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Proteger por lo menos el 30% de la superficie del planeta: la nueva meta mundial para frenar la pérdida de biodiversidad

  • El pasado 19 de diciembre, cerca de 200 países aprobaron el Marco Mundial de Biodiversidad Kunming-Montreal, un nuevo plan con el que se busca revertir una de las principales crisis que enfrenta la humanidad.
  • El acuerdo global incluye 23 metas para el 2030, entre las que está el conservar el 30 % de la superficie del planeta, restaurar 30 % de los territorios naturales degradados y movilizar al menos 200 mil millones de dólares anuales para la biodiversidad.

Uno de los retos más grandes que tiene la humanidad ante sí es detener la acelerada pérdida de biodiversidad que marca los tiempos actuales. Para acordar un plan que permita enfrentar este desafío, durante dos semanas representantes de 188 países se reunieron en la ciudad de Montreal, en Canadá. Esas negociaciones terminaron con la aprobación del Marco Mundial de Biodiversidad Kunming-Montreal, donde se incluyen 23 metas de conservación que deberán cumplirse para el 2030.

La conferencia de las partes número 15, de la Convención de Naciones Unidas sobre Diversidad Biológica, terminó el pasado 19 de diciembre con la adopción del Marco Mundial de Biodiversidad que sustituye a las Metas de Aichi, que expiraron en 2020 y quedaron muy alejadas de su pleno cumplimiento.

Entre las metas globales que deberán cumplirse a más tardar en 2030 se encuentran el efectivo manejo y conservación de, por lo menos, el 30 % de las tierras, aguas continentales, áreas costeras y océanos, reconociendo los territorios indígenas. En la actualidad, alrededor del 17 % de la superficie terrestre y el 10 % de la marina tienen algún tipo de protección, de acuerdo con la última evaluación de las Naciones Unidas.

“Estamos viviendo un momento histórico, porque por primera vez estamos adoptando un marco global de biodiversidad que está poniendo como misión el detener y revertir la pérdida de biodiversidad”, consideró Lucía Ruiz, coordinadora de biodiversidad y financiamiento del Fondo Mundial para la Vida Silvestre (WWF), quien siguió las negociaciones en Montreal.

Raya águila manchada (Aetobatus narinari) nadando cerca del fondo del océano cerca de la Isla Darwin, en las Islas Galápagos. Foto: Daniel Versteeg / WWF.

Los países, además, se comprometieron a movilizar hacia 2030 al menos 200 mil millones de dólares anuales para la biodiversidad; recursos que provendrán de fuentes tanto públicas como privadas. Además, se acordó aumentar los flujos financieros internacionales de los países desarrollados a los países en desarrollo, a 20 mil millones de dólares por año para 2025 y 30 mil millones de dólares para 2030.

América Latina jugó un papel importante en la creación del acuerdo, asegurando que sus planteamientos fueran tomadas en cuenta. Esto incluyó obligaciones de financiamiento para países desarrollados, salvaguardas para los derechos de los pueblos indígenas y enfoque de género.

“Hemos hablado y ustedes nos han escuchado, ahora convirtamos esas palabras en acción”, indicaron los integrantes del Foro Indígena Internacional de Biodiversidad (FIIB), que asesoró a la Convención y que cuenta con una nutrida presencia latinoamericana.

El nuevo acuerdo mundial también obliga a los países de la región a trabajar a un ritmo inédito para proteger su biodiversidad, que incluye algunos de los bastiones más importantes del planeta, como la Amazonía, el Arrecife Mesoamericano, el Gran Chaco, el Golfo de California o las islas Galápagos.

El río Javari en la Amazonía brasileña. Foto de Rhett A. Butler para Mongabay.

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Una base mínima para la conservación

El elemento más sonado del nuevo marco global es la estrategia 30×30, que se refiere a lograr que al menos el 30 % de la superficie terrestre y acuática del planeta esté “efectivamente manejada y conservada” a más tardar para el año 2030.

