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Disparos, venenos y cables de alta tensión amenazan a los cóndores en Perú

Cuando los cóndores son liberados, se les pone una numeración de color amarillo en las alas, para que luego puedan ser distinguidos en los monitoreos. Foto: José Antonio Otero.

Cuando los cóndores son liberados, se les pone una numeración de color amarillo en las alas, para que luego puedan ser distinguidos en los monitoreos. Foto: José Antonio Otero.

  • Un reciente censo de cóndores hecho en Perú registró 301 ejemplares en el país. Los expertos creen que son más, pero aseguran que están enfrentando continuas amenazas.
  • El envenenamiento, el choque con cables de alta tensión y los disparos que reciben estas aves estarían provocando un declive de su población.
  • La Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN ubica al cóndor en la categoría Vulnerable. La especie depende de lo que hagan el Estado y la sociedad peruana para comenzar a recuperarse.

“Wayra tiene su historia”, dice con cierta fascinación Karina Espinoza, bióloga de la oficina del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (SERFOR) de Arequipa, región sureña del Perú. La especialista cuenta que ese cóndor macho, cuyo nombre en quechua significa “viento”, contribuyó bastante al Primer Censo Nacional de Cóndores realizado en el 2022. “Si no hubiéramos tenido su información —explica— no habríamos establecido un nuevo punto de avistamiento en Castilla”.

En julio del 2019 fue liberado Wayra, tras reponerse de una fractura en su ala derecha. Desde entonces, el cóndor llevaba un localizador en el dorso. Seguir sus desplazamientos permitió constatar que en Castilla, en esa provincia alta arequipeña, tenía congéneres.

La lesión de Wayra fue una consecuencia de haber chocado con un cable de alta tensión en la zona del valle del Colca. Un equipo de SERFOR ATFFS-AREQUIPA lo rescató. El ave fue intervenida dos veces por el médico veterinario Alexander Ureta, se le colocó una placa de titanio en la extremidad para la curación de la fractura y así poder recobrar su movimiento. Como su recuperación fue casi perfecta, se convirtió en el candidato perfecto para guiar a los humanos por el territorio de los cóndores.

Wayra tenía, además, un comportamiento silvestre. José Antonio Otero —un apasionado de las aves— trató de mantener intacto ese comportamiento en su zoocriadero El Huayco, ubicado en Huachipa, al este de Lima. Al volver a su hábitat natural, en el legendario cañón arequipeño del Colca, el cóndor alzó vuelo y comenzó a lanzar señales que, hasta hoy, son registradas con esmero por Espinoza.

Liberación de un cóndor en su hábitat luego de haber pasado meses de rehabilitación. Podrá sobrevivir si se acopla a sus congéneres y vuelve a proveerse solo de comida. Foto: José Antonio Otero.
Liberación de un cóndor en su hábitat luego de haber pasado meses de rehabilitación. Podrá sobrevivir si se acopla a sus congéneres y vuelve a proveerse solo de comida. Foto: José Antonio Otero.

La ruta del censo

El cañón arequipeño del Colca y 43 lugares más del territorio peruano se convirtieron en los 44 puntos de observación que estableció el SERFOR  para poner en marcha el censo de cóndores, realizado los días 11, 12 y 13 de agosto del 2022. La autoridad ambiental buscó cóndores en 16 departamentos y en el departamento de Arequipa se registró la segunda población más grande, con 62 avistamientos.

En Ayacucho se documentó la población más numerosa de cóndores; ahí  se pudieron observar 77 ejemplares del emblemático Vultur Gryphus. Luego vendrían Apurímac (36 ejemplares) y Lima (28).

Víctor Vargas, funcionario del SERFOR que coordinó el censo, asegura que la presencia de “condoreras” —lugares donde estas aves duermen y anidan—, como la de Yanapaccha en Lucanas (Ayacucho), fue una referencia importante para ubicar poblaciones de cóndores más concentradas.

