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“Colombia es uno de los países en donde defender el medio ambiente significa tener la muerte encima” | ENTREVISTA

  • Durante años, la mayor refinería de petróleo de Colombia, propiedad de la petrolera nacional Ecopetrol, ha vertido petróleo y residuos tóxicos en cuerpos de agua, lo que afecta a los peces y a los medios de subsistencia de los pescadores.
  • Yuly Velásquez, pescadora local y presidenta de una organización ecologista, lleva años documentando la contaminación del agua y la corrupción relacionadas con la refinería. Hoy se enfrenta a constantes amenazas y ataques.
  • De acuerdo con un informe de 2022 de la ONG Global Witness, Colombia es el país más peligroso del mundo para los defensores del medio ambiente y de la tierra.
  • En esta entrevista con Mongabay, Velásquez habla de las amenazas a las que se enfrentan los defensores ambientales en Colombia y de lo que le ayuda a resistir los ataques.

Yuly Velásquez creció a orillas del río Magdalena, cerca de la ciudad colombiana de Barrancabermeja, una zona rodeada por una extensa red de pantanos, lagunas y bosques tropicales. Estos humedales albergan numerosas especies de peces migratorios, como el bocachico (Prochilodus magdalenae) y la dorada (Brycon moorei), de los que dependen las comunidades ribereñas para su subsistencia.

Sin embargo, en las últimas décadas, los peces son cada vez más escasos, dado que la lucrativa industria petrolera de la ciudad y a un vertedero cercano que dejan residuos tóxicos en los cuerpos de agua de la zona. La refinería de petróleo más grande del país, propiedad de la petrolera nacional Ecopetrol, se encuentra en Barrancabermeja y contribuye en un 70 % a la economía local, según las últimas estimaciones. Refina todo, desde gasolina hasta propano, y el complejo industrial alberga también una gran planta petroquímica para fabricar productos derivados del petróleo, como el plástico. Sin embargo, aunque la refinería es un pilar de la economía local, investigadores y lugareños afirman que la gestión inadecuada y los vertidos ilegales están afectando la salud de los residentes y los medios de subsistencia de los pescadores.

Como pescadora y presidenta de una organización ecologista que se enfoca a la protección de los humedales y las vías fluviales de la región, Velásquez se ha enfrentado a amenazas y ataques violentos, incluidos tres intentos de asesinato por parte de agresores no identificados. A pesar de los esfuerzos de su organización, la Federación de Pescadores Artesanales Ambientalistas y Turísticos del Departamento de Santander (Fedepesan), por vigilar y denunciar la contaminación y la corrupción en la región, Velásquez afirma que muchas de sus denuncias han sido ignoradas. En cambio, parece que han aumentado los ataques sufridos por los defensores medioambientales.

Estos son los retos a los que Velásquez y sus colegas se enfrentan a diario, pero su pasión por proteger los humedales y garantizar el acceso al agua potable, dice, la empuja a continuar su trabajo, a pesar de las amenazas a su seguridad personal y a la de su familia.

Colombia's largest oil refinery, owned by the national oil company Ecopetrol.
Imagen de la mayor refinería de petróleo de Colombia, propiedad de la petrolera nacional Ecopetrol. Foto: Aris Gionis vía Flickr (CC BY-NC 2.0).

En 2022, el gobierno colombiano anunció la decisión de ratificar el Acuerdo de Escazú, un tratado internacional adoptado en 2018 y dirigido a proteger a los defensores de los derechos humanos en asuntos ambientales. Velásquez celebra la medida. Sin embargo, ha expresado su preocupación en cuanto a que el acuerdo todavía necesita mejoras. Desde su entrada en vigor en abril de 2021, poco se ha avanzado debido a los retrasos en la ratificación y a las inconsistencias en sus directrices.

En una entrevista con Mongabay, Velásquez habla sobre las amenazas a las que se enfrentan los defensores ambientalistas y lo que le ayuda a seguir resistiendo los ataques.

¿Cómo ha afectado la industria petrolera a su comunidad?

Uno de los impactos más recientes en Barrancabermeja (ciudad del departamento colombiano de Santander) es el vertido de la refinería de Ecopetrol en el Caño El Rosario. El Caño El Rosario fue bautizado por nosotros los pescadores como Caño Picho (canal podrido) porque ya no es un cauce apto para que las comunidades usen y disfruten de la naturaleza. Por el contrario, es un canal que se ha convertido en un desecho tóxico por las descargas provenientes de la refinería de Ecopetrol [producto de la limpieza de los tanques]. Esto está afectando a todos los peces y al manatí antillano [Trichechus manatus], que está al borde de la extinción. En los últimos dos meses, rescatamos uno, pero lamentablemente ya estaba muerto. Las aves también mueren. No saben qué tipo de toxinas están bajando por esta tubería. Cada vez que liberan esas sustancias químicas, todas las especies mueren.

