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Menos selva tropical, menos lluvia: un cuento aleccionador desde Borneo

  • Un estudio reciente señala que la deforestación masiva por todo Borneo, para dejar sitio a las plantaciones de palmas de aceite, ha llevado a un aumento en las temperaturas y a una disminución de las lluvias.
  • Los cambios locales en el clima podrían significar problemas incluso para el cultivo que impulsa estos cambios y una de las materias primas más lucrativas de Indonesia y Malasia: el aceite de palma, explica Jeremy Hance en su columna “Salvar la vida en la Tierra: palabras sobre la naturaleza”.

Si hubieras sobrevolado la isla de Borneo en 1950, habrías visto bosques intactos, casi inquebrantables desde un lado de la isla al otro. Por supuesto, habría aldeas y ciudades, carreteras y senderos, pero la inmensa mayoría del paisaje sería bosque. Tu vuelo podría llegar a aburrir: manglares en la costa, selva baja a lo largo de la mayor parte del interior, bosque montano en las tierras altas. Algunos de esos bosques tendrían 140 millones de años y estarían habitados por cientos de miles de criaturas, la inmensa mayoría (me refiero a insectos y hongos) hoy en día todavía desconocidos para la ciencia.

Ese Borneo ya no existe. Desde la década de los años 60, la isla —la tercera más grande del mundo— experimentó un frenesí de la tala industrial inigualable en la historia de la humanidad. Primero los estados de Malasia, Sabah y Sarawak empezaron a talar en masa para alimentar los apetitos de los estadounidenses, europeos y japoneses por cosas como el mobiliario exterior y los palillos chinos desechables. Luego, en Kalimantán, la parte indonesia de Borneo, el dictador Suharto repartió franjas de bosques como regalos a sus compinches de la autoridad militar. Para 1985, los humanos habían talado más de una cuarta parte de los bosques de la isla.

En la misma época, el aceite de palma comenzó a despegar en Malasia: para 1980 el país había plantado un millón de hectáreas (2,5 millones de acres) del lucrativo cultivo oleaginoso. Ese número ahora se ha más que quintuplicado, aproximadamente la mitad está en Sabah y Sarawak, a menudo a costa de los bosques de Borneo. Indonesia enseguida siguió el ejemplo del aceite de palma de Malasia, con un auge que hoy en día cubre unos asombrosos 12 millones de hectáreas (30 millones de acres) —un área tres veces el tamaño de Suiza—, su mayoría en Sumatra y Borneo.

Desde 1950, Borneo ha perdido alrededor de la mitad de su superficie forestal y solo una cuarta parte nunca ha sido talada. Hoy en día, si sobrevuelas la isla, ves una matriz de bosque degradado, concesiones forestales, plantaciones de palma de aceite, áreas urbanas y suburbanas y algunos bosques primarios.

Semejante destrucción viene acompañada de consecuencias. Un estudio del año pasado encontró que esta orgía de la deforestación ha hecho que la isla sea más calurosa y más seca, con duras consecuencias no solo para los bosques y la fauna silvestre remanente de Borneo, sino también para su población y su sector agrícola.

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Cuando desaparece el bosque, también desparece el fresco…

El estudio, publicado en la revista Environmental Research Letters, encontró que las áreas deforestadas en Borneo sufrieron temperaturas significativamente más altas que aquellas que todavía conservan sus bosques.

“Siéntate bajo un bosque o en una zona despejada en un día soleado y sentirás la diferencia. Los bosques son frescos y las zonas despejadas calientes”, dice Douglas Sheil, coautor y profesor de la Universidad Noruega de Ciencias de la Vida. “Los árboles actúan como sombrillas que protegen a aquellos que están debajo del calor directo del sol —como un parasol—”.

En total, la investigación encontró que las áreas deforestadas en las tierras bajas de Borneo eran 1,7 grados centígrados (3 grados Fahrenheit) más calientes que las áreas forestales. Pero todavía era peor para las plantaciones de palma de aceite: son entre 2,8 y 6,5 grados centígrados (entre 5 y 11,7 grados Fahrenheit) más calientes que los bosques primarios.

