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El surgimiento de las ciudades alrededor del Amazonas | LIBRO

Las comunidades Ribeirinho, situadas en el curso principal de los ríos Amazonas y Solimões, entre Iquitos y Belém, pueden remontar su historia demográfica a los grupos étnicos que habitaron el río y sus afluentes antes de la llegada de los misioneros europeos, así como comerciantes, soldados, aventureros, caucheros, y esclavos fugitivos que emigraron a la llanura aluvial durante los últimos cuatro siglos. Crédito: © Brarymi / Shutterstock.

  • Si bien los países que conforman la Panamazonía han atravesado la migración luego del surgimiento de sus respectivas actividades extractivas, lo cierto es que cada ciudad emerge por distintos factores y bajo circunstancias particulares.
  • Killeen destaca en Brasil el flujo de personas hacia las comunidades rurales hasta hace 20 años, para luego dirigirse hacia los principales centros urbanos de la Amazonía, similar que en Bolivia. En cambio, en Perú, Ecuador y Colombia la migración ocurre hacia ciudades de la sierra o de la costa.
  • Entre las ciudades más importantes destaca Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) cuya tasa de inmigración es la más alta de cualquier jurisdicción amazónica. En Perú, durante los últimos años, Madre de Dios es la ciudad amazónica que ha recibido más migrantes, debido a la fiebre del otro y la abundancia de campamentos mineros.

La migración del campo a la ciudad es un fenómeno mundial y la Amazonía no es una excepción. Sin embargo, una proporción muy grande de sus inmigrantes son pequeños agricultores que originalmente vinieron del altiplano andino y el noreste de Brasil, apostando su futuro en las zonas fronterizas de la Panamazonía. Este flujo de personas hacia las comunidades rurales se desaceleró drásticamente después del año 2000, cuando las familias rurales comenzaron a trasladar su lugar de residencia principal a los centros urbanos. En Brasil y Bolivia tienden a trasladarse a ciudades amazónicas grandes y pequeñas. En cambio, en la Amazonía de Perú, Ecuador y Colombia, es más probable que emigren a ciudades de la sierra o de la costa.

En Brasil, la proporción de residentes rurales y urbanos en la Amazonía era más o menos pareja antes de 1990. No obstante, en el año 2000 más del 70% vivía en lo que la oficina nacional del censo considera áreas urbanas. La mayor parte de la migración del campo a la ciudad ha fluido hacia los seis centros metropolitanos más grandes: Manaos, Belém/Ananindeua, São Luiz, Cuiabá/Varzea Grande, Porto Velho y Macapá/Santana.

Ha habido una expansión similar de ciudades intermedias y pequeñas, muchas de las cuales son centros administrativos de municipios reconocidos por su papel en las cadenas de suministro agrícola como Itaitatuba (AM), Sorriso, Sinop (MT), Tailândia (PA), Ji-Paraná (RO). También se incluyen minas corporativas (Marabá, Parauapebas, Oriximiná [PA]), pueblos con minería irregular como ser Itaituba (PA), Pontes e Lacerda (MT), o áreas ganaderas conocidas por sus altas tasas de deforestación, como Altamira, São Félix do Xingu (PA), Humaita (AM).

La mayoría de estas ciudades duplicó su población entre 2000 y 2010 y ha estado creciendo entre un 2% y 3% anual durante la última década. Esta tendencia se ha replicado tanto en grandes como en pequeñas ciudades situadas en el corazón de la economía rural de la Amazonía brasileña. La siguiente clasificación de áreas urbanas en 2017 reveló que el 76% de los habitantes de Brasil residen en algún centro urbano.

En el caso de la Amazonía boliviana, puede decirse que tiene la tasa de inmigración más alta de cualquier jurisdicción amazónica. Pero, dicha estadística se ve distorsionada por el fenomenal crecimiento de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, que ha pasado de tener unos 100.000 habitantes en 1970 a más de 2,5 millones en 2022. Los municipios que han recibido cantidades significativas incluyen San Ignacio de Velasco (Santa Cruz), Yapacaní (Santa Cruz), Ivirgarzama (Cochabamba), Cobija (Pando), Riberalta (Beni), Palos Blancos y Caranavi (La Paz). Todos están ubicados en la frontera agrícola y experimentan tasas muy altas de deforestación.

Por otra parte, en Perú, los esfuerzos por promover la migración hacia el Amazonas se ven contrarrestados por el atractivo económico de Lima y otras ciudades costeras. En consecuencia, la población amazónica ha crecido ligeramente por encima de la tasa nacional durante la última década, alrededor del 1,4%. La expansión observada es resultado de una tasa de natalidad relativamente alta, dado que, en todos los departamentos de las tierras bajas (excepto en Madre de Dios) la emigración supera actualmente a la inmigración. Madre de Dios, donde se vive una fiebre del oro, es un caso atípico, pues su población ha crecido aproximadamente un 5% anual durante la última década. La mayoría de los recién llegados son residentes rurales que trabajan en campamentos mineros.

