- Brasil está comprometido a reducir las emisiones de carbono un 37 % entre el 2005 y el 2025, a terminar con la deforestación ilegal y a restaurar 120 000 km2 de bosques para el 2030.
- Los científicos advierten que estos compromisos por el Acuerdo de París están en peligro debido a una catarata de medidas contra el medioambiente y contra los indígenas firmadas por el presidente Michel Temer.
En el 2012, Brasil festejó una disminución enorme en la tasa de deforestación. Una reducción anual brusca llevó la tasa de pérdida de bosques a un récord: un 76 % de reducción desde 1990. Haber conseguido ese logro —alcanzado junto con un crecimiento del PIB y un esquema de incentivo financiero importante para reducir la deforestación en colaboración con Noruega— puso a Brasil como un ejemplo para las demás naciones, en especial durante la cumbre histórica del 2015 sobre el clima, llevada a cabo en París.
En la actualidad, la situación es casi la opuesta. La deforestación en Brasil creció de forma rápida e inquietante entre el 2015 y el 2016, mientras que las emisiones de gases de efecto invernadero aumentaron un 8,9 % en el 2016. Y, si bien la deforestación tuvo una disminución medida entre el 2016 y el 2017, los legisladores continúan preocupados por una serie de iniciativas “extremadamente peligrosas” llevadas adelante durante los últimos doce meses por el presidente Michel Temer. De hecho, están tan preocupados que, en junio, Noruega amenazó con retirar el apoyo financiero al proyecto de deforestación de Brasil si el país no revertía la catarata de medidas contra el medioambiente.
Un punto de preocupación importante: ¿la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París le dará a Temer la cobertura política para no respetar los compromisos voluntarios de Brasil respecto de la reducción de carbono y de la deforestación? Esta es una pregunta que posiblemente haya rondado la cabeza de los negociadores cuando los signatarios del Acuero de París se reunieron para la COP23 en Bonn, Alemania, del 6 al 17 de noviembre.
En conjunto, las medidas antiambientalistas de Temer representan una amenaza seria al bioma amazónico, a los compromisos de Brasil con el Acuerdo de París y al clima mundial, según científicos entrevistados para el presente artículo.
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Temer avanza sobre el medioambiente
El presidente Temer subió al poder en mayo del 2016, después de haber ayudado a impulsar el juicio político a la entonces presidenta, Dilma Rousseff. Desde entonces, ha firmado una serie de decretos destinados a facilitar el desarrollo agrícola e industrial de gran escala en la Amazonía, algo que el sector agrario que domina el Congreso —y cuyo apoyo necesita Temer para sostenerse mientras pasa por un creciente escrutinio por corrupción— está ansioso por promover.
El equipo de Temer cuenta con el influyente ministro de Agricultura, Blairo Maggi,conocido anteriormente como el “rey de la soja” y famoso por su administración de la empresa familiar, el Grupo Amaggi, la productora privada más grande de granos de soja en el mundo. Maggi es parte de la bancada ruralista, cuyos seguidores incluyen el 40 % del Congreso brasileño.
Las iniciativas de Temer son “un desastre en potencia para la Amazonía”, según señala Christian Poirier, director de programa de la ONG Amazon Watch. “Si los planes de Temer siguen adelante, cambiarán el aspecto de este bosque fértil, con serias consecuencias para la estabilidad climática y para nuestro bienestar colectivo”.
William Laurance, de la Universidad James Cook, Australia, está de acuerdo y le comentó a Mongabay que las medidas del presidente son “extremadamente peligrosas” y “fundamentalmente, un ataque a la Amazonía y a sus pueblos indígenas”. (Aclaración: Laurance forma parte de la junta asesora de Mongabay)
Carlos Nobre, científico del clima y miembro de la Academia Brasileña de Ciencias, ve una relación clara entre los cargos de corrupción contra Temer y la promoción de iniciativas para ganar tiempo y el favor de empresas grandes y de la Legislatura. “Si no hay una reacción fuerte de la sociedad civil, estas iniciativas abrirán la puerta a un aumento enorme en el ritmo de exploración de recursos naturales en las siguientes décadas”.
Thomas Lovejoy, biólogo y director del Centro para la Biodiversidad y la Sustentabilidad en la Universidad George Mason, concluyó que “si estas iniciativas tienen éxito, Temer pasará a la historia junto con los ruralistas como aquellos que han clavado una estaca en el corazón de la Amazonía”.
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Las medidas de Temer para la Amazonía
Los miedos por el bioma amazónico han aumentado bajo la presidencia de Temer, ya que este lleva adelante varios planes para legitimar la toma de tierras, la tala y minería ilegales, y para debilitar la protección medioambiental. Si bien todas las medidas recientes tienen distintos ámbitos de aplicación, todas tienen la misma consecuencia: la deforestación. Muchas de estas iniciativas comenzaron bajo la presidencia anterior, y algunas fueron refrenadas por la indignación pública y por las intervenciones judiciales, al menos por ahora.
