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Los bosques indígenas podrían ser un factor clave para evitar la catástrofe climática

  • Un nuevo estudio encuentra que los bosques tropicales del mundo podrían no ser ya sumideros de carbono, con una pérdida neta de 425 millones de toneladas de carbono entre el 2003 y el 2014.
  • Como resultado, frenar la deforestación y la degradación es ahora visto por los científicos como una estrategia vital para que las naciones alcancen los objetivos de reducción de carbono establecidos en París en el 2015 y evitar un aumento catastrófico de 2 grados centígrados en las temperaturas para finales de siglo.

La Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP23), realizada en noviembre de 2017 en Bonn, Alemania tuvo lugar en un momento crítico: la mayoría de los científicos ahora concuerdan en que las reducciones de carbono acordadas en París en 2015 son insuficientes para evitar que las temperaturas globales aumenten 2 grados centígrados (3,6 grados Fahrenheit) por encima de los niveles preindustriales, con unas implicaciones potencialmente catastróficas para la civilización.

Más malas noticias: los bosques tropicales del mundo que ayudaron a almacenar las emisiones de carbono humanas hasta principios del siglo XXI, podrían no ser ya sumideros de carbono. Investigadores del Centro de Investigación Woods Hole en Massachusetts determinaron recientemente que los bosques tropicales podrían haber sufrido una pérdida neta de unos 425 millones de toneladas de carbono entre el 2003 y el 2014, en gran medida como consecuencia de la deforestación y la degradación forestal.

Los científicos de Woods Hole también dieron motivos de esperanza: los bosques y la agricultura podrían posicionarnos al menos en una cuarta parte del camino para alcanzar el objetivo ideal del Acuerdo de París de limitar el calentamiento a 1,5 grados centígrados (2,7 grados Fahrenheit). Explican que:

Atardecer sobre el Amazonas. Un nuevo estudio encuentra que los bosques tropicales del mundo podrían ya no ser sumideros de carbono, con una pérdida neta de 425 millones de toneladas de carbono entre el 2003 y el 2014. Se necesita una acción inmediata para proteger los bosques globales, dicen los científicos. Fotografía de Rhett A. Butler / Mongabay

Los científicos estiman unas emisiones netas de 1,1 mil millones de toneladas métricas de carbono de las áreas forestales y del uso de la tierra cada año. Pero, esta cifra neta oculta la magnitud de la oportunidad [de reducir el cambio climático]: 5,5 mil millones de toneladas métricas de carbono son liberadas a través de la deforestación y la degradación, mientras que 4,4 mil millones de toneladas métricas de carbono son absorbidas a través de los bosques existentes en las tierras gestionadas. Para ponerlo en perspectiva, esos 4,4 mil millones de toneladas métricas son 18 veces las emisiones anuales de todos los coches y camiones en los Estados Unidos.

Los investigadores dicen que hay una posibilidad real de que las naciones puedan ayudar a recuperar los bosques, y fortalecer su papel como un sumidero de carbono, pero solo si los bosques son gestionados mejor.

Una delegación de líderes indígenas y rurales de América Latina e Indonesia estuvo viajando desde mediados de octubre en un “Autobús Ecológico” por toda Europa y llegaron a Bonn en noviembre para participar en la COP23. Su mensaje: las comunidades indígenas pueden jugar un papel clave en la ayuda a gestionar los bosques del mundo para reducir las emisiones de carbono, pero solo si los gobiernos nacionales respaldan su esfuerzo. Fotografía de Jonathan Watts

Los investigadores de Woods Hole apuntan que, mientras que la rápida descarbonización de la economía global sigue siendo esencial, unas políticas de gestión forestal eficaces podrían elevar la importancia de los bosques como sumidero de carbono y ganar tiempo para la transición hacia las fuentes de energía ecológicas.

Pero reducir la deforestación y la degradación será mucho pedir para los legisladores fuertemente influenciados por las empresas transnacionales que se están beneficiando de una invasión de los bosques tropicales para talar la madera, criar ganado, sembrar soja y aceite de palma y construir presas, minas, carreteras y ferrocarriles. Un nuevo análisis de los datos obtenidos por satélite encontró que, en 2016, se habían perdido 29,7 millones de hectáreas (114 672 millas cuadradas) de cubierta forestal, un área del tamaño de Nueva Zelanda y un aumento del 51 % comparado con el 2015.

