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Macizo Colombiano: un puente natural está en peligro para las poblaciones de la oncilla

Ilustración: Kevin Nieto

  • La oncilla o tigrillo nebuloso es uno de los félidos más pequeños y poco estudiados. Gran parte de sus poblaciones se distribuyen en las montañas de los Andes, por encima de los 2 000 metros de elevación, pero cada vez más se enfrenta a la fragmentación de su hábitat.
  • El Macizo colombiano, en el suroccidente del país, es un punto clave para que las poblaciones de oncilla de las tres cordilleras de los Andes en Colombia puedan tener un corredor entre ellas.
  • Este espacio es una de las ecorregiones más importantes para el país. En su territorio confluyen diferentes ecosistemas como bosques andinos, páramos y glaciares. Allí también nacen los principales ríos colombianos, pero la ganadería, la expansión agrícola y la mala tenencia de perros ha comenzado a afectar sus ecosistemas.

El primer trabajo que el biólogo Jhoy Fleming Córdoba Calvo realizó en la vereda Monte Redondo, en el municipio de La Vega, en el departamento de Cauca (suroeste de Colombia), fue en 2011. Su objetivo era delimitar la zona de páramo que se encuentra en el área de influencia del Parque Nacional Natural Puracé, cerca del Páramo de las Papas. En ese momento, el paisaje era tranquilo y se podía caminar sin interrupciones.

Al regresar, doce años después, se dio cuenta de que el ecosistema estaba fragmentado. Los lugares por los que había caminado hacía una década estaban ahora cercados con alambre de púas y la frontera agrícola se había expandido.

Las zonas de páramo habían sido reemplazadas por cultivos de papa. Además, las cercas se utilizaban para dividir los potreros de las vacas. Esta imagen es común y repetitiva en casi todo el Macizo colombiano, una de las ecorregiones más diversas del país, porque cuenta con ecosistemas tan variados como bosques subandinos, andinos, altoandinos, páramos y glaciares.

Con sus actividades productivas, la actividad humana ha transformado el paisaje. Esta región está ubicada al suroccidente del país y comprende siete departamentos: Cauca, Tolima, Valle del Cauca, Nariño, Huila, Putumayo y Caquetá. En ella, la ganadería no tiene control y está llegando a zonas cada vez más altas. Además, con el aumento de los asentamientos humanos ha incrementado el número de perros ferales que afectan a la fauna silvestre.

La oncilla vive en los bosques nublados de los Andes tropicales. Foto: Johannes Pfleiderer.
La oncilla vive en los bosques nublados de los Andes tropicales. Foto: Johannes Pfleiderer.

“El crecimiento demográfico es evidente. Son núcleos familiares que a medida que pasa el tiempo crecen porque tienen dos o tres hijos que luego van abarcando más espacio, tanto para vivienda como para sus sistemas productivos”, destaca Córdoba Calvo, profesional de restauración ecológica del Parque Nacional Natural Puracé.

Esta degradación ecosistémica es una de las mayores preocupaciones de los investigadores. El macizo no solo es un hábitat permanente para diferentes especies, sino que, en el caso de la oncilla o tigrillo nebuloso (Leopardus pardinoides), es un corredor biológico vital para su supervivencia. Este pequeño y desconocido félido está asociado a los bosques andinos, por lo que sus poblaciones en Colombia se dividen en las tres ramificaciones de la Cordillera de los Andes. En este sentido, el macizo es esencial para que exista un flujo entre las cordilleras y de esta manera la oncilla pueda tener poblaciones estables. En otras palabras, si esta región no existiera, la especie quedaría aislada en tres lugares diferentes, lo que traería grandes repercusiones para su supervivencia.

Una región que conecta

El Macizo Colombiano se extiende por 4,8 millones de hectáreas —más de 29 veces el tamaño de Bogotá— y fue reconocido como Reserva de la Biosfera en 1978 por la Unesco, debido al complejo de páramos y volcanes que hay en su territorio. En él nacen los cuatro ríos más importantes del país (Cauca, Magdalena, Putumayo y Caquetá), por lo que también se conoce como la Estrella Fluvial de Colombia.

