Un estudio del politólogo, Arun Agrawal, arroja luz en la conexión entre la salud de los bosques y el medio de vida de la gente
“A todos los hermanos y hermanas que mantienen el sueño en sus corazones de un mundo futuro en el que los humanos y el resto de los seres vivos vivan en armonía y apoyo mutuo – un mundo de sostenibilidad, estabilidad y confianza,” empezaba Ernest Callenbach en un ensayo encontrado en su ordenador tras su muerte en 2012. “En las próximas décadas, veremos si realmente poseemos la inteligencia, fuerza y coraje mutuo de superarnos hacia otra era positiva.”
La novela utópica de Callenbach de 1975 Ecotopía fue muy popular entre los adeptos medioambientales, hippies y pensadores progresistas de la época. Ambientada en 1999, la novela tenía lugar veinte años después de que Oregón, Washington y el norte de Carolina se separaran de la unión para convertirse en una imperfecta nación en vías de ser sostenible. El periodista William Weston se convierte en el primer periodista americano aceptado en Ecotopía, dónde documenta lo que ve en columnas de prensa y registra testimonios personales en revistas privadas.
Una mujer recolecta sacos de basura de hojas del bosque. De cada punto IFRI, los investigadores recogen información, como ésta de basura de hojas, de hasta 30 parcelas de cada bosque que se estudia. Foto de la Red de Instituciones y Recursos Forestales Internacionales (IFRI, sus siglas en inglés) de la Facultad de Recursos Naturales y Medioambiente de la Universidad de Michigan (SNRE).
Los rebeldes fundaron Ecotopía basados en los ideales de que la salud y medios de vida humana podían coexistir – en otras palabras, desarrollo sostenible -lo que en el informe de Brundtland de 1987 del mundo real definía como la capacidad de “[cubrir] las necesidades del presente sin que comprometa la capacidad de generaciones futuras para cubrir sus propias necesidades.” Ecotopía abrazaba la idea de una “descentralización radical” del gobierno, permitiendo a cada estado, ciudad y región realizar sus propias políticas, aunque en su conjunto, la nación favorecía la energía renovable, reciclaje, propiedad comunitaria de granjas y bosques y una política económica liberal que se basaba en las motivaciones intrínsecas de la gente hacia la sostenibilidad, más que en la regulación o coerción. Las diferencias de opinión se solucionaban con debate, discurso político y, si fuera necesario, en tribunales.
Tras una vida viendo el cambio del mundo, en sus 82 años Callenbach había aprendido algunas lecciones – temas que usó tanto en la novela que había escrito hacía décadas, como en lo que había visto ocurrir en el mundo desde entonces. “Los mejores en las tareas de supervivencia básicas (sabemos esto por experiencia tanto como por intuición) son colaboradores, buenos en trabajar en equipo, a menudo altruistas, cuidadosos del bien común,” escribió en su último ensayo. “En la medida que podemos, necesitamos ayudarnos unos a otros, y nuestros hijos aprenden a ser colaboradores mejor que competitivos; para ayudar más que para dañar; estar atentos a las comunidades de las que formamos parte y de las que dependemos en última instancia.”
Para ser un libro que apenas está en circulación, aparte de para unas pocas clases de facultad y movimientos medioambientales a pequeña escala, ciertos aspectos de la sociedad ecotopiana están muy en línea con los estudios de la premio Nobel Elinor Ostrom (descrito en el artículo Tipping the Scale), y más recientemente, el trabajo de Arung Agrawal, discípulo de Ostrom. Un catedrático de ciencias políticas de la Facultad de Recursos Naturales y Medioambiente de la Universidad de Michigan, Agrawal ha dedicado su carrera a investigar los aspectos que permitan coexistir los medios de vida de la gente con los bosques sostenibles.
Arun Agrawal y Elisabeth Gerber en un viaje de campo en Himachal Pradesh, donde examinaban cómo varias intervenciones afectan la motivación de la gente a conservar bosques. Foto de Ashwini Chhatre.
Aunque Agrawal no considera a Ecotopia entre sus influencias, los textos de Callenbach parecen casi proféticos, considerando la similitud de algunos detalles de su sociedad ficticia en la misma línea que los principios confirmados por la investigación académica de Ostrom, así como Agrawal y sus colaboradores.