Entre estas iniciativas se encuentran los intentos de abrir zonas amplias para la minería, tales como la reserva Renca —que cubre 46 000 km2 (17 760 mi2) e incluye nueve áreas indígenas y de conservación— y de reducir el tamaño y el nivel de protección del Parque Nacional Jamanxim y del Bosque Nacional, donde la minería y tala ilegales en más de 6000 km2 (2317 mi2) de bosque anteriormente conservado pasarían a ser legales.
Las reservas indígenas y los reclamos por tierras indígenas —bastiones efectivos contra la deforestación además de un derecho constitucional— también han sido atacados. Bajo la presidencia de Temer, la autorización rápida para proyectos de infraestructura —como las represas— es cada vez más fácil, y los títulos de tierras indígenas son cada vez más difíciles de defender. Un marco temporal artificial ha sido aprobado para tenencia tanto de tierra indígena como de quilombos (asentamientos afrobrasileños), lo que hace que los reclamos por tierras ancestrales suelan ser imposibles de probar.
Al mismo tiempo, la expansión del programa Terra Legal, de Temer, que fue establecido para permitir a los ruralistas de bajos recursos reclamar la propiedad de la tierra que ocupan, agravan los riesgos de deforestación. Los cambios hechos al programa efectivamente ofrecen amnistía para los usurpadores de tierras y podrían permitir que 200 000 km2 más (77 200 mi2) de la Amazonía (un área del tamaño de Nebraska) sean despejados.
“Cuando el presidente facilita que los usurpadores de tierra consigan un título de propiedad (por menos del 11 % del precio de mercado), hace más difícil que los indígenas y quilombolas logren que se les reconozcan sus territorios; les niega sus tierras”, afirmó Elis Araújo de Imazon, un instituto de investigación que se dedica al desarrollo sustentable en la Amazonía.
Los cambios de Temer en la política de tierras se dan dentro de un marco de desarrollo importante de hidroenergía, con decenas de represas programadas para su construcción a lo largo de la cuenca del Amazonas y de su nacimiento en los Andes; estos proyectos van de la mano con la expansión de la minería. Asimismo, se están promoviendo rutas, vías férreas y vías navegables industriales para reducir los costos de envío de los bienes industriales y agrícolas amazónicos, con una financiación internacional importante de países como China y Canadá. También están por promulgarse cambios al procedimiento de licencia ambiental, lo que hará que la aprobación ambiental para proyectos de infraestrucutra importantes sea algo seguro.
Mientras tanto, los recortes de fondos a la Fundación Nacional del Indígena, FUNAI, y al Ministerio de Medioambiente brasileño, IBAMA, son “una señal clara de que este Gobierno busca debilitar las protecciones y gestiones socioambientales, que son esenciales para la integridad de la pluviselva”, sostiene Poirier de Amazon WatchPoirier.
Jos Barlow, de la Universidad Lancaster, en el Reino Unido, afirma que la gestión ambiental también ha sido debilitada por “la descentralización de la aplicación de las leyes ambientales por parte de las autoridades federales a autoridades estatales sin preparación”, junto con más recortes generales a fondos científicos, lo que pone en riesgo la investigación que apoya el desarrollo sustentable en la Amazonía. Aquellos en el Gobierno que se oponen a Temer suelen sentirse dejados de lado.
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Bioma amazónico en momento crítico
Estas medidas son una amenaza directa e inmediata para el hábitat amazónico y para sus especies en peligro de extinción. Pero muchos científicos e investigadores advierten de consecuencias de amplio alcance y de largo plazo para la región si se sigue adelante con las políticas actuales.
El científico Philip Fearnside, experto en desarrollo y deforestación amazónicos, afirma que las iniciativas “causarán un daño grave a los bosques y a los ríos del bioma amazónico” ahora y en el futuro “al establecer infraestructura, procesos y procedimientos que pondrán en marcha proyectos perjudiciales por muchas décadas futuras”. Al abrir el acceso a zonas previamente inaccesibles, las rutas se convierten en impulsores de más deforestación. La migración humana sigue a la minería y a la construcción de represas y rutas, lo que impacta en gran medida en los recursos forestales.
A medida que el bosque se pierde y se degrada, se pone en peligro “la habilidad de la Amazonía para mantener el ciclo hidrológico que mantiene el bosque [y] que suministra humedad a los cultivos y a los embalses al sur de Brasil”, sostiene Lovejoy. Laurance acordó que ese es un “temor clave”.