Además, en su territorio hay una gran presencia de lagunas, quebradas y otros cuerpos de agua que son vitales para la conservación y el mantenimiento de los corredores biológicos. “En el sur del macizo todo está conectado por medio del complejo de páramos de Puracé y Sotará, en donde nace el río Magdalena. Más al norte está el Parque Nacional Natural Las Hermosas con una gran cantidad de lagunas. Además, están otros núcleos muy interesantes como el Parque Natural Alto Fragua – Indi Wasi y la Serranía de Los Churumbelos”, destaca Gustavo Pisso Flórez, biólogo, investigador y trabajador del Parque Nacional Natural Puracé.

El río Cauca, uno de los más importantes de Colombia, nace en el Macizo Colombiano. Foto: Gustavo Pisso Flórez.
El río Cauca, uno de los más importantes de Colombia, nace en el Macizo Colombiano. Foto: Gustavo Pisso Flórez.

La cultura es otra de sus grandes riquezas. El macizo es el hogar de comunidades indígenas como los yanaconas, coconucos, paeces, ingas, nasa, entre otros, que tienen maneras únicas de relacionarse con el agua y la montaña. “Algunos tienen mucho conocimiento del páramo y sus plantas medicinales. En diálogo con estas comunidades, ellas hablan del macizo como el útero de la tierra, porque es el punto donde nace la vida a través del agua”, relata Carlos Becerra, biólogo e investigador de Parques Nacionales Naturales, que trabaja en el Macizo colombiano en los departamentos de Putumayo y Cauca.

Como si esto no fuera suficiente, el Macizo Colombiano es un conector de la fauna y flora de las cordilleras de los Andes. En este punto, la cadena montañosa se divide en cordillera Occidental, Central y Oriental. De esta manera, especies como la oncilla encuentran allí una posibilidad de movilizarse a otros ecosistemas e interactuar con poblaciones de otras zonas de Colombia.

Para la oncilla, el macizo es realmente el corazón de su distribución en Colombia. Según una investigación realizada en 2022, este es su lugar más importante, puesto que representa uno de los principales refugios de la especie para su conservación a largo plazo. Además, en 2024 la oncilla fue reconocida por la ciencia como nueva especie, ya que antes era catalogada como subespecie del tigrillo (Leopardus tigrinus).

Este hallazgo científico reevaluó la distribución de la oncilla y el tigrillo y ahora los investigadores se encuentran trabajando para que el estado de conservación de la oncilla pase de Vulnerable a una categoría más preocupante en la Lista Roja de la UICN.

La oncilla puede ser del tamaño de un gato doméstico. Foto: Camilo Botero.
La oncilla puede ser del tamaño de un gato doméstico. Foto: Camilo Botero.
El Macizo Colombiano es un corredor importante para la oncilla en Colombia. Mapa: Eduardo Mota para Mongabay Latam.
El Macizo Colombiano es un corredor importante para la oncilla en Colombia. Mapa: Eduardo Mota para Mongabay Latam.

Bajo ese nuevo contexto, el Macizo Colombiano resulta clave para la conservación de la oncilla y los parques nacionales como Cordillera de Los Picachos, Alto Fragua – Indi Wasi, Serranía de los Churumbelos, Cueva de Los Guacharos, Complejo Volcánico de Doña Juana y Puracé jugarían un papel vital como hábitats y lugares de desplazamiento para la especie, según cuenta Diana Stasiukynas, coordinadora de Ciencias de Panthera, organización no gubernamental enfocada en las investigaciones de félidos.

“Hemos encontrado que es un felino cuya completa distribución está en los Andes y lo que hemos visto a nivel nacional es que ha perdido el 21 % de sus rutas de conectividad. Sin embargo, la conexión entre sus poblaciones siempre ha sido muy baja históricamente”, dice Stasiukynas. La experta menciona que el proceso de colonización en Colombia fue el punto de inflexión porque este se dio en los grandes centros poblados que están en las cordilleras, lo que afectó la conectividad de la oncilla. “[Antes] los Andes estaban muy bien conectados y la oncilla tenía muy buena conectividad”, agrega.