Ya tenemos un segundo informe que elaboramos con CREDHOS, la organización de derechos humanos que nos acompaña y asiste en la vigilancia comunitaria, pero no hemos recibido respuesta de la Corporación Autónoma Regional de Santander, la entidad competente que debe garantizarnos que disfrutemos de un medio ambiente sano.

Wetlands outside Colombia’s city of Barrancabermeja.
Humedales en las afueras de la ciudad colombiana de Barrancabermeja. Foto: Óscar Castaño / Amnistía Internacional.

—La refinería es un motor de la economía local. En el pasado, ¿qué promesas sociales y económicas impulsaron a los miembros de su comunidad a permitir la entrada de las empresas en la región?

—Hace muchos años, nuestros antepasados descubrieron petróleo en Barrancabermeja. Fueron los pueblos Yariguí y Pipatón quienes descubrieron el importante potencial petrolero que existía aquí en la ciudad. Barrancabermeja es una ciudad petrolera, pero lo que las empresas han hecho es contaminar nuestras fuentes hídricas. El progreso y el desarrollo no pueden estar por encima de las comunidades, afectando directamente el consumo de agua.

En muchos sectores, en lugar de agua para el consumo, es gas lo que sale de los pozos artesanales que la gente hace de forma manual en la tierra para sacar agua. A eso no se le puede llamar desarrollo. Estamos en 2024 y hay muchas familias cerca de las fuentes de agua que todavía no tienen derecho a un acueducto para poder consumir y disfrutar del agua potable. La industria ha sido, pues, prácticamente el primer factor económico que se ha desarrollado en la ciudad y no les importa lo que pase a las comunidades o a los ecosistemas del entorno porque lo que les interesa, como a Ecopetrol, es tener dinero y vender o comercializar grandes cantidades de petróleo. Mientras tanto, las comunidades que dependen de la pesca, la agricultura y otras actividades se ven afectadas de forma directa.

—Según un informe de 2022 de la organización no gubernamental Global Witness, Colombia es el país más peligroso del mundo para los defensores ambientales. ¿A qué amenazas y ataques se han enfrentado usted y sus compañeros mientras realizaban su trabajo?

—Colombia es uno de los países en donde defender de verdad el medio ambiente significa tener una lápida o una cruz encima. Es tener la muerte encima. Porque aquí, en Colombia y en Barrancabermeja, cuando un defensor de derechos humanos o un ambientalista denuncia un hecho y la queja es por contaminación por derrames de hidrocarburos de crudo o por toda la contaminación que vierte la refinería en las diferentes fuentes hídricas, somos estigmatizados, física, psicológica, verbal y económicamente.

Cuando un ecologista defiende el medio ambiente, se le cierran las puertas del empleo tanto a él como a su familia. Estamos mal vistos, e incluso hay amenazas de muerte, como en mi caso, en el que me han atacado tres veces. Empecé a recibir estos ataques porque, antes, los pescadores nunca informaban sobre este tema. Teníamos un gran líder, Luis Arango, que fue asesinado hace unos años y, después de que ese líder fuera asesinado, todo el mundo tenía miedo de denunciar o de hablar. Hay una desesperanza al observar todos los días cómo Ecopetrol y su refinería contaminan nuestras fuentes de agua y no poder decir nada.

Mis compañeros de Fedepesan también han sido atacados de manera sistemática por todas las denuncias que hemos hecho, porque si no cuidamos las fuentes de agua —como el río Las Ciénegas, que es donde pescamos—, entonces no vamos a poder pescar, de lo cual dependemos para sobrevivir.

Cuando fue el impacto del derrame de petróleo de Lizama 158 [en 2018], prometieron que no volverían a contaminar las fuentes de agua. Pero nos dimos cuenta de que el acuerdo quedó en el aire porque siguen contaminando. Ecopetrol y su refinería dicen que tienen buena reputación ambiental desde hace 20, 30, 50 años, pero siguen vertiendo en el Caño El Rosario y siguen afectando a todas las especies. Todos los días, los pescadores nos vemos desplazados.

Yuly Velásquez, an environmental defender from Barrancabermeja.
Yuly Velásquez, defensora ambiental de Barrancabermeja. Foto: Óscar Castaño / Amnistía Internacional.

—¿Puede explicar con precisión qué ataques se produjeron y cuándo?

