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Galápagos: redescubren un coral solitario que se creía extinto y renueva la esperanza sobre la conservación marina

Terry Gosliner, izquierda, y Rebecca Albright, derecha, buceando durante las expediciones científicas de 2024. Foto: Luiz Rocha © 2024 California Academy of Sciences

  • Durante 25 años, nadie volvió a ver al coral solitario de Wellington, una especie endémica del Archipiélago de Galápagos, en Ecuador.
  • En 2024, un grupo de científicos, que estaba monitoreando zonas remotas de las islas Fernandina e Isabela, encontró 250 colonias vivas.
  • Se cree que la especie sobrevivió porque, a diferencia de otros corales, no depende de la luz para sobrevivir, lo que lo hizo más resistente.
  • Mongabay Latam habló con Terry Gosliner, uno de los científicos que participó en el redescubrimiento y en la identificación de la especie.

“Hubo choques de manos y gritos de emoción bajo el agua”, dice sobre el momento del hallazgo Terry Gosliner, uno de los científicos que participó en el redescubrimiento del coral solitario de Wellington (Rhizopsammia wellingtoni). Esta especie endémica del archipiélago de Galápagos, en Ecuador, se creyó extinta tras un cuarto de siglo sin registros.

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El hallazgo se dio durante expediciones científicas realizadas en 2024 por la Fundación Charles Darwin y la Dirección del Parque Nacional Galápagos, en colaboración con la Academia de Ciencias de California. Los científicos, que bucearon para monitorear zonas remotas, encontraron este coral de color grisáceo en cuevas y paredes verticales submarinas de las islas Isabela y Fernandina. Observaron más de 250 colonias vivas y reproduciéndose.

Documentaron el redescubrimiento en el artículo Rediscovery of Rhizopsammia wellingtoni in Galápagos after two decades, publicado en Marine Biology.

Antes del redescubrimiento, la última vez que se registró la especie fue en el año 2000. Foto: cortesía Inti Keith / Charles Darwin Foundation

La mayoría de los corales son coloniales, es decir, están formados por muchos pólipos individuales que viven juntos en una colonia y comparten un esqueleto. Sin embargo, R. wellingtoni es un coral solitario, lo que significa que cada pólipo vive de manera independiente.

Gosliner, curador principal de la Academia de Ciencias de California y especialista en zoología de invertebrados, ha buceado en los océanos de unos ocho países del mundo en búsqueda de nudibranquios, un colorido grupo de fauna también conocido como babosas marinas. Esa investigación, que empezó en sus últimos años de colegio y que lleva por más de 50 años, lo convirtió en una autoridad sobre la historia evolutiva de los nudibranquios.

En Galápagos también buscaba una de las especies de babosas marinas que estudia, pero el océano lo sorprendió con un redescubrimiento que le llena de ilusión sobre la conservación marina ante el cambio climático. Mongabay Latam habló con el científico californiano sobre la expedición y la importancia de este coral solitario, pero resiliente.

Terry Gosliner ha investigado nudibranquios durante más de 50 años. En la imagen sostiene una especie de babosa marina. Foto: cortesía California Academy of Sciences

–¿Cómo se sintió cuando confirmaron el redescubrimiento del coral solitario Wellington después de tanto tiempo sin registros?

–¡Fue realmente emocionante ver esta especie que pensábamos extinta! Verla de nuevo y no solo una, sino todo un grupo de colonias en una inmersión, nos dio mucha esperanza. Fue una gran sensación para todo el equipo darnos cuenta de que no se ha ido para siempre.

Los científicos intentamos ser objetivos, pero cuando ves algo así recuperas la esperanza. Cuando hay tantas cosas desalentadoras a tu alrededor, algo como esto te muestra que no todo está perdido.