El orangután de Borneo está clasificado como en peligro crítico de extinción en la Lista Roja de la UICN, en gran medida debido a la pérdida de hábitat y el conflicto con los humanos que trabajan en la agricultura industrializada. Fotografía de: Douglas Sheil.

Los investigadores también encontraron que las cuencas en el sudeste de Borneo, las cuales han perdido entre el 40 y el 75 por ciento de sus bosques, sufrieron temperaturas extremas por encima de los 31 grados centígrados (87,8 grados Fahrenheit) con una mayor frecuencia que otras regiones forestales.

Cuando Erik Meijaard, coautor e investigador científico con Borneo Futures, entrevistó a 7000 personas en Borneo en el 2008 sobre cómo la deforestación estaba impactando su bienestar encontró que “la respuesta común era que la deforestación hace que haga mucho más calor en su mundo”.

Por supuesto, semejantes incrementos en la temperatura local ya están por encima del calentamiento global, el cual, de media, ha aumentado un 1 grado centígrado (1,8 grados Fahrenheit) desde la revolución industrial.

…Y la lluvia

Si el sol alcanza el suelo, generalmente calienta las cosas. Pero ¿qué ocurre con la luz solar que golpea una cubierta forestal intacta? Si no se convierte en calor y no vuelve al espacio, entonces debe de estar haciendo alguna otra cosa. Y aquí es donde entran las nubes y la lluvia.

“Normalmente alrededor de la mitad de toda la energía del sol que alcanza el suelo de la Tierra se va en la evaporación del agua en vez de calentar”, dice Sheil. Los bosques son “estructuras eficaces” que convierten el agua almacenada en su vegetación y en su suelo alrededor de sus raíces en vapor de agua al aprovechar la energía solar, dice.

Este proceso crea nubes, incentivado aún más por partículas especiales liberadas por los árboles que ayudan a sembrar nubosidad (por cierto, los arrecifes de coral también siembran nubes). Las nubes no solo proporcionan sombra, sino que también hacen rebotar luz solar de vuelta al espacio, lo que enfría nuestro planeta.

Frutos del aceite de palma de Borneo. Gran parte de la reciente deforestación está directamente vinculada a esta materia prima global. Fotografía de: Douglas Sheil.

Y, por supuesto, todo este vapor de agua y estas nubes finalmente llevan a la lluvia: donde hay selvas tropicales, hay lluvia.

Pero si los bosques desaparecen, es mucho más probable que el agua en los suelos y la vegetación sea arrastrada a los ríos locales y llevada al mar en vez de ser reciclada como precipitaciones locales.

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El estudio encontró que, aunque las precipitaciones por todo Borneo fueron estables, por lo general, entre 1951 y 1971 (6,7 milímetros, o 0,26 pulgadas al día) poco después empezaron a descender. Entre 1973 y el 2007, la precipitación diaria cayó en 0,04 milímetros al año. Este segundo periodo tuvo una media de lluvia diaria de 5,68 milímetros (0,22 pulgadas). En total, el estudio encontró que las precipitaciones en Borneo han descendido alrededor de un 20 % en menos de 60 años.

De media, la precipitación anual de Borneo está ahora en unos 880 milímetros (34,6 pulgadas) menos de lo que era en los años 50, dice Meijaard. “Para ponerlo en perspectiva, esto es más que las precipitaciones anuales totales en países bastante húmedos como Holanda”.

El calor se siente

El estudio no examinó cómo podría estar afectando este declive en las precipitaciones y aumento en el calor local al bienestar de la población en Borneo, pero Sheil dice que indudablemente está teniendo un impacto.

“Cuando estuve en Borneo [en el 2018] era evidente lo difícil que se había convertido para los agricultores producir cultivos en el calor intenso y las sequías recurrentes que tienden a ocurrir en la región”, dice, y añade que parecía que los agricultores que siembran al aire libre sufrían más que aquellos que cultivan sus productos bajo una cubierta forestal considerable.

“Si estas tendencias climáticas continúan no me cabe duda de que los impactos más amplios se agravarán”.

