- ¿Qué impactos ha causado la escasez hídrica en especies como el venado de cola blanca y el cóndor andino?
- ¿Qué ha ocurrido con los osos de anteojos en Lambayeque, región vecina de Piura?
La escasez hídrica en el norte de Perú no solo ha afectado al sector agrícola y ganadero, también la biodiversidad y las áreas naturales protegidas de esa parte del país. Especialistas consultados por Mongabay Latam así lo confirmaron, luego de revelar que ha ocurrido, entre otras cosas, un desequilibrio en la floración de los árboles, no hay regeneración natural y la fauna, por buscar alimento, se ha expuesto más a los cazadores furtivos.
Piura es una de las regiones más golpeadas por la sequía en el norte peruano. A casi dos horas de la ciudad del mismo nombre está ubicada la Zona Reservada Illescas, donde habitan diversas especies que sobreviven en medio de condiciones extremas per se debido a las características propias del lugar.
Illescas es una zona marino costera creada en el 2010 y tiene una extensión de 37 452,58 hectáreas. Según explica la bióloga Cinthia Vergaray García, del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp) Piura, la sequía ha golpeado. Y mucho.
“En Illescas de por sí hay restricción del recurso hídrico, pero existen ojos de agua que se han secado por la sequía. De allí se alimentaban los mamíferos, como el zorro costeño y el gato del pajonal, y otras especies como lagartijas, pacazos, ratones. El gato del pajonal, por ejemplo, es una especie nueva, de la que tenemos poca información, y que corre el riesgo de migrar si no encuentra alimento. Todos estos mamíferos se han visto impactados por la falta de agua”, comentó a Mongabay Latam.
En el caso del cóndor andino (Vultur gryphus) en Illescas, se estima que su etapa de reproducción ocurre entre octubre y noviembre, aunque la fase del cortejo se inicia desde agosto, explicó Vergaray. “En esa época suele aislarse y se cree además (aunque hacen falta mayores estudios) que podría anidar allí. Solo sale para refrescarse bañándose en esos ojos o espejos de agua, que ahora se han secado por la escasez hídrica”, precisó la investigadora.
“Todas estas especies pueden migrar por falta de condiciones para sobrevivir. Es decir, toda la fauna y flora del lugar sufre los impactos”, precisó Vergaray.
Los impactos del estrés hídrico también alcanzan a la flora de las áreas naturales protegidas. En un recorrido hecho por Mongabay Latam, guardaparques indicaron que el algarrobo –presente en Illescas– ha disminuido su tamaño y sus frutos. “Ya no produce como antes, cada año produce menos algarroba, y su fruto se achica”, manifestó uno de los guardaparques de la zona reservada.
“La floración de las plantas también cambia. La semilla no germina, y si brota [por falta de agua] se muere o el ganado que ingresa a las áreas se come esos brotes. Es decir, la escasez hídrica no permite la regeneración natural. Y si no hay regeneración no hay alimento para las especies y el ganado. Y estos se exponen más a los peligros de cazadores. O sea, se afecta toda la cadena del ecosistema”, manifestó Cinthia Vergaray.
Similares problemas se han presentado en el Coto de Caza El Angolo, ubicado en las provincias de Sullana y Talara. Tiene una extensión de 65 mil hectáreas y en su territorio alberga al venado de cola blanca (Odocoileus virginianus). Además, forma parte de la Reserva de Biósfera del Noroeste, junto a la Reserva Nacional de Tumbes y el Parque Nacional Cerros de Amotape.
“Sin agua, no hay regeneración natural del bosque, y hay mayor presión del ganado de las zonas aledañas que busca alimento, así como de la misma fauna del lugar. Es una situación que afecta toda la cadena del área: flora, fauna y repercute en los caseríos aledaños”, manifestó Vergaray.
Al haber crisis hídrica, no hay alimento para el venado de cola blanca. “Cuando hay sequía, el venado que suele estar en las partes altas del coto, escondiéndose de cualquier amenaza, baja en busca de agua. En estas épocas se expone más a los cazadores furtivos”, dijo la bióloga.
