- Alrededor de 215 millones de mujeres en la zona sur del planeta necesitan métodos anticonceptivos y servicios básicos de salud.
- Para llevar a esto y para tener un menor impacto en el medio ambiente, algunos grupos de conservación han empezado a ofrecer servicios de salud y de planeamiento familiar.
- El planeamiento familiar puede reducir las poblaciones humanas, pero esta meta puede traer gran controversia para los grupos de conservación.
El planeamiento familiar puede prevenir los embarazos no deseados, crear más tiempo entre embarazos, y mejorar los derechos reproductivos de las mujeres. En principio, todo esto puede reducir las poblaciones humanas, ayudando también a reducir los impactos sobre el medio ambiente.
En años recientes, algunas organizaciones conservacionistas han expandido su función para ofrecer servicios de planeamiento familiar para algunas comunidades locales, como algo que ayudaría tanto a las mujeres como a los ecosistemas. Sin embargo, eso ha derivado en mucha controversia.
Las organizaciones son varias y diversas. Algunas son grandes, como el Fondo de Especies Salvajes Mundial (World Wildlife Fund o WWF), Conservación Internacional (CI), y el Instituto Jane Goodall (JGI), al igual que otras ONG más pequeñas y menos conocidas. Los grupos a menudo combinan información sobre el planeamiento familiar, la entrega de anticonceptivos y otros servicios de salud, junto a programas de educación sobre el medio ambiente en un marco de desarrollo conocido como Población, Salud, y Ambiente (Population, Health, and Environment o PHE).
Alrededor de 215 millones de mujeres en la región sur del planeta necesitan anticonceptivos, y muchas de ellas viven en comunidades remotas donde no se consiguen servicios de salud, de acuerdo al Instituto Guttmacher, una ONG con sede en los Estados Unidos que trabaja por la salud reproductiva.
Además de tratar de reducir el impacto de las poblaciones sobre el medio ambiente, algunos grupos conservacionistas también han mostrado interés en ofrecer servicios de salud para ganarse la confianza de las comunidades y así iniciar un diálogo sobre las prácticas de la conservación.
Sin embargo, la evidencia empírica para apoyar a estas iniciativas resulta difícil de conseguir.
La ONG de conservación, Blue Ventures, ayuda a las comunidades costeras de Madagascar a manejar sus recursos marinos. Blue Ventures empezó a formar mujeres a nivel local para la entrega de anticonceptivos. De forma anecdótica, el grupo dice que ha visto un incremento del 45 % en el planeamiento familiar en tan solo cinco años, calculando que esto ha ayudado a evitar más de 800 embarazos no deseados.
La Fundación PATH en las Filipinas (PFPI) ha estado integrando la conservación con el planeamiento familiar desde el año 2000, mientras educa y forma las comunidades en manejo de recursos y planeamiento familiar. PFPI fue la primera en recoger datos empíricos que apoyaran un trabajo que incorporara la conservación y el planeamiento familiar.
“Empezamos a hacer trabajo de conservación y de planeamiento familiar cuando vimos familias más grandes y otros factores que llevaban a problemas de salud y de sistemas ambientales”, le dijo a Mongabay.com Joan Castro, la vicepresidenta ejecutiva de PFPI.
En un estudio del 2010, el equipo de PFPI comparó métodos y descubrió que en ocasiones en que se ofrecían servicios integrados, se vio un mayor planeamiento familiar junto a mejoras en los ecosistemas corales y de manglares de la zona.
“El apoyo de los hombres es esencial para que las mujeres acepten [el planeamiento familiar]. Cuando trabajamos con los pescadores que están manejando las áreas marinas protegidas, los educamos también sobre la importancia del planeamiento familiar, y así ellos son capaces de apoyar a las mujeres”, explicó Castro.
Sin embargo, un análisis liderado por WWF de ocho proyectos PHE en seis países, descubrió que aunque las comunidades incrementaron su planeamiento familiar gracias a los proyectos, se dio por hecho que esto llevaría a que tuvieran menos niños o a que redujeran su uso de los recursos naturales. Sin embargo, las pruebas no mostraron tales resultados. Los investigadores explican que esto era de esperar, ya que los proyectos eran muy nuevos y tomarían décadas en generar resultados. También argumentaron que en general, los reportes tienden a ser creados por organizaciones que implementan los programas en vez de grupos independientes, lo que hace que las desventajas reciban poca atención en la documentación.
Los derechos de las mujeres
Además de la poca evidencia de los éxitos, muchos defensores de los derechos reproductivos han criticado a los grupos de conservación por tratar de intervenir en temas de planeamiento familiar. Uno de los temores es que provoquen complicaciones en las mujeres a las que intentan ayudar.
Varios de los programas de conservación ofrecen Depo-Provera, un anticonceptivo por inyección que debe tomarse cada tres meses.
El Depo-Provera es barato y fácil de administrar, pero tiene graves efectos secundarios, como la pérdida de minerales en los huesos debido al uso prolongado y un riesgo mayor a las infecciones del VIH.
“Esto significa que estas mujeres estan recibiendo estos anticonceptivos sin ningún acceso a expertos de salud”, dijo Kalpana Wilson a Mongabay.com. Wilson es una becada con el Instituto de Género de la Escuela de Economía y Ciencias Políticas de Londres.
