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“Los desiertos no son estériles”: registran más de 80 especies vegetales nuevas para Ica, Perú

Cleistocactus en flor, en La Bolívar. Foto: Karim Ledesma / SCBI

  • Más de 200 especies vegetales con distribución costera y andina fueron registradas en la región desértica del departamento de Ica, Perú. De estas, 83 se identificaron como nuevas para esa región. Además, seis podrían ser nuevas especies para la ciencia.
  • Los resultados de la investigación reforzaron la necesidad de aumentar la exploración y documentación de las plantas de esta zona.
  • Un estudio adicional del equipo, realizado con cámaras trampa, reveló la interacción entre dos especies de cactáceas y la fauna de la región.

En el imaginario colectivo, el desierto puede llegar a ser un lugar inhóspito, en donde solo hay interminables extensiones de arena. Pero en el departamento de Ica, al sur de la ciudad de Lima, un grupo de investigadores ha trabajado por años para documentar y mostrar lo contrario: la vasta riqueza y diversidad de especies que existen en esa región desértica del Perú.

Su estudio “Diversidad y estructura vegetal en comunidades desérticas del piedemonte andino en Ica, Perú”, publicado en marzo de 2022 en la revista Vegetation Classification and Survey (VCS), documentó la presencia de 215 especies de plantas en la zona transicional entre el desierto de las tierras bajas costeras y las tierras altas de la región conocida como puna. En esta extensión poco estudiada por la ciencia, se identificaron 83 especies vegetales nuevas para Ica, de las cuales 43 son endémicas del Perú; 18 de ellas han sido consideradas bajo alguna forma de amenaza por los estándares nacionales o de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Además, se sumaron tres familias (Ophioglossaceae, Pteridaceae y Rosaceae), como nuevas para los registros del departamento de Ica. Estos resultados, en total, elevaron la flora conocida de la zona a 583 especies.

“(Los desiertos) no son espacios carentes de vida, estériles, sino que tienen sus propias características y su encanto también”, dice Reynaldo Linares, biólogo del Centro de Conservación y Sostenibilidad del Instituto Smithsonian de Conservación y Biología, uno de los autores de la investigación. “Esa percepción de esterilidad de los desiertos les ha hecho mucho daño: escuchamos en las noticias, en redes sociales y de parte de los políticos que hay que aprovechar estos desiertos —porque se ven como terrenos abandonados, que no sirven para nada— y eso está pasando con estas grandes extensiones de conversión a zonas agrícolas e industriales”.

Neoraimondia, cactacea en La Bolívar. Foto: Reynaldo Linares-Palomino / SCBI.
Melocactus en La Bolívar. Foto: Sidney Novoa / SCBI.

Para derribar esas ideas sobre los desiertos, los investigadores se propusieron hacer un estudio que transmitiera la importancia de esos ecosistemas.

Todo empezó en 2009. Una colaboración entre el Instituto Smithsonian y la empresa PERU LNG —dedicada a la transportación de gas— en la costa y sierra sur del Perú, se enfocó en la creación de un Programa de Monitoreo y Evaluación de la Biodiversidad (BMAP, por sus siglas en inglés), para estudiar la vegetación de las laderas occidentales del departamento de Ica y conocer cuál podría ser el impacto de la construcción y operaciones de un ducto subterráneo de gas sobre la biodiversidad de la zona.

“Es un ducto enterrado y, lo que han hecho, básicamente, es que han abierto un hueco, como una zanja, han enterrado el ducto y lo han vuelto a tapar. Este proceso ha alterado estas franjas y es donde estamos queriendo saber si la vegetación se está recuperando”, explica Linares. “Por eso también hacemos este ejercicio de monitoreo regularmente, para saber si la recuperación se está dando y a qué velocidad, dónde se necesita ajustar y donde ya está en tendencias positivas”, agrega.

Paisaje en Huancacasa. Foto: Karim Ledesma / SCBI.

Inicialmente el BMAP solo se centró en recopilar información sobre la ecología de la población de las cactáceas Cleistocactus acanthurus y C. hystrix —endémicas de la costa central, poco estudiadas y que podrían ser impactadas por los trabajos de la empresa—. En 2014, el equipo decidió ampliar el estudio para documentar la vegetación adyacente, pues a lo largo del ducto identificó una serie de especies, ambientes y ecosistemas potencialmente sensibles. Lo que encontraron rebasó sus expectativas.

