Noticias ambientales

Siguiendo ballenas francas: cómo funciona el proyecto que rastrea sus rutas migratorias desde el espacio exterior | ENTREVISTA

  • Cada año, las ballenas francas australes migran miles de kilómetros desde zonas de alimentación hasta Península Valdés, en la provincia de Chubut, en el sur de Argentina, donde se reproducen.
  • Un proyecto colaborativo entre varias instituciones de Argentina, Brasil, Dinamarca y Estados Unidos las monitorea desde el espacio para entender sus movimientos.
  • El seguimiento satelital permite entender cómo las ballenas usan el océano, con el objetivo de apoyar decisiones clave para protegerlas frente a amenazas como la pesca industrial, la exploración petrolera y el tráfico marítimo.
  • “Las actividades hidrocarburíferas en el Golfo San Matías son una pésima noticia para esta especie y para muchas otras”, dice Valeria Falabella, directora de Conservación Costero Marina para WCS Argentina en entrevista con Mongabay Latam.

Cada año, las ballenas francas australes emprenden viajes épicos a través del océano. Recorren miles de kilómetros entre las frías aguas donde se alimentan y las tranquilas bahías donde se reproducen en Península Valdés, en la provincia del Chubut, en la Patagonia argentina. Comprender estos desplazamientos —muy antiguos pero aún llenos de misterios— es el objetivo de Siguiendo Ballenas, un ambicioso proyecto colaborativo entre organismos gubernamentales, organizaciones de la sociedad civil e instituciones académicas para monitorearlas desde el espacio.

En su novena temporada de trabajo, que arrancó en septiembre de 2024, el equipo marcó diez Eubalaena australis con transmisores satelitales de última generación en el Golfo Nuevo, con el objetivo de revelar patrones ocultos en los movimientos migratorios de esta especie. Para facilitar su seguimiento e identificación, a cada ejemplar se le asignó un nombre inspirado en la tabla periódica: siete hembras adultas con sus crías —Kalium, Moscovium, Neptunium, Niquel, Sulfurium, Tantalus y Titanium—, un adulto de sexo indeterminado llamado Rubidium, y dos juveniles, Aurum y Platinum. Sus recorridos pueden consultarse en tiempo real en www.siguiendoballenas.org.

Trabajo de fotoidentificación de ballenas francas australes. Foto: cortesía Paula Faiferman / Siguiendo Ballenas

“Más allá de los datos y del análisis tan interesante que se logra hacer, también están las historias de los individuos que generan un conocimiento súper valioso”, explica Valeria Falabella, directora de Conservación Costero Marina para WCS Argentina. Uno de estos casos ocurrió durante la temporada 2023-2024: Atenea reescribió lo que los expertos creían saber sobre las rutas migratorias de su especie. Fue la primera ballena franca identificada en unir los océanos Atlántico y Pacífico, abriendo una ruta migratoria jamás registrada por satélite para la población de Península Valdés.

Según el último reporte del proyecto, publicado el 22 de julio de 2025, el equipo sigue monitoreando a tres de las diez ballenas francas. Se trata de Moscovium, que explora el norte del Mar de Scotia; Sulfurium, que se desplaza hacia el noroeste por la cuenca del Atlántico Sudoccidental; y Niquel, que se alimenta al borde del talud frente a las costas de Río Negro. Hace un mes se perdió contacto con Aurum, quien había regresado al Golfo Nuevo a fines de mayo.

En Mongabay Latam conversamos con Falabella sobre la importancia del seguimiento satelital de estas ballenas, una herramienta clave para entender cómo utilizan el océano, con el objetivo de no solo respaldar la creación y gestión de áreas marinas protegidas, sino de elaborar recomendaciones para regular actividades humanas —como la pesca, la exploración petrolera y el tráfico marítimo— que podrían afectar a la especie.

Valeria Falabella, directora de Conservación Costero Marina para WCS Argentina. Foto: cortesía WCS Argentina

—¿Cuál fue el origen del proyecto de monitoreo? ¿Por qué es importante investigar cómo estas ballenas utilizan el Atlántico sudoccidental y los mares subantárticos?