Científicos marcando parcelas de bosque en el campo como parte del proyecto Instituciones y Recursos Forestales Internacionales (IFRI). La premio Nobel de Economía, Elinor Ostrom, fundó IFRI a mediados de los años 90. Foto de la Red de Instituciones y Recursos Forestales Internacionales (IFRI, sus siglas en inglés) de la Facultad de Recursos Naturales y Medioambiente de la Universidad de Michigan (SNRE). |
Ostrom descubrió que la fundación era la fórmula para que la gente cooperara con el fin de gestionar de una forma sostenible bosques, sistemas de riego, pesca y otros “recursos de uso común”. Mientras que Callenbach creó un mundo de estado estable ficticio donde la gente adoptaba el uso común de bosques, Ostrom y Agrawal han hecho una investigación científica de cómo, cuándo y dónde tales sistemas no sólo existen, sino que permanecen en el mundo real.
En la mayoría de los casos Agrawal y Ostrom descubrieron que allí donde los bosques sostenibles y las comunidades coexisten con éxito, involucran a los locales, y que la gente indígena que gestiona los recursos de los bosques en comunidad es mejor que los proyectos muy organizados o tecnológicos, o aquellos que requieran una gestión centralizada por un gobierno nacional. Los ecotopianos de Callenbach vuelven deliberadamente a estilos de vida más simples usando tecnologías que derivan de la naturaleza, a menudo de productos de madera, comparables a los sistemas socioecológicos sostenibles que Agrawal ha encontrado en naciones en desarrollo, cuya gente local utiliza los bosques como parte de su medio de vida.
En Ecotopia, el periodista americano Weston simula ese sistema en la nueva nación: “Sin duda, la industria de madera ecotopiana tiene una práctica que puede parecer bárbara para sus clientes: la persona o el grupo desafortunado que quiera construir una estructura de madera, primero debe ir al bosque a acampar y hacer el “servicio del bosque” – un periodo de trabajo durante el cual, y según la teoría, se supone que contribuyen lo suficiente como para que el crecimiento de los nuevos árboles reemplacen la madera que van a usar.”
Sin embargo, este es precisamente el tipo de sistema que Ostrom encontró que funciona en el mundo real. Por ejemplo, en Nepal la gestión cooperativa de la gente es muy simple, los sistemas de riego son de bajo coste y han desarrollado su propio sistema para sancionar a la gente que “roba” agua.
No todo el mundo está de acuerdo con que ese sistema tradicional campesino sea siempre el ideal, dice el catedrático de geografía de la Universidad de Illinois, Ashwini Chhatre, colaborador habitual de Agrawal. “Hace casi 20 años, un director de cine me pidió ayuda para filmar sistemas de comunidades para proteger los recursos de agua potable en poblaciones himalayas. Su argumento principal era que esos sistemas fueran representativos de armonía entre humanos y naturaleza” dice. “Le dije que apoyaría estos sistemas tradicionales cuando los hombres comiencen a cargar las tinajas de agua en sus cabezas colina arriba. Hasta que ese peso sea compartido igualmente entre hombres y mujeres (o equitativamente; los hombres pueden lavar los platos en su lugar), dejaré con satisfacción que esos sistemas mueran y me esforzaré por defender la canalización del agua en cada hogar.”
Ashwini Chhatre charla con un trabajador de una ONG en Himachal Pradesh, mientras trabajan en un proyecto de motivación. Descubrimientos previos sugieren que si una persona recibe solo bienes privados (un pollo, una cabra, por ejemplo) o información, a menudo las motivaciones cambian de medioambientales a económicas. Por lo tanto, una vez que el proyecto se retira, la motivación original intrínseca de salvar el bosque que mucha gente tenía de forma natural desaparece. Foto de Pushpendra Rana.
La sociedad ecotopiana acogía la igualdad entre hombres y mujeres, así como la igualdad étnica, pero esos ideales no se han pasado a las naciones en desarrollo que luchan contra la pobreza y los niveles de educación bajos (o, es más, ni en la mayoría de las naciones desarrolladas).
“Debo decirte, también que no soy un ecologista,” añade Chhatre. “Me gustan los tigres y siento que deben existir. Pero dejaría tranquilamente que un tigre se extinguiera si, en un pacto con el diablo, ningún humano pasara hambre nunca (metafórico, por supuesto). Lo que es inaceptable es cuando ni los tigres ni la gente importan. No creo que Lin [Ostrom] estaría en desacuerdo con mi posición.”