Contrario a lo que sucedió en las cordilleras, en el macizo se establecieron ciudades muy pequeñas. Esta es una de las razones de su gran conservación en comparación con otros espacios del país. Sin embargo, esto podría cambiar debido al aumento demográfico en las zonas más altas de montaña y a actividades como la ganadería y la presencia de perros ferales. De allí la importancia de cuidar las áreas protegidas.

“Todas esas áreas [los parques nacionales naturales], son áreas que tienen todavía un buen flujo, según nos indican los modelos de conectividad. Todavía están bien y además pueden mantener poblaciones estables de la oncilla. No hay que esperar a que cambien los paisajes, sino que debemos ver cuáles son los sistemas que están funcionando para que estos felinos puedan seguir cruzando por allí”, agrega Stasiukynas.

Complejo de lagunas en el Parque Nacional Natural Puracé en Colombia. Foto: Gustavo Pisso Flórez.
Complejo de lagunas en el Parque Nacional Natural Puracé en Colombia. Foto: Gustavo Pisso Flórez.

Una actividad que fragmenta el Macizo Colombiano

La ganadería es uno de los principales factores de transformación de esta región, desde las zonas más bajas hasta los sitios más altos se observa ganadería. Esta actividad se realiza de manera extensiva, por lo que no existe un control y las vacas recorren extensas áreas en búsqueda de alimentos.

“Si vos hacés un recorrido, lo que ves son grandes extensiones de potreros mal planificados y explotados. No hay una tecnificación de las actividades agropecuarias. La ganadería es algo generalizado, incluso hay vacas a los 4 500 [metros de elevación], donde solo hay paja y se supera la zona de los frailejones”, dice Gustavo Pisso Flórez, del Parque Nacional Natural Puracé.

Además, en estos ecosistemas las vacas requieren más áreas, tal como lo resalta el investigador Carlos Becerra. “Cuando el ganado se ubica en zonas tan altas, necesita abarcar más espacio porque el forraje no es óptimo y debe buscar más alimentos en otros lugares”, añade.

También es posible encontrar potreros cerca de las cuencas de los ríos, en zonas bajas, e incluso dentro de áreas protegidas. Córdoba Calvo asegura que hay personas que liberan el ganado para transformar el ecosistema y “ganar unos metros más de potrero”. “Incluso el año pasado hubo incendios que evidentemente se hicieron para ampliar la zona ganadera”, dice.

La oncilla puede ser del tamaño de un gato doméstico. Foto: Camilo Botero.
La oncilla puede ser del tamaño de un gato doméstico. Foto: Camilo Botero.

Según el Departamento Nacional de Planeación, el Macizo Colombiano perdió 17 000 hectáreas de bosque por año entre el 2010 y 2015, siendo los departamentos de Caquetá y Putumayo los que presentaron más áreas afectadas. Para el flujo de poblaciones de la oncilla esto es algo preocupante: es uno de los félidos latinoamericanos más pequeños, mide entre 43 y 83 centímetros y pesa sólo entre 1,5 y 3,5 kilos. Su tamaño es inferior al de un gato doméstico.

“A pesar de ser una especie pequeña, tiene un rango de hogar muy grande. Generalmente uno cree que una especie pequeña necesita un espacio pequeño, pero esta especie necesita áreas grandes y bien conservadas para vivir”, dice la coordinadora de Ciencias de Panthera.

A esto se suma la falta de información sobre la especie. La oncilla es difícil de registrar, debido al desconocimiento sobre sus hábitos. Al no tener tanta información sobre sus modos de vida, la pérdida de zonas claves impide crear planes de conservación. En este sentido, los expertos consideran que las presiones ambientales que sufren los páramos y bosques del macizo es un tema al que hay que prestarle atención.

