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Centro de Rescate Amazónico: un refugio de manatíes en la selva peruana

La educación ambiental es uno de los ejes principales del centro de rescate, con el objetivo de concientizar a niños y adultos sobre la conservación de las especies de fauna silvestre. Foto: Centro de Rescate Amazónico.

La educación ambiental es uno de los ejes principales del centro de rescate, con el objetivo de concientizar a niños y adultos sobre la conservación de las especies de fauna silvestre. Foto: Centro de Rescate Amazónico.

  • Desde su creación, en el año 2009, han sido 42 los rescates exitosos de manatíes y 21 fueron liberados.
  • Actualmente alberga 82 animales de diversas especies silvestres que han sido rescatados de tráfico o de personas que los tenían como mascotas.

A Darwin Loja Saavedra le llaman cariñosamente ‘papatí’, es rehabilitador de mamíferos acuáticos en el Centro de Rescate Amazónico (CREA), un refugio natural en la selva peruana creado para albergar y llevar de regreso a su hábitat natural a manatíes, una especie en situación Vulnerable según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Darwin conoce perfectamente a cada manatí (Trichechus inunguis) que llega a este centro de rescate ubicado a 30 minutos de Iquitos, la capital de la región amazónica de Loreto. Se encarga de atenderlos, alimentarlos y de velar por su recuperación. También los bautiza con nombres que casi siempre están relacionados con el lugar donde fueron encontrados, como San Regis y Marañón, dos manatíes que nadan en el área de destete, espacio instalado en el centro para que se recuperen mientras aún toman leche.

Los manatíes son especies que lactan hasta los dos años, no deben alimentarse de otra forma durante ese período y tampoco pueden tomar cualquier tipo de leche pues son intolerantes a la lactosa.

El CREA acoge a bebés manatíes que son rescatados de centros de turismo y de recreación, así como de piscigranjas, donde muchas veces los mantienen para exhibición o como si fueran mascotas.  Cuando son rescatadas, estas crías permanecen en la zona de destete hasta que cumplen por lo menos dos años, luego pasan al área de preliberación, una laguna artificial situada en plena selva donde los manatíes más grandes comparten el espacio con otros animales como los paiches tortugas y otros peces.

Es ahí donde ahora están Sudamérica y Fury, madre e hijo, los dos manatíes que serán liberados este año. “Fury es el segundo bebé nacido en cautiverio. El año pasado fue liberado el primer manatí bebé que nació en cautiverio en Perú”, cuenta Darwin.

Darwin Loja es conocido como el 'papatí' por su dedicación a los manatíes que alberga el Centro de Rescate Amazónico. Foto: Yvette Sierra Praeli.
Darwin Loja es conocido como el ‘papatí’ por su dedicación a los manatíes que alberga el Centro de Rescate Amazónico. Foto: Yvette Sierra Praeli.
Los bebés manatíes son alimentados con leche hasta los dos años de edad. Foto: CREA.
Los bebés manatíes son alimentados con leche hasta los dos años de edad. Foto: CREA.

En la laguna de preliberación también vive Anonymous, un manatí que cuando fue rescatado estaba en una situación tan dramática, que todos en el centro pensaban que moriría pronto, por ello, no querían ponerle un nombre. Sin embargo, sobrevivió y se hizo fuerte. Entonces, decidieron llamarlo Anonymous.

¿Qué es lo que más te gusta de atender a los manatíes?,  pregunto a Darwin. “Me alegra ver cómo se van recuperando, pero, sobre todo, me emociona cuando son liberados, saber que regresan a su hábitat natural”.

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Historias de liberación

 

La historia del CREA empezó en el 2007, cuando su actual director, Javier Velásquez, junto a otras dos personas, empezó a rescatar manatíes. Ese año se encontraron quince crías de manatíes muertas en piscigranjas y piscinas que se ubican a lo largo de la carretera Iquitos – Nauta.

Los manatíes que son rescatados muchas veces están heridos o han sido maltratados. Foto: CREA.
Los manatíes que son rescatados muchas veces están heridos o han sido maltratados. Foto: CREA.