“Eso es fundamental porque es una base mínima para garantizar que la conservación de la riqueza natural le permita viabilidad a los ecosistemas, a las especies y a la evolución de las propias especies”, explicó el experto en conservación y Coordinador de la Red Mexicana-Agenda 2030, Luis Fueyo Mac Donald, quien dirigió la Comisión Nacional de Áreas Protegidas (Conanp) de México entre 2010 y 2015.

Por su importancia, la meta 30×30 fue descrita por distintos expertos como el equivalente de la meta de 1.5 grados en la lucha contra el cambio climático. Este objetivo se deriva de un diagnóstico científico planteado por la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, por sus siglas en inglés).

Participantes en la COP15 de Biodiversidad celebrando el acuerdo final. Foto: COP15

El nuevo marco indica que se deben priorizar las “áreas de importancia particular para la biodiversidad y las funciones y servicios ecosistémicos”, por lo que no se trata de declarar cualquier pedazo de tierra o agua disponible como área de conservación.

Además, señala que las áreas conservadas deben tener sistemas de gobernanza equitativa y reconocer los derechos de pueblos indígenas y comunidades locales al uso de sus territorios tradicionales.

“Hay casos donde las áreas naturales protegidas solo existen en el papel, donde predomina este viejo concepto de la conservación sin gente, prácticamente excluyendo a las comunidades locales, que a veces son indígenas o vulnerables. Eso debe cambiar”, indicó Luis Fueyo.

Tucán andino (Andigena hypoglauca). Foto: Parque Nacional Podocarpus.

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Las 23 metas de biodiversidad

Durante las negociaciones para el nuevo marco de diversidad, las 20 Metas de Aichi aumentaron hasta convertirse en las 23 que integran el documento aprobado en Montreal. Aunque cada meta describe temas específicos —la 8 el cambio climático y la 23 equidad de género, por ejemplo—, algunos de esos tópicos se distribuyen a lo largo de todo el documento.

En lo general, algunos de los planteamientos más relevantes de estas metas son: la restauración de al menos el 30 % de los ecosistemas degradados; retirar incentivos dañinos para la biodiversidad, incluyendo subsidios gubernamentales, en al menos 500 mil millones de dólares anuales; reducir a “casi cero” la pérdida de áreas de alta importancia para la biodiversidad; disminuir a la mitad el desperdicio global de alimentos y reducir el consumo excesivo y la generación de desechos.

Además, se considera reducir a la mitad el riesgo que implican los pesticidas y los químicos altamente peligrosos; movilizar hacia 2030 al menos 200 mil millones de dólares anuales para la biodiversidad de fuentes tanto públicas como privadas; evitar la introducción de especies invasivas; así como llamar a las grandes empresas trasnacionales e instituciones financieras monitorear, evaluar y transparentar los riesgos e impactos que sus operaciones tienen en la biodiversidad.

Mono choro de cola amarilla. Foto: Sam Shanee / NPC.

Las cifras y porcentajes indicados en estas metas plantean una diferencia clave respecto a los objetivos de Aichi: se pueden medir y, por lo tanto, se pueden cumplir.

“Por primera vez estamos hablando de una meta de subsidios, de reducir a la mitad residuos alimentarios, pero también estamos hablando de medios de implementación, que son fundamentales”, indicó Lucía Ruiz, coordinadora de biodiversidad y financiamiento de WWF.

Durante la COP15 en Montreal, distintos analistas y expertos indicaron que fue la falta de metas medibles lo que llevó al fracaso el plan de Aichi. De sus 20 indicadores, solo cuatro se cumplieron a medias. Uno de los objetivos que sí se alcanzó fue el de aumentar la superficie de conservación a 17 % de las tierras y 10 % de los mares.

“Ese objetivo se cumplió precisamente porque se podía medir”, explicó Marco Lambertin, director general de WWF, durante los días previos a la adopción del marco de Montreal.

En documentos separados, pero aprobados como parte de un mismo paquete durante la COP15, se encuentran la conclusiones sobre la secuenciación genética de información sobre recursos naturales, un asunto tan controvertido que se tuvo que negociar por separado, pues se refiere a la capacidad de acceso a los recursos genéticos por parte de, por ejemplo, las industrias biotecnológicas.