Tenemos que esforzarnos más para proteger estas especies y cuidar el planeta. El 70 % es océano y Galápagos es un lugar increíblemente especial con muchas especies únicas, un sitio icónico para la teoría de la evolución. Si la conservación no puede tener éxito allí, tendremos problemas graves en todo el mundo porque es un lugar que merece todos nuestros esfuerzos para proteger su biodiversidad.

Una tortuga marina verde (Chelonia mydas) captada durante la expedición. Foto: cortesía Luiz Rocha © 2024 California Academy of Sciences

–¿Podría describir la imagen del momento del hallazgo? ¿Qué vio o escuchó?

–Estábamos buscando este coral desde hace tiempo. Nuestros socios ecuatorianos de la Fundación Charles Darwin estaban monitoreando varios sitios para ver cómo responde la biodiversidad al cambio climático y a los ciclos de El Niño y La Niña. Fuimos a un lugar donde se había encontrado antes, pero no tuvimos éxito.

En 1994 investigué un sitio justo al sur y quería volver para verificar si aún estaba una nueva especie de babosa marina que estudio. El lugar estaba a 15 minutos en embarcación, así que propuse ir. Era tarde y fuimos a buscar algo completamente diferente, encontrar el coral fue el premio mayor.

No encontramos la babosa marina que buscábamos, pero sí el coral. Hubo choques de manos y gritos de emoción bajo el agua. No solo redescubrimos la especie, vimos colonias saludables reproduciéndose. Fue uno de los momentos submarinos más emocionantes de mi carrera.

Rebecca Albright, curadora de la Academia de Ciencias de California, recolecta una muestra de un coral en Galápagos. Foto: cortesía Luiz Rocha © 2024 California Academy of Sciences

–¿Por qué se pensaba que el coral solitario de Wellington estaba extinto?

–Pensábamos que podría estar extinto porque desapareció tras el gran evento de El Niño de 1982 y 1983, que coincidió con el año en que se nombró oficialmente al coral. Fue deprimente, lo acababan de nombrar y luego desaparece.

En 2000, un científico encontró un par de colonias en otro lugar, pero cuando volvió ya no estaban y desde entonces nadie pudo encontrar colonias del coral solitario de Wellington en Galápagos. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza lo declaró En Peligro Crítico y Posiblemente Extinto.

Pero aún había algunos lugares por sondear. Eso nos llevó a buscar en sitios poco explorados y a seguir monitoreando lugares clave. El monitoreo da señales de alerta temprana de cambios ambientales para ajustar nuestras prácticas de conservación.

Y es genial trabajar con un equipo tan comprometido de jóvenes científicos ecuatorianos que están impulsando la conservación y entendiendo la biodiversidad local.

Este coral solitario es una especie endémica de las islas Galápagos. Foto: cortesía Bylly Bensted Smith / Charles Darwin Foundation

–¿Cómo se descubrió por primera vez esta especie y quién la describió?

–El científico Jerry Wellington, que estudiaba arrecifes de coral en Galápagos y trabajaba en la Universidad de Houston, Texas, la descubrió en 1975 buceando en Caleta Tagus, un hábitat bastante inusual en Galápagos. En 1983, el biólogo de corales [J.W.] Wells la nombró oficialmente.

Tomó ocho años para finalmente ser nombrada y luego desapareció. Varias especies desaparecieron durante el gran evento de El Niño de 1982 y 1983. Dos no se han vuelto a ver y podrían estar extintas.

Una de ellas es una especie de damisela de arrecife azul (Azurina eupalama) muy vistosa, que se podía observar en aguas poco profundas. Nadie la ha visto desde 1983. Muy probablemente desapareció de los océanos y es una gran tragedia, es triste, pero fue una señal de alerta temprana del impacto real del cambio climático en la biodiversidad marina. Antes se pensaba que los océanos eran menos vulnerables, pero esto mostró que hay que proteger y gestionar mejor los recursos marinos.

Una iguana marina alimentándose de algas en Galápagos. Foto: cortesía Luiz Rocha © 2024 California Academy of Sciences

–¿Por qué se creía que los océanos eran menos vulnerables?

