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Ecoturismo: ¿una alternativa sostenible para el Gran Chaco? | Argentina

  • Mejorar las condiciones de vida de los habitantes del monte a través de la conservación de los bosques nativos es el gran desafío, y el turismo va ganando espacio como vía para lograrlo.
  • Por el momento son solo un puñado de emprendedores pero el impulso va en aumento y las iniciativas y proyectos se reproducen. Frenar la deforestación y detener la frontera agroganadera es la meta final.

“La gente venía a cazar patos a esta zona y yo les hacía de guía. Nací aquí, en el bañado, así que se imaginará que conozco bien el lugar. Pero hace alrededor de doce años vedaron la caza y me quedé sin trabajo. Una persona me dijo que aprovechara lo que sabía y llevara turistas a pasear por el bañado. Tenía una piragua, me animé y empecé…”, recuerda Chilo Ruíz.

Los 45 años de vida de este habitante del Gran Chaco argentino tienen como escenario el Fortín La Soledad, un remoto punto del mapa en la provincia de Formosa, cercano al río Pilcomayo y la frontera con Paraguay. Habitada por unas 120 familias, la localidad pasaría inadvertida si no fuese por una peculiaridad: se encuentra en medio del Bañado La Estrella, una de las siete maravillas naturales de la Argentina, según fue declarada en junio de 2019.

“Ahora con mi familia ya tenemos un emprendimiento”, se enorgullece Ruíz antes de iniciar el inventario: “Dos cabañitas con aire acondicionado y baño privado, un patio grande y techado donde se pueden poner carpas o casas rodantes, embarcaciones para llevar hasta 30 personas, siete u ocho muchachos que me ayudan, y mi mujer, que hace comidas típicas de la zona y está aprendiendo a cocinar platos para veganos y los que no pueden comer harinas”.

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Un ejemplar de tucán (Ramphastos toco) descansa sobre una rama en el interior de la reserva Los Chaguares, emprendimiento familiar que abrió sus puertas en 2015. Foto: Javier Cardelli.

La Estrella tiene bien ganado su título de “maravilla natural”. Salvo en temporadas como la actual, con una sequía que se prolonga desde hace más de nueve meses, las aguas del Pilcomayo inundan este humedal, el segundo más extenso del país, cuya superficie puede oscilar entre las 400 000 y las 7 000 000 de hectáreas, para convertirlo en un auténtico estallido de biodiversidad. Aves de todos los tamaños y colores surcan el aire, nutrias gigantes (Ptenoura brasiliensis), aguarás-guazú (Chrysocyon brachyurus) y tapires (Tapirus terrestris spegazzinii) transitan las islas, los yacarés (Caiman latirostris chacoensis) recorren los cursos de agua. No es, por supuesto, el único punto del Gran Chaco argentino que reúne atractivos suficientes para la visita turística, pero sin duda ocupa el podio entre los que pueden atraer las miradas de quienes aman los horizontes despejados.

“El turismo de naturaleza es una tendencia en aumento en la actualidad y Chaco es naturaleza pura”, se ilusiona Mónica Lencina, tesorera de la Asociación Civil de Turismo Receptivo de esa provincia, y agrega: “Además, el momento obliga a visitas en grupos reducidos, lo cual coincide con los servicios que ofrecemos y no nos genera grandes cambios”. Joni Marcelo Torres, técnico en turismo y responsable de gestionar el uso público del Área Nacional Impenetrable, ahonda en el tema: “El proyecto que estamos ejecutando, que está financiado por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (WWF), quiere demostrar que un ecoturismo sustentable puede convivir en armonía con el desarrollo de los pobladores locales”.

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Un desarrollo desparejo

El desafío de detener el avance de la frontera agroganadera, y de esa forma acabar con el flagelo de la deforestación, necesita de manera imprescindible de alternativas económicas viables. De manera casi unánime, el ecoturismo es señalado como una de ellas, aunque por el momento sea más una quimera que una realidad. El número de establecimientos o personas que lo ofrecen y de programas oficiales que lo patrocinan aún es mínimo y encuentra disparidades notables entre las cuatro jurisdicciones que componen el corazón del Gran Chaco en la Argentina.

