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Chile: el Rayadito de isla Selkirk se recupera de su estado crítico en casitas artificiales

Rayadito de Mas Afuera Foto: eBird

  • Ante la escasez de hábitat natural, científicos instalaron casitas donde esta ave pudiera anidar.
  • En 2019 se logró comprobar la existencia de ocho parejas adultas y dos nidos con tres huevos, lo que significa todo un éxito para una especie que se encuentra en peligro crítico de extinción. 




La historia en 1 minuto. Video: Mongabay Latam. 

“Yo opto por la vida. Es mi prioridad”. La frase de Paola González resume bien el enfoque con el que un grupo de científicos ha insistido en desarrollar un proyecto de conservación que puede marcar la diferencia entre conservar sobre la tierra al Rayadito de isla Selkirk (Aphrastura masafuerae) un ave en peligro crítico de extinción, o verla desaparecer para siempre.

Esta especie, también conocida como rayadito de Más Afuera, ha logrado sobrevivir pese a considerarse extinta en los años ochenta, gracias a una iniciativa de conservación que comenzó en 2006 en la pequeña comunidad local de la isla Selkirk, en el archipiélago chileno de Juan Fernández.

Llegar a esta isla es tan difícil que se requiere de un acto de fe para que el clima juegue a favor al momento de emprender el viaje, dice Héctor Gutiérrez, ingeniero en recursos naturales renovables de la Universidad de Chile y coordinador de proyectos en el archipiélago de la ONG Oikonos.

Archipiélago Juan Fernández. Foto Oceana – Manu San Félix

A este lugar llegan, durante los meses de octubre a mayo, los pescadores de langostas de Robinson Crusoe, otra isla del archipiélago. En esta travesía, los pescadores literalmente se mudan a Selkirk y acompañados de sus familias se instalan en el lugar mientras dura la temporada de pesca. Como los viajes hasta “Más Afuera” son difíciles y escasos, esta travesía es también aprovechada por otras personas que deben viajar hasta allí, como Paola González, coordinadora del monitoreo de la población del Rayadito de isla Selkirk. Pero las dificultades no se acaban tras superar los desafíos del mar. Una vez en tierra, es necesario escalar hasta con cuerdas y arnés escarpados cerros para poder alcanzar el lugar donde el rayadito anida.

Esta es la historia de un proyecto que logró el éxito en las más adversa de las condiciones y que después de superar un obstáculo tras otro hoy se enfrenta a un nuevo desafío: la crisis sanitaria mundial del COVID-19.

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Una difícil pero exitosa estrategia de conservación

 

La isla Alejandro Selkirk se ubica a unos 165 kilómetros al oeste de las otras dos islas que componen el archipiélago de Juan Fernández: la isla Robinson Crusoe y la pequeña isla Santa Clara. Estas dos últimas apenas están separadas por un estrecho de unos 1,5 kilómetros de ancho, de manera que Selkirk, antes llamada “Isla de Más Afuera”, es por mucho el punto más alejado y aislado del archipiélago.

Según Javier González, doctor en zoología de la Universidad de Postdam en Alemania, el rayadito de Mas Afuera “aparentemente colonizó la isla Selkirk directamente desde el continente o, tal vez, existió antes en otras islas del archipiélago para llegar luego a Selkirk, que es geológicamente una isla más joven”. El chileno, autor del estudio Posición filogenética del ave chilena más amenazada: el Rayadito de Masafuera, cuenta que la especie fue considerada “probablemente extinta” en 1980 y en Peligro Crítico según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Rayadito de isla Selkirk. Foto: Paola González, coordinadora del monitoreo Rayadito, proyecto de ONG Oikonos.

Así como su origen, el recuento de su población tampoco es preciso y las estimaciones provistas por distintos organismos difieren. Peter Hodum, director de la ONG Oikonos en Chile, indica que la población actual bordea los 500 rayaditos, mientras que un informe de la ONG Island Conservation estima que, en 2015, la población de esta ave alcanzaba los 1227 individuos. Los expertos creen que las diferencias entre las cifras obedecen a las distintas metodologías utilizadas para el recuento basadas en información que aún es incompleta y que refleja el poco conocimiento que hay sobre esta especie.