—[Antes] los pescadores nunca denunciaban los hechos, como la corrupción en la contratación, una corrupción que se hace a través de la Corporación Autónoma Regional de Santander (CAS) [ente gubernamental encargado de vigilar la contaminación] que, a su vez, trabaja prácticamente de la mano con Ecopetrol y su refinería. Y lo que pasa es que, en vez de generar desarrollo o tener un buen sistema de agua, los contratistas se benefician de [una estratagema] entre Ecopetrol y la CAS. Ecopetrol los contrata para que limpien la contaminación y acude a la CAS por fondos, pero Ecopetrol no invierte ese dinero en esas fuentes de agua afectadas o contaminadas. Por ejemplo, se presentó un contrato para la Ciénega San Silvestre y en tanto y en cuanto Ecopetrol entregue el dinero, la CAS adjudica ese contrato. Ya tenemos un proceso en la Fiscalía por este acto de corrupción.

Así que, hasta el día de hoy, 2024, no hemos recibido una respuesta clara y concisa sobre todas las pruebas que las comunidades pesqueras aportaron antes de la licitación pública [la Fiscalía]. Yo tuve el primer ataque cuando con los pescadores empezamos a denunciar públicamente los actos de corrupción que ocurren cuando Ecopetrol pone este dinero. En ese caso, fueron 5000 millones de pesos [1,25 millones de dólares]. Y la Corporación Autónoma [CAS], que es la misma que debe ocuparse de todos los eventos de contaminación que ocurren en las fuentes hídricas del entorno, nunca ha dado una respuesta coherente.

Y esta [contaminación] nos llevó, en primer lugar, a organizarnos como una pequeña organización de pescadores. En segundo lugar, decidimos formar la federación, que no era lo mismo que una asociación de 30 pescadores. En una federación, hay 300 o 400 pescadores que se enfrentan a los mismos problemas, así que esto nos llevó a trabajar de manera colectiva, a organizarnos y a hacer muchos más esfuerzos para hacer visibles los problemas que surgen.

Lo que más fuerza nos dio fue hacer bloqueos en las carreteras principales. Al bloquear un puente, se impedía que Ecopetrol trabajara en las diferentes estaciones que tenían por aquí en Los Caños y Las Ciénegas. Al hacer estos bloqueos, se alteraba el orden y Ecopetrol no quería que se pararan sus pozos petroleros. A ellos, lo que les interesa es el dinero.

Después, los funcionarios de Ecopetrol crearon grupos de trabajo y visitaron las comunidades para averiguar qué era lo que denunciábamos, pero siempre rechazaron la responsabilidad. Dijeron que no eran hidrocarburos, que eran aguas residuales domésticas, pero en varios videos que presentamos, pusimos las manos donde se encontraban los hidrocarburos, el crudo, y pudimos demostrar que esas manchas negras de petróleo e hidrocarburos no eran aguas residuales domésticas, sino que se generaban directamente del proceso que realizaban en la refinería de Ecopetrol. Esto ha hecho que mi familia haya pasado por una crisis bastante grave a causa de los ataques.

Photos of the crime scene at Yuly's home when the attacker shot at her house and the police.
Fotos de la escena del crimen en casa de Yuly, cuando el atacante disparó contra su casa. Fotos: cortesía de Yuly Velásquez.

El primer ataque a mi casa fue cuando llegaron hombres armados; nos dispararon repetidamente en las puertas, en las ventanas, pero afortunadamente no hubo heridos. Tuvimos que marcharnos, desplazados de nuestra primera casa. Desde allí, tuvimos que buscar una comisaría cercana donde pudimos refugiarnos en una casa porque los delincuentes nos perseguían.

Unos meses más tarde, mientras estaba con mis colegas realizando el seguimiento, que es lo que nos sirve para identificar los tipos de contaminación que se producen, también se acercaron al barco desde la orilla y nos dispararon. También nos encontramos cara a cara, mi guardaespaldas y otros dirigentes de las asociaciones, con la persona que conducía el barco. Éramos unas seis o siete personas y estábamos en estado de shock. Gracias a Dios, nadie resultó herido, afortunadamente. Tuvimos que abandonar la zona y llamar a la policía para que viniera.

No habían pasado ni 20 días desde aquel segundo ataque cuando yo estaba en una reunión con mi guardaespaldas y la asociación y llevaron a cabo el tercer ataque. Mi guardaespaldas resultó herido [de bala] en parte de la cara y, desde el suelo, me gritaba que corriera y me alejara del lugar porque ya estaba herido en el suelo.

—¿Sabe quién o qué grupo es responsable de estos ataques?