“Hicimos un estudio que nos mostró que la presencia de ganado en áreas de páramo disminuye la probabilidad de presencia de mamíferos como el oso andino (Tremarctos ornatus) y la danta de montaña (Tapirus pinchaque)”, dice Robert Márquez, coordinador de la Alianza para la Conservación del Oso Andino. El científico señala que eso puede estar sucediendo con otros animales como los félidos, puesto que el ganado genera compactación de los suelos, que evita el crecimiento de ciertas plantas que son el alimento de algunos animales”.

En este páramo del Macizo Colombiano nace el río Caquetá, uno de los más importantes de Colombia. Foto: Gustavo Pisso Flórez.
En este páramo del Macizo Colombiano nace el río Caquetá, uno de los más importantes de Colombia. Foto: Gustavo Pisso Flórez.

Sin embargo, la importancia que tiene el páramo para la oncilla hasta ahora no ha sido bien estudiada, debido a que las investigaciones se han concentrado entre los 2 000 y 3 700 metros de elevación, pero cada vez es más frecuente ver al pequeño félido en zonas más altas, precisamente por las afectaciones que está sufriendo su hábitat natural.

“Establecimos estas áreas prioritarias hasta que tengamos información del páramo. Los análisis que hicimos fueron con cámaras ubicadas hasta los 3 700 metros de elevación. Hay que subir más para ver si hay regiones de páramo que puedan ser importantes escenarios de conectividad, algo que es muy factible”, cuenta Juan Camilo Cepeda Duque, biólogo, director del Andean Tiger Cat Conservation Project y coautor del artículo científico que clasifica a la oncilla como una nueva especie de félido.

Ilustración de Kevin Nieto para Mongabay Latam.
Ilustración de Kevin Nieto para Mongabay Latam.

Otro de los inconvenientes en las zonas altas del Macizo Colombiano es el conflicto entre el ser humano y los animales silvestres debido al ganado. En algunas zonas, los potreros suelen permanecer solos por varios días. Cuando los dueños regresan, encuentran algunos de sus animales muertos y culpan a la fauna silvestre, situación que ha derivado en la caza indiscriminada de cualquier animal que sea visto como una amenaza.

Por ejemplo, la oncilla también es conocida como el tigrillo gallinero, por ser supuestamente un cazador de gallinas. En el Macizo Colombiano se han reportado eventos esporádicos en los departamentos de Huila y Cauca, aunque no se puede confirmar que la oncilla haya causado el ataque. Los científicos aseguran que ese estigma podría afectar la conservación de la especie y presentar futuros inconvenientes si el gato silvestre es visto cerca de los hogares.

Oncilla (Leopardus pardinoides). Foto: Steve Sánchez.
Oncilla (Leopardus pardinoides). Foto: Steve Sánchez.

Un problema de perros

La mala tenencia de perros es otra de las amenazas más graves para las áreas protegidas y su fauna silvestre, según indican los investigadores consultados para este reportaje. A tan solo cinco kilómetros del Parque Nacional Natural Puracé, en el departamento del Cauca, hay dos pueblos cercanos donde los perros suben a áreas más altas para atacar a los animales silvestres.

“Los perros son una amenaza bastante seria. En el Puracé hay dos carreteras que están en el parque, en una de ellas se está generando un efecto bastante peligroso, porque los perros pueden dispersarse a partir de esa carretera hacia otras zonas mucho más internas. Entonces, el hábitat núcleo de especies como la oncilla se ve afectada porque la especie no tiene dónde ir para evitar esas interacciones con los perros”, recalca Cepeda Duque.

La misma situación ocurre en el corredor Guácharos-Puracé en el que, de acuerdo con registros de cámaras trampa, el perro es el carnívoro con mayor presencia. Para mitigar esta situación, se han hecho jornadas de vacunación y esterilización en comunidades aledañas, pero son propuestas muy locales.