En zonas como el cañón del Colca, el hogar de Wayra, Espinoza cuenta que gracias a las condoreras se lograron avistar 58 de estas aves en los tres días del censo. En contraparte, los investigadores quedaron sorprendidos porque en los departamentos de Tacna y Moquegua, donde antes habían sido avistados cóndores, no se registró ni uno. Ni siquiera en la quebrada tacneña de Condorcahua, que en quechua significa cóndor centinela.

Algunos de los cóndores en cautiverio no podrán volver a su hábitat natural debido a lesiones irreversibles o porque, de pequeños, no aprendieron a cazar. Foto: José Antonio Otero.
Algunos de los cóndores en cautiverio no podrán volver a su hábitat natural debido a lesiones irreversibles o porque, de pequeños, no aprendieron a cazar. Foto: José Antonio Otero.

Hay otros resultados sugerentes. De las 301 aves registradas, 45 fueron plenamente identificadas como machos adultos y 20 como hembras adultas. Entre los juveniles, 12 fueron machos y 16 hembras. En otros 88 ejemplares adultos, el sexo no pudo ser determinado, así como tampoco en 72 juveniles.

De acuerdo con estos datos, el 60 % de los cóndores plenamente identificados serían adultos y el 40 % juveniles. Eso es preocupante —apunta Vargas— porque sugiere que, al haber menos juveniles, “la supervivencia de la especie se complica”. Adicionalmente, si el 56 % de los cóndores identificados son machos y el 44 % hembras, el panorama se torna aún más sombrío. Las hembras son claves para garantizar la reproducción de la especie.

Aun así, los 301 ejemplares registrados son solo una muestra y no representan el total de las aves que surcan el cielo de los Andes peruanos y también de algunos lugares de la costa del país. Para Víctor Gamarra, biólogo de la Universidad San Agustín de Arequipa, quien participó en el censo, el número aproximado estaría entre 450 y 500 individuos. Otero, por su parte, considera que podrían ser muchos más.

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Cables y disparos

José Antonio Otero tiene 13 cóndores en su zoocriadero. Él comenta que para tener una cifra más real de la población total de cóndores en Perú, tendría que hacerse un estudio estadístico a partir del número de ejemplares censados. Las 836 horas invertidas en avistar estas aves —observando el cielo, las rocas y las condoreras— dan una idea aproximada, pero no una cifra total, como sugirieron alarmados algunos medios peruanos.

Algunos de los cóndores en cautiverio no podrán volver a su hábitat natural debido a lesiones irreversibles o porque, de pequeños, no aprendieron a cazar. Foto: José Antonio Otero.
Algunos de los cóndores en cautiverio no podrán volver a su hábitat natural debido a lesiones irreversibles o porque, de pequeños, no aprendieron a cazar. Foto: José Antonio Otero.

Víctor Gamarra enfatiza que realizar el censo “fue una hazaña importante a nivel latinoamericano”. Colombia y Ecuador, que tienen poblaciones más pequeñas de cóndores, ya habían hecho censos, pero Argentina, Chile y Bolivia —donde se supone que habitan la mayoría de estas aves— no han realizado un ejercicio como este.

El censo hecho en Perú es, a la vez, un paso importante para explorar cuáles son las amenazas reales que rondan a esta ave emblemática. El accidente sufrido por Wayra da una pista para rastrear esos peligros. La lesión en su ala derecha ocurrió por el choque con un cable de alta tensión, algo similar a lo que le sucedió a un ejemplar juvenil el 21 de octubre del 2014, cerca de las ocho de la mañana en el valle de Sondondo, en la provincia de Lucanas, donde colisionó por lo menos dos veces con un cable mientras se desplazaba.

Los datos precisos de este último incidente se conocen porque el episodio fue grabado por Clímaco Romero, un habitante de Sondondo. En la escena se ve que, tras los choques, el cóndor va perdiendo altura y se pierde entre unos cerros. Es posible que haya sido afectado en las alas o en otra parte del cuerpo. Víctor Vargas, funcionario del SERFOR, añade que, por lo mismo, es necesario que se proceda a la reubicación de esos cables.