Lo que sí se sabe es que la pérdida de hábitat para la creación de áreas de pastoreo para el ganado es la principal amenaza que enfrenta el rayadito. Hodum recuerda que “sabiendo que la isla había sufrido una pérdida significativa de bosque nativo, pensamos que la disponibilidad de sitios de nidificación podía ser un factor limitante para la población del rayadito”. Fue así que, en 2006, Hodum se juntó con Jorge Tomasevic, Ph.D en Ciencias de Vida Silvestre de la Universidad de Washington y Cristian Estades, profesor en la Universidad de Chile, para investigar y ayudar a esta pequeña ave. Tomasevic y Estades ya habían estudiado la especie continental y tenían experiencia con cajas de anidación, así que decidieron  instalar, en el sector norte y sur de la isla, 81 casas artificiales fabricadas con madera para aumentar la disponibilidad de sitios para anidar.

Primeras casas de madera instaladas en 2006. Foto: Paola González, coordinadora del monitoreo Rayadito, proyecto de ONG Oikonos.

Pero esta iniciativa no prosperó. Hodum explica que uno de los motivos por los que las cajas no dieron los resultados esperados fue porque su diseño no fue idóneo para los rayaditos. González agrega que “estas casas quedaron instaladas sin tener monitoreo durante seis años por falta de recursos y, a su vez, porque la logística para llegar a esta isla es compleja”.

Desde Robinson Crusoe hay que navegar en una lancha por 12 horas, y eso en condiciones climáticas favorables. Una vez allí, la geografía del lugar es otro reto. Áreas escarpadas en las costas, pronunciados acantilados al interior, empinadas pendientes y débiles senderos coronados con formaciones de roca acompañan una travesía que dura cerca de seis horas hasta el campamento base. En este lugar, a casi 1000 metros de altura, el clima es traicionero, hay mucha nubosidad, viento y lluvia, y el sol puede no asomarse hasta cuatro días seguidos. Llegar a las zonas donde habita y se reproduce el rayadito demanda, además, un esfuerzo físico muy importante.

La experiencia, lejos de ser un fracaso, cimentó y proporcionó nuevas bases que fueron de gran utilidad en un nuevo intento que llegó en 2013 de la mano de el proyecto GEF (Global Environment Facility) para la prevención, control y/o erradicación de Especies Exóticas Invasoras (EEI) en el archipiélago Juan Fernández. Según Gutiérrez, algunas de estas especies introducidas, como gatos asilvestrados y ratas, llegadas a la zona a través de embarcaciones, son otra amenaza para el rayadito por lo que el proyecto GEF, de manera tangencial, apuntaba a la conservación de la pequeña ave.

Es así como en un trabajo colaborativo entre la ONG Oikonos, Island Conservation (IC) y la Corporación Nacional Forestal (CONAF) continuaron con la realización de estudios de estimación poblacional y distribución del rayadito. González cuenta que en esta nueva etapa se construyeron 81 nuevas casas de anidación, aunque esta vez fueron diseñadas con material de plástico PVC. El objetivo era  prevenir el ingreso de roedores y mejorar la durabilidad, ya que la mayoría de los refugios anteriores se encontraron destruidos por la humedad.

Cordada o subida sector Las vacas, camino al sector Tres Torres donde se encuentran las casas anidaderas. Foto: Paola González, coordinadora del monitoreo Rayadito, proyecto de ONG Oikonos.

Para este cambio en el material de construcción, se tomó como ejemplo otras casitas  construidas para la nidificación de un ave similar que habita en Hawaii. Gutiérrez precisa que “el rayadito necesita de una cavidad natural hecha en un árbol, quizás por la caída de una rama, para nidificar. Pero el bosque de Selkirk, al no ser tan viejo, dificulta la creación de un nido natural”.

Otra de las novedades de esta segunda etapa fue la instalación de song meters o grabadores de audio diseñados especialmente para registrar los sonidos de la vida silvestre. Según los investigadores, al rayadito es más fácil oírlo que verlo, por lo que estos sensores acústicos fueron utilizados para estimar la población del ave. Sara de Rodt, integrante de IC y originaria de Robinson Crusoe, fue una de las encargadas de la instalación. Recuerda que “había que llegar a lo más alto de la cumbre de los cerros, entre ellos el Cerro de los Inocentes —a 1650 metros sobre el nivel del mar— que es el punto más alto de todo el archipiélago de Juan Fernández”.

Paola González, coordinadora del monitoreo del Rayadito instalando una casita anidera. Foto: ONG Oikonos.