El estudio: mucho más que dos cactus

El departamento de Ica se ubica en la costa central del Perú, donde predomina una extensa planicie costera y desértica, contigua al Océano Pacífico, que recibe menos de 8 milímetros de precipitación anual. Hacia el interior, el paisaje está dominado por las laderas occidentales secas de los Andes, que pasan del desierto a los bosques de cactus en las zonas bajas y medias —entre los 750 y 3100 metros sobre el nivel del mar— y luego asciende rápidamente a la puna seca en elevaciones más altas, por encima de los 4000 metros sobre el nivel del mar.

El estudio liderado por los investigadores Angie Montenegro (Universidad Nacional Agraria La Molina), Nanette Vega (Museo de Historia Natural de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos) y Reynaldo Linares, se centró en dos lugares a lo largo de estas laderas occidentales secas: La Bolívar, ubicada de forma adyacente a las planicies de arena de la provincia de Pisco, en la franja termotropical del sur del Perú, y Huancacasa, localizada más arriba de las laderas andinas occidentales que bordean el departamento de Huancavelica y que pertenece al cinturón mesotropical. En ambos casos, delimitaron parcelas de 20 a 100 metros para monitorear poblaciones de cactus y vegetación asociada.

El mapa muestra la ubicación de las parcelas en La Bolívar (Códigos B y PE) y Huancacasa (códigos H). Las cámaras trampa se ubicaron en el área de las parcelas de La Bolívar. Mapa: SCBI.

“Para la zona de Ica se registraron más de 80 nuevas especies”, dice Linares. “No son especies nuevas para la ciencia, pero sí son nuevas que se reportan para Ica en particular. Muchas son endémicas y muchas otras están bajo alguna categoría de amenaza, ya sea nacional o internacional. También resulta que hay cerca de 40 que están en condiciones de endemicidad y algunas son muy raras. Entonces, había mucho más que solo esos dos cactus, muchas más especies que merecían la atención en términos de conservación y manejo”, afirma el experto.

Paisaje en La Bolívar, con cactus dominando. Foto Karim Ledesma / SCBI.

Los trabajos se realizaron con la colaboración de un grupo de alrededor de 20 estudiantes y pasantes de biología —entre los que se encontraba Angie Montenegro—, quienes trabajaron en el muestreo de ambas localidades durante los meses de febrero y marzo de 2014, con el objetivo de registrar la composición y abundancia de la vegetación.

“Es superimportante lo que hace Smithsonian —en aquel momento yo era bióloga nada más y no tenía el estudio de magíster que estoy haciendo ahora— con el hecho de invitar a realizar pasantías”, explica Montenegro, quien se encargó de la sistematización de los datos y redacción del estudio. “Porque eso permite que investigadores más jóvenes se involucren en la investigación científica, en el proceso de publicación de un artículo, el cómo realizarlo, el cómo analizar los datos y cómo se informa efectivamente al público”, detalla la científica.

Debido a que en las áreas de estudio existen poblaciones naturales de especies amenazadas —como las cactáceas Cleistocactus acanthurus y C. hystrix—, los investigadores siguieron las pautas de recolección emitidas por el Servicio Forestal Nacional del Perú (SERFOR) y tomaron un muestreo mínimo, es decir, solo recolectaron especies que no podían identificarse directamente en el campo. Además, como las condiciones de aridez extrema no siempre permitieron la recolección de material completo, optaron por registrar las especies a través de fotografías.

Cleistocactus en flor en La Bolívar. Foto Karim Ledesma / SCBI.

Con base en el estudio cuantitativo de 2014 y varias visitas al sitio entre ese año y hasta 2019, para ambas ubicaciones se logró reunir una lista de especies y morfoespecies —aquellas que tenían características morfológicas totalmente diferentes del resto del material ya identificado en el estudio— y todas fueron confirmadas a través de estudios y guías internacionales. De los 83 nuevos registros, se encontraron ejemplares principalmente de las familias Asteraceae, Poaceae y Solanaceae.