A los científicos les preocupa que más allá de un cierto “punto de inflexión” en la deforestación, la pluviselva amazónica ya no sobrevivirá en su forma actual. El científico del clima Nobre explicó que dicho punto de inflexión se adelanta cuando la deforestación excede el 40 %. Luego, “una transición larga implicaría la savanización de más del 50 % del bosque”.
Esto tendría como resultado “grandes sequías, incendios, polución por el humo y emisiones de carbono”, agregó Laurance.
Lovejoy cree que “el punto de inflexión para que la Amazonía se seque está bastante cerca, como lo prueban las sequías históricas del 2005 y del 2010”. Él considera estas sequías como los “primeros destellos” de lo que está por venir. Una sequía récord volvió a darse otra vez en 2015-16, mientras que el 2017 está perfilándose como el peor año en incendios forestales.
“Con esta situación nefasta, no solo deberíamos proteger los últimos bosques que quedan, sino restaurar con urgencia los que han sido destruidos —sostiene Antonio Donato Nobre, científico del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonía (INPA)—. Había, o quizás aún hay, una posibilidad muy pequeña de que podamos evitar una desertificación catastrófica de América del Sur. Sin dudas, habrá un daño terrible si las iniciativas del Gobierno brasileño avanzan en la región”.
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Los compromisos de Brasil con el Acuerdo de París en peligro
Brasil ocupa el séptimo lugar en el mundo por emisiones de gases de efecto invernadero (China, Estados Unidos y la Unión Europea ocupan los tres primeros puestos). En septiembre del 2016, Brasil ratificó el Acuerdo de París y se comprometió a reducir las emisiones un 37 % (a partir de los niveles del 2005) para el 2025. Esto fue acompañado por el compromiso de terminar con la deforestación ilegal y restaurar 120 000 km2 (46 331 mi2) de bosques para el 2030, así como también de aumentar el uso de energía renovable.
Alcanzar estas metas al mismo tiempo que implementar las medidas antiambientalistas de Temer claramente hace que el país tenga objetivos contradictorios, según los científicos.
La Amazonía brasileña es un sumidero de carbono esencial para el mundo, pero el carbono que almacena se libera cuando derriban los árboles para dejar lugar para soja, ganado, minas, represas, líneas de transmisión y otras infraestructuras. La deforestación, la degradación forestal y la conversión del uso de la tierra contribuyen en gran medida a las emisiones de gases de efecto invernadero de Brasil, que en el 2016 ascendió al equivalente de 2278 millones de toneladas de CO2; los datos recientemente divulgados por el Observatorio del Clima de Brasil indican que las emisiones aumentaron 8,9 % en el 2016, lo que resultó el mayor aumento en trece años. Los compromisos del país respecto del Acuerdo de París “apuntan legítimamente a lidiar con las emisiones al frenar la deforestación y restaurar tierras deforestadas y degradadas”, según afirma Poirier.
Sin embargo, legisladores nacionales e internacionales (incluidos el propio ministro de Medioambiente de Brasil, José Sarney Filho, y la primera ministra noruega, Erna Solberg) advirtieron que las políticas de Temer amenazan la capacidad de Brasil de cumplir con los objetivos del Acuerdo de París, y los investigadores están de acuerdo. “Dadas las iniciativas para la invasión amazónica por parte de capital destructivo, todos los compromisos internacionales asumidos por Brasil para la protección de nuestros bosques son irrelevantes, falsos e inalcanzables”, sostuvo Antonio Nobre del INPA.
Las áreas protegidas juegan un papel vital en la conservación del carbono. Un análisis del IPAM, el Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonía, estimó que tan solo la protección reducida del Parque Nacional Jamanxim podría dar como resultado una deforestación que cause la liberación de 140 000 millones de toneladas de CO2 para el 2030.
“La conducta imprudente del gobierno de Temer desafía los compromisos de Brasil respecto del Acuerdo de París”, afirmó Poirier.
Pero, tal como señala Fearnside, los compromisos iniciales de Brasil realizados en París (los que quizás Temer no llegue a cumplir) ya tienen una falta de ambición y son más débiles de lo que algunos creen. “Comienzan desde un punto de partida en el 2005, durante un periodo de deforestación alta, y la tasa de despeje ya había bajado antes de que se asumieran los compromisos”, explicó.
“Además, el compromiso es para terminar con la deforestación ‘ilegal’ para el 2030, y esto puede lograrse no solo al reducir la cantidad de bosque despejado cada año, sino también al cambiar la norma y hacer legal la actividad”, agregó Fearnside.
“El mensaje enviado hasta el momento [por el Gobierno de Temer] es que vale la pena asentarse de forma ilegal o simplemente deforestar áreas protegidas porque después se puede presionar por un cambio legal”, señaló Araújo, de Imazon.