Las líneas de transmisión de energía eléctrica se han convertido no solo en un peligro para los cóndores sino para el turismo. En Sondondo, uno de los atractivos es justamente el avistamiento de cóndores, debido a que hay una población residente en el valle de Cachuray. El mismo Vargas señala, en un artículo publicado en el 2020, que se trata de un “área prioritaria para la conservación del cóndor andino”.

Cuando los cóndores son liberados, se les pone una numeración de color amarillo en las alas, para que luego puedan ser distinguidos en los monitoreos. Foto: José Antonio Otero.
Cuando los cóndores son liberados, se les pone una numeración de color amarillo en las alas, para que luego puedan ser distinguidos en los monitoreos. Foto: José Antonio Otero.

El censo determinó que los cables de alta y baja tensión se observaron en cinco de los puntos de observación. A este peligro se añade otro: los disparos. En el zoocriadero El Huayco, Otero alberga un cóndor que no tuvo la misma suerte de Wayra. Está en una jaula junto con otro ejemplar más sociable, pero él se mantiene alejado, algo arisco, y muestra un ala colgando que significa su sentencia de por vida al cautiverio.

Llegó con dos perdigones en el ala y siete más en todo el cuerpo. No se sabe por qué le dispararon. Trataron de rehabilitarlo pero, a diferencia de Wayra, al soldar el hueso, el ala le quedó colgando y perdió movilidad. Nunca más surcará los cielos, no volverá a ser silvestre ni será capaz de conseguir su propia carroña. Lo encontraron en las alturas de Yauyos, provincia del departamento de Lima, en 2016.

Las razones por las que los cóndores son atacados con disparos no están muy claras. Los expertos aseguran que podría ser una afición irresponsable de algunos cazadores deportivos o que algunos campesinos los ven como depredadores que atacan animales vivos, a pesar de que su menú está compuesto básicamente de carroña y ha habido muy pocos reportes de ataques a pequeños animales.

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Rituales, venenos y perros

Karina Espinoza, bióloga que trabaja en el SERFOR, indica que en el departamento de Cusco, hay personas que ven a las plumas del cóndor como fuente de protección, las usan para algunos rituales o les resulta interesante ponerlas en artesanías. En otras zonas, como el distrito arequipeño de Chivay, algunas señoras le dijeron que la carne de cóndor curaba algunas enfermedades.

Dos cóndores apareándose dentro de una jaula. Desde 1999, en ‘El Huayco’ han nacido 11 cóndores en cautiverio. Foto: José Antonio Otero.
Dos cóndores apareándose dentro de una jaula. Desde 1999, en ‘El Huayco’ han nacido 11 cóndores en cautiverio. Foto: José Antonio Otero.

En 2014, el investigador Renzo Piana examinó 31 vídeos del Yawar Fiesta, un legendario ritual andino que consiste en amarrar un cóndor sobre un toro y soltarlo en una plaza. Con tal material reportó que, entre el 2000 y el 2015, se utilizaron 40 cóndores en 12 celebraciones de este tipo.

De ellos, cuatro resultaron muertos o heridos de gravedad. Hasta ahora, existe una controversia en torno a este ritual, surgido en la época de la Colonia. Tanto Otero como Gamarra sugieren que, en vez de prohibirlo, se debe regular debido a su gran importancia cultural.

A pesar de esto, los ataques observados en Perú se relacionan más con el desconocimiento de muchas personas y el deseo de proteger sus animales de campo, especialmente en las zonas andinas. Aun así, algunas prácticas —como usar las plumas o comerlo—  provocarían que algunos de estos animales sean cazados o capturados.