Los ecotopianos incorporaban costes sociales en los sistemas tecnológicos y de trabajo que creaban, a diferencia de la economía moderna, donde la contaminación, pérdida de biodiversidad, deforestación y otros daños eran factores “externos” que pasaban a la sociedad antes que a las compañías o los gobiernos que causan los problemas. En un diálogo con Weston, el Ministro Adjunto de Alimentación explica, “Nuestro sistema es considerablemente más barato que el vuestro si añadimos todos los costes. Muchos de vuestros costes son ignorados, o se camuflan a la posteridad o al público general.”
Intercambio versus Sinergia
En un mundo que se enfrenta a una crisis de cambio climático global, la pérdida de bosques tropicales y la marginalización de la población que depende de ellos, parece casi evidente que sacar a la población de la pobreza y salvar los ecosistemas es, en la jerga económica, una “suma de cero”, un intercambio: uno gana, uno pierde. “Las acusaciones respecto a la falta de sinergia entre la conservación y otros objetivos sociales, tales como mitigar la pobreza, erradicar enfermedades, crecimiento económico y la igualdad social han sido anticipados por muchos eruditos,” dice Agrawal en un informe de 2009.
Por ejemplo, a medida que los organismos de desarrollo reducen pobreza y mejoran la salud pública, el consumo de recursos de la gente crece, requiere más tierra para la agricultura, más madera, más carne, más “cosas”. En otras palabras, salvar ecosistemas a menudo dañará a la gente que previamente se beneficiaba de ello para su supervivencia. Crear parques nacionales para salvar ecosistemas, a menudo, va de la mano con sacar a los indígenas de tierras históricamente suyas y quitarles sus derechos a los locales para recolectar productos de los bosques tales como plantas medicinales, miel, carne de animales silvestres, vinos o leña. Las áreas nacionales protegidas normalmente cuestan mucho más que los bosques gestionados por comunidades, porque requieren “armas y vallas” para alejar a los intrusos, y no pocas veces daña el medio de vida de los pobladores locales. Por el bien de la conservación, decenas de millones han sido desplazados y los ecologistas justifican las políticas diciendo que si no se preservan los ecosistemas y los servicios que nos dan -aire sano, agua, tierra y clima- la humanidad no puede sobrevivir.
Agrawal ha dedicado su carrera a buscar qué elementos permiten que los medios de vida de la gente coexistan con los bosques sostenibles. Aquí podemos ver a miembros de la comunidad sentados para un debate. Foto de la Red IFRI de la Universidad de Michigan.
“Mucha gente piensa que la gente pobre deteriora los recursos, pero si no piensas eso, si no tienes una visión económica convencional de que la gente consume todo lo que puede, entonces no es tan malo,” dice Agrawal en una entrevista. Esta opinión de que la gente siempre hará un uso excesivo y destruirá los recursos en el mundo natural fue plasmado en la “Tragedia de los Comunes” de Garrett Hadin, pero la investigación de Ostrom mostraba que cuando la gente coopera, comunica y construye confianza, “los bienes comunes” pueden ser gestionados de una forma sostenible.
Conservación “Descentralizada” y Gestión Forestal
Desde los años 70, la tendencia a la descentralización de la gestión forestal y agrícola que ocurría en Ecotopía según la visión de Callenbach se ha hecho realidad en muchas naciones en vías de desarrollo del mundo dando los gobiernos más autoridad a los gobiernos regionales y locales, un fenómeno influenciado por la investigación de Ostrom. En lugar de una gestión nacional de los bosques de un gobierno federal, la propiedad o gestión debería pasar a las autoridades regionales o locales, o en ocasiones, a los ciudadanos locales. Permitir a los lugareños hacer y modificar las reglas del uso del bosque es la clave de los bosques sostenibles y un mejor medio de vida; hacer normas a nivel local es uno de los 8 principios del diseño de Ostrom.