–En las etapas larvales, las especies marinas pueden ser transportadas por el plancton y por las corrientes oceánicas. Entonces, creíamos que hay menor riesgo de extinción en los ambiente marinos en relación a lo que ocurre en la tierra, donde las especies no pueden dispersarse tan ampliamente ni encontrar tantos lugares donde desarrollarse y repoblar. Por eso, lo que sucedió en 1982 y en 1983 fue un verdadero llamado de atención.

–¿Qué métodos o tecnologías usaron para localizarla y confirmar la especie tras tantos años?

–Eso es lo genial de nuestro trabajo, usamos muy poca tecnología. Lo más técnico es el GPS para ubicar los sitios de monitoreo. Luego saltas del bote, cuentas las especies que ves y documentas con fotografías. Así podemos comparar imágenes del mismo lugar año tras año y ver los cambios como si fueran una película a largo plazo.

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Los corales solitarios de Wellington exhiben colores purpúreos y grisáceos. Foto: cortesía Inti Keith / Charles Darwin Foundation

–Debe ser emocionante bucear en zonas remotas de Galápagos.

–Es fabuloso. Buceo en Galápagos desde los años 70 y he visto muchos cambios. Antes había grandes cantidades de tiburones, que luego desaparecieron en muchos lugares. Desde que se creó la Reserva Marina de Galápagos [en 1998], poblaciones de especies que se extraían con fines comerciales han regresado gradualmente.

Eso muestra que con algo de protección, el océano puede recuperarse. El mundo natural es muy resiliente si le damos la oportunidad. Pero es un equilibrio, porque la gente necesita ganarse la vida. Hay que trabajar con las comunidades costeras y escuchar sus preocupaciones para crear estrategias que permitan a la vez conservar la naturaleza y garantizar estilos de vida dignos para las personas. No sirve imponer normas sin apoyo local. Cuando las comunidades lideran, la conservación es más exitosa y duradera.

–¿Por qué este coral solitario es importante para entender la salud de los ecosistemas marinos?

–Aún no sabemos bien qué papel juega porque apenas ahora podemos observarlo de cerca. Monitorear el crecimiento de las colonias y su reproducción nos permitirá tener un mejor entendimiento de su rol e importancia.

Lo más relevante de esta especie es que es un símbolo de resiliencia, muestra que los ecosistemas pueden recuperarse si se protegen. Es como el caso de los pandas o los rinocerontes: son especies emblemáticas en el sentido de que los humanos podemos resarcir algo del daño que hicimos y vivir en armonía con la naturaleza.

La científica Rebecca Albright sale a la superficie después de una inmersión. Foto: cortesía Luiz Rocha © 2024 California Academy of Sciences

–¿Cuál es el estado de conservación actual del coral?

–Sigue considerado En Peligro Crítico de extinción, pero el monitoreo de las poblaciones nos podría dar pistas para reducir su amenaza a Vulnerable. Tenemos que seguir vigilando su estado.

Vendrán más eventos de El Niño y el océano sigue calentándose. Mientras no reduzcamos la economía basada en carbono, seguiremos enfrentando estos problemas. Necesitamos energía más limpia, como la solar, la eólica o la mareomotriz. Esto es particularmente real en los países desarrollados e industrializados, los mayores responsables de la emisión de carbono.

En Estados Unidos tenemos una responsabilidad particular en la disminución del sobreconsumo de recursos. Podemos hacer cosas bastante sencillas mientras se desarrollan nuevas tecnologías y nuevas fuentes de energía, como apagar luces cuando dejamos una habitación, usar autos eficientes y eléctricos o instalar paneles solares en las ciudades.

El coral solitario de Wellington presenta diversos colores, aquí, en tonalidades grisáceas. Foto: cortesía Rebecca Albright © 2024 California Academy of Sciences

–¿Por qué creen que sobrevivió la especie?