Blue Ventures, Conservation Through Public Health (CTPH) en Uganda, y el Instituto Jane Goodall y su proyecto en la República Democrática del Congo son algunos de los grupos que están ofreciendo Depo-Provera. WWF identifica los anticonceptivos inyectables como uno de los métodos más comunes que ofrecen para el planeamiento familiar después de los preservativos y de las pastillas.
Otra duda es si estos programas de planeamiento familiar siguen un protocolo de derechos humanos, donde las mujeres pueden mantener la soberanía sobre lo que ocurre con sus cuerpos.
“Creo que cualquier clase de programa que argumente que ‘el crecimiento poblacional es un problema’ no ofrece a las mujeres una verdadera justicia reproductiva”, dijo Wilson. “Existe una necesidad urgente de que las mujeres de bajos fondos en la región sur de todo el planeta tengan acceso a anticonceptivos que ellas puedan controlar, pero para que esto suceda, las necesidades y las demandas de las mujeres deben venir primero”.
Tan solo la existencia de una meta para la colaboración del Planeamiento Familiar 2020 representa una alarma para muchos de quienes temen que se violen los derechos de las mujeres, como ocurrió en el caso de un programa hindú que se centraba en metas de esterilización y anticonceptivos. Sin embargo, todas las organizaciones a las cuales Mongabay.com llamó, dijeron tener métodos centrados en el respeto a los derechos humanos.
“Tenemos metas para nuestro planeamiento familiar, pero para nuestros voluntarios… no las tenemos”, dijo Castro de PFPI, quien forma a voluntarios de las comunidades para que ofrezcan educación sobre el planeamiento familiar.
Más allá de las metas y de los incentivos económicos, los expertos en derechos humanos han expresado sus temores de que los proyectos de conservación puedan crear un ambiente que presione a las muejeres a participar en un programa para que puedan recibir beneficios de otro.
“Algo preocupante es el uso de prácticas de ‘mercadeo social’ como la creación de metas comunitarias y de monitoreo de resultados, lo cual puede presionar a los individuos a participar en el planeamiento familiar y en otros programas”, escribe James Oldham en una reseña de PHE del 2006. “Además, cuando el cuidado de la salud está asociado con las metas de conservación de biodiversidad, existe el riesgo de que la salud se vea menos como un derecho y más como un premio que se puede eliminar si las metas de conservación no se llegan a dar”.
Culpando a los demás
Las organizaciones con las cuales Mongabay.com pudo hablar expresaron un compromiso al respeto de los derechos humanos en su trabajo de planeamiento familiar. Pero aun cuando lo logran, algunos expertos siguen cuestionando si la fertilidad debería, en términos fundamentales, asociarse con la conservación.
La idea de que una población humana creciente causaría daño al medio ambiente se remonta al siglo XVIII y al libro de Thomas Robert Malthus de 1798, Un Ensayo Sobre el Principio de la Población. Desde ese entonces, personajes tan prominentes como el presentador de la Historia Natural de la BBC, Sir David Attenborough, han abogado por el control de las poblaciones humanas, lo que él llamaba “una plaga en la Tierra”.
Algunas organizaciones han identificado a poblaciones locales como los disruptores del equilibrio ambiental, especialmente cuando la cantidad de personas en sus áreas de proyectos no parecen ser sostenibles. Sin embargo, de acuerdo a Betsy Hartmann, analista de políticas del Programa de Población y Desarrollo en Hampshire College en Massachusetts, esto puede cambiar el enfoque lejos de las fuerzas mayores que a menudo causan los problemas ecológicos.
“En el caso de Madagascar, por ejemplo, la tala comercial e ilegal, la minería, y las operaciones de pesca están causando peores daños en el medio ambiente que las prácticas de agricultura y pesca tradicionales de las comunidades locales. Al llevar el mensaje de que el planeamiento familiar es la solución a los problemas ambientales, se distrae la atención y la culpa lejos de los poderosos intereses políticos y económicos responsables de la degradación ambiental”, dijo Hartmann a Mongabay.com.
No sólo se distorsiona la culpa al nivel local, sino que también se aleja la atención lejos de los verdaderos impulsores de la pérdida de la biodiversidad al nivel global, dijo Hartmann.
Nadie está sosteniendo que los humanos no sean responsables de las condiciones en las cuales se encuentra el planeta. La pesca se está acabando, los bosques están disminuyendo y nuestras prácticas de residuos contaminan por el mundo entero, pero algunas personas creen que perpetuar la idea de que tan solo las masas son las responsables, le quitan la culpa a las corporaciones y evitan que se hagan reformas fundamentales.
La distancia entre los grupos de conservación que tratan temas de planeamiento familiar y sus críticos parece ser extensa. Tras cada paso, las buenas intenciones de los individuos son contrarrestadas por las malas prácticas a nivel global. Hartmann sugiere que para asegurarse de que los grupos conservacionistas ofrezcan programas de planeamiento familiar de forma ética, hay que hacer investigaciones de campo sobre cómo funcionarán los programas día tras día −investigaciones que hasta ahora no se han realizado. Sin estos datos, las metas ambientales de los proyectos PHE no convencerán a muchos defensores de los derechos humanos.
Citas
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