“La gestión descentralizada de los recursos en el mundo en desarrollo ha sido llamado ‘lo más significativo… más distintivo y [mayor] cambio visible en las políticas medioambientales nacionales desde finales de los años 80’,” escribieron Agrawal y sus colaboradores en un artículo del foro de política Científica del 2010. Aunque los gobiernos todavía poseen y gestionan la mayoría de los bosques del mundo, más de 200 millones de hectáreas de bosques han pasado a la gestión de comunidades desde los años 80; hoy, cerca del 25% de bosques tropicales son gestionados, de alguna forma, por comunidades . Muchas naciones han acogido las políticas de conservación descentralizadas, incluyendo Bolivia, Perú, Uganda, Rwanda, entre otras.
Los proyectos IFRI no solo incluyen la recopilación de datos de las parcelas de los bosques, sino también reúnen información de los miembros de las comunidades del lugar sobre el uso del bosque local. Aquí vemos a un grupo de lugareños reunidos en el Centro IFRI Jyalachitti, en el 2008. Fotografía de la Red IFRI de la Universidad de Michigan.
¿Por qué el cambio? La descentralización provee una estructura de gobierno más democrática, permitiendo a sus habitantes participar en decisiones que afectan a sus vidas diarias, incluyendo a las minorías. “La gente tiene la oportunidad de tomar sus propias decisiones y sobre todo de que los recursos se gestionen de una forma sostenible -esa es una de las razones para la descentralización” explica Catherine Tucker, Catedrática de Antropología. “La otra es ahorrar dinero al gobierno principal y hacer que la gente pague por ello. ¿Por qué cree que tantos gobiernos descentralizan tan rápidamente? Así ellos no tenían que soportar los costes.”
Algunas veces, sin embargo, la descentralización ha significado que los gobiernos locales o “élites” con dinero han cogido poder en vez de permitir que los lugareños participen democráticamente. También, la mayoría de los gobiernos nacionales mantienen la propiedad de los bosques y ecosistemas más valiosos -aquellos con un alto valor para los servicios del ecosistema como cuencas, o aquellos con gran fauna carismática que les embolsa muchos dólares del gran turismo.
Además, algunos líderes políticos puede que ‘hablen mucho pero hagan poco” “Los gobiernos centrales puede que se resistan [a la descentralización], en especial donde las relaciones políticas no son democráticas y las autoridades públicas se mantienen a través de diversas formas de coerción,” dicen Agrawal y sus colaboradores en la revista Oryx. “Como resultado, los gobiernos centrales tienden a resistirse a la transferencia real del control sobre los bosques, incluso aunque retóricamente se adopte la participación local.”
¿Cambiará REDD+ las Tendencias Globales hacia Gobiernos Democráticos?
El mecanismo del proyecto REDD+ (Reducción de emisiones derivadas de la deforestación y de la degradación de los bosques) para combatir el cambio climático finalmente recibió la aprobación de los gobiernos miembros de La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCC, sus siglas en inglés) en noviembre del 2013. Bajo el REDD+, los países desarrollados, las organizaciones no gubernamentales (ONGs) o los donantes compensan por las emisiones de gas de efecto invernadero pagando a naciones en vías de desarrollo para proteger y gestionar bosques de una forma sostenible – que de otra forma hubieran ido al patíbulo de la agricultura, madera u otro progreso. REDD+ es considerado por Naciones Unidas clave en la estrategia de reducción de emisiones, con 12-17% de emisiones anuales provenientes de la deforestación, sobre todo en los trópicos. Más de 4,5 mil millones de dólares se han destinado ya a proyectos de REDD+.
Incluso con el cambio a la descentralización, los gobiernos nacionales mantienen la propiedad de bosques y ecosistemas de gran valor – aquellos con un alto valor para los servicios del ecosistema como cuencas, o aquellos con una gran fauna carismática que les embolsa muchos dólares del gran turismo. Aquí vemos a una lugareña recogiendo agua en un cántaro. Agrawal ha manifestado su preocupación por lo que los lugareños puedan sufrir si las políticas de REDD+ invierten la tendencia de unas políticas de conservación descentralizadas, porque les quitará más poder a los lugareños, probablemente dando lugar al incremento de la tala y recolección de productos del bosque ilegales. Fotografía de la Red IFRI de la Universidad de Michigan. |
A primera vista, subir el valor de los bosques parece un escenario en el que realmente ambas partes ganan – al pagar las naciones en desarrollo por mantener sus bosques y reducir la deforestación y las emisiones de carbono asociadas en el proceso.