Otra de las preocupaciones de los especialistas es que se han reportado casos de envenenamiento de cóndores. Espinoza reporta que un cóndor llamado Sinchi (“fuerte”, en quechua), rescatado en el cañón de Cotahuasi, en Arequipa, y luego liberado en 2021, tenía signos de haber sido envenenado. También se registraron seis cóndores envenenados en el sector de Sumbilca, distrito de Querobamba, en la provincia ayacuchana de Sucre, el 16 de mayo del 2017. Todos fueron hallados muertos.

Un pichón de cóndor emergiendo del cascarón en el zoocriadero ‘El huayco’, luego de que un huevo fue trabajado en la incubadora. Foto: José Antonio Otero.
Un pichón de cóndor emergiendo del cascarón en el zoocriadero ‘El huayco’, luego de que un huevo fue trabajado en la incubadora. Foto: José Antonio Otero.

Las investigaciones posteriores del gobierno regional de Ayacucho, según el libro Protegiendo el símbolo de los Andes del 2020, indicaron que se trató de un “daño colateral”, pues el envenenamiento estaba dirigido a otros animales. Es usual que un zorro o un puma ataquen ovejas, becerros o aves de corral y, para eliminarlos o espantarlos, se envenenan los cadáveres de animales domésticos muertos.

Es posible que esta “estrategia” consiga alejar a esos depredadores, pero el cóndor también se acerca a esos despojos mortales y termina envenenado. Un solo cadáver con sustancias tóxicas puede matar a varios cóndores y, de acuerdo con la fundación argentina Bioandina, es común usar pesticidas como el carbofurán. El objetivo no son los cóndores, pero al final también mueren.

A los venenos y disparos se suma una amenaza literalmente animal: los perros asilvestrados o ferales. Son canes sin dueño que han escapado de alguna casa y han formado grupos que rondan por el campo. En su estado silvestre, compiten por los animales muertos y espantan ferozmente a los cóndores. En Ecuador han generado serios problemas al afectar especies como el coatí, la comadreja andina y el pudú (cérvido andino).

Vargas comenta que Perú no se encuentra exento de este problema, pues se ha reportado presencia de perros ferales en Illescas (departamento de Piura), en Huarochirí (Lima), en San Antonio de Putina (Puno) y en La Oroya (Junín).

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Los servicios del cóndor

El crecimiento de las actividades humanas es otro problema para los cóndores. Cuando llega un proyecto minero, el ruido que producen las instalaciones y los campamentos ahuyentan al cóndor y hacen que se desplace a otros lugares donde no necesariamente va a encontrar comida. Vargas apunta a que esto habría ocurrido en Apurímac, debido al proyecto minero Las Bambas.

José Antonio Otero mostrando un huevo de cóndor. Foto: José Antonio Otero.
José Antonio Otero mostrando un huevo de cóndor. Foto: José Antonio Otero.

En Yanapaccha (departamento de Ayacucho), donde el censo registró 39 cóndores, el número más alto en un solo lugar, la construcción de carreteras —que implica hacer voladuras con dinamita— ha ahuyentado a la emblemática ave.

Como si eso no fuera suficiente, estas aves también padecen los incendios forestales. De acuerdo con Vargas, en diciembre del 2022, se reportó fuego en una condorera. Estaba ubicada en el distrito de Limatambo, provincia de Anta (Cusco) y fue un importante punto de observación durante el censo de agosto de ese mismo año. Cuando el personal del SERFOR llegó, cuatro meses después, la condorera estaba incinerada.

Karina Espinoza asegura que el cóndor es crucial para la preservación de los ecosistemas, porque “está en la parte alta de la cadena trófica y son los basureritos de los ecosistemas. Si no existieran, habría más enfermedades y epidemias”.

Estas grandes aves se alimentan de carroña, con lo que evitan que la carne de animales muertos se descomponga y atraiga insectos que son vectores para numerosas enfermedades. Estos animales aceleran la descomposición de los seres vivos y así evitan que los campos, cerros o pampas sean zonas pestilentes y que proliferen parásitos, virus y bacterias.