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El papel clave de las comunidades indígenas y tradicionales

Una delegación de líderes indígenas y rurales de América Latina e Indonesia ha entrado de lleno en esta polémica climática al decir que pueden jugar un papel clave en la ayuda a gestionar los bosques del mundo para reducir las emisiones. Estuvieron en la carretera con la promoción de este punto de vista desde mediados de octubre, viajaron en un “Autobús Ecológico” que salió de Colonia y paró en Bruselas, Londres, París y Berlín. Llegaron a Bonn en noviembre para participar en la COP23.

Estos líderes están seguros de que las comunidades forestales indígenas y tradicionales que representan tienen una importante contribución que hacer: “Somos una solución demostrada para la protección de los bosques a largo plazo, cuya supervivencia es esencial para alcanzar nuestros objetivos del cambio climático”, dijo Mina Setra, Secretaria General Adjunta de la Alianza de los Pueblos Indígenas del Archipiélago (AMAN), que representa a 17 millones de personas en Indonesia.

Los líderes indígenas y rurales de América Latina están enviando un mensaje parecido. En vísperas de la COP23, la RAISG (Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada), un consorcio de ocho organizaciones de la sociedad civil que comparten la cuenca del Amazonas, publicaron un estudio que analiza 15 años de datos sobre la deforestación del Amazonas. Según la investigación, el 13,3 % de la cobertura forestal original del Amazonas había sido destruida para el 2013, el último año del que se disponen datos completos.

Pasajeros indígenas del “Autobús Ecológico” se reúnen con el embajador francés en vísperas de la COP23 donde los legisladores necesitaban, urgentemente, acortar distancias entre las promesas insuficientes de reducir el carbono por parte de las naciones del mundo y lo que realmente es necesario para evitar un aumento de 2 grados por encima de los niveles preindustriales de la temperatura. Fotografía de Jonathan Watts

De manera significativa, el estudio también fue el primero en comparar los índices de deforestación dentro y fuera de los territorios indígenas y las zonas protegidas durante un largo periodo de tiempo. “Descubrimos que, en términos generales, los índices de deforestación son cinco veces superiores fuera de los territorios de las poblaciones indígenas y las unidades de conservación que dentro de esas áreas”, reveló Jocelyn, de la Guinea Francesa y subcoordinadora de la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA).

El estudio observó que, mientras que los bosques en los territorios indígenas y las áreas de conservación cubren el 52 % de la cuenca del Amazonas, solo el 17 % de la deforestación tuvo lugar durante los 15 años del estudio. En otras palabras, estas áreas conservadas actuaron como una defensa efectiva contra la deforestación. En contraste, el 83 % de la deforestación que tuvo lugar en el 48 % de la cuenca del Amazonas que era o bien propiedad privada o terreno público desprotegido.

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Los sumideros de carbono indígenas en peligro

Sin embargo, como también señaló el estudio, las perspectivas no son buenas. Los investigadores encontraron que el 12 % de las existencias de carbono de la cuenca del Amazonas se encuentran dentro de las reservas indígenas o áreas protegidas que ahora están amenazadas. Si estos bosques vulnerables son destruidos, las emisiones de gases de efecto invernadero aumentarán enormemente. Según el estudio, estas áreas protegidas contienen casi 80 gigatoneladas de emisiones de CO2 —más de doble de las emisiones globales en el 2015—.

El riesgo de perder los bosques indígenas es muy real. En muchos países tropicales, los territorios indígenas establecidos están siendo invadidos ilegalmente por los ladrones de tierras, la agroindustria y las industrias extractivas. Por ejemplo, un estudio recientemente publicado por la ONG brasileña Instituto Socioambiental (ISA) encontró que un aumento del 32 % en la deforestación en las reservas indígenas tuvo lugar entre agosto de 2016 y julio de 2017 —basado en las cifras de deforestación del gobierno brasileño—.

Los territorios indígenas en Brasil todavía representan solamente el 1,6 % de la deforestación total en la Amazonía brasileña pero, aun así, el repentino repunte es preocupante.