Sin embargo, Agrawal y otros (incluyendo Ostrom antes de su muerte) tocaron las alarmas sobre las políticas de REDD, que pueden ser contraproducentes a menos que se consulte a los lugareños, dando autoridad para hacer y modificar normas sobre cómo usan los bosques en el ámbito de los proyectos de REDD+, y dando los derechos protegidos de posesión de tierra en lugares donde dependen de los bosques para su supervivencia.
A Agrewal le preocupa que REDD+ pueda invertir la tendencia de muchas décadas a la descentralización, la cual crea más democracia local incluso en naciones no democráticas. Incrementar el valor económico de los bosques eleva las oportunidades de que los gobiernos nacionales quieran tener el control sobre ellos. Además, la mayoría de los legisladores también creen que REDD+ trabajará mejor con un entorno centralizado. Los pagos de las naciones emisoras solicitan pruebas de las reducción de emisiones y la gestión sostenible de los bosques, con monitorización, informes y verificación de una mejor gestión de una forma centralizada.
Esto es algo importante. “Esos cambios han tenido históricamente grandes efectos en las reacciones humanas y en los resultados ambientales,” dice Agrawal. Sabemos por la teoría económica que incrementar el valor de algo altera la oferta y la demanda, lo cual tendría repercusiones en los sistemas políticos de las naciones participantes, estructuras sociales y ecosistemas.
“Los pagos de REDD puede que incrementen la corrupción y la captación por una élite en el entorno de las instituciones que gobiernan los bosques y la recolección de sus productos,” en especial donde las leyes no son fuertes, explica en un artículo de Oryx del 2010. REDD+ da incentivos para que los gobiernos consigan fondos internacionales para salvar los bosques, pero esos acuerdos – gestión centralizada sin refuerzo adecuado o participación local – falla a menudo en proteger la integridad de los bosques en los estados débiles. Esto podría perjudicar completamente el objetivo de REDD en reducir las emisiones de gas de efecto invernadero a través de reducir la deforestación. “Los pagos REDD, sin un esfuerzo intenso de crear instituciones de gobierno fuertes y delegar el poder a los usuarios locales de los bosques y las comunidades residentes, probablemente tendrá implicaciones negativas para el estado de los bosques y las emisiones de carbono tanto como para la subsistencia local.”
Dadas las advertencias de estos prestigiosos equipos de investigación, incluyendo la premio Nobel Ostrom antes de su muerte, ¿Han incorporado las Naciones Unidas cambios que delegarían formalmente el poder a los lugareños o grupos indígenas en las políticas de REDD+? No.
“La ley… dice que debería haber guardianes del modo de trabajo de REDD+ para que los intereses de las comunidades locales no sean dañadas,” dice Agrawal, “pero cómo se define exactamente y lo que ocurre se deja en manos de los gobiernos y en la implementación de normas específicas de REDD.” Es decisión de cada país que recibe los fondos de REDD+ y la mayoría de los países participantes que hagan normas de distribución del dinero y los beneficios a las comunidades locales o grupos locales, añade.
En Uganda y Tanzania, el Instituto de Jane Goodall ha empezado a implementar proyectos de REDD+ en los que se ha ayudado a proteger formalmente la posesión de las tierras de los lugareños. Esto no sólo ayuda a la subsistencia de los actuales habitantes, ya que se les pagará a cambio de la protección de los bosques de los que dependen, sino también da seguridad entre generaciones. Uno de los estudios de Agrawal, además, descubrió que la ausencia de conflictos por la posesión de la tierra era la mejor previsión para evitar la deforestación en Brasil.
En Uganda y Tanzania, El Instituto de Jane Goodall ha empezado a implementar proyectos de REDD+ en los que se ha ayudado a proteger formalmente la posesión de las tierras de los lugareños. IJG está usando REDD+ para repoblar y proteger la selva de los chimpancés en peligro de extinción y trabajan con los lugareños al mismo tiempo. Copyright(c) de la fotografía, 2014 Wendee Nicole.
Estos proyectos piloto muestran como REDD+ podría trabajar para ayudar a los lugareños, pero “la ampliación dependerá realmente de si hay un acuerdo entre las partes contratantes y los gobiernos nacionales sobre a quién pertenece el carbono o si hay más fondos nuevos de REDD+”. La mayoría de los fondos de REDD+ vinieron de países desarrollados entre 2009 y 2010, y “desde entonces no se ha reunido mucho más dinero” dice Agrawal.