“Genera fuerza de trabajo y, de esa manera, las ganancias que se obtienen con la actividad derraman hacia los pobladores locales”, analiza Luis Dellamea, dueño del centro ecoturístico Tantanacuy, principal complejo de estas características situado en la región del Chaco Seco. Situado en Pampa del Infierno (Chaco), sus 2500 hectáreas de monte y pastizales están habitadas por fauna de la ecorregión. En la misma línea, Gustavo Silguero, magíster en desarrollo turístico sustentable y asesor del Ministerio de Turismo de Formosa, señala que: “Nuestra idea es buscar un equilibrio entre el cuidado del entorno natural y la posibilidad de que el turismo brinde ingresos a comunidades indígenas o criollas del ámbito rural”.

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La Posada Ecoturística Tantanacuy ofrece todas las comodidades a sus visitantes. Se levanta en pleno monte chaqueño, a pocos kilómetros del Parque Nacional Copo. Foto: Luis Dellamea.

En Salta, la región chaqueña ha sido históricamente la gran olvidada en cuanto a desarrollo socioeconómico, y como consecuencia, también en cuanto al fomento de la llegada de visitantes. Soledad Issa, directora de productos turísticos de la provincia, afirma que se trata de “un ámbito de gran potencial, aún con mucho camino por recorrer”. La realidad marca una carencia absoluta de infraestructura de servicios en el norte y solo alguna oferta de programas de avistaje de aves en el sur provincial. “Desde la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable lo vemos como una posibilidad a futuro, pero primero habría que elaborar un producto, invertir mucho dinero y capacitar a los pobladores locales”, matiza Yanina Bonduri, técnica del departamento de Áreas Protegidas.

En Santiago del Estero ocurre algo semejante. Ni el Parque Nacional Copo, tal vez el mejor ejemplo de bosque nativo que aún se mantiene en pie —cabe recordar que se trata de la provincia que ha sufrido más que ninguna los efectos de la deforestación: 1,85 millones de hectáreas en el siglo XXI—, ni el humedal del Área Natural Bañados de Figueroa son apreciados aún como opciones de primer rango.


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Mucha ilusión

El ambiente cambia en los alrededores del Parque Nacional El Impenetrable. Constanza Mazzoni y Alejandro Aquino, integrantes de la Fundación Rewilding Argentina, se instalaron desde hace un tiempo en el Paraje La Armonía, colindante a la entrada del área protegida. “Su tarea es ayudar a los vecinos a organizarse, trabajan con los artesanos para mejorar sus productos o con las cocineras para presentar los platos que preparan de una manera más vistosa”, explica Pedro Núñez, coordinador de estas actividades, y añade: “También queremos que vuelvan a hacer harina de algarroba para poner en valor otra vez a esa árbol para que no lo vendan como madera”.

Zulma Argañaraz prepara guisos y estofados “de los de toda la vida”. Jorge Luna, presidente de la Asociación Comunitaria de Vecinos, sueña con ser guía de kayaks mientras al mismo tiempo estudia el armado de un circuito de paseo entre el río Bermejito, el parque y su campo, y sigue con atención las obras de reconstrucción de la que fue la primera escuelita de barro de la localidad:

“En el futuro podría ser una atracción para los turistas”, se ilusiona. “El paseo en kayak por el río es muy placentero, se ven muchas aves y mucha fauna en las orillas, incluso osos hormigueros”, acota Joni Torres.

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Paseo en kayak por el río Bermejito, límite sur del Parque Nacional El Impenetrable. Las aguas fluyen siempre tranquilas por este antiguo cauce del Bermejo. Foto: Joni Torres.

En Nueva Población, a unos 15 kilómetros de distancia, Raúl Palavecino ofrece carpas para alquilar en Los Algarrobos, un bello campamento a orillas de uno de los meandros del antiguo cauce del Bermejo, y brinda a sus huéspedes la opción de conocer cómo trabaja un productor de miel orgánica destinada a la exportación.