Los especuladores de tierras están haciendo un vigoroso comercio en la cuenca del Amazonas. En un proceso conocido como “liquidación especulativa”, los ladrones de tierras, respaldados por las milicias violentas, reclaman tierras públicas cubiertas de bosque tropical. Entonces esa tierra es deforestada y vendida ilegalmente a los ganaderos. Este tipo de corrupción y deforestación es menos probable que tenga lugar en tierras indígenas bien gestionadas. Sin embargo, el laxo cumplimiento por parte del gobierno ha supuesto más tala ilegal y mayor explotación ilegal de los territorios indígenas. Fotografía de Rhett A. Butler / Mongabay.

Según el ISA, la subida surge del actual clima favorable a la industria en Brasilia: “Los ecologistas y los investigadores insisten que, junto con la falta de seguimiento, medidas y señales políticas por parte del gobierno de Temer y el Congreso están alentando el avance de los ladrones de tierras, los leñadores y los taladores ilegales de bosques”. La ONG advierte: “Sin políticas de protección adecuadas, el escudo formado por los territorios indígenas y las otras zonas protegidas empezaran a derrumbarse bajo la presión de los delitos ambientales”.

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Las comunidades indígenas y rurales en peligro

Los líderes indígenas y rurales que viajaban en el Autobús Ecológico daban fe repetidamente de una persecución en sus aldeas, a menudo de los gobiernos que deberían ofrecer protección, al tiempo que luchan por defender sus tierras. “Nos enfrentamos a violaciones de los derechos humanos, violencia contra nuestras comunidades, la criminalización de nuestra gente y el asesinato de nuestros líderes” dijo Mina Setra. “Tan solo el año pasado, al menos 200 activistas ambientales fueron asesinados [mundialmente], y casi la mitad de ellos eran líderes indígenas. Cientos de los otros están en la cárcel debido a sus esfuerzos por proteger los bosques, mientras que miles han sido expulsados de sus territorios”.

Las presiones a las que se enfrentan los activistas ambientales son expresadas emotivamente en un breve documental sobre la Reserva de la Biosfera Maya en Petén, Guatemala —un vídeo que fue presentado en Bonn—. Las comunidades en la reserva están orgullosas de su historial en la conservación forestal: “Cuando miras los mapas nacionales de masa forestal, los territorios de las comunidades tienen zonas boscosas intactas, mientras que aquellas en las manos del estado están siendo destruidas”, dijo Jorge Soza, un líder de la comunidad.

“No hemos tenido incendios forestales en los últimos diez años porque nuestro bosque está bien mantenido”, dijo otra líder de la comunidad, Ana Centeno. La clave de este éxito es la importancia del bosque para la subsistencia indígena y tradicional. “No conservamos el bosque solo en aras de la conservación”, explicó Julio Valiente Tello. “Un bosque debe de ser rentable porque entonces puedes hacer la conexión. Conservas los recursos para vivir de los recursos”.

Sin embargo, la reserva guatemalteca está sometida a una presión cada vez mayor. “Las principales amenazas son el crimen organizado, la ganadería a gran escala y el tráfico de drogas —intereses macroeconómicos que están invadiendo la reserva—”, dijo otro miembro de la comunidad, Manuel Martinez. “Están [los invasores] creando incendios forestales como una manera de apoderarse de las tierras y poder decir al gobierno que no son tierras forestales, para así hacerse con ellas”.

La comunidad está intentando controlar los incendios, incluso con el uso de drones, una manera segura de supervisar el daño, sin enfrentarse a los invasores directamente —algo que puede ser peligroso—. “Cuando nuestro territorio comunal recibe estas amenazas, tenemos que buscar a las autoridades y decirles lo que está pasando”, dijo Manuel Martinez. “Pero ¿qué ocurre entonces? [Los invasores] buscan a las personas que han hablado y las hacen desaparecer”. América Central se ha convertido en el lugar más peligroso del mundo para ser guardabosques.