La Participación Local es la Clave para que Todos Ganen
La preocupación de Agrawal es más que retórica; proviene de un fuerte equipo de investigación. En 2006, Agrawal fue nombrado Director de Instituciones y Recursos Forestales Internacionales (IFRI sus siglas en inglés) una red de investigación que Ostrom fundó a mediados de los años 90. Es el “único programa de investigación interdisciplinar a largo plazo enfocado tanto en bosques como en las condiciones socio-ecológicas” y el único referente en el gobierno de los bosques – “el que decide qué hacer sobre los bosques y cómo”. IFRI tiene varios centros de investigación colaboradores en países alrededor del mundo, incluyendo México, Uganda, Nepal e India.
Don Adolfo preparando cestas en Bioitza. Millones de personas alrededor del mundo dependen de los bosques para subsistir. La opinión de que la gente hará siempre un uso excesivo de los recursos naturales se manifestaba en “La tragedia de los comunes” de Garrett Hardin pero la investigación de Ostrom mostraba que cuando la gente colabora, comunica y crea confianza puede gestionar los “bienes comunes” de una forma sostenible. Fotografía de la Red IFRI de la Universidad de Michigan. |
En cada punto de estudio IFRI, los científicos marcan parcelas donde recogen datos de las condiciones de los bosques. “Para determinar donde vamos a marcar las parcelas de los bosques, marcamos una cuadrícula en un mapa del bosque de la comunidad,” explica Emily Etue, oficial adjunto del programa para RECOFTC – el Centro para la Gente y los Bosques en Bangkok, una organización sin ánimo de lucro que usa los datos de IFRI para establecer puntos de monitorización y evaluación a largo plazo en varios países del sureste asiático. “Usando una tabla de números aleatorios, elegimos 30 parcelas que forman parte del área de bosque para la comunidad.”
Algunas veces eso no siempre funciona tan fácilmente en la práctica. “Hemos tenido parcelas con pendientes de 80-90 grados de inclinación, en terreno pantanoso, en salientes de acantilados y en lugares donde la capa del suelo era tan densa que hacía imposible la recopilación de datos,” dice Agrawal. Cuando eso ocurre tenemos que empezar de nuevo. Algunas veces, dice, su equipo ha tenido que abandonar un lugar adecuado debido a las lluvias torrenciales, o en Nepal en una ocasión, por ruidos muy altos de extraños animales – probablemente hienas.
“Nos dividimos en tres equipos: el equipo de la parcela del bosque, el equipo de reconocimiento doméstico y el equipo de debate del grupo de evaluación,” explica Etue. “En nuestra recopilación de datos, recogemos alrededor de 30 sondeos domésticos, 30 gráficos de bosques y tenemos alrededor de 10-15 debates del grupo de evaluación.” El protocolo estandarizado significa que la información ha sido recopilada de cientos de bosques alrededor del mundo la cual otros científicos pueden usar para estudiar tendencias a gran escala.
Agrawal, Ostrom y otros han utilizado la base de datos para identificar qué rasgos aparecen una y otra vez en bosques sostenibles. La posibilidad de que los lugareños tienen algo que decir en hacer y modificar las normas se ha demostrado importante de un modo sistemático.
En un estudio, Agrawal y sus colaboradores vieron 84 bosques en el este de África y Asia y vieron que los escenarios en los que todos ganan (más de tres especies y mejores medios de vida de los lugareños dependientes del bosque) ocurría en sólo el 27% de los casos, pero esos casos sucedían cuando se permitía a los lugareños ayudar a hacer leyes. Por otro lado, los escenarios en los que todos pierden (pierden los bosques, pierde la gente) sucedía cuando la gente no participaba en las leyes.
Trabajo de campo en la Reserva de la Comunidad Indígena en BioItza, Guatemala. En la mayoría de los casos Agrawal, y antes que él, Ostrom, vieron que el éxito de la coexistencia de los bosques sostenibles y las comunidades implica a los lugareños y la gente indígena que gestionan los recursos de los bosques en comunidad. Fotografía de la Red IFRI de la Universidad de Michigan.
En otro estudio, Agrawal y Chhatre analizaron la información de IFRI de 80 bosques en 10 países y encontraron que cuando los bosques eran más grandes y los lugareños tenían la capacidad formal de hacer normas sobre cómo debían usar los bosques, esa gente experimentaba mayores beneficios de subsistencia y esos bosques también almacenaban más carbono – un hallazgo importante para REDD+.