“Todo el proyecto que estamos poniendo en marcha se formuló con las comunidades de la zona, en reuniones y talleres que hemos llevado a cabo desde el primer día”, informa Joni Torres, “nuestra mirada es integral: queremos que la gente visite el parque, pero también difundir lo que ofrece el entorno para que el gasto se genere fuera del parque y las familias puedan ir desarrollándose”. Así se decidió que, por el momento, todas las posibilidades para los visitantes se instalen fuera del parque. “No hay lugares habilitados para acampar en el interior. Habrá carpas instaladas que serán amplias, para dos personas, y la prestación de servicios estará a cargo de la comunidad local”, añade Torres, mientras se entusiasma con la construcción de puentes colgantes, muelles y miradores que aumenten los atractivos de las lagunas y riachos del espacio protegido.

En el Bañado La Estrella, Chilo Ruiz vive una realidad parecida: “Aquí la mayoría se dedica a la ganadería, a criar cerdos, cabras y ovejas, pero en los últimos años ya todos se están sumando a la idea del ecoturismo”, asegura con optimismo, incluso pese a las dificultades que impone el Covid-19: “No tenemos ningún tipo de apoyo económico. Se suponía que iba a haber algo este año, pero la pandemia frenó todo. Es una pena, porque el año pasado llegué a recibir unas 800 personas”.

La escasez de ayuda pública al ecoturismo es un problema crónico que padecen todos los que apuestan por un negocio cuya rentabilidad es hasta ahora demasiado limitada. “Empecé sin estar convencido de que la actividad turística fuese viable, y el contexto no nos acompaña: la provincia no pone todas las fichas en el turismo”, confiesa Luis Dellamea, que aun así mantiene la fe: “He logrado superar muchos obstáculos, conseguí preservar no menos de 2500 hectáreas de bosque y hasta cierta rentabilidad. Estoy convencido de que la actividad forestal no es sustentable en el tiempo, y si no se moderniza va a ir a la desaparición”.

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Las instalaciones cercanas al parque El Impenetrable buscan no generar impactos en el ecosistema. Foto: Joni Torres.

Muy alejado de la dureza del Impenetrable y de la feracidad de la ribera del Pilcomayo, Javier Cardelli comparte los inconvenientes de la falta de financiación, más allá de que su proyecto sea absolutamente distinto. Los Chaguares es el nombre de una de las pocas reservas privadas que pueden encontrarse en la ecorregión. “Un amigo me dijo que iba a cansarme de poner plata (dinero) en la conservación, y acertó”, recuerda con una sonrisa.

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Paraíso de las aves

Su historia, y la de su familia, nada tiene que ver con la de los habitantes rurales. “Somos de Resistencia (la capital del Chaco), muy urbanos, pero nos gustó el lugar y la idea siempre fue conservarlo tal como estaba cuando lo compramos”, relata Cardelli. Se refiere a su finca, 20 hectáreas en las afueras de Colonia Benítez, apenas a 15 kilómetros de la ciudad, y atravesada por el río Tragadero. “Era todo monte nativo y pensamos que mantenerlo así le daba más valor que desmontar o criar algún tipo de ganado. Supimos que en Misiones existen reservas de este tipo, nos informamos y decidimos montar algo parecido”, dice, con la satisfacción de quien enseña la concreción de un sueño.

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El Bañado La Estrella es una auténtica fiesta para los amantes de la fotografía y el avistaje de aves. Foto: Pablo Córdoba.

Desde 2015, cuando abrió sus puertas a los paseantes, Los Chaguares no ha dejado de crecer. “Contratamos un ingeniero agrónomo y una bióloga que diseñaron los senderos, construimos un mirador y un muelle, tenemos un puente colgante de madera que cruza el río. Vienen escuelas en la semana, organizamos charlas con especialistas en diferentes temas relacionados con el medio ambiente…”, enumera Cardelli. El precio de la entrada es muy accesible y sirve para pagar los sueldos y el resto de los gastos de mantenimiento. “La idea no es ganar dinero”, subraya Cardelli, cuyo único apoyo externo son los esporádicos fondos estatales que le asignan por mantener en pie el monte, según lo dispone la Ley de Bosques: “Llegan cada 3 o 4 años y son montos muy bajos”.