Amazonía de Brasil: Una atardecer en el célebre Río das Mortes (“río de las Muertes”), que recorre todo el estado de Mato Grosso. Esta vía fluvial es un gran atractivo turístico por su rica biodiversidad. Foto: Rhett A. Butler
Una atardecer en el célebre Río das Mortes que recorre todo el estado de Mato Grosso, en Brasil. Esta vía fluvial es un gran atractivo turístico por su rica biodiversidad. Foto: Rhett A. Butler

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¿Qué faltó en el acuerdo?

El punto más contencioso del nuevo marco de biodiversidad fue el financiamiento, que llevó las negociaciones hasta la madrugada del último día y estuvo a punto de descarrilar la adopción del acuerdo.

Esto se debió a la insistencia particular de algunos países africanos y latinoamericanos —entre ellos Brasil— en crear un nuevo fondo para la biodiversidad, algo que rechazaron países desarrollados y otros en desarrollo, argumentando que esos mecanismos tardan en construirse y en contar con todos los requisitos administrativos.

Ante esto, Colombia, México, Chile, Costa Rica y Perú encabezaron una propuesta —finalmente aprobada— de crear un fideicomiso en el Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF, por sus siglas en inglés) para manejar el dinero en una arquitectura institucional ya existente.

“Este compromiso permitirá movilizar fondos de todas las fuentes de financiamiento”, explicó Lucía Ruiz de WWF.

Delfín Rosado (Innia geoffrensis geoffrensis). Foto: Fernando Trujillo/Fundación Omacha.

El financiamiento no fue el único punto que causó desacuerdos. Para el equipo de WWF, que evaluó cada borrador del documento en las últimas horas de las negociaciones en la COP15, las omisiones en lo general están relacionadas con la falta de metas numéricas claras y con el uso de lenguaje ambiguo.

Por ejemplo, en la meta 16, relacionada con la huella ambiental derivada de la producción y consumo de recursos naturales, solo se hace un llamado a “reducir significativamente” el consumo excesivo, mientras que lo que se pedía en este punto era la eliminación completa del consumo excesivo.

“Es preocupante que no haya ninguna cifra para reducir la huella ambiental de la producción y el consumo”, indicó Marco Lambertini.

En cuanto a los negocios, varias mismas empresas habían pedido que se definiera en el texto una meta obligatoria de monitoreo y reporte de sus impactos en la biodiversidad. En lugar de esto, el documento final solo “alienta” a los negocios a hacerlo, sin obligatoriedad.

Arrecife Mesoamericano-Belice
Trabajos de restauración del arrecife en Belice. Foto: Healthy Reefs.

En uno de los últimos borradores del documento, la organización no gubernamental Avaaz señaló la ausencia de un elemento propuesto por la delegación de Colombia: los esquemas de canje de deuda por protección de la naturaleza. Estos, según Avaaz, debían incluirse en la meta 19, con lo que “hubiera provisto una estrella polar que permitiera a las naciones en desarrollo buscar estas alternativas para movilizar recursos de conservación de la biodiversidad, y disminuir la presión de las prácticas destructivas para aumentar las exportaciones de bienes que impactan los ecosistemas”.

Aun con errores y omisiones visibles, el nuevo marco de biodiversidad fue ampliamente recibido y celebrado, incluso por los actores más críticos.

“Este marco pudo haber sido mucho peor, pero gracias al poder de la gente y la organización de la sociedad civil, pueblos indígenas y organizaciones de mujeres este acuerdo es más inclusivo y abre la puerta a cambiar el juego de las políticas de conservación”, indicó el director de campañas de la organización Avaaz, el argentino Oscar Soria.

Sobre la posibilidad de que los gobiernos eludan su responsabilidad de implementar en sus naciones el marco de biodiversidad, Soria indicó: “Los gobiernos deben darle seguimiento a esto o nosotros les daremos seguimiento a ellos en las calles. Los someteremos a rendición de cuentas”.

* Imagen principal: El 2022 terminó con un nuevo Marco Mundial para conservar la biodiversidad. Foto: COP15-ONU.

* Esta nota fue producida como parte de la Beca 2022 CBD COP15, organizada por la Earth Journalism Network de Internews.

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