Curiosamente en el mismo estudio, Agrawal descubrió que las comunidades propietarias de bosques tenían unos almacenes de carbono altos pero pocos beneficios en sus medios de vida, lo que en principio parece contradictorio. “Lo que puede que esté ocurriendo es que allí donde el bosque pertenece a la comunidad, se sentirán más seguros de su propiedad y en su control sobre el bosque, por lo que, probablemente, trasladen sus actividades de extracción y consumo a otros bosques cercanos.” El índice de medios de subsistencia tan solo mide lo que la persona recoge del bosque IFRI estudiado, no si el conjunto del individuo, salud, ingreso u otros factores se han mejorado; esas preguntas tendrán que esperar a un estudio futuro.
Motivaciones que Cambian
En Ecotopía, la descentralización era tan radical que el gobierno nacional apenas regulaba, en su lugar delegaba en el conocimiento científico y el deseo de la gente por un entorno saludable. Por ejemplo, alimentos empaquetados y procesados se pusieron en la lista de Malas Prácticas y cuando Weston preguntó que cómo lo hacían cumplir, el Ministro Adjunto de Alimentación respondió, “No hay que hacerlas cumplir en absoluto. Se puede decir, que son un mecanismo de persuasión moral. … Son dictadas por grupos de estudio procedentes de consumidores cooperantes. Normalmente cuando un producto aparece en esa lista, la demanda cae considerablemente.”
Aunque la idea de la motivación intrínseca y la persuasión moral puede sonar idealista, muchos de los sistemas socio-ecológicos de larga duración estudiados por Ostrom y sus colaboradores funcionan bien porque en dichos sistemas, la gente no “engaña” (robar agua, tala ilegal va contra las normas); si se ha desarrollado una confianza de unos con otros durante mucho tiempo, están motivados intrínsecamente a cooperar.
“Hay motivaciones intrínsecas, donde la gente cuida los bosques y la naturaleza por su propio bien,” dice Chhatre. “Esto es lo que Lind Ostrom descubrió: Hay motivaciones intrínsecas para confiar los unos en los otros basadas en experiencias pasadas. Y luego hay motivaciones extrínsecas que dependen de factores externos.”
Chhatre y Agrawal recientemente completaron un estudio en el estado de Himachal Pradesh en el norte de India, en el que se investigaba cómo afectaban en las reacciones y motivaciones de la gente hacia el entorno tres tipos de intervenciones: dar información, complementar económicamente sus medios de subsistencia con algo como un pollo o cabra y dando un bien público que beneficie a la comunidad, como puede ser un tanque de agua o mejoras de carreteras. “Queríamos saber qué sucede cuando la gente participa en estos regímenes y cómo cambian sus motivaciones y el efecto que tendría en los bienes comunes,” dice Chhatre.
“Lo que descubrió no dejaba muy bien a los Heifer y Goodalls y todos esos y muchos, muchos otros incluyendo el Banco Mundial y la Fundación Ford,” dice Chhatre. “Si alguien recibe sólo bienes privados o recibe información, entonces es probable que su motivación cambie de ser medioambiental a puramente económica.” El problema con esto es que una vez que el proyecto sale, la motivación intrínseca de salvar el bosque desaparecerá. Aunque los hallazgos son preliminares, todo indica que ciertos proyectos podrían, a largo plazo, socavar la motivación intrínseca de la gente de conservar el medioambiente.
“Lo positivo, y aquí es donde Lin Ostrom hubiera sido feliz,” dice Chhatre, “cuando la gente participaba en construir activos comunes que beneficiaría a todos, su motivación permanecería intacta o, incluso, su motivación cambiaría de extrínseca a intrínseca.”