Es más probable que los bosques degradados ardan y liberen su carbono a la atmósfera. Las comunidades indígenas han demostrado hacer un mejor trabajo en la conservación de los bosques nativos que los responsables forestales fuera de las reservas indígenas. Fotografía cortesía de IBAMA

Según Global Witness, una ONG, en el 2015, más de tres personas fueron asesinadas cada semana que defendían sus tierras, bosques y ríos, con el mayor número de asesinatos en países boscosos como Brasil (207 asesinatos), Colombia (105), Filipinas (88), Perú (50) y la República Democrática del Congo, Indonesia e India (35 conjuntamente).

Ahora, los líderes indígenas y rurales creen que, sobre todo, salvar sus bosques es un asunto de voluntad política. Sienten que si pueden conseguir un apoyo real del gobierno, pueden realizar una contribución real a la lucha global para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Como primer paso, explicó Jocelyn Thérèse, durante la COP23 presentaron seis demandas a sus gobiernos:

Reconocen que es poco probable que algo de esto ocurra en un corto plazo. Sin embargo, a la vez que crecen los impactos del clima extremo y se intensifica el conocimiento de la gravedad de la crisis climática, esperan que el final de la deforestación y la degradación de los bosques del mundo se vean como la menos dolorosa de las adaptaciones globales necesarias que las naciones tienen que hacer para evitar la catástrofe.

Cuando nuevas carreteras penetran la selva tropical del Amazonas, les suelen seguir leñadores, ganaderos y la agroindustria a gran escala en poco tiempo. Carreteras construidas por el estado a través del corazón de bosques sin cortar son una importante amenaza para los territorios indígenas, ya que proporcionan acceso a los ladrones de tierras y a los taladores ilegales. Fotografía cortesía del Servicio Forestal Brasileño

Según la Evaluación del Progreso de 2017, publicada por la Declaración de Nueva York sobre los Bosques (NYDF, por sus siglas en inglés), hasta la fecha se han invertido unos 20 mil millones de dólares para detener la deforestación y las emisiones forestales. Esto es un “avance prometedor”, concuerda la NYDF, pero “insuficiente” y que no refleja “la importancia de los bosques como parte de la solución climática”.

La cantidad, dice, es “marginal comparada con los 777 mil millones de dólares en ‘financiación gris’”, la agroindustria y la inversión de la industria extractiva “en el sector agrícola” que no es respetuoso con el medio ambiente y que “no está claramente alineado con los objetivos forestales y climáticos”.

La evaluación de la NYDF continua: “Nuestras conclusiones muestran que una mayor financiación es necesaria y que la transición hacia la cero deforestación solo se puede lograr con un cambio dramático de las inversiones tradicionales en los motores de la deforestación hacia aquellas en la agricultura y la silvicultura sostenibles”.

Los líderes indígenas y rurales dijeron que harían todo lo que pudiesen para que sus voces fuesen oídas en Bonn durante las dos semanas de la COP23 para acelerar la transición hacia la cero deforestación, pero sabían que iban a enfrentarse a una poderosa oposición.

“Hemos sido atacados brutalmente por las fuerzas de la agroindustria y sufrido como resultado del modelo [industrial] de desarrollo inventado en el Reino Unido”, dijo Sonia Guajajara de la Asociación Brasileña de los Pueblos Indígenas en Londres. Mina Setra continuó: “Necesitamos declarar que los crímenes contra el medio ambiente son crímenes contra la humanidad”.

Para la población indígena esta lucha por defender el último de los grandes bosques del mundo es una lucha a vida o muerte —también puede ser la hora de la verdad, si los científicos están en lo cierto, para toda la humanidad—.

Ana Centeno, miembro de la comunidad indígena: “No hemos tenido incendios forestales en los últimos diez años porque nuestro bosque está bien mantenido”. Fotografía cortesía de la Alianza para Bosques
Mina Setra, Secretaria General Adjunta de la Alianza de los Pueblos Indígenas del Archipiélago (AMAN), que representa a 17 millones de personas en Indonesia: “Somos una solución demostrada a la protección de los bosques a largo plazo, cuya supervivencia es esencial para alcanzar nuestros objetivos del cambio climático”. Fotografía cortesía de la Escuela de Política Pública
Jorge Soza, líder indígena comunitario: “Cuando miras los mapas nacionales de masa forestal, los territorios de las comunidades [indígenas] tienen zonas boscosas intactas, mientras que aquellas en las manos del estado están siendo destruidas”. Fotografía cortesía de If Not Us, Who
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