—Estamos hablando de una población que sufrió una cacería que diezmó enormemente el número de individuos. En el contexto de la importancia de su conservación, entender los sitios donde estos animales se alimentan es clave. Identificar las áreas de uso intenso en el mar durante sus periodos migratorios, cuáles son sus rutas migratorias, es muy importante para el objetivo de tomar acciones de manejo y de conservación que garanticen la sustentabilidad de estas poblaciones que se están recuperando.

En el contexto del cambio climático, hacer un monitoreo continuo y sostenido en el tiempo también es sumamente importante, sobre todo en el contexto del hemisferio sur, que cuenta con áreas sensibles. Este proyecto es posible porque hay un esfuerzo de muchas organizaciones, es un equipo bastante importante que incluye al Laboratorio de Mamíferos Marinos del CESIMAR-CENPAT-CONICET, CICOES, CIMAS-CONICET, FaCiMar, Fundación Patagonia Natural, Instituto Aqualie, Instituto de Conservación de Ballenas, MarEcoTel, NOAA, Programa de Monitoreo Sanitario Ballena Franca Austral, Wildlife Health Center de UC DAVIS California y WCS Argentina.

Ballena Sulfurium, fotografiada junto a su cría en septiembre de 2024. Foto: cortesía Paula Faiferman / Siguiendo Ballenas

—¿Cuáles son hoy las principales amenazas humanas en estas áreas clave?

—Las principales amenazas para las ballenas, en general, son la contaminación sonora, la contaminación por plásticos, microplásticos y redes fantasma, es decir, lo que queda de las actividades de la pesca, donde se pierden aparejos o redes que quedan flotando a la deriva y que generan enmallamiento. Por supuesto, también la actividad pesquera en general y el tráfico marítimo que produce choques.

Esto ha sido así para la población de ballena franca del norte, que hoy tiene muy poquitos cientos de animales, menos de 300. Es una población que difícilmente se recuperará y que llegó a esa situación por el tráfico marítimo, el choque con embarcaciones y la interacción con pesquerías, por el enmalle, que tuvo un impacto tremendo.

Mapa de los recorridos de las ballenas monitoreadas en la temporada 2024-2025. Imagen: cortesía Siguiendo Ballenas

—¿Han logrado identificar incidentes de ese tipo con las ballenas?

—Hace muy poquito —y fue un caso viral—, un carguero muy grande que salía del puerto de Quequén [en la provincia de Buenos Aires], fue filmado embistiendo a dos ballenas. Es una cosa insoportable de ver. Aparentemente no se lastimaron y hubo varios análisis respecto a que el barco salía por el único lugar donde puede salir, que es un canal. Lo que evidentemente falló es informar para que el barco esperara a salir cuando las ballenas no estuvieran en ese canal, porque no podía esquivarlas. Este caso está documentado porque justo había gente filmando a las ballenas con dron.

Hoy estamos muy, muy preocupados por la situación de las actividades hidrocarburíferas que se están planificando en el Golfo San Matías, que es un área que está siendo recolonizada por la población de ballena franca de Península Valdés y donde el tráfico marítimo en unos años va a incrementar muchísimo. El impacto puede ser considerable.

Ballena Kripton, fotografiada junto a su cría en septiembre de 2024. Foto: cortesía Paula Faiferman / Siguiendo Ballenas

—A lo largo de 9 temporadas han logrado estudiar las travesías de 115 ballenas, y registrar tres viajes migratorios completos. ¿De qué manera esto amplía el conocimiento sobre esta especie en los mares australes?

—Hay mucha información muy interesante que se está generando para hacer estudios que requieren de análisis estadísticos para identificar de manera muy precisa las áreas de uso intenso de estos individuos y solapar eso con actividades humanas. Hay muchos trabajos que estamos planificando para su futura publicación.

Pero somos muchas las organizaciones de conservación que estamos participando de este trabajo de investigación. Nos vamos a asegurar de que toda la información que se genere llegue a las manos de los actores de gobierno que son claves para el manejo de actividades humanas que puedan estar interactuando con las áreas de uso intenso de esta especie.

Más allá de los datos y del análisis que se logra hacer con estos números tan interesantes, están las historias de los individuos que generan conocimiento súper valioso. Por ejemplo, Atenea fue la primera ballena que permitió registrar una migración que conecta directamente el océano Atlántico con el océano Pacífico. Esto nunca se había registrado, es un individuo que sale de Península Valdés y hace todo el recorrido hasta que la señal se pierde en su migración hacia el norte. Es un viaje excepcional que se va a publicar muy pronto.