El Camino Adelante
Don Adolfo preparando cestas en Bioitza. Millones de personas alrededor del mundo dependen de los bosques para subsistir. La opinión de que la gente hará siempre un uso excesivo de los recursos naturales se manifestaba en “La tragedia de los comunes” de Garrett Hardin pero la investigación de Ostrom mostraba que cuando la gente colabora, comunica y crea confianza puede gestionar “los bienes comunes” de una forma sostenible. Fotografía de la Red IFRI de la Universidad de Michigan . |
La gente que vivía en Ecotopía adoptaba ideales que creía que funcionarían y los hacían realidad. En la investigación de Ostrom y en la de Agrawal y Chhatre, estos rasgos permanecen en simples y, a veces, antiguos sistemas. Volver en el tiempo, en el mundo desarrollado, a dichos sistemas más simples no parece que vaya a suceder pronto a gran escala, pero eso no significa que no se pueda aprender de ello – por ejemplo los principios diseñados por Ostrom – para crear la gestión cooperativa, los bosques sostenibles. Como dijo Ostrom en su discurso de Premio Nobel y como refleja la última política de REDD+ de Naciones Unidas, los legisladores no han interiorizado completamente las lecciones de su investigación.
“Cuando las viejas instituciones y las costumbres se rompen o se autoconsumen, nuevos brotes experimentales empiezan a aparecer y la gente explora y prueba y comparte nuevas y mejores formas para sobrevivir juntos,” dice Callenbach en su último ensayo. “Estamos viendo, bajo la débil capa del mundo convencional, desarrollos prometedores: nuevas formas de organizar la actividad económica (cooperativas, compañías que pertenecen a los trabajadores, grupos sin fines lucrativos, fundaciones), nuevas formas de usar la tecnología con bajo impacto para recoger energía solar, confiscar dióxido de carbono, nuevas formas de construir compacto, ciudades agradables que usen poca (o incluso autosuficientes) energía, con poca emisión de basura, con gran reciclaje de casi todo. Una visión de sostenibilidad que a veces resulta chocante el parecido con Ecotopía haciéndose tímidamente realidad en manos de gente que jamás ha oído del libro”.
Con sus más y sus menos, quizá, “los experimentos que se están realizando ahora en todo el mundo, están descubriendo como la sostenibilidad, de hecho, puede ser alcanzada a nivel local,” escribe Callenbach. “Técnicamente, socialmente, económicamente — porque es por supuesto, como saben los ecologístas, que todo está conectado entre sí y nunca puedes hacer una cosa por sí sola.”
Citas:
- Callenbach, Ernest. Ecotopia: The Notebooks and Reports of William Weston.1975. Berkeley, CA: Banyan Tree Books.
- Arun Agrawal, Ashwini Chhatre, Rebecca Hardin (2008). Changing Governance of the World’s Forests. 13 JUNE 2008 VOL 320 SCIENCE DOI: 10.1126/science.1155369.
- Ashwini Chhatre, Arun Agrawal (2009) Trade-offs and synergies between carbon storage and livelihood benefits from forest commons. VOL 106 PNAS. DOI: 10.1073/pnas.0905308106.
- Arun Agrawal, Kent Redford (2009). Conservation and Displacement: An Overview. Conservation & Society VOL 7. DOI: 10.4103/0972-4923.54790
- Jacob Phelps, Edward L. Webb, Arun Agrawal (2010) Does REDD+ Threaten to Recentralize Forest Governance? 16 APR 2010 VOL 328 SCIENCE DOI: 10.1126/science.1187774.
- Chris Sandbrook, Fred Nelson, William M. Adams, Arun Agrawal (2010). Carbon, forests and the REDD paradox. VOL 44 ORYX DOI: http:// dx.doi.org/10.1017/S0030605310000475.
- Lauren Persha, Arun Agrawal, Ashwini Chhatre (2011). Social and Ecological Synergy: Local Rulemaking, Forest Livelihoods, and Biodiversity Conservation. 25 MARCH 2011 VOL 331 SCIENCE. DOI: 10.1126/science.1199343.
- Christoph Nolte, Arun Agrawal, Paulo Barreto (2013) Setting priorities to avoid deforestation in Amazon protected areas: are we choosing the right indicators? VOL 8 Environmental Research Letters. DOI: 10.1088/1748-9326/8/1/015039.
- Christoph Nolte, Arun Agrawal, Kirsten Silvius, Britaldo Soares-Filho (2013). Governance regime and location influence avoided deforestation success of protected areas in the Brazilian Amazon. 15 Mar 2013 VOL 110 PNAS. DOI: 10.1073/pnas.1214786110.
- Arun Agrawal, Ashwini Chhatre, Elisabeth Gerber (2014). Motivational Crowding in Sustainable Development Interventions. in Review.