Según relata la conservacionista, esa travesía dura todo el día y se requiere utilizar materiales de montañisno como cuerdas, arnés, mosquetones, jumar y mucha valentía para llegar hasta ahí. Los song meters fueron instalados en distintas partes de la isla para grabar los cantos de las aves y así determinar con mayor exactitud qué sectores utiliza con mayor regularidad el rayadito. “Con esa información tomamos la decisión de trasladar casitas anideras a los sectores con mayor frecuencia del canto de esta pequeña ave”, cuenta Gutiérrez.

Paola González, coordinadora del monitoreo, recuerda que en febrero de 2015 hubo un gran hallazgo cuando encontraron un nido en la cavidad de un canelo de Juan Fernández (Drimys confertifolia), árbol endémico de Selkirk, con dos polluelos. Sin embargo, también constataron que los resultados generales no cumplieron con las expectativas del proyecto: las aves no anidaban en las casitas de PVC.

Gutiérrez cuenta que “dedujimos que el material de plástico era muy frío, lo que contribuyó a que estas pequeñas aves no las usaran”. A raíz de ello los científicos decidieron probar nuevas casitas, esta vez hechas de bambú, lo que tuvo un notable éxito. Gutiérrez, el ingeniero en recursos naturales, relata que conservaron las mismas características arquitectónicas de las anteriores casas pero que “estas eran más calentitas”, dice. “Pusimos 10 casitas al costado de las de PVC y a la semana siguiente vimos que existía excremento de rayadito, lo que nos dio indicios de que las aves las estaban probando”, cuenta el ingeniero. González agrega que esto significó un notable progreso pues con las nuevas casas de bambú “solo se demoró ocho meses en registrar dos huevos”.

Casitas de PVC. Foto: Paola González, coordinadora del monitoreo Rayadito, proyecto de ONG Oikonos.

Pero esta no fue la única innovación. Gutiérrez cuenta que en 2017, a sugerencia de un investigador que trabaja con el rayadito del continente (Aphrastura spinicauda), probaron modificar el diseño de los refugios. “Las casas originales estaban construidas en un plano horizontal y las modificamos construyendo una parte vertical, con una cavidad hacia abajo para que el rayadito ingresara y así pudiera fabricar su nido”. Esta nueva idea de la cavidad vertical probó ser la pieza que faltaba en el rompecabezas o puzzle, pues los rayaditos por fin empezaron a nidificar en las casas después de cuatro años de haber sido instaladas las primeras. “Encontramos seis nidos en esa temporada. Este es un número alto para una especie tan amenazada como el rayadito”, asegura Gutiérrez.

Finalmente, en 2019, tras un largo camino de prueba y error, se registraron 15 nidos de los cuales 10 están activos y siete ya han tenido nidificación exitosa.

Casa de bambú instaladas en 2015. Foto: Paola González, coordinadora del monitoreo Rayadito, proyecto de ONG Oikonos.

Los resultados continúan sorprendiendo. González señala que en lo que va de este año el monitoreo de 47 casas anideras ya ha registrado ocho parejas y se han encontrado dos nidos en cajas de PVC con 3 huevos cada una, cuestiones “nunca vistas ni tampoco registradas en años anteriores”, dice la experta. Además, la coordinadora del programa agrega que el actual monitoreo arrojó otros hechos inéditos como la reocupación o segunda nidificación en una misma casa de bambú y que los rayaditos reutilizan el mismo material del nido anterior. La experiencia también ha servido para conocer otros aspectos de la organización del rayadito, pues se ha podido identificar que ambos padres alimentan a las crías y limpian el nido, y que en el sector de nidificación no se observa la presencia de otro rayadito.

Dos huevos en casa artificial de PVC en el mes de octubre 2019. Foto: Paola González, coordinadora del monitoreo Rayadito, proyecto de ONG Oikonos.

La comunidad local, comprendiendo su papel fundamental en la cohabitación dentro del ecosistema del archipiélago, también realiza de manera autónoma una serie de acciones que benefician a la conservación del rayadito. “Construyeron una barrera de bioseguridad que impide el paso de los gatos a las zonas de nidificación y también revisan toda la carga que proviene del continente para asegurar que no contenga semillas o especies invasoras”, recalca Gutiérrez, colaborando para que no existan nuevas amenazas al ecosistema. Muchos de ellos participan así de manera activa como voluntarios en este proyecto.

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Conservación en tiempos de pandemia

 

González llegó a la isla en octubre de 2019 para realizar el monitoreo anual de la reproducción del rayadito de Selkirk, pero producto de las medidas dispuestas por las autoridades para evitar los contagios de coronavirus, aún se encuentra allí y, por ahora, no tiene noticias de cuándo podrá regresar a Robinson Crusoe.

