, incluida la prudencia en las estimaciones de reducción de emisiones”, escribió el equipo.

“Nuestro análisis muestra que los verificadores consideran que su papel es garantizar que los cálculos de emisiones utilizados estén permitidos y no que sean precisos o conservadores”, escribieron los autores. “Un verificador aprobó una calificación de riesgo de incendio cero para un proyecto en el que ese verificador había observado directamente un incendio durante la visita al lugar”.

El equipo de Berkeley “encontró pruebas de un exceso de créditos generalizado” debido a varios factores.

An elephant sculpture made of confiscated chainsaw parts in eastern Cambodia.
Una escultura de elefante hecha con piezas de motosierras confiscadas en el este de Camboya. Foto: John Cannon/Mongabay.
A REDD+-supported school in eastern Cambodia.
Una escuela apoyada por REDD+ en el este de Camboya. Foto: John Cannon/Mongabay.

La respuesta

Para Griffin, las reacciones a los informes que pintan todos los proyectos REDD+ con el mismo pincel de sospecha han obstaculizado lo que podría ser un debate enérgico destinado a mejorar la integridad de los créditos de carbono y, en última instancia, los beneficios que pueden aportar al clima, las comunidades y la biodiversidad.

“No es tanto que gente como West haya descubierto la verdad y que haya descubierto que estamos equivocados”, dijo Griffin. “Es que creen que su enfoque es una forma diferente y más sólida de hacer lo que nosotros hemos hecho con las metodologías”.

“Hay un sano debate sobre cuál es el camino correcto”, agregó. “Es frustrante que la conversación no haya sido tan sana”.

Parte de la cuestión tiene que ver con la incertidumbre sobre cuánto reduce en realidad la deforestación un proyecto REDD+ como Keo Seima y, como consecuencia, las emisiones de carbono. En general, los investigadores coinciden en que la cifra exacta es desconocida, ya que deriva de comparaciones con una realidad alternativa que nunca existió. Sin embargo, esa incertidumbre lleva a “la suposición implícita de que cualquier cosa que se aleje de la perfección es un fracaso”, comentó Griffin.

Dijo no estar de acuerdo con algunas de las formas en las que West y sus colegas llegaron a esa conclusión, por ejemplo, la manera en que enfocaron la creación de los controles “sintéticos” que los llevaron a esas conclusiones. Los controles sintéticos reúnen datos de distintos lugares “donantes”. La exactitud de las conclusiones extraídas de las comparaciones de la deforestación depende de que se reproduzca con precisión una situación que probablemente se habría producido si el proyecto no hubiera estado presente. En el caso de Keo Seima, algunas de las áreas “donantes” utilizadas por West y sus colegas no eran del todo representativas de la zona del proyecto, dijo Griffin.

Verra publicó una crítica similar sobre el equipo dirigido por West en respuesta a las acusaciones vertidas en el artículo de The Guardian.

“En concreto, llegan a conclusiones incorrectas porque se basan en controles sintéticos que no representan con exactitud las condiciones previas al proyecto en la zona del proyecto, como reconocen los propios autores de los estudios”, escribió la organización en una defensa publicada en su sitio web en enero de 2023. “[E]ste enfoque no es adecuado para los proyectos REDD debido a la dificultad de encontrar puntos que coincidan dentro y fuera del área del proyecto al inicio de este”.

Ed Mitchard es cofundador y científico jefe de Space Intelligence, empresa con base en el Reino Unido que proporciona datos de seguimiento a proyectos de soluciones basadas en la naturaleza y servicios cartográficos a Verra. En su opinión, el estudio dirigido por West tiene “algunos fallos metodológicos graves”. Él y sus colegas publicaron recientemente una refutación en la que exponen sus argumentos.

Por un lado, utiliza el conjunto de datos sobre el cambio forestal mundial de Matt Hansen y sus colegas de la Universidad de Maryland. Aunque se utiliza de manera amplia para el seguimiento de los bosques a nivel mundial, “tiene errores bastante grandes a nivel regional”, lo que lo hace inadecuado para las comparaciones que West y su equipo utilizaron en su estudio, sostuvo Mitchard. El conjunto de datos no se diseñó para este uso, añadió.

A tree nursery supported by the Keo Seima REDD+ project in Cambodia.
Un vivero de árboles respaldado por el proyecto REDD+ Keo Seima en Camboya. Foto: John Cannon/Mongabay.

‘Mejora continua’

A lo largo de 2023, Verra puso en marcha varias actualizaciones destinadas a dificultar la emisión de demasiados créditos, entre otras novedades. Afirmó que había emprendido estas reformas, incluida la publicación de una nueva metodología REDD en noviembre, antes de la investigación de The Guardian.