También se logró aumentar el número de localidades conocidas para Nolana laxa (de cuatro en Lima a una localidad adicional en Ica) y Nolana weissiana (de dos en Arequipa a una localidad en Ica). Asimismo, de acuerdo con registros históricos, Nolana weberbaueri no había sido recolectada desde 1910.

Arbustos de Orthopterygium huaucui en La Bolívar, especie endémica. Foto: Karim Ledesma / SCBI.

Un grupo adicional de seis especies vegetales fue considerado como nuevos registros potenciales, ya que su estado taxonómico todavía no está completamente confirmado, pues aún hace falta recolectar y revisar material.

“Es casi seguro que hay un nuevo par [de especies]”, sostiene Linares. “Pero para describir una especie nueva sí es un proceso un poco complicado, porque necesitamos el mejor material posible en términos de las diferentes estructuras de la planta, para decir las características de la flor, de los frutos, de los tallos… y que son lo suficientemente diferentes de las otras especies que ya se conocen, como para considerarlas algo nuevo. Estamos en ese proceso de colectar material adicional para estas potenciales nuevas especies y ojalá que podamos confirmarlo en los próximos meses”.

Kageneckia lanceolata. Foto: Nanette Vega / SCBI.

Por ello, esta investigación, de acuerdo con los especialistas, refuerza la necesidad de aumentar la exploración y documentación de la vegetación a lo largo de estas zonas de transición. Estudios adicionales podrían revelar más sobre la distribución de las especies que se consideran endémicas para algunos departamentos, extendiendo su área de distribución y actualizando su estado de conservación, señalan en el documento.

“Está bien claro que estas franjas de transición de las llanuras costeras hacia las zonas andinas, es la que aún necesita investigación; es probable que, si comenzamos a colectar más en estas zonas, no solo donde hemos estado trabajando a lo largo de toda la costa, vamos a comenzar a conocer más especies, más extensiones de rango [sus diversas áreas de distribución] e incluso especies nuevas”, afirma Linares.

Mirar las interacciones en el desierto 

Después de estudiar un par de cactáceas y extender el estudio a toda la vegetación adyacente a estas, los especialistas decidieron experimentar y apostar por algo más: averiguar las interacciones de la fauna visitante con dos especies de cactáceas.

En La Bolívar, se instalaron 14 cámaras trampa durante 6 días —del 28 de febrero al 05 de marzo de 2014— para monitorear a visitantes florales y frugívoros. En un principio, se pretendía monitorear a los visitantes florales de L. peculiaris, sin embargo, al llegar al campo el equipo se dio cuenta de que las lluvias estacionales ya se estaban presentando. Este hecho adelantó la temporada de floración, así que decidieron cambiar el objetivo y monitorear los frutos maduros de esta cactácea, además de las flores de N. arequipensis.

Canastero de los cactus (Pseudasthenes cactorum) capturado con una cámara trampa. Foto: SCBI.

El reto fue lograr la instalación de las cámaras en lugares estratégicos, señala Linares. Generalmente, estos equipos que toman fotografías utilizando sensores de movimiento o de calor, son pesados y se sujetan a los árboles, pero en el desierto de Ica no había estructuras vegetales de este tipo.

“Entonces llevamos unos tubos de desagüe, tubos de plástico de PVC, y tuvimos que cavar un hueco, meter el tubo, enterrarlo y ponerlo como una especie de poste para la cámara, frente a un cactus que estaba en flor o fruto”, describe el especialista. “Esto era un poco experimental para ver si se podía hacer, si funcionaba y si las cámaras iban a capturar el movimiento rápido, sobre todo, de los animales más pequeños, como aves o murciélagos. Pero sí funcionó y nos dio la oportunidad de confirmar algunas cosas sobre con quién se asocian estas especies de plantas”.

Colibrí oasis (Rhodopis vesper) en la zona inferior central de la imagen. Foto: SCBI.

Las cámaras trampa utilizadas fueron unas Reconyx Hiper Fire HC600, a las que configuraron para tomar hasta diez fotos continuas después de la primera detección. Del total de cámaras, ocho se colocaron frente a individuos floreados de N. arequipensis y, las seis restantes, se instalaron frente a individuos de L. peculiaris con frutos maduros.