Humo que proviene de incendios de turba en el sudeste de Borneo capturados por el Captador de Imágenes con Espectro-radiómetro de Moderada Resolución (MODIS, por sus siglas en inglés) en el satélite Aqua de la NASA el 19 de octubre del 2015. Los contornos rojos indican los lugares donde el sensor detectó temperaturas en la superficie excepcionalmente calientes asociadas con los incendios. Fotografía ASA Jeff Schmaltz (LANCE MODIS Rapid Response) y Adam Voiland (NASA Earth Observatory).

Según Sheil, todo esto llevará a amenazas de incendios más graves. En muchas partes de Indonesia, la quema es todavía una forma habitual de despejar la tierra —aunque el gobierno ha intentado pararlo—, lo que lleva a lo que es conocido anualmente como “la bruma” del sudeste asiático.

En el 2015, la crisis anual se convirtió en una completa catástrofe regional: unas condiciones secas y miles de incendios provocados intencionalmente —a veces en turberas de combustión lenta, casi imposibles de extinguir— llevaron a una bruma general que cubrió gran parte del sudeste de Asia, que provocó cierres de escuelas, problemas respiratorios generalizados y una estimada pérdida económica de entre 37 mil y 45 mil millones de dólares. Un estudio un año después estimó que es probable que la contaminación del aire contribuyese a la muerte prematura de 100 000 personas, pero los gobiernos han cuestionado este hallazgo.

El coste ecológico fue incalculable: 2,1 millones de hectáreas (5,2 millones de acres) quemadas, un área del tamaño de Nueva Jersey. ¿Quién sabe cuánta fauna silvestre pereció en la conflagración? E incendio pasado engendra incendio futuro. “Una vez que un bosque se ha quemado o ha sido despejado es mucho más vulnerable a incendios futuros”, dice Sheil.

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¿El suicidio del aceite de palma?

Todo esto significa que una de las exportaciones más importantes, y polémicas, de Indonesia y Malasia podría estar debilitando su propia viabilidad. Hoy en día, alrededor del 30 % del aceite de palma de Indonesia es producido en la provincia indonesia de Kalimantán (el resto en Sumatra), mientras que la mitad del aceite de palma de Malasia se produce en Sabah y Sarawak.

“La palma de aceite es más productiva si se mantiene la humedad durante todo el año. Las condiciones que estamos viendo tienden a ser más secas y menos uniformes y eso reducirá los rendimientos”, dice Sheil.

Una reducción en los rendimientos impulsa las llamadas a una mayor expansión de las plantaciones de la palma de aceite, lo cual puede ir en detrimento de más bosques, lo que exaspera el problema.

Plantaciones del aceite de palma en Kalimantan (Borneo Indonesio) —el único bosque que queda en las colinas—. Fotografía de: Douglas Sheil.

Meijaard llama a la palma de aceite una “planta sedienta”, señala a un estudio reciente en la revista Scientific Reports que mostraba que las palmas de aceite necesitaban alrededor de 167 milímetros (6,6 pulgadas) de lluvia al mes. También mostraba que a la planta no le gustan las temperaturas por encima de entre los 29 y los 33 grados centígrados (entre 84 y 91 grados Fahrenheit).

“Ahora, a menudo se superan estas condiciones, sobre todo en la parte más calurosa y seca del sudeste de Borneo, y pronto podríamos encontrar que la producción de la palma de aceite ya no es económicamente viable”, dice Meijaard. “La carrera por el agua está en marcha, lo cual también podría ser uno de los motivos por los que los productores están interesados en plantar en turba, la cual almacena una gran cantidad de agua”.

Pero centrarse en la turba para la agricultura es pinchar al oso climático: perturbar estos vastos sumideros de carbono produce emisiones monstruosas de dióxido de carbono —y podría incluso crear un panorama de retroalimentación donde las temperaturas cálidas y la sequía degradan las turberas intactas.

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“Borneo podría pasar de un clima húmedo a uno seco”, dice Sheil, advierte que partes de la inmensa isla podrían dejar de poder sostener selvas tropicales.

A pesar de las inquietantes conclusiones y las advertencias latentes en el estudio, Sheil dice que el trabajo “no tuvo mucha publicidad en la región” cuando fue publicado el año pasado.

Meijaard está de acuerdo.