Aldo Aguirre, jefe del Sernanp Piura, precisó que la población de venados destinados a la caza disminuyó el año pasado debido a la escasez hídrica y falta de alimento. “La falta de agua ha hecho que tengamos menos venados para aprovechar en la caza deportiva, pues no tenían ni el peso, ni la cornamenta requerida. El 2016 bajó la población aprovechable de venado a 21 animales, cuando históricamente había entre 50 y 60 ejemplares”, dijo.
El especialista remarcó que la sequía no mata de sed, sino de hambre, pues al haber déficit de agua, también hay déficit de producción de alimentos. “Aunque no tenemos una investigación específica sobre los impactos de la sequía en las áreas naturales protegidas, todos los seres vivos están sujetos a los cambios medioambientales, y así lo hemos comprobado”, dijo.
Añadió que los impactos en la flora se sienten porque hay una alteración del calendario fenológico. “Todo su calendario se altera. Hay un momento en que ya no está floreando, en que se cae la flor, el fruto no se forma. Y si no hay fruto no hay semilla, y si no hay semilla no hay regeneración de la especie”, explicó Aguirre.
En El Angolo también hay presencia de ganaderos. Normalmente los caprinos y vacunos consumen el pasto de las zonas bajas, pero por la escasez de alimento suben en busca de comida. “Es cuando se impacta más el ecosistema, y cuando la fauna del lugar empieza a descender en busca de comida, hacia las comunidades. Es el caso del puma, que comienza a atacar al ganado. Hemos tenido varios reportes”, comentó Vergaray.
Los páramos andinos
En Lambayeque, y la zona sur de Ecuador también se ha sentido la sequía. Paul Viñas, investigador de la ONG Naturaleza y Cultura Internacional (NCI) contó que en los bosques protegidos de Macará y Cazaderos, ambos en Ecuador, se celebra a mediados de enero el festival de la floración del guayacán. Es un árbol que crece en estos bosques, en más de 40 mil hectáreas.
Sus flores comienzan a germinar en época de lluvias, y “se ve como una enorme sábana de flores amarillas. Sin embargo, este año su floración ha sido irregular por el estrés hídrico”, contó Viñas, quien estuvo en Ecuador invitado a la celebración de dicho festival.
Otro de los cambios por el estrés hídrico ha sido el del bosque de Batán Grande, en Lambayeque, región vecina a Piura. Allí, hace unos años, un grupo de investigadores registró la presencia del oso de anteojos que migraba en busca de comida desde los páramos andinos de Cajamarca. “De mayo a noviembre viven en Cajamarca, pero los otros meses –de lluvia en Piura y Lambayeque– vienen a Batán Grande a comer zapote”, dijo Viñas.
Sin embargo –agregó Viñas– se ha constatado que por el estrés hídrico ya no están cruzando la frontera hacia Lambayeque. Eso porque al no haber lluvias, no crece zapote. “Se cree incluso que el oso de anteojos puede llegar a perder hasta el 50 % de su peso debido a la falta de alimento en el bosque de Batán Grande. Por eso estamos intentando proteger este bosque, y cuidar el zapote junto a las comunidades aledañas, pues es un árbol muy cotizado”, dijo Viñas.
Bosques propensos a incendios
Los especialistas consultados para este informe coincidieron, además, en que los próximos años la sequía se agudizará y atacará con más fuerza. “Sin agua, estas áreas son más propensas a los incendios forestales, como los tres que hubo este año en los páramos de Ayabaca y Huancabamba, en Piura. Al no haber agua los bosques se secan y son más propensos a los incendios. Y estos se propagan rápidamente, pues las hojas de los árboles están secas”, dijo Vergaray.
El año pasado, los incendios forestales en la sierra de Piura consumieron 7000 hectáreas de bosques naturales y afectaron 538 cabezas de ganado, de acuerdo con reportes del Centro de Operaciones de Emergencia Regional (COER) Piura. Los bosques primarios afectados se localizaban en Huancabamba, Carmen de la Frontera, Sóndor, Canchaque y San Miguel del Faique. Y en la provincia de Ayabaca, en los distritos de Pacaipampa y Suyo, mencionaba dicho informe.