–A diferencia de la mayoría de corales, que se nutren de los azúcares que resultan de la fotosíntesis de algas simbióticas, esta especie no depende de algas. Esto quiere decir que el coral solitario de Wellington puede ser hallado a mayores profundidades, donde no llega la luz solar.

Eso probablemente lo salvó. Creemos que las colonias de aguas profundas sobrevivieron y proveyeron de larvas para repoblar a las comunidades de aguas poco profundas. Su biología única lo hace más resistente a los impactos del cambio climático.

Desde el redescubrimiento, la especie ha sido hallada en un par de lugares de aguas aún más profundas.

La isla Isabela es la más grande del archipiélago de Galápagos. Foto: cortesía Luiz Rocha © 2024 California Academy of Sciences

–¿Qué datos esperan obtener ahora que saben que hay más de 250 colonias vivas?

–Queremos secuenciar ADN de varias colonias para conocer su diversidad genética. No tenemos que hacerles daño ni colectar individuos para hacer eso, solo hace falta raspar un poco de su tejido. Si las poblaciones son muy pequeñas, la diversidad genética también es baja y eso es un problema para adaptarse. Queremos saber cuánta diversidad hay y la conexión que existe entre colonias profundas y superficiales.

Queremos investigar si se puede criar en cautiverio como un seguro para repoblar si desaparece de nuevo. Desarrollar esa tecnología y entender más de su biología es tremendamente importante. Realmente no sabemos nada aparte de su existencia y de su regreso. Necesitamos saber si aparecen nuevas colonias y si las que existen persisten y florecen. Conocer esto nos permitirá establecer mejores medidas de conservación para el futuro.

–¿Cree que este redescubrimiento ayudará a diseñar mejores estrategias de conservación en Galápagos?

–Sí. Este caso muestra que necesitamos más recursos para monitorear y buscar en sitios poco explorados. La gente común puede ayudar observando la naturaleza en sus comunidades y fotodocumentando los hallazgos con herramientas como iNaturalist. No hay suficientes científicos y no podemos estar en todas partes. Necesitamos los ojos y oídos de todos para democratizar la ciencia y compartir datos que ayuden a entender mejor lo que pasa.

Durante las expediciones también encontraron una nueva especie de babosa marina, que todavía tiene que ser descrita y nombrada. Foto: cortesía Terry Gosliner © 2024 California Academy of Sciences

–¿Qué más encontraron en las expediciones científicas de 2024?

–En esa expedición encontramos nuevas especies de babosas marinas. Ahora estamos secuenciando su ADN para conocer cuáles son sus parientes cercanos y qué les diferencia. Es un proceso largo. Nos tomará un par de años hasta publicar el hallazgo en un artículo científico, lo que se requiere para nombrarlas.

Descubrir una nueva especie siempre es emocionante, pero redescubrir una que se creía extinta lo es aún más. Me da esperanza sobre un futuro mejor para los océanos.

–¿Qué mensaje le dejaría a la gente que se siente impotente ante la crisis ambiental?

–Solo enfatizar que todas las especies tienen derecho a cumplir con su expectativa de vida. Los humanos hemos interrumpido ese proceso y este redescubrimiento da esperanza porque hay personas que se preocupan por la naturaleza y hacen cosas increíbles para conservar la biodiversidad. El trabajo periodístico también es clave para dar a conocer estas historias, educar y motivar a proteger el mundo.

Estoy muy emocionado por el trabajo con mis socios en Ecuador y en el resto del mundo, aprendo mucho de ellos. Es una comunidad de aprendizaje que es fundamental para salvar el planeta. Vamos a tener éxito al movilizar a gente a la que le importa la naturaleza y que puede proponer soluciones con base en la ciencia.

Foto principal: Terry Gosliner, izquierda, y Rebecca Albright, derecha, buceando durante las expediciones científicas de 2024. Foto: cortesía Luiz Rocha © 2024 California Academy of Sciences

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