“Algunos fueron hallados en comunidades y otros en centros de turismo y de recreación. Entonces, ellos empezaron a rescatar manatíes y contactaron con la Red Caribeña de Varamientos, de Puerto Rico, para que los apoye en su proyecto”, cuenta Cristian Vélez, ingeniero en gestión ambiental y coordinador general de Educación Ambiental y Ecoturismo de CREA.

Desde la creación del centro han sido 42 los rescates exitosos de manatíes y 21 las liberaciones. La primera se realizó en el año 2011, en la Reserva Nacional Pacaya Samiria. “Siempre buscamos áreas naturales protegidas para llevar a los animales y hasta ahora lo hemos hecho en el Pacaya Samiria y en el Área de Conservación Regional Comunal Tamshiyacu Tahuayo. Antes de cada liberación desarrollamos talleres de educación ambiental para niños y adultos en las zonas donde serán llevados los animales, con el fin de que se involucren en su protección”, explica Vélez.

El educador ambiental cuenta que todas las liberaciones han sido exitosas, que los manatíes se han adaptado a su hábitat y que no han tenido que rescatar nuevamente a ninguno. Explica que para ponerlos en libertad deben trasladarlos en avionetas y que luego de ser colocados en las lagunas naturales de las reservas los monitorean por seis meses con un radio transmisor que colocan en sus colas.

El manatí es una especie en estado Vulnerable y figura en el Apéndice I de la CITES, es decir, una lista en la que aparecen las especies sobre las que se cierne un mayor grado de peligro. “El problema es que los manatíes siguen siendo capturados ya sea para exhibición, como mascotas, para consumo e incluso para usarlos como carnada en los ríos, con el fin de atraer peces carroñeros para comercio y consumo”, señala el responsable de educación ambiental.

San Regis y Marañón son los dos manatíes que permanecen en la zona del destete del Centro de Rescate Amazónico. Foto: Yvette Sierra Praeli.
San Regis y Marañón son los dos manatíes que permanecen en la zona del destete del Centro de Rescate Amazónico. Foto: Yvette Sierra Praeli.

Actualmente, el CREA es el resultado del esfuerzo entre el Dallas World Aquarium Zoo, el Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP) y Acobia-DWAzoo. La institución norteamericana provee los insumos para mantener a las especies rescatadas y apoya el trabajo de educación ambiental, mientras que la institución peruana ha cedido parte de sus instalaciones en el kilómetro 4.5 de la carretera Iquitos-Nauta para la instalación del centro.

“Inicialmente solo eran manatíes —dice Vélez— pero poco a poco las personas traían otras especies. Y como trabajamos en educación ambiental, muchos profesores y niños nos llaman para entregarnos animales. Las especies de fauna que están aquí han sido producto del rescate, pues estaban en los mercados ilegales o en casas como mascotas”, contó el educador ambiental.

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Un hogar para la vida silvestre

 

Aunque el centro fue fundado para atender a los manatíes, con el tiempo, se ha visto obligado a convertirse en un refugio para muchas otras especies que llegan después de haber pasado mil penurias en manos de traficantes o de personas que creen que tenerlas como mascotas es normal.

El director del centro de rescate dice que en el caso de los manatíes, la captura y comercio ilegal se ha reducido drásticamente en la ciudad de Iquitos, pero que el problema persiste en zonas alejadas, debido a que muchas personas aún desconocen que se trata de una especie silvestre en riesgo que no debe ser capturada como mascota.

Guerrero es un guacamayo que llegó al centro de rescate con un ala rota. Ahora es huésped permanente del CREA. Foto: Yvette Sierra Praeli.
Guerrero es un guacamayo que llegó al centro de rescate con un ala rota. Ahora es huésped permanente del CREA. Foto: Yvette Sierra Praeli.

En cuanto a otras especies, señala que aún se comercializan en Iquitos pues existe demanda por parte de la población. Incluso, muchos animales silvestres se ofrecen por redes sociales. “Nuestro eje de educación ambiental se centra en niños y gracias a ellos se han logrado muchos rescates, pues entienden que la fauna silvestre debe estar en su hábitat natural. Tenemos el compromiso de generar conciencia para que se deje de adquirir a los animales silvestres como mascotas y que la gente comprenda que se trata de un delito ambiental”.