También tenemos otra ballena, Eos, que se monitoreó en la temporada 2023-2024, pero que ya se le había identificado en 1979 como adulta. O sea, 44 años después, este individuo sigue viniendo a reproducirse en Península Valdés. Es un animal que además atravesó el Agujero Azul, un área que se caracteriza por ser parte de un frente productivo que es el más importante del hemisferio sur. Es un supermercado del mar para muchas especies, además de la ballena franca, y es un área en la que, desde hace muchos años, estamos tratando de crear un área marina protegida bentónica.

Lamentablemente, el año pasado este proyecto perdió estado parlamentario. Es la segunda vez que sucede y ni siquiera ingresó al Senado.

Equipo monitoreando ballenas en junio de 2025. Foto: cortesía Paula Faiferman / Siguiendo Ballenas

—¿Cómo se decide qué ballenas se equiparán con transmisores? ¿Qué criterios se utilizan para seleccionar a los individuos cada temporada?

—Esto se planifica antes de salir de campaña. Hay dos categorías de edades interesantes para marcar: los juveniles y las madres con cría. Lo que se busca es que estén en muy buenas condiciones. También buscamos que la instrumentación no moleste o complique a otros individuos.

Además debemos entender la recepción del animal cuando hay un acercamiento con la embarcación: hay algunos que son muy dóciles, incluso después de la instrumentación se quedan al lado de la embarcación, y hay otros individuos que cuando uno se acerca marcan muy claramente que no tienen intención de interactuar, se meten debajo del agua y se desplazan para alejarse de la embarcación.

Ballena Aurum vista desde un dron, en septiembre de 2024. Foto: cortesía Paula Faiferman / Siguiendo Ballenas

—¿Cómo se colocan los instrumentos satelitales y cómo son?

—Son instrumentos que emiten una señal satelital a través del Sistema Argos de satélites. Hay toda una tecnología muy importante, pensada en el contexto del instrumento, no solo en el tema de monitoreo, sino en asegurarnos que se genere el menor daño posible.

Los instrumentos se colocan con un dispositivo como si fuese una ballesta, en la parte superior de la cabeza. Hay una zona muy especial y lo hace una persona muy entrenada, es un procedimiento muy rápido. Además, en el momento de la instalación, cuando se penetra el instrumento, se genera una reacción química que funciona como un antibiótico para el animal. Hay mucho cuidado puesto en el tema de salud y respeto animal en la instrumentación.

Hay individuos que después de la colocación se quedan al lado de la embarcación, otros inmediatamente después de que penetró el instrumento se hunden y se alejan, pero no demasiado, y nosotros siempre nos quedamos ahí durante 30 o 40 minutos monitoreando el comportamiento del animal después de la instrumentación. Para nosotros es muy importante, antes de retirarnos, ver el estado del instrumento colocado y del comportamiento del individuo después de la instrumentación. Se hace este seguimiento del estado del animal y del instrumento hasta que el último deje de transmitir señales dentro del golfo y se retiren en su migración.

Durante la instrumentación normalmente también se toma una muestra de piel muy pequeña que permite generar un registro genético del animal y definir el sexo en caso de juveniles.

Equipo con la ballena Aurum. Foto: cortesía Paula Faiferman / Siguiendo Ballenas

—¿Qué retos técnicos o biológicos enfrentan para lograr seguimientos completos y continuos?

—Depende del individuo. En algunos casos lo que sucede es que hay instrumentos que se pierden antes, que el animal va sacando al instrumento paulatinamente y luego se cae, y la herida se termina de cerrar perfectamente. En algunos casos los instrumentos se apagan antes y dejan de emitir señales. Entonces, obtener un recorrido completo de ida y vuelta es algo que festejamos mucho.

Por otro lado, este estudio se hace con mucha responsabilidad y cuidado de los individuos después de la marca. Hay un esfuerzo muy importante, lo llamamos el follow-up, que es el seguimiento del estado de los animales luego de haber sido instrumentados, garantizando que el instrumento no está generando un daño o una infección en la zona donde penetró.

Mapa del recorrido de la ballena Aurum. Imagen: cortesía Siguiendo Ballenas

—La designación de nombres inspirados en la tabla periódica este año resulta muy llamativa. ¿Qué rol juegan estos nombres tanto en el seguimiento como en la conexión con ellas?