“No he visto ninguna mención de este asunto en los medios de comunicación locales”, dice. “Puede que muchos políticos no piensen mucho más allá de los años que quedan hasta su posible reelección, y esta forma de pensar a corto plazo no ayuda a hacer los cambios en el uso de las tierras necesarios a largo plazo para asegurar que Borneo siga siendo un lugar ambientalmente sano”.

El estudio también es una señal de aviso para otras regiones con selvas tropicales.

“Si Borneo es considerado un microcosmos para los efectos de la pérdida forestal, se podría esperar que los impactos fuesen considerablemente mayores en las regiones del Congo y el Amazonas”, dice Sheil, que señala que el hecho de que estas selvas tropicales estén a mayor distancia de los océanos significa que podrían ver un calentamiento y una sequía más rápido si la pérdida forestal sigue sin control.

Selva tropical significa lluvia

La mayoría de los argumentos para salvar las selvas tropicales del mundo durante la última década en los medios de comunicación convencionales han sido sobre un asunto: el carbono. Los bosques secuestran inmensas cantidades de dióxido de carbono de la atmósfera, y destruirlos hace que este vuelva a la atmósfera, lo que aviva un planeta ya demasiado caliente y nos empuja aún más hacia una catástrofe global que es difícil de comprender para nuestras mentes.

Aunque el argumento para salvar los bosques por su papel en la mitigación del cambio climático es extremadamente importante, también ha llevado a eclipsar los muchos otros papeles vitales que tienen los bosques en nuestro mundo. Las selvas tropicales del mundo albergan alrededor del 50 % de las especies de flora y fauna del planeta; son el hogar de cientos de tribus indígenas, muchas de las cuales tienen su existencia amenazada; suministran agua dulce y mitigan la erosión, y esconden maravillas farmacéuticas por descubrir, incluidas aquellas que podrían ser clave para la lucha contra el cáncer. También, como hemos visto, sostienen la meteorología y climatología local al proporcionar precipitaciones y mantener los trópicos más frescos de lo que estarían de no ser así.

Rainforest emergent tree in Borneo.
Árbol de la selva tropical emergente en Borneo.

Y otro motivo todavía podría salir a la luz. Una teoría polémica, conocida como la “bomba biótica”, teoriza que los bosques desarrollan un papel vital en el impulso de los vientos —y por lo tanto también “inyectan” precipitaciones—. Si la teoría, desarrollada por dos científicos rusos, Victor Gorshkov y Anastassia Makarieva, es verificada, revolucionaría cómo vemos los bosques del mundo. Sin embargo, durante años la teoría era un anatema en los círculos meteorológicos, lo que hizo casi imposible publicar informes sobre el tema (un importante trabajo sobre la bomba biótica fue publicado finalmente en el 2013 —después de más de dos años de debate—).

“Todavía hay alguna hostilidad [hacia la teoría de la bomba biótica] pero creo que la mayoría de personas también tienen algo más de precaución antes de desestimar las ideas en su totalidad”, dice Sheil, coautor de ese trabajo. También dice que la idea ha cosechado más aliados en los últimos años.

Este tipo de ciencia necesita tiempo para elaborarse, pero ya está claro que la destrucción de las selvas tropicales en Borneo y en otros lugares lleva a un monstruo climatológico de dos cabezas: disminución de las precipitaciones y aumento de las temperaturas. Estos bosques no solo almacenan carbono: mantienen normas climáticas en una época de clima inestable.

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Referencias:

Makarieva, A. M., Gorshkov, V. G., Sheil, D., Nobre, A. D., & Li, B. (2010). Where do winds come from? A new theory on how water vapor condensation influences atmospheric pressure and dynamics. Atmospheric Chemistry and Physics Discussions, 10(10), 24015-24052. doi:10.5194/acpd-10-24015-2010

Mcalpine, C. A., Johnson, A., Salazar, A., Syktus, J., Wilson, K., Meijaard, E., . . . Sheil, D. (2018). Forest loss and Borneo’s climate. Environmental Research Letters, 13(4), 044009. doi:10.1088/1748-9326/aaa4ff

Oettli, P., Behera, S. K., & Yamagata, T. (2018). Climate Based Predictability of Oil Palm Tree Yield in Malaysia. Scientific Reports, 8(1). doi:10.1038/s41598-018-20298-0

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