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Impactos del clima mundial
La falta de cumplimiento de los compromisos voluntarios del Acuerdo de París podría tener ramificaciones mucho más allá de las fronteras de Brasil. El punto de inflexión que podría significar el desastre ecológico amazónico también es un peligro para el clima mundial. “Estamos comenzando a notar una liberación extensa de carbono, producto de que los bosques se secan por causas climáticas —explicó Antonio Nobre—. Por tanto, en lugar de un valioso sumidero de carbono, el océano verde de la Amazonía podría convertirse muy pronto en una fuente de carbono catastrófica”.
Los impactos directos, como la deforestación, están emparejados con los causantes indirectos de liberación de carbono, según Fearnside, tales como el calentamiento del suelo y los incendios forestales. Estos últimos son más probables y más destructivos, como resultado de más asentamientos humanos y de bosques más secos y degradados. “El mismo clima cambiante tiene un papel en el aumento de las emisiones”, lo que significa que “alguien tiene que mitigar todas estas emisiones también”, señaló.
Además, existen emisiones que ni siquiera están contempladas en presupuestos nacionales ni internacionales, según advirtió Fearnside, tales como el metano emitido por las represas hidroeléctricas. “Esta es una contribución especialmente importante en el caso de los planes masivos de Brasil para instalar represas en la Amazonía, que tendrían su impacto en el mismo margen de tiempo cuando el calentamiento global debe ser controlado”.
Laurance afirmó que era imprescindible comenzar a pensar más allá de las emisiones “porque la Amazonía también es un factor clave en el clima mundial, ya que genera ciclos entre humedad y calor a lo largo del planeta. Existen cada vez más pruebas de que la deforestación amazónica podría producir ‘teleconexiones’, que podrían afectar las precipitaciones en otros lugares, tales como en el sur de Sudamérica y en partes de América del Norte”.
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Prioridades para prevenir daños
Evitar el terrible daño social y ambiental provocado por las iniciativas de Temer requerirá cambios importantes tanto en el proceso político como en el programa de desarrollo general en la Amazonía, según los científicos.
“Antes que frenar cada proyecto dañino propuesto, es más importante cambiar el sistema subyacente de toma de decisiones, de manera tal que los impactos ambientales y sociales sean evaluados y sopesados antes de tomar decisiones reales sobre proyectos y políticas de desarrollo”, afirmó Fearnside.
Carlos Nobre, de la Academia Brasileña de Ciencias, ve la necesidad de “conceptualizar un paradigma de desarrollo sustentable innovador” para la Amazonía, basado en el valor económico de los bosques en pie.
Asegurar el nivel de protección y el gobierno de las reservas existentes y crear reservas nuevas es otra prioridad. Araújo teme que la expansión de Terra Legal —a la que algunos llaman “ley de apropiación de tierras”— generará una corrida por los 700 000 km2 (270 271 mi2) de la Amazonía que, en la actualidad, no están asignados. Es aquí donde la tierra debe ser asignada con urgencia a “la conservación, así como también a comunidades tradicionales, indígenas y de quilombolas”, según afirmó ella. “Ofrecen una excelente oportunidad para crear áreas protegidas nuevas. Y esa podría ser la solución para asegurarles rápidamente los derechos sobre la tierra a las comunidades tradicionales, indígenas y de quilombolas, ya que [las áreas de conservación] son más fáciles o rápidas de crear”.
Otros argumentan que la prioridad clave debe ser un cambio político fundamental y rápido.
“La acción más urgente, y tal vez la única efectiva, para minimizar el daño a la Amazonía y al Acuerdo de París es tener elecciones generales inmediatas en Brasil”, señaló Antonio Nobre. Si eso no es posible, las elecciones generales del 2018 son prometedoras.
“La elección general del 2018 es la oportunidad para cambiar el plan de acción al elegir un liderazgo político nuevo, más ético y honesto”, señaló Carlos Nobre.
Barlow, de la Universidad de Lancaster, también coincide en que, “en gran medida, lo que suceda a continuación dependerá de las elecciones del año próximo”. Pero, aun con un cambio en el liderazgo y en la política, “las emisiones mundiales de carbono y el compromiso de Brasil con el Acuerdo de París podrían verse debilitadas por la inacción pasiva”.
“Desarrollar un futuro seguro en cuanto al clima para la Amazonía requiere una inversión a largo plazo en instituciones existentes y en políticas nuevas —afirmó Barlow—. Para ser efectivas, estas políticas deben ser codesarrolladas con ciudadanos de la Amazonía para asegurar su implementación, y [el Gobierno] debe considerar los derechos de algunas de las personas más marginadas de Brasil”.