—Todos los que participamos en el proyecto somos investigadores, conservacionistas y científicos de distintas áreas. Este es un proyecto donde hay muchos tipos de destrezas, pero todos tenemos una gran pasión por esta especie, un gran compromiso en su conservación.

Más allá de los datos que te transmiten, la conexión con el individuo para nosotros es muy importante y es mágica. Cuando nosotros instrumentamos, se toman imágenes del individuo y, a través del patrón de callosidades, de su tamaño y distribución en la cabeza, los individuos pueden ser identificados. Por eso es que pudimos decir que Eos, una ballena que se marcó y se fotoidentificó como adulta en 1979, y que fue marcada con el instrumento satelital en 2023, es una hembra que todavía se reproduce después de 44 años.

Entendemos que para el público es atractivo y es lindo individualizar, es importante, pero hay un detrás de escenas que el público no conoce y que para nosotros es muy emocionante. Es increíble volver a ver un animal y decir: «Volvió Aurum” o “Volvimos a ver a Atenea«. Cuando encontramos un animal que tiene una marca en su piel de que tuvo un instrumento, para nosotros es mágico. Es decir: «Bueno, ¿quién es?» Inmediatamente le sacamos una foto, identificamos quién es y nos encontramos con ese animal que volvió. Hay algo que toca nuestras emociones y que nos encanta que nos pase.

Equipo de Siguiendo Ballenas. Valeria Falabella, al frente, a la derecha. Foto: cortesía Siguiendo Ballenas

—¿Qué es lo que más le impresiona cuando sale al mar y puede ver a las ballenas?

—Las ballenas me mueven muchas cosas. Por supuesto que el trabajo de campo es sacrificado porque son muchas horas, a veces tienes frío, a veces te empapas. Es un trabajo muy intenso físicamente en la embarcación, pero el lugar es increíble. Trabajar en Península Valdés, en el mar del sur de la Patagonia también es un privilegio. Cada día es distinto, cada mar es distinto. Es así: es un mar y son miles, dependiendo del día, de la hora, de cómo sopló el viento, de cómo están las nubes y de su color.

Creo que toda la gente que hace turismo para ver ballenas, sabe que es un antes y un después: no sé qué pasa, qué magia sucede, pero ver estos individuos tan grandes, tan majestuosos, nos ubican como especie. Estos son organismos filtradores. Cuando se alimentan, si lo hacen en zonas donde hay gran concentración de microplásticos, todo eso llega dentro de la ballena. Nos generan preguntas, inquietudes e incomodidades de todo tipo. Y es muy importante tenerlas, porque hoy como seres humanos tenemos que sentirnos muy incómodos, porque no estamos haciendo las cosas bien en muchos lugares.

Yo creo que los problemas de conservación son problemas de valores. Un área protegida no es efectiva o no terminará logrando su objetivo si no logramos conectarnos con el respeto, la empatía, la compasión y la comprensión de que somos una especie más.

Valeria Falabella, directora de Conservación Costero Marina para WCS Argentina. Foto: cortesía Adriana Sanz

—¿Hay algo que le traiga esperanza? ¿Qué le motiva a seguir investigando y trabajando en su conservación?

—No podría hacer lo que hago y no podría trabajar en esto si no tuviera esperanza. Quienes trabajamos en esto estamos expuestos a malas noticias todo el tiempo. Las actividades hidrocarburíferas en el Golfo San Matías son una pésima noticia para esta especie y para muchas otras.

Generamos impactos y el tema es hacerlo con el mayor cuidado y mitigando amenazas. No podría trabajar si no creyera que podemos marcar una diferencia. Tengo una hija chiquita que adoro y que quiero que vea eso también. Que vea el amor es en lo que más profundizo con ella, en la importancia de sensibilizarse frente a la naturaleza y a identificarse como algo muy chiquito frente a eso. Muy chiquito pero con capacidad de gran impacto. A empezar a tener un poco más de humildad frente a estas especies y frente a la naturaleza.

Fotografía de la ballena Telurium, junto a su cría, en septiembre de 2024. Foto: cortesía Paula Faiferman / Siguiendo Ballenas

Imagen principal: Ballena Sulfurium, fotografiada junto a su cría en septiembre de 2024. Foto: cortesía Paula Faiferman / Siguiendo Ballenas

Salir de la versión móvil