En el resto de las tierras bajas del Perú, existe una migración constante de personas del campo hacia las ciudades y los pueblos provinciales. Las comunidades rurales de Loreto mantienen hoy aproximadamente la misma población que en 2000, mientras que su ciudad capital, Iquitos, ha experimentado solo un crecimiento modesto, pasando de 360.000 a 423.000 habitantes entre 2007 y 2020 (1% anual). Se registran tasas de crecimiento más altas para Pucallpa (2,5%) y Yurimaguas (4,1%), ambas ciudades terminales de carreteras troncales. Sin embargo, desde el año 2000, el número de emigrantes de Ucayali ha superado al de inmigrantes, siendo la mayoría jóvenes que probablemente se trasladan a Lima.

Asimismo, la Amazonía ecuatoriana tiene la tasa de crecimiento poblacional más alta de cualquier región del país, con un promedio de crecimiento en la última década que es aproximadamente el doble del promedio nacional (4% frente a 2%). Esto parece deberse a una tasa de natalidad más elevada, ya que la migración hacia la región se ha reducido casi por completo, con solo el 1,3% de los encuestados identificándose como inmigrantes en el censo de 2010. Las tasas de natalidad relativamente altas y el lento ritmo de la migración entrante contrastan con el igualmente lento proceso de urbanización, pues sólo el 29% de los residentes de la región, en comparación con el 59% a nivel nacional, vive en lo que la oficina del censo define como una ciudad o pueblo.

En la Amazonía colombiana, la violencia civil obligó a millones de familias rurales desplazarse hacia las ciudades. La población de Caquetá disminuyó en 50.000 personas entre 1993 y 2005, mientras que la localidad de Florencia creció en 33.000. Decenas de miles más huyeron a zonas seguras como Villavicencio, Huila y Bogotá. La campaña militar Plan Colombia y el acuerdo de paz de 2016 cambiaron esta dinámica, y Caquetá ha estado creciendo a un ritmo del 3% anual durante la última década. Este aumento poblacional se debe en gran medida a la fiebre por la tierra y al auge económico, con colonos e inversores rurales atraídos por tierras baratas, comercializadas por acaparadores en una de las fronteras más anárquicas del Amazonas. Irónicamente, los centros de población locales han crecido sólo de manera marginal con esta nueva ola migratoria, aunque si se mantienen las tendencias observadas en otras fronteras forestales, pronto podrán experimentar otro auge demográfico.

Históricamente, la región del Escudo Guayanés ha tenido una población estable y mayoritariamente urbana. La mayoría de los habitantes reside en ciudades situadas a lo largo del río Orinoco, en Venezuela, o en la llanura costera de Guyana, Surinam y la Guyana Francesa. Es posible que los datos censal actuales no reflejen con precisión el número de personas en las zonas de explotación de oro, que han experimentado auges demográficos locales debido a la afluencia de mineros brasileños y venezolanos en la última década.

Guyana sufrió un éxodo masivo durante la segunda mitad del siglo XX. Un poco más de la mitad de sus ciudadanos nativos, unas 750.000 personas, han abandonado el país desde 1970. La tasa de emigración disminuyó de un máximo cercano de 15.000 personas por año a finales de los años 80, a alrededor de 5.000 en la última década. La mayoría de los emigrantes reside actualmente en Estados Unidos y Canadá, aunque no es raro que mantengan una segunda vivienda y envíen remesas para apoyar sus familias. Entre 2015 y 2020, el valor total de las remesas osciló entre 300 y 500 millones de dólares, aproximadamente la mitad de los ingresos del sector de la minería ilegal de oro.

Un fenómeno similar, aunque menos pronunciado, ha afectado a la población del vecino Surinam, de donde han emigrado unos 250.000 ciudadanos, principalmente a los Países Bajos. La emigración se ha reducido a menos de 1.000 personas por año, una cifra similar a la de quienes emigran o regresan a Surinam.

Imagen destacada: Las comunidades Ribeirinho, situadas en el curso principal de los ríos Amazonas y Solimões, entre Iquitos y Belém, pueden remontar su historia demográfica a los grupos étnicos que habitaron el río y sus afluentes antes de la llegada de los misioneros europeos, así como comerciantes, soldados, aventureros, caucheros, y esclavos fugitivos que emigraron a la llanura aluvial durante los últimos cuatro siglos. Crédito: © Brarymi / Shutterstock.

“Una tormenta perfecta en la Amazonía” es un libro de Timothy Killeen que contiene los puntos de vista y análisis del autor. La segunda edición estuvo a cargo de la editorial británica The White Horse en el año 2021, bajo los términos de una licencia Creative Commons -licencia CC BY 4.0).

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