—Ha sido bastante difícil porque la policía no entregó un informe claro. No saben quién, cómo, por qué está ocurriendo, pero nosotros sí sabemos que es por todas las denuncias que hemos hecho visibles. Gracias a Dios, no nos sentimos solos porque la comunidad internacional también nos está apoyando, mostrándonos y visibilizándonos. Y esta es un arma que nos ayuda a decir que no estamos solos, hay otras personas que conocen las denuncias que estamos haciendo y, si nos llegara a pasar algo, es por las denuncias que hicimos contra la refinería de Ecopetrol, por todos los tipos de contaminación que ocurren aquí en el territorio.

—A veces se ve a los defensores ambientales como obstáculos para el desarrollo económico o industrial local o como un impedimento para mejorar la vida material de la comunidad. Como defensora del medio ambiente, ¿qué opina al respecto?

No debería ser así porque nosotros luchamos no solo por los pescadores sino por toda la comunidad en general, para que esos 300 000 habitantes de Barrancabermeja puedan consumir agua en óptimas condiciones, que es lo mínimo que puede tener cualquier ser humano. El derecho a consumir agua y el derecho a poder acceder a ella. Por un lado, se necesita mayor fuerza por parte de la fuerza pública para vigilar y garantizar la seguridad en los territorios para las comunidades, porque las comunidades están prácticamente solas y vulnerables. Por otro lado, como ambientalistas somos conscientes de que la lucha que estamos llevando a cabo es una lucha por un bien común, por un colectivo de comunidades que se sienten impactadas, tenemos dos opciones: defender el agua o morir defendiendo el agua. Pero no queremos morir para llegar a ese punto.

Wetlands outside Colombia’s city of Barrancabermeja.
Humedales en las afueras de la ciudad colombiana de Barrancabermeja. Foto: Óscar Castaño / Amnistía Internacional.

—¿Esta experiencia ha hecho que usted y otros miembros de su organización cambien la forma de trabajar? ¿Ha impedido que la población local, como los pescadores, proteste o manifieste su oposición a estas actividades?

—Siempre hay un poco de miedo, está latente, pero hemos conseguido conectar con otras personas, otros pescadores. Hemos logrado una red en la que diferentes pescadores de toda la región nos conocen y, cuando necesitan ayuda por cualquier situación de contaminación que se esté produciendo por parte de la industria petrolera en su zona, nos informan y nosotros los apoyamos. Sabemos que muchos pescadores han sido asesinados en toda la región.

Esto nos da mucho miedo, pero al mismo tiempo también nos da fuerza para poder llegar a todos los rincones de la región y visibilizar esas muertes que ocurren con pescadores cuyas muertes quedan impunes, pescadores que son asesinados y arrojados al río o a las orillas de los canales y ríos. Sus familias creen que están pescando y resulta que son asesinados. Con esta red, hemos conseguido llegar a varias familias de pescadores que sufren este miedo a estos asesinatos, a perder a sus seres queridos.

Entonces, sentimos que hemos avanzado un poco, con mucho miedo porque, a medida que la red se fortalece, también somos mucho más visibles y entonces el miedo latente a ser atacados es mayor, es fuerte. Por eso, nos acompañamos con CREDHOS, también con Brigadas Internacionales de Paz [una ONG internacional que trabaja para proteger a los defensores de los derechos humanos y del medio ambiente]. Ahora nos acompañan a hacer el monitoreo de las tuberías en Las Ciénegas. Podemos tener un poco de tranquilidad para poder realizar el trabajo.

—¿Y qué cree que ha conseguido su trabajo hasta ahora?

—¿Qué hemos conseguido con las denuncias que hemos presentado? Lo que hemos conseguido es que se reduzcan un poco esos contratos corruptos que hacen con frecuencia para legalizar sus intercambios. Ahora, ellos saben que hay una comunidad que está organizada, que supervisa y que los está denunciando, así que creemos que hemos conseguido algo importante, pero necesitamos mucho más. Realmente necesitamos ese apoyo del Gobierno nacional.

A canoe on the Magdalena River.
Una canoa en el río Magdalena. Los peces son cada vez más escasos, ya que la lucrativa industria petrolera de la ciudad y un vertedero cercano vierten petróleo y residuos tóxicos en las masas de agua. Foto: Aris Gionis vía Flickr (CC BY-NC 2.0).

—¿Qué les diría a otros defensores ambientales en circunstancias similares que tienen miedo de seguir luchando por los humedales, los ríos y otros ecosistemas importantes?