La incubadora donde se ponen los huevos de cóndor para lograr pichones en cautiverio. Se va regulando la humedad, hasta que estos eclosionan. Foto: José Antonio Otero.
La incubadora donde se ponen los huevos de cóndor para lograr pichones en cautiverio. Se va regulando la humedad, hasta que estos eclosionan. Foto: José Antonio Otero.

Una población de cóndores bien manejada y conservada puede incentivar el turismo, especialmente el de montaña. En varios lugares del Perú, como el cañón del Colca y el valle de Sondondo, eso ya está en marcha, tal como enfatiza Víctor Vargas. Pero si se realiza sin prevención y de manera informal, puede terminar afectando a los cóndores al incrementar las amenazas que los acechan.

El Plan Nacional para la Conservación del Cóndor Andino 2015-2025, elaborado por el SERFOR, tiene como objetivo central “mitigar las amenazas y promover la conservación del cóndor andino y sus hábitats en el Perú. La Meta 1, ya cumplida, era hacer un censo nacional del cóndor andino. La Meta 2 es lograr que el 100 % de los centros de cría en cautiverio funcionen bien.

En el documento, el zoocriadero El Huayco que maneja José Antonio Otero es reconocido como un centro donde ha habido “una reproducción exitosa mediante incubación artificial”. En sus instalaciones, han nacido 11 cóndores en cautiverio desde 1999, gracias a un sistema que consiste en poner los huevos en una incubadora donde se va regulando la humedad. El proceso dura aproximadamente 60 días y requiere de un cuidado extremo.

Espinoza recuerda que una de las etapas finales del Plan es crear un Centro de Conservación del Cóndor Andino que estaría ubicado en el distrito de Achoma, en la provincia arequipeña de Caylloma. Allí habría una clínica, un centro de rehabilitación, dietas más precisas para las aves, un centro de interpretación y voladeros amplios para que se desplacen los ejemplares que después se retornarían a la vida silvestre. Se espera que el centro se inaugure a fin de año.

Un huevo de cóndor demora 50 a 60 día en eclosionar. Cuando el pichón nace, recién se hace independiente a los 18 meses. Foto: José Antonio Otero.
Un huevo de cóndor demora 50 a 60 día en eclosionar. Cuando el pichón nace, recién se hace independiente a los 18 meses. Foto: José Antonio Otero.

Ahora Otero, quien no acostumbra ponerle nombre a sus cóndores, ha logrado que nazca un pichón por incubación natural. La cría vio la luz en enero de 2022 y nació de un huevo generado por dos ejemplares que viven en El Huayco desde hace varios años.

La familia vive junta en una jaula. Los padres no pueden regresar a la vida silvestre porque no son capaces de buscar su propia comida, mientras que el hijo ya ha crecido, posee unas plumas marrones características de su edad, pero nadie le enseñará a encontrar su carroña.

El Huayco también ha logrado devolver a su hábitat natural a varios ejemplares y es algo que podrían imitar otros zoocriaderos o zoológicos que también tienen cóndores, como el Zoológico de Huachipa. “La cuestión esencial acá está en no domesticar a un cóndor, mientras más silvestre, mejor”, especifica Otero, ya que así tendrá posibilidades de volver a valerse por sí mismo, aun cuando tenga que sortear varias amenazas.

Un cóndor en cautividad puede vivir hasta 80 años y en libertad llega a unos 50 años. A pesar de su fortaleza, es un ser vivo relativamente frágil: pone un solo huevo, que tarda 50 a 60 días en eclosionar y el pichón es independiente recién a los 18 meses. El cóndor alcanza la madurez sexual a los 5 o 6 años, y teniendo en cuenta su monogamia y el largo período de cuidado, se reproduce aproximadamente cada dos años. En todo ese lapso, le pueden ocurrir muchas cosas, como enfrenarse a los disparos o los envenenamientos.

*Imagen principal: Cuando los cóndores son liberados, se les pone una numeración de color amarillo en las alas, para que luego puedan ser distinguidos en los monitoreos. Foto: José Antonio Otero.

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