“La situación es muy grave. Los perros están ya por todas partes, en todas las áreas protegidas, y el manejo es muy poco. Es cuestión de tiempo para que lleguemos a la situación que están sufriendo en Chile con extinciones locales de especies endémicas. Esperemos que no tengamos que llegar hasta allá para arrepentirnos de no haber tomado acciones a tiempo”, afirma Cepeda Duque.

Cámara trampa registra cómo un perro pasa cerca de una oncilla. El félido es sensible al ataque del cánido y a la transmisión de enfermedades. Foto: Andean Tiger Cat Conservation Project.
Cámara trampa registra cómo un perro pasa cerca de una oncilla. El félido es sensible al ataque del cánido y a la transmisión de enfermedades. Foto: Andean Tiger Cat Conservation Project.

En cámaras también se han registrado persecución a dantas de montaña, venados y osos andinos. También hay evidencia de que los perros están en la misma zona que las oncillas. Es por eso que otra de las estrategias ha sido capturar los perros para reubicarlos, pero es una tarea compleja.

“Los hogares de paso, al menos en Popayán o Cali, no quieren recibir más animales porque ya no tienen recursos para mantener los que tienen. Pero de verdad el tema se está desbordando mucho, y no solo es en los parques nacionales, sino en cualquier área natural, incluso el bosquecito detrás de tu casa está siendo impactado por los animales domésticos”, recalca el especialista Gustavo Pisso Flórez.

Una expansión de presiones

Hace una década, las caminatas para llegar al Parque Nacional Natural Cueva de Los Guacharos, ubicado en el departamento del Huila, iniciaban con una gran extensión de bosques que iban marcando la entrada a esta área protegida. Con los años, el biólogo Pablo Stevenson ha visto como el bosque cede terreno ante las fincas que colonizan el área con cultivos.

“En el 2009, el 20 % del inicio de la caminata eran bosques y hace un tiempo los estaban tumbando para sembrar granadillas, pero las poblaciones de este fruto se afectaron y en la actualidad se siembra mucho café y mucha pitaya”, afirma Stevenson, quien también es docente en la Universidad de los Andes y ha realizado investigaciones en esta área protegida.

A pesar de su pequeño tamaño, la oncilla necesita extensas áreas para subsistir. Foto: Camilo Botero.
A pesar de su pequeño tamaño, la oncilla necesita extensas áreas para subsistir. Foto: Camilo Botero.

Esas presiones son las que también se replican en otros lugares del Macizo Colombiano, como varios municipios de Cauca o Huila donde predominan los cultivos de papa, aguacate y cebolla. Los cultivos dependen de las condiciones del mercado, hay épocas en las que la fresa o la quinua también han tenido protagonismo.

A eso se le suma el factor del cambio climático. Robert Márquez destaca que hace 20 años el mejor café se estaba produciendo a 800 metros de elevación. “Hoy en día se está cultivando desde los 1 800 a 2 100 metros, justamente por esos cambios de clima. Esto quiere decir que la gente tiene que cultivar más alto y entonces debe remover el bosque”.

Así, las personas están comenzando a llegar a zonas cada vez más altas, trayendo consigo a su ganado, sus animales domésticos y sus cultivos que provocan deforestación. De esta manera, el macizo va perdiendo sitios esenciales para el flujo de las poblaciones de la oncilla.

“Hemos realizado modelos predictivos que determinan que, a menos de tres kilómetros de distancia de un centro poblado, la ocupación de la oncilla decae. Este es el único gatito salvaje amenazado que nos está quedando en estos bosques. Los pumas están desapareciendo, los jaguares también, los ocelotes son una rareza completa, y lo único que nos está quedando es la oncilla, está sola”, dice Juan Camilo Cepeda Duque, director de Andean Tiger Cat Conservation Project. Él destaca que aún son muy pocas las personas que son conscientes de la existencia de este pequeño félido y que están tomando acciones para velar por su conservación, lo que podría llevar a que sufra la misma suerte de sus otros parientes salvajes.

Imagen destacada: Oncilla ilustrada por Kevin Nieto para Mongabay Latam.

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