Estas publicaciones forman parte de un proceso más amplio, contó Toby Janson-Smith, director general de desarrollo de programas e innovación de Verra.

“Esto es absolutamente un trabajo en curso, como siempre lo será”, dijo Janson-Smith a Mongabay. “Se trata de una mejora continua. Se trata de crear las mejores normas y metodologías posibles en cada momento, utilizando la mejor ciencia y las mejores prácticas y pensamientos”.

Esos cambios incluyen la eliminación de la capacidad de los desarrolladores de proyectos para elegir qué metodología aplican y la aplicación de nuevas etiquetas para los créditos de carbono. Verra también se ha pronunciado sobre la cuestión de la permanencia, dijo Janson-Smith.

El Consejo de Integridad para el Mercado Voluntario de Carbono (ICVCM, por sus siglas en inglés), un órgano de gobierno, publicó actualizaciones de su marco que aumentaron de 30 a 40 años el período considerado permanente para calificar a la etiqueta de Principios Básicos del Carbono del grupo. Eso significaría que los proyectos en los que las reducciones de la deforestación no duren al menos cuatro décadas tendrían que compensar los créditos asociados a ese objetivo incumplido. Verra ha solicitado hace poco que se evalúe el cumplimiento de los Principios Básicos del Carbono, por parte de su programa VCS, lo que, según el grupo, debería infundir más confianza a los consumidores que deseen adquirir créditos de alta calidad.

Lanternflies in eastern Cambodia.
Moscas linterna con manchas en el este de Camboya. Foto: John Cannon/Mongabay.

En medio de toda la agitación que rodea a la emisión de créditos de carbono, los partidarios de REDD+ y del mercado voluntario afirman que son una vía para la financiación privada de la conservación de los bosques, en especial, en ausencia de medidas internacionales o exigidas por los gobiernos más significativas que aborden tanto el cambio climático como la deforestación.

“Es una excelente forma de conseguir que los consumidores ricos y las empresas occidentales que tienen emisiones de las que no pueden deshacerse paguen algo y destinen ese dinero a hacer frente a una crisis natural que tenemos en marcha”, dijo Mitchard.

Mitchard agregó que ni los mercados voluntarios de carbono ni REDD+ resolverán el problema de la deforestación. Para ello habrá que eliminar las políticas vigentes que siguen incentivando la destrucción de los bosques con fines lucrativos —actividades tales como la agricultura, la ganadería y la tala—. Pero si alguien tiene 100 dólares que también puede destinar a compensar sus emisiones, añadió, podría marcar la diferencia.

“Si se da eso a personas que actualmente no tienen más remedio que talar bosques y [la oportunidad] de hacer algo diferente con sus vidas para proteger ese bosque, se trata de un uso muy valioso de esos 100 dólares, tanto en términos de los niveles de dióxido de carbono atmosférico como de las personas y la biodiversidad”, comentó Mitchard.

Confiscated vehicles that were used for hauling illegally harvested timber in Cambodia.
Vehículos confiscados que se utilizaban para transportar madera talada de forma ilegal en Camboya. Foto: John Cannon/Mongabay.

Encontrar el “punto óptimo”

La reducción y posterior eliminación del uso de combustibles fósiles como fuente de energía es el mayor paso necesario para limitar las emisiones y detener el cambio climático. De hecho, el Estándar Corporativo Neto Cero de la Iniciativa de Objetivos Basados en la Ciencia (SBTi, por sus siglas en inglés) exige que “la mayoría” de las empresas reduzcan sus emisiones al menos un 90 % antes de poder compensar, o “contrarrestar”, sus emisiones restantes con créditos permanentes de almacenamiento o eliminación de carbono. La The SBTi pretende ofrecer a las empresas una vía para reducir a cero sus emisiones para el 2050, en línea con el objetivo del Acuerdo de París de 2015 de detener el aumento de la temperatura global en 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales.

Asimismo, hay emisiones difíciles de eliminar que forman parte de las cadenas de suministro. Deshacerse de esas emisiones no es práctico en la actualidad, porque las alternativas viables son demasiado caras o simplemente no existen a la escala requerida.

Ahí es donde los defensores de los créditos de carbono y del proceso de compensación de emisiones afirman que el uso de créditos de carbono puede hacer la diferencia —tratando esas emisiones residuales—. Una acusación común contra estas empresas es que utilizan estos créditos como una forma de evitar el abordaje de su propia huella de carbono. En esencia, esta crítica sostiene que compran créditos, cuyo valor para el clima puede ser cuestionable, en lugar de dar los pasos, a menudo difíciles, para revisar sus operaciones con el fin de reducir sus emisiones de carbono.