Cristian Vélez conoce a cada uno de los 82 animales que actualmente están refugiados en este espacio de la Amazonía peruana y, a algunos, hasta los llama por su nombre como a Micky, un tigrillo (Leopardus pardallis) que llegó siendo un bebé.

En el caso de Micky, su liberación es prácticamente imposible puesto que nunca aprendió a sobrevivir en la selva. “La policía lo trajo de bebé y hablar de su liberación es complicado, por ello sigue aquí, pero estamos buscando un lugar donde pueda quedarse de manera permanente para llevarlo”.

Una situación similar sucede con Guerrero, un guacamayo (Ara macao) que llegó lastimado y al que tuvieron que cortarle una de sus alas porque ya estaba rota. En su caso, se ha convertido en un inquilino permanente y anda tranquilo sobre algunas ramas de baja altura. No se inmuta con la presencia de la gente y hasta se deja fotografiar sin emitir sonido alguno, a diferencia de su compañero que parla apenas lo miras.

También está la pareja de nutrias Garritas y Alvin. “A Garritas la trajo un grupo de universitarios. Aparentemente alguien destrozó su nido. La trajeron con su hermanita, pero no sobrevivió”, cuenta Cristian mientras observa cómo Garritas retoza y gira en el agua sin descanso, es todo un espectáculo.

Un total de 21 manatíes han sido liberados desde la creación del centro de rescate. Foto: CREA.
Un total de 21 manatíes han sido liberados desde la creación del centro de rescate. Foto: CREA.

En el centro de rescate hay tortugas terrestres; monos de diferentes especies como el maquisapa, machín blanco y machín negro; hurones, perezosos, caimanes, además, naturalmente, de los manatíes.

“A todas las especies que pueden liberarse las llevamos a las reservas naturales para que regresen a su hábitat. Hemos liberado delfines de río, tortugas, osos hormigueros, aves, perezosos y manatíes. Nuestro objetivo es rescatarlos, rehabilitarlos y liberar especies de fauna amazónica que se encuentran en situación vulnerable. Es un proceso que realizamos de la mano de un programa de educación ambiental y de ecoturismo”, comentó el especialista.

Hasta ahora, cuenta, se venden animales silvestres en los mercados de Iquitos, principalmente en Belén, aunque cada vez es más difícil encontrarlos, pues los traficantes esconden a sus presas.

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Una labor intensa

 

El director del Centro de Rescate Amazónico en Iquitos, Javier Velásquez, explica que hoy están al tope de su capacidad, que faltan ambientes para atender a los 82 animales que ahora albergan, sin contar las 9000 tortuguitas que acaban de llegar. “Tratamos de adaptar los espacios. Incluso, para las tortugas que recién llegaron tuvimos que comprar piscinas inflables, pues no teníamos suficientes estanques para esa cantidad”, precisó.

Garritas es una nutria que fue llevada al centro por un grupo de universitarios que la rescató luego de que su nido fuera destrozado. Foto: Yvette Sierra Praeli.
Garritas es una nutria que fue llevada al centro por un grupo de universitarios que la rescató luego de que su nido fuera destrozado. Foto: Yvette Sierra Praeli.

El otro problema que deben enfrentar es el proceso de liberación. “Necesitamos mucho apoyo de otras instituciones porque se requieren análisis y estudios previos, llevar adelante actividades de educación ambiental en las comunidades de las zonas donde serán liberados, además, trasladarlos en las mejores condiciones, colocarles los transmisores para el monitoreo y contratar a los biólogos que permanecerán en la zona de la liberación rastreando a los animales por lo menos seis meses. Es un proceso largo y costoso”, indicó Velásquez.

El biólogo señala que ningún centro de rescate puede ser sostenible en el tiempo si no se concreta el proceso de devolver los animales a la naturaleza, porque llegará el momento en el que no cuente con espacio para recibir a nuevos animales confiscados. “Nacimos para el rescate de manatíes, pero la necesidad nos ha llevado a adaptar los ambientes para recibir otras especies. Estamos al tope, ya no deberíamos recibir más, pero lamentablemente siguen llegando porque continúa el tráfico ilegal de especies”.

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