Un bosque de ribera acompaña las vueltas del río en Los Chaguares; algarrobos (Prosopis alba), guayacanes (Libidibia paraguaiensis) y urundayes (Astronium balansae) elevan sus copas monte adentro. Se oye a los monos carayás (Alouatta caraya) trepados a las ramas, de vez en cuando puede verse algún guazuncho (Mazama goauasouira) y a los yacarés en las aguas. El espacio no es demasiado grande, pero la vida bulle: “Esta es una zona RAMSAR, hay más monte nativo alrededor, la fauna no está encerrada, y un estudio que pedimos contó un centenar de especies de aves”, aclara Cardelli.

Las aves son, sin duda, las grandes protagonistas en La Estrella. “La gente quiere ver el amanecer y para eso es mejor dormir en el Fortín. Si están en Las Lomitas (la ciudad de referencia de la zona) tienen que levantarse a las 4 de la mañana, porque hay 70 kilómetros de tierra hasta el bañado. En cambio nosotros nos levantamos 6.30, desayunamos y una hora después estamos en las piraguas esperando que amanezca y los pájaros salgan de sus dormideras”, relata Chilo Ruiz y despierta las ganas de asistir al espectáculo.

“Hace alrededor de diez años la organización Aves Argentinas hizo un relevamiento (inventario) y determinó que en Formosa se encuentra la mitad de las 1200 especies de aves que hay en el país”, señala con convicción Gustavo Silguero. El asesor del Ministerio de Turismo provincial sostiene que muchos de sus esfuerzos apuestan al birdwatching (alistamiento de aves): “Nos interesa porque es un perfil de turista específico, muy responsable, consciente y cuidadoso con el medio ambiente”.

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Promoción de productos locales

Otorgarle algún tipo de categoría de protección a las 120 000 hectáreas de la finca La Fidelidad que se ubican en la provincia multiplicaría los focos de desarrollo y es otro de los grandes objetivos: “Es la decisión del gobierno, pero debemos esperar que se resuelva el proceso de sucesión con los herederos. Todavía es una finca privada”, comenta Silguero. Cruzando el Bermejo, en Chaco, la otra mitad del predio es hoy el Parque Nacional El Impenetrable.

Lograr que el ecoturismo se convierta en un nuevo motor de la economía rural es el objetivo en común de quienes ponen sus fichas en el tema. Javier Cardelli promociona los productos que se elaboran o se cultivan en los alrededores de Los Chaguares: “Frutillas, verduras de hojas verdes, miel, dulce de mamón…”. Luis Dellamea organiza circuitos que incluye a prestadores de servicios de Miraflores o La Armonía. El gobierno formoseño capacita a la comunidad pilagá de Campo del Cielo para que sus artesanos se conviertan en maestros de los visitantes. La Fundación Rewilding Argentina y Joni Torres promueven cursos y talleres para mejorar la oferta en la zona de El Impenetrable, en espera que la futura pavimentación de la ruta que lleva hasta allí incremente la llegada de turistas.

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Un cabasú chaqueño (Cabassous chacoensis), un pequeño armadillo de menos de 40 centímetros de largo que puede encontrarse en el complejo Tantanacuy. Foto: Luis Dellamea.

“El ecoturismo es la alternativa para la gente del lugar porque es amigable con el ambiente y genera valor”, resume Cardelli. Sin duda, el proceso de incorporarlo como alternativa de conservación no es nada sencillo y las buenas intenciones se ven recortadas por múltiples limitaciones: poderosos intereses en sentido contrario, la falta de apoyo decidido de las instituciones públicas y, como apunta Yanina Bonduri, las propias condiciones climáticas de la zona: “Hay que tener en cuenta que en general son ambientes muy hostiles, no es un turismo para cualquiera”.

Aun así, el ecoturismo va abriéndose paso entre los campos de soja o maíz y las cabezas de ganado. ¿Podrá ser una de las llaves que abra las puertas de un futuro mejor para la región más castigada y menos desarrollada de la Argentina? Las bandadas de aves que llenan de color y sonidos el amanecer en el Bañado La Estrella están convencidas que sí.

Imagen principal: Garzas blancas. Foto: Joni Torres. 

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