—El mensaje que les doy a mis colegas, a todos los ambientalistas del mundo, es que debemos aferrarnos, en primer lugar, a Dios que nos guía, y trabajar colectivamente, no solos, sino colectivamente con otras organizaciones u otros colegas que nos ayuden a visibilizar el trabajo que hacemos. Para nosotros ha sido de gran importancia poder trabajar codo a codo con otras organizaciones internacionales porque sentimos que aquí, en Colombia, cuando hablamos de una organización internacional que está apoyando a mujeres líderes, también nos sentimos respetados y no estamos solos. Entonces, los invito a que traten de hacer esos contactos con la comunidad internacional, que la comunidad internacional los apoya, no los deja solos. No se rindan, no abandonen esa lucha, ese trabajo tan importante que tenemos.

Porque cuando hacemos un trabajo colectivo, podemos tomar esa fuerza y llegar hasta el propio Gobierno nacional. Demostramos que estamos haciendo un trabajo que beneficia a toda la comunidad, que beneficia al medio ambiente. Es esta lucha que hacemos con fuerza, que no nos rendimos; al contrario, que nos agarramos de la mano de Dios para seguir adelante en el trabajo que hacemos.

—Ha arriesgado mucho por este trabajo. ¿Qué reflexiones tiene sobre su carrera? ¿Hay algo que cambiaría?

—Bueno, la primera reflexión es que sentí que perdí todo en el primer ataque que llevaron a cabo contra mí. Sentí que perdí todo porque dejé mi casa que habíamos construido con mi marido y mis hijos. Con tanto sacrificio, salimos de allí por culpa de ese ataque. Me obligaron a dejar esa casa: me desplazaron. Sentí que lo perdía todo porque sentía que mi familia se rompía en pedazos. Pero, al mismo tiempo, mi familia sabe el trabajo que hago, que es un trabajo por vocación, que es un trabajo que nos beneficia a todos.

El sentimiento de apoyo de mi familia; mi marido, mis hijos, mi madre, que me decían que no me rindiera, me hizo más fuerte. Y sentir ese apoyo de ellos me hizo comprender cómo tenía que cambiar mi forma de trabajar. Antes íbamos directamente a los puntos de contaminación, pero, en los siguientes viajes, tuvimos que ser más estratégicos y llegar al lugar con otras estrategias. Y esas otras estrategias funcionaron. El hecho de que mi marido me acompañe mientras vigilo las masas de agua, esté siempre conmigo, eso me genera paz, me genera una sensación de seguridad.

Desde que mis hijos crecieron, también me acompañan al campo para hacer el trabajo que hacemos. Conocen la flora y la fauna y dan de comer a los manatíes. Se conectan conmigo también y me dicen: “Mamá, tienes que seguir haciendo el trabajo tan bonito que haces”. Hoy, mis hijos están orgullosos de nuestro trabajo, de lo que hemos conseguido, aunque ha habido momentos en los que todos lloramos y también ha habido momentos en los que nos reímos de nuestras experiencias, así que, si pudiera cambiar algo, les daría un mejor lugar de seguridad a mis hijos.

An oil refinery in Barrancabermeja.
La refinería de petróleo en Barrancabermeja. Foto: Aris Gionis vía Flickr (CC BY-NC 2.0).

—¿Qué opina del Acuerdo de Escazú para proteger a los defensores ambientales como usted? ¿Cree que puede llegar a ser un mecanismo eficaz para los defensores del medio ambiente en Colombia?

—Bueno, ese es el sueño. Yo creo que el Acuerdo de Escazú todavía necesita mucho trabajo, pero es, digamos, como una iniciativa, una esperanza que tenemos los ambientalistas, los defensores de derechos humanos y los defensores del medio ambiente. Queremos que el Acuerdo de Escazú se cumpla para que los líderes podamos ejercer nuestro liderazgo, para que podamos salir a hacer nuestro trabajo, para que se garantice nuestro derecho a la vida, para que podamos hablar sin ningún temor. La industria, las grandes empresas y las multinacionales también deben empezar a tener sentido de la responsabilidad para que nosotros, todos los miembros de la comunidad, no nos veamos afectados por sus acciones.

Estamos muy agradecidos a toda la comunidad internacional, a todos los colegas que estuvieron ahora en las conferencias de la ONU sobre el clima y la biodiversidad aportando tanta información y visibilizando todo lo que está pasando aquí. Y también mostrando lo que hacemos como comunidades para mitigar el cambio climático.

* Imagen principal: Yuly Velásquez, defensora ambiental de Barrancabermeja. Foto: Óscar Castaño / Amnistía Internacional.

* Publicación original en inglés: https://news.mongabay.com/2024/01/courage-calm-despite-attacks-qa-with-colombian-activist-yuly-velasquez/

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