Junto a ella se encuentran 38 personas más, la mayoría son adultos mayores y algunos padecen enfermedades crónicas. González, oriunda de Robinson Crusoe, comenta que “debíamos retornar en febrero de este año, pero a causa de la pandemia a nivel mundial aún permanecemos en Selkirk. Esto porque existe prohibición de desplazamiento de pasajeros entre las islas por protección de tener algún contacto con los tripulantes de los barcos que nos abastecen”. Y agrega que “nadie asegura si realmente le hacen el examen de PCR a la tripulación en todos los viajes”. Por esto cada vez que llega el barco con provisiones, los tripulantes deben hacer un protocolo de sanitización que consiste en rociar, con una bomba de espalda, toda la carga con agua y cloro antes de bajarla a tierra.

Provisiones llegan a la isla Selkirk para abastecer a las personas que no han podido regresar a sus casas en medio de la pandemia. Foto: Paola González, coordinadora del monitoreo Rayadito.

La tarea de González que consiste en observar, registrar y monitorear las casitas anidadoras instaladas en bosques nativos de canelos y helechos arbóreos en los cerros de la isla, también se ha visto afectada, aunque de manera positiva. Usualmente, las ‘subidas’ las realiza dos veces al mes, pero debido a su obligada permanencia en la isla y sin tener una fecha de retorno a su hogar por el coronavirus, la frecuencia de estas expediciones podría aumentar. Y agrega que “estamos solicitando a CONAF la autorización de permanecer el invierno acá por seguridad, en caso que el virus llegue a la isla Robinson Crusoe”.

La influencia de la pandemia en la investigación en terreno ha sido más de luces que de sombras, ya que probablemente extienda el tiempo de monitoreo. Sin embargo, otros trabajos de conservación que ya habían comenzado tendrán que reagendarse.

En 2019 el Ministerio del Medio Ambiente puso en marcha el plan RECOGE. Este plan es una herramienta de gestión que busca mejorar especies amenazadas o en peligro crítico de extinción a lo largo de todo Chile. La versión que se está ejecutando en el archipiélago, busca mejorar el estado de seis aves endémicas como el rayadito.

Paola González, coordinadora del monitoreo Rayadito. Foto: proyecto de ONG Oikonos.

Entre las acciones está erradicar  los roedores invasores que se alimentan de los polluelos o sus huevos, y que además consumen brotes o semillas que impiden el natural crecimiento de las plantas que forman parte del ecosistema.

Debido a la llegada del COVID-19 a Chile, algunas reuniones del plan RECOGE se han tenido que reagendar y otras suspender. Frente a esta situación, Paulina Stowhas, encargada del plan en el archipiélago, señala que el plan quizás deba extenderse hasta fines de 2022.  De igual forma, el trabajo en terreno por parte de los actores claves, ya complicado por las restricciones de desplazamiento, ha visto afectada su coordinación a distancia pues la señal de internet en el archipiélago es de baja calidad, lo que hace “imposible utilizar plataformas online para reunirnos virtualmente”, dice Gutiérrez.

Además, el experto señala que es importante que el gobierno de Chile asuma un papel más activo en la conservación de estas aves endémicas y que siga apoyando el trabajo enfocado en cuatro aristas: diseño e instalación de nidos artificiales, control de plantas invasoras que ponen en peligro el hábitat del rayadito, educación y capacitación ambiental a la comunidad local y comprensión de la biología reproductiva y generación de información relevante para planificar la mejor manera de conservar  la especie.

Por ahora, a pesar de los obstáculos, el trabajo para facilitar la reproducción del rayadito de isla Selkirk es prometedor y el monitoreo realizado este año así lo avala. Además, el compromiso de la comunidad local es fuerte. “Mi universidad ha sido el hermoso bosque de mi amada isla, donde he hecho la teoría y práctica de todo lo que sé”, dice Paola González. La preocupación de los habitantes del Archipiélago Juan Fernández hacia el rayadito se expresa con tal cariño que la única escuela que existe en Selkirk tiene como insignia la figura de esta especie. Y, desde el hallazgo en 2015 del primer nido natural con polluelos, se celebra en todo el archipiélago el cumpleaños del rayadito. Con una torta incluida.

*Imagen principal: rayadito de Mas Afuera. Foto: Héctor Gutierréz, integrante de Ong Oikonos

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