Los resultados que se publicaron en el estudio “Uso de cámaras trampa para monitorear la fauna asociada a una comunidad de cactus en el desierto costero de Ica, Perú”. Entre los hallazgos que ahí se detallan está que el murciélago de hocilargo (Platalina genovensium) y el colibrí oasis (Rhodopis vesper) fueron los visitantes de las flores de N. arequipensis y que los frutos de L. peculiaris sirvieron de alimento al canastero de los cactus (Pseudasthenes cactorum) —ave registrada por cuatro de las cámaras y, por lo tanto, una visitante frecuente de los frutos— y a un roedor del género Phyllotis. Las cámaras también registraron al zorro andino (Lycalopex culpaeus) en el área, aunque no se alimentó de las frutas.

Zorro andino (Lycalopex culpaeus) capturado por una cámara trampa. Foto: SCBI.
Zorro andino (Lycalopex culpaeus). Foto: SCBI.

“Las especies registradas forman parte de una delicada red ecológica que mantiene poblaciones en uno de los ecosistemas más extremos del mundo, como es el desierto costero peruano. Este primer registro a través de las cámaras trampa ayudará a plantear nuevas preguntas sobre la importancia de la continuidad y funcionalidad de las interacciones ecológicas como indicador de la salud de este frágil ecosistema”, apunta el estudio.

Si bien, esta parte fue experimental, el estudio giró en torno a la idea de cómo se interrelacionan las plantas y los animales: “Quién está dispersando qué, quién se come a quién, cómo se distribuyen las plantas, quiénes son los que polinizan. Queríamos tratar de entender que estas cámaras funcionan en estos ambientes desérticos y si tenían la capacidad para capturar esa interacción, no era necesariamente todavía para describir la ecología o la biología de estas interacciones”, agrega el biólogo.

Un roedor del género Phyllotis visitante de los frutos de L. peculiaris. Foto: SCBI.
Un roedor del género Phyllotis. Foto: SCBI.

De esta forma, la confirmación de la interacción de un murciélago como el de hocico largo con cactáceas como N. arequipensis servirá para hacer un estudio posterior más especializado, con muchas más cámaras que determinen, por ejemplo, cuántas flores visita por noche o cuánto tiempo se queda en cada flor, con el objetivo de entender mejor la parte ecológica de la interacción, dice Linares.

Seguir descubriendo biodiversidad 

Para los especialistas, ha resultado esencial continuar con los trabajos de monitoreo para llenar el vacío de conocimiento en términos de biodiversidad. Por ello, continúan visitando La Bolívar y Huancacasa para inventariar, recolectar datos y tomar fotografías. En tanto, Montenegro agrega que es vital que el Ministerio del Ambiente y el Servicio Forestal Nacional del Perú tomen en consideración que hay lugares importantes para monitorear y declarar como zonas prioritarias de conservación.

“Una cosa es ver el nivel taxonómico, ver la diversidad y riqueza de especies, pero otra cosa es que invites a otros investigadores a que vean el tema ecofisiológico: por qué esa especie está ahí, por qué habita en estos ecosistemas… y, al final, esto va creciendo porque luego avanzas hacia qué fauna está asociada a estas especies. Aumentar todo ese conocimiento nos va a permitir crear, a largo plazo, zonas de conservación, de altos endemismos y muy amenazadas”, explica Montenegro.

Huancacasa. Foto: Karim Ledesma / SCBI.

Linares coincide en que estos estudios no solo sirven para el registro de plantas y animales, o para describir nuevas especies, sino que también hacen hincapié en la atención que deben recibir para lograr conservarlas.

“En términos un tanto más académicos, de investigación, nosotros quisiéramos llegar a entender cómo funciona toda la relación entre plantas y animales en los ambientes desérticos”, concluye Linares. “Pero, lo que quisiéramos transmitir con estos estudios es que los desiertos sí son importantes, que tienen sus especies características —muchas veces endémicas o raras, como hemos visto— y que, definitivamente, no son espacios estériles”.

Aldama_helianthoides. Foto: Nanette Vega / SCBI.

Imagen principal: Cleistocactus en flor, en La Bolívar. Foto: Karim Ledesma / SCBI.

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