Mitchard contó que su experiencia con las empresas es que las interesadas en adquirir créditos de carbono suelen estar más comprometidas con la reducción de su huella de carbono. Según un informe reciente de Ecosystem Marketplace, un servicio de información sobre finanzas y mercados medioambientales gestionado por la organización sin fines de lucro Forest Trends, las empresas que invierten en créditos de carbono tienen casi el doble de probabilidades de haber trabajado también en la eliminación de sus propias emisiones de carbono.

Es importante encontrar un equilibrio entre los requisitos estrictos y las condiciones que los agentes puedan cumplir, dijo Frances Seymour, investigadora distinguida del Instituto de Recursos Mundiales cuando habló con Mongabay, y agregó que estos proyectos son difíciles de implementar.

“Siempre va a haber cierto riesgo”, dijo. “La única forma de reducir el riesgo a cero es no tener mercado”.

Deforestation for farming in Sen Monorom.
Deforestación para la agricultura en Sen Monorom. Foto: Jacques Beaulieu vía Flickr (CC BY-NC 2.0).

Exigir la perfección conlleva el riesgo de acabar con una corriente de apoyo financiero a la conservación forestal que ha canalizado 3000 millones de dólares para la conservación de los bosques en las dos últimas décadas.

“La preocupación es que si estableces esos niveles tan altos que nadie puede cumplirlos, entonces no tienes mercado”, dijo Seymour, que trabaja en la actualidad en la Oficina del Enviado Presidencial Especial para el Clima en Estados Unidos, aunque sus opiniones no reflejan necesariamente las del gobierno estadounidense ni las del Enviado Presidencial Especial. Por otro lado, “uno quiere que sean lo bastante elevados como para garantizar que se trata de una acción climática adicional y que las personas más vulnerables de nuestro planeta no estén peor, sino mejor”.

“La preocupación es que todas estas iniciativas acierten en ese punto óptimo”, agregó.

Es ese punto óptimo el que Olly Griffin comentó que espera que la WCS y sus socios del proyecto REDD+ de Keo Seima hayan llevado a cero. Los habitantes de las 20 comunidades involucradas participan en el proceso de protección de los bosques y desarrollo de las economías locales, afirma la WCS, y muchos miembros de la comunidad que hablaron con Mongabay en abril sostienen que el proyecto ha causado un cambio positivo en sus vidas.

Es más, dijo Griffin, hoy hay más bosque en pie del que habría habido de otro modo. Dio un ejemplo de lo que podría haberle ocurrido a Keo Seima si REDD+ no hubiera formado parte de su trayectoria.

El Santuario de Vida Silvestre de Snoul (a veces deletreado Snuol) estuvo una vez al suroeste de Keo Seima. Creado en 1993, casi una década antes que Keo Seima, también albergaba cientos de especies documentadas, pero la construcción de una carretera que lo atravesaba provocó un rápido aumento del número de habitantes en la zona. Pronto, algunas partes del santuario se destinaron a plantaciones agrícolas y la deforestación se disparó. Para 2018, quedaba tan poco bosque viable que el Gobierno retiró a Snoul el estatus de área protegida.

“Todo ha desaparecido”, dijo Griffin. “Cuando pasas con el auto, ni cuenta te das de que solía ser una zona protegida. Solo hay plantaciones de mandioca, castañas de cajú [y] caucho”.

Si lo comparamos con Keo Seima, dijo, y la importancia de su trabajo se hace más evidente, incluso en esta parcela de bosque relativamente pequeña del este de Camboya.

“Ha habido deforestación”, dijo Griffin, “pero se ha reducido en comparación con lo que habría ocurrido”.

* Imagen principal: Un macaco cangrejero (Macaca fascicularis) en Borneo. Foto: John Cannon/Mongabay.

John Cannon es redactor de artículos de Mongabay. Encuéntralo en Bluesky.

Referencias:

Mitchard, E. T., Carstairs, H., Cosenza, R., Saatchi, S. S., Funk, J.,Quintano, P. N., … Nowak, E. (2023). Serious errors impair an assessmentof forest carbon projects: A rebuttal of West et al.(2023). arXiv Preprint.doi:10.2139/ssrn.4661873

West, T. A. P., Wunder, S., Sills, E. O., Börner, J., Rifai, S. W., Neidermeier, A. N., Frey, G. P., & Kontoleon, A. (2023). Action needed to make carbon offsets from forest conservation work for climate change mitigation. Science, 381(6660), 873–877. doi:10.1126/science.ade3535

Publicación original en inglés: https://news.mongabay.com/2024/01/leveraging-the-hypothetical-the-uncertain-